De
repente, todo se llenó de China/Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y autor de Como acabar de una vez por todas con los mercados.
El
Mundo |26 de agosto de 2015
Una
recesión global se ha hecho mucho más probable tras los acontecimientos de las
últimas semanas y Donald Trump, el más estridente, por ahora, de los
precandidatos a las elecciones presidenciales en los EEUU lo ha resumido en un
tuit: «China va a arrastrarnos a todos». Como ya le sucedía a los propios EEUU
de América, ahora China es también un motor de la economía mundial y tiene la
capacidad de arrastrar a los demás, unas veces para bien (aumento del crecimiento)
y otras para mal (recesión económica).
Pero
la situación es incluso peor que lo que refleja ese exabrupto populista. No es
sólo China quien está pasando por dificultades económicas crecientes sino
también el resto de los países emergentes que, empezando por Brasil y siguiendo
con un largo etcétera en el que están en primera fila Turquía y Sudáfrica,
Rusia o Malasia, atraviesan todos por graves dificultades en este momento. Son
ellos, probablemente, los primeros arrastrados por China aunque hasta muy recientemente
ese fuera un problema que no se hacía sentir especialmente en Occidente.
Para
detectar el inicio del problema hay que remontarse a abril del año 2011 en que
empieza a caer el precio de las materias primas que, como es bien sabido, es la
principal (y a veces la única) partida de las exportaciones de buena parte de
los países emergentes. ¿ A qué se podía atribuir esa caída de precio? Pues a lo
más simple que se pueda imaginar, aumento de la oferta de petróleo, mineral de
hierro o cobre muy por encima del aumento de la demanda (cuando no a una caída
directamente de ésta última).
En
el caso del precio del barril de petróleo, por ejemplo, la situación parece
clara: el exceso de la oferta sobre la demanda es bien conocido (y situado en
el entorno de los dos millones de barriles diarios). Pues eso mismo es lo que
le ha sucedido al conjunto de las materias primas, que ahora acumulan una
pérdida del 30% respecto a los precios que alcanzaron en el año 2011.
Y
como responsable final de esa caída de la demanda todo apunta a China que hasta
hace poco crecía a tasas del 10% pero ahora ya solo crece al 7% anual, si se
creen las cifras de crecimiento que proporciona el Gobierno del país. Ese
crecimiento tan a uña de caballo es lo que ha conseguido que su Producto Interior
Bruto se haya multiplicado por 26 en los últimos 37 años y que hayan salido de
la pobreza 600 millones de personas. El problema es que ese crecimiento se ha
basado en la inversión (construcción de carreteras, ferrocarriles, industria
pesada o vivienda) y como a toda economía que alcanza un grado de maduración
suficiente le ha llegado el momento de cambiar ese modelo y pasar a otro basado
en el consumo de las familias. Y es en ese intento de cambio donde todo ha
empezado a complicarse.
Los
emergentes
El
cambio de modelo chino lleva consigo un menor consumo de materias primas, lo
que ha provocado un impacto notable en el precio de éstas y el consiguiente
problema para las economías de los países emergentes. Ahora éstas se encuentran
también con un crecimiento mucho menor al del pasado y si no han caído en
problemas más graves de los que están a la vista es porque habían aprendido
bien la lección de la crisis de 1997/98 y habían acumulado reservas de divisas
durante la etapa de bonanza (para ellos, los años 2000 a 2011). Pero así y todo
ya se nota el deterioro de cuatro años y medio de caída de precios: nótese
Malasia donde, problemas políticos aparte, ya ha bajado el nivel de reservas
centrales en un 33% (de niveles superiores a 150.000 millones de dólares a poco
más de 100.000 millones).
Naturalmente
ese menor crecimiento de China que lleva a una pérdida de impulso económico de
los países emergentes conduce a un menor crecimiento de los países
desarrollados en una de esas espirales bajistas en la que toda complicación
deriva en otra aún mayor. Y así, las complicaciones económicas se han ido
convirtiendo también en complicaciones financieras: en los 13 últimos meses han
salido de los países emergentes capitales por el equivalente a un billón de
dólares, algo que no facilita en nada la tarea de devolución de los 10 billones
de dólares de préstamos que los emergentes tienen contraídos en divisas.
