El
helicóptero de Richard Nixon/Miquel Porta Perales, escritor.
ABC
| 25 de agosto de 2015.
Richard
Nixon, trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos (19691974), ha pasado
a la historia como el político que, en una escueta nota dirigida a Henry
Kissinger, a la sazón secretario de Estado, renunció al cargo el 9 de agosto de
1974. El Watergate. Después del comunicado, subió al helicóptero en los
jardines de la Casa Blanca y pasó a la condición de relegado político. Cuarenta
años después –coincidiendo con el «año Nixon» propiciado por el aniversario de
su renuncia–, su figura está siendo reevaluada. Más allá de los autores que han
tratado el asunto en los últimos años con desigual fortuna –Joan Hoff, Romain
Huret, Robert Mason, Antoine Coppolani, Rick Perlstein, David Greenberg o Don
Fulsom–, el «año Nixon» ha girado alrededor de las declaraciones del
intelectual izquierdista Noam Chomsky.
En
un debate sobre el salario mínimo –HuffPost Live, 21 de febrero 2014–, Noam
Chomsky compara las políticas salariales de Barack Obama y Richard Nixon.
Veamos. Barack Obama: después de seis años de crisis económica, firma un
aumento salarial que no cubre la inflación y la productividad. Richard Nixon:
después de seis años de estancamiento salarial e inflación, incorpora una
enmienda a la Ley de Normas Razonables de Trabajo que para las rentas bajas
supondrá un incremento salarial del 40 por ciento. Una enmienda que Noam
Chomsky califica de «programa de ayuda a las familias» en oposición al «asalto
neoliberal» de Barack Obama. Noam Chomsky concluye: «en muchos aspectos, Nixon
fue el último presidente liberal». De «centroizquierda» o «progresista», en los
usos norteamericanos.
Las
palabras de Noam Chomsky darán lugar a dos reacciones: unos, critican a Barack
Obama: otros, descalifican a Richard Nixon. Como telón de fondo, un libro que
permite la lectura sintomática de la presidencia nixoniana.
Entre
quienes critican a Barack Obama –con Richard Nixon en el punto de mira–, Bruce
Bartlett –historiador de la economía y ex asesor de Ronald Reagan y George W.
Bush que apoyó a Barack Ob ama en 2008– escribe un artículo (Is Obama a
Republican?, The American Conservative, noviembre/diciembre 2014) donde
sostiene que Barack Obama es «un conservador exactamente en el mismo grado que
Richard Nixon, que gobernó como un liberal moderado». Ofrece datos: política de
seguridad nacional parecida –un «piloto automático», dice– a la republicana;
sintonía con Wall Street y los «beneficios empresariales»; reforma sanitaria
que responde «al manual de políticas republicano»; impulso de los valores
republicanos de responsabilidad y autoayuda; secretismo informativo y
«retención de la información». El quid de la comparación entre Barack Obama y
Richard Nixon que señala el historiador: el primero aparece como la sombra
conservadora y devaluada del segundo.
Entre
quienes descalifican a Rictad Nixon, se encuentra un Erik Loomis –profesor de
historia medioambiental en la Universidad de Rhode Island– que en el artículo
To Noam Chomsky and Everyone Else: Richard Nixon Was Not a Liberal (Lawyers,
guns & money, 24 de febrero de 2014) advierte que Richard Nixon «no era un
liberal de ninguna manera, era un político muy astuto que opera en el momento
del consenso liberal de posguerra» al que le habría «encantado gobernar en la
década de 1980 cuando pudo recortar el Estado del bienestar, matar comunistas
centroamericanos, ignorar la crisis del sida y socavar las normas ambientales»,
cosa que «no podía hacer entre 1969 y 1974». El quid de la descalificación: el
progresismo «verdadero» no acepta intrusos en sus filas.
