El presidente de Costa Rica Oscar Arias afirmó que los países iberoamericanos tienen el deber de apoyar una transición en Cuba. "Sin democracia, la libertad... no es más que un espejismo", expresó en una carta publicada este martes en el diario La Nación.
Arias recordó que la democracia en Iberoamérica "ha sido un largo proceso de aprendizaje social, tentativo, sujeto a retrocesos, pero cierto e invaluable" y resaltó que "la única excepción" en esa "gran transformación" es Cuba.
"Cuba no es una democracia 'diferente'. Cuba es lisa y llanamente una dictadura, y eso nos duele a quienes amamos la libertad", afirmó el premio Nobel de la Paz.
Añadió que le gustaría pensar que la convalecencia del líder cubano Fidel Castro "abrirá por fin un debate largamente pospuesto sobre la transición democrática en la isla".
Explicó que el primer paso el "más urgente" estaría en luchar "en todos los foros internacionales por el levantamiento del embargo económico y comercial al que ha sido sometida la isla durante muchas décadas". Luego seguiría un "compromiso iberoamericano de presionar fuertemente por el cierre de la base naval estadounidense en Guantánamo y su retorno a territorio cubano".
Ambas cosas, señaló, permitiría a las naciones iberoamericanas "pedir al gobierno de Cuba señales claras de apertura democrática".
Pero mejor leamos al profesor de conflitología de la Universitat Oberta de Catalunya Eduard Vinyamata: ¿De quién es Cuba?
A nadie interesa que Cuba vea quebrado su futuro. No interesa al Gobierno cubano ni a los cubanos que se identifican con la revolución, ya que, poco o todo acabarían perdiendo. Tampoco interesa al Gobierno de Estados Unidos contribuir a procesos desestabilizadores de consecuencias imprevisibles en su vecindario; Cuba cuenta con aliados en Latinoamérica. Tampoco interesa a la mayor parte de los cubanos en la emigración o en el exilio contribuir a destruir la patria que reivindican. La inmensa mayoría desearía poder viajar a Cuba sin el peso del embargo ni de cualquier restricción en sus derechos. Tampoco interesa a las empresas que han invertido en la isla, ni a los países vecinos, ni a aquellos que ven la posibilidad de contribuir a su desarrollo.
Sería ingenuo pensar que todo es debido a una sola persona, aunque ésta sea el presidente del Gobierno, que con su desaparición todo se acaba o todo puede volver a empezar. Fidel Castro no está solo ni dispuesto a renunciar.
Existe una población cubana que se identifica con la revolución cubana, como igualmente es cierto que existe también otra parte importante del pueblo cubano que no piensa de igual manera, que desea cambiar la manera de gobernar Cuba.
Ni todos los que están con la revolución piensan igual ni todos los que están en el exilio o la emigración cubana piensan tampoco por un igual. En el exilio cubano, junto a los liberales, también están los democristianos, socialistas e ideologías de extrema izquierda y de extrema derecha; de manera parecida a como entre los partidarios de los logros de la revolución cubana también hay quienes piensan de maneras muy distintas. Hay quien está convencido de que hay que mantener el orden por encima de todo, y hay quien cree que el régimen político debe evolucionar hacia formas democráticas formales sin por ello renunciar a los mejores logros de la revolución. Parece imposible conciliar tanta diversidad, sin embargo, la política consiste en esto.
Lo importante no es tanto el objetivo final que puede justificar cualquier barbaridad. Será el método utilizado el que determinará el futuro de Cuba. Quien parte de convicciones democráticas, ya sean liberales o sociales, deberá encontrar la manera de hacerlo en paz, sin aquellas convulsiones propias de regímenes totalitarios de inspiración izquierdista o derechista.
Cuba es de todos los cubanos, de aquellos que viven en el exilio o en la emigración y de aquellos que, estando a favor o en contra del actual régimen cubano, viven o sobreviven en Cuba. Tarde o temprano, de una manera u otra, los regímenes políticos evolucionan. Cuba no es hoy lo que fue mientras la Unión Soviética existió, como tampoco es lo mismo que mientras fue colonia española o estuvo bajo la influencia de Estados Unidos. Cuba acabará siendo lo que los cubanos estén dispuestos a hacer posible. Ahora se trata de hacer posible una evolución pacífica, desde actitudes pragmáticas alejadas de la aventura política y de discusiones bizantinas sobre conceptos que la realidad no acepta. No se parte de cero, existe una experiencia acumulada, la que se desarrolló con los llamados dialogueros de hace algo más de una década, con la experiencia del movimiento denominado Consenso Cubano, respetado desde La Habana y desde Miami.
Conviene plantear la transición cubana desde el respeto obligado al que las convicciones democráticas de derecha o de izquierda obligan, sin ánimos de venganza ni de revancha, sin miedo al cambio de los que creen firmemente en el cambio del ser humano y en el cambio social que mejora las injusticias, la falta de libertad o de respeto.
El sistema público de enseñanza y el de sanidad pueden ser perfectamente compatibles con la existencia de un sistema privado de calidad, controlados uno y otro desde instituciones participativas y democráticas, de manera parecida a como hoy en día subsiste una economía privada y una pública. La mejora, en todos los sentidos, es posible. Conviene favorecer todas aquellas formas de colaboración entre tendencias distintas e incluso opuestas. Ésta es la labor noble de la política.
Los problemas sólo se solucionan desde la política. Las guerras, ejemplos no nos faltan, no resuelven nada, únicamente dejan muertos, degradación ética y destrucción económica en ambos bandos. No nos engañemos con palabras y contabilidades de significado equívoco. Más allá de la política, continúa la política, la guerra no es más que un paréntesis dramático provocado por quienes temen las soluciones políticas democráticas y son incapaces de aceptar la soberanía de la razón, del sistema democrático y de los valores humanos.
Cuba es de todos los cubanos, de los que viven en Cuba y de los que viven lejos de ella. La transición política cubana tendrá que integrar a todos en función de la existencia de lo realmente importante, común a todos los cubanos: la cubanía, el reconocimiento mutuo, con mucho más en común que en divergencia. El deseo de mejorar, de preservar la paz y la vida, es común a la inmensa mayoría de los cubanos. La reconciliación parece hoy algo que abordar urgentemente, necesario para preservar la estabilidad en la región, salvar vidas y hacer visible, para unos y para otros, la posibilidad futura de una Cuba libre, próspera y en paz.
Tomado de La Vanguardia, 29/08/2006
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