¿Y
qué es lo que ha hecho de catalizador para acelerar la crisis? Tras la caída de
la Bolsa en China desde mediados de junio, ha sido la decisión de las
autoridades chinas de devaluar su moneda, el yuan, lo que ha actuado de
catalizador o acelerador de la crisis. La decisión de anunciar una única
devaluación y luego proceder en días sucesivos a otras dos más desencadenó el
temor a que el propósito de las autoridades chinas fuera devaluar su moneda
mucho más de lo confesado expresamente, algo que recrudeció las ventas en la
Bolsa china y la salida de capitales del país. Esa presión desordenada sobre la
cotización del yuan llevó al banco central chino a intentar contener una
depreciación más intensa de lo que parecía pretender de momento, gastando con
ello ingentes cantidades de dinero en el empeño. La conclusión a fecha de hoy
es que se estima que el banco central chino se ha gastado 200.000 millones de
dólares en intentar contener la depreciación de su moneda dentro de unos
límites preestablecidos, y otra cantidad igual en sujetar las cotizaciones
comprando acciones en Bolsa o prestando dinero para que otros las compraran.
Ambas cosas, sobre todo la segunda, con poco éxito, por ahora, y esa falta de
éxito ha llevado a las autoridades a darse aparentemente por vencidas, en el
terreno de la Bolsa al menos, y a mostrar una pasividad que ha desatado el
pánico y con él una nueva oleada de ventas.
Todo
esto hasta ayer cuando el banco central chino hizo públicas nueva medidas para
contener ese pánico: una bajada de tipos de interés (la quinta desde el mes de
noviembre pasado) y una reducción de 0,5% (hasta el 18%) en el coeficiente de
reservas que los bancos comerciales chinos deben tener depositadas en el banco
central. Con esto se abarata la financiación de familias y empresas por una
doble vía: por una parte por la reducción de los costes financieros que la
reducción de tipos representa y por otra, además de permitir a los bancos que
presten más dinero (al reducir la cantidad que deben tener inmovilizadas y con
una rentabilidad baja o nula en el banco central) se les libera del coste que
esa inmovilización representa, pudiendo trasladar ese abaratamiento a sus
clientes.
Y
hasta aquí la descripción de los acontecimientos que se ven en la superficie.
Por debajo, circulan muchos elementos desestabilizadores: el pinchazo de las
otras dos burbujas: inmobiliaria y crediticia (además de la bursátil); la
quiebra o casi de entidades parabancarias que han prestado imprudentemente a
proyectos poco viables; el exceso de capacidad en muchas de las industrias del
país, y un largo etcétera de complicaciones económicas surgidas de la necesidad
de evitar la crisis económica que estalló en todas partes en el año 2008. Por
no hablar de los problemas políticos que todo esto le crea al Gobierno y al
partido comunista chino cuya legitimidad (a falta de la democrática) se basa en
el aumento de la prosperidad.
Materias
primas y recesión
En
una capa aún más profunda, y condicionándolo todo, se mueve un factor que
condiciona no sólo el futuro de la economía china sino también el de la
mundial: la regularidad histórica con que las materias primas anuncian los cambios
bruscos en la economía o las Bolsas. Una regularidad que no es otra cosa que el
vector resultante de cualesquiera otros factores que se puedan introducir en el
análisis.
Y
es que, desde 1950, todas las caídas fuertes del precio de las materias primas
han coincidido con el comienzo de las recesiones; o se han adelantado a ellas
en un plazo que va desde los seis meses a los cinco años; o han ido seguidas de
un crac de Bolsa, o de una crisis profunda en los países emergentes; o de una
combinación de todas esas circunstancias a la vez. En esta ocasión el precio de
las materias primas viene cayendo desde hace cuatro años y medio, de modo que
hay poco margen de tiempo más para que una nueva recesión global vuelva a
aparecer en el horizonte. Y esa es la parte más preocupante y menos conocida de
lo que arrastra consigo la desaceleración de la economía china. Algo a lo que
hay que añadir que, cuando las Bolsas caen con la fuerza que lo han hecho en
días y semanas recientes, ya eso por si solo introduce un factor adicional de
incertidumbre sobre el futuro económico, lo que hace que los proyectos se
retrasen y que lo que se inicia como un temor se convierta en una profecía
auto-verificada. Algo que es mucho más potente que la propia China y que puede
terminar por «arrastrarnos a todos».
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