Y
en eso que los historiadores Douglas Brinkley y Luke A. Nichter publican The
Nixon Tapes (2014). Primera constatación: en Las Cintas de Nixon –tres mil
horas de conversaciones desclasificadas entre Ricard Nixon y sus
colaboradores–, solo el cinco por ciento tratan del Watergate. Segunda
constatación: los autores retratan un Richard Nixon analítico, astuto,
inteligente e impulsivo. Y un patriota interesado en pacificar el mundo y
lograr la hegemonía internacional de Estados Unidos sin por ello olvidar la
política doméstica.
Cuatro
décadas después de la renuncia de Richard Nixon, puede afirmarse que la
política del expresidente responde a la agenda señalada por Douglas Brinkley y
Luke A. Nichter. Política internacional: impulsó el final de la guerra de
Vietnam, negoció y firmó con Leonid Brézhnev el primer pacto de limitación de
armas nucleares estratégicas introduciendo la idea de seguridad colectiva,
estableció relaciones con Egipto sin romper con Israel, normalizó las
relaciones con la República Popular China. Política doméstica: promovió el New
Federalism que otorgaba competencias y recursos a los Estados y ciudades,
apremió la ratificación de una reforma constitucional ( Equal Rights Amendmend)
que otorgaba iguales derechos a hombre y mujer, impulsó el fin de la
segregación racial, implementó programas sociales dirigidos a colectivos
marginados y desfavorecidos, acometió políticas de defensa del poder
adquisitivo de las clases medias e instauró nuevos derechos laborales que se
aprecian en la Agencia de Seguridad y Salud Laboral y la Ley de Salud y
Seguridad Ocupacional. Sin olvidar al Richard Nixon socialdemócrata que
estableció el control de precios, salarios y aranceles. Más: estimuló un
sistema de ayudas alimentarias que todavía existe (food stamps) y planteó
–además de un seguro de enfermedad retomado por Barck Obama– una renta básica
universal para trabajadores o desocupados que ingresaran menos de 750 dólares
mensuales. Por lo demás, creó la Agencia de Protección Ambiental y aprobó la
Ley Nacional de Política Ambiental, la Ley de Aire Limpio, la Ley de Agua
Limpia y la Ley de Protección de Mamíferos Marinos.
Toda
esa obra se ha ocultado o relativizado durante 40 años por culpa del espionaje
que acabó con la carrera del expresidente. Y, también, gracias a unos
republicanos temerosos de reconocer los méritos del ex presidente – su
expresidente– más allá del Watergate y a unos demócratas dispuestos a utilizar
la figura de Richard Nixon contra los republicanos prescindiendo de su obra.
Una obra que está en el origen de buena parte de la legislación social, laboral
y medioambiental de nuestros días. Un crítico antinixoniano como el historiador
Stanley Kutler –fue él quien litigó con el Archivo Nacional para que se
publicarán las cintas del ex presidente– considera que Richard Nixon es «la
figura política más influyente de Estados Unidos desde el final de la Segunda
Guerra Mundial».
¿El
mérito de Richard Nixon? No era un doctrinario, sino un ecléctico que practicó
una realpolitik que combinaba ideología, interés y pragmatismo. Cosa que le
permitió captar el pálpito de la sociedad y la época en que vivió. De ahí, sus
logros en política internacional y doméstica. Conviene situar a Richard Nixon
entre los presidentes de una tercera vía que –otro ejemplo podría ser Bill
Clinton– asumen ideas y propuestas de los adversarios políticos aunque ello
implique enemistarse con su partido. Probablemente tenga razón Noam Chomsky
cuando afirma que Richard Nixon fue «el último presidente liberal». Bill
Clinton en el funeral de Estado del ex presidente: «Que llegue el día en que al
presidente Nixon se le juzgue por toda su vida y carrera» El helicóptero de la
Fuerza Aérea que, después de la renuncia, trasladó a Richard Nixon, sigue en su
casa natal de Yorba Linda (Los Ángeles).
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