Los
peligros de la economía de la leche compartida/
Sarah A. Keim, a professor of pediatrics and epidemiology at Ohio State University, is a principal investigator at Nationwide Children’s Hospital in Columbus, Ohio.
Project
Syndicate |19 de agosto de 2015
Durante
miles de años, a los bebés a veces se los alimentó con leche de otra madre. Ya
sea para asegurar la supervivencia del bebé luego de la muerte o enfermedad de
su propia madre o como parte de un acuerdo con una nodriza (algo frecuente
entre las familias de clase social alta en algunas culturas), compartir la
leche materna es aceptable, y hasta un salvamento, desde hace mucho tiempo.
Pero, en el transcurso de los últimos 5-10 años, surgió un nuevo tipo de
economía de leche materna compartida propiciada por Internet -una economía que
magnifica ciertos riesgos para los bebés que la reciben.
Actualmente
existen varios sitios web que conectan a mujeres lactantes con exceso de leche
y a madres que, al no poder satisfacer las necesidades de su propio hijo, quieren
conseguirla. En 2011, más de 13.000 mujeres publicaron comentarios en este tipo
de sitios web con la intención de ofrecer u obtener leche, ya sea gratis o
mediante un pago. Hoy, esa cifra creció a más de 55.000.
Es
más, si bien estos sitios web hasta el momento han sido más populares en
Estados Unidos que en otras partes, están empezando a aparecer en otros países.
Y, por supuesto, muchas más mujeres probablemente estén compartiendo leche
fuera de la web con amigos, parientes y conocidos.
El
reciente incremento significativo de la práctica de compartir leche se puede
explicar por las actitudes cambiantes frente al amamantamiento en muchos
países, en tanto las comunidades de salud pública y médicas transmiten el
mensaje de que el amamantamiento es la mejor opción para los bebés -mensaje que
la generación Y se ha tomado a pecho-. En Estados Unidos, las mujeres que dan a
luz hoy tienen más probabilidades de amamantar que cualquier generación desde
la Segunda Guerra Mundial. El 79% de los bebés fue alimentado con leche materna
al menos una vez.
Hoy
en día, muchas madres jóvenes dicen sentir una importante presión social, para
no mencionar una presión autoimpuesta, para amamantar como parte de un enfoque
“natural” en la crianza de los hijos -un enfoque que evita las fórmulas
comerciales para bebés producidas por corporaciones “poco confiables”-. El
problema es que muchas mujeres tienen dificultades para amamantar, no tienen
acceso a un apoyo de lactancia de alta calidad y oportuno y enfrentan fuertes
demandas, especialmente en el ámbito laboral, que hacen que la lactancia sea
difícil de sostener. Son estos factores los que pueden llevar a algunas mujeres
a recurrir a la práctica de compartir leche, un proceso que muchas veces se ve
facilitado por las redes sociales.
El
problema es que la población no comprende plenamente los riesgos y beneficios
de compartir leche. El mensaje de las áreas de salud pública les ha dado a
algunas mujeres la impresión de que la leche humana es una sustancia infalible,
a la que muchas veces se describe en las comunidades de amamantamiento online
utilizando términos como “oro líquido”.
Pero
la leche humana cruda puede acarrear enfermedades infecciosas como VIH, sífilis
y hepatitis. Bacterias patogénicas en la leche, como la salmonella y los
coliformes, pueden causar enfermedades transmitidas por alimentos. Si una mujer
lactante utiliza drogas prescriptas o recreacionales, su leche puede transmitir
metabolitos de drogas. Y, por supuesto, es posible que algunos vendedores de
leche materna adulteren su producto para aumentar los volúmenes y las
ganancias.
En
2010, la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA por
su sigla en inglés) advirtió a la población sobre la práctica de darles a los
bebés leche de origen desconocido, mencionando una serie de riesgos, muchos de
los cuales han sido confirmados desde entonces por mi propio equipo de
investigación. Tres cuartas partes de las muestras de leche que compramos
online estaban tan contaminadas de bacterias que no eran seguras para alimentar
a un bebé de una manera no pasteurizada. Es más, el 21% de las muestras
contenían citomegalovirus, que puede causar una discapacidad a largo plazo del
desarrollo neurológico en bebés susceptibles. Y una de cada diez muestras
contenía cantidades significativas de leche de vaca o fórmula agregadas.
Sin
embargo, la FDA no ha tomado medidas para regular el intercambio de leche
humana, y la estrategia de “comprador, tenga cuidado” básicamente no sirve para
proteger a los bebés a los que se les suministra leche compartida. Después de
todo, a menos que uno tenga un laboratorio en la cocina, no puede saber con
certeza que lo que está recibiendo es leche saludable y 100% humana.
Inclusive
si los padres tuvieran los medios para elegir donantes de leche saludable, los
beneficios de compartir leche siguen siendo dudosos. La evidencia científica
existente respecto de los beneficios de la leche materna comparados con la
fórmula para bebés ha surgido de estudios que suponen que las madres amamantan
a sus propios hijos. No sabemos si estos hallazgos son válidos cuando a un bebé
se le suministra leche de otra madre de una botella.
En
este sentido, si bien el amamantamiento sigue siendo la mejor opción para las
madres en condiciones de dar de mamar, el criterio único que prevalece hoy en
día respecto del amamantamiento podría tener efectos adversos -al menos en
países avanzados donde existen alternativas seguras-. De hecho, en países como
Estados Unidos, regulaciones estrictas aseguran que las madres que no pueden
dar de mamar accedan a fórmula para bebés que sea lo más segura y nutritiva
posible, en base al conocimiento científico existente -para no mencionar el uso
de agua potable para prepararla-. Donde el amamantamiento es absolutamente
crítico -y muchas veces necesario- es en los entornos donde la fórmula o el
agua potable no existen o no son costeables o confiables.
Esto
no quiere decir que las madres de países avanzados que se esfuerzan por
satisfacer las necesidades de sus bebés deban necesariamente recurrir a la
fórmula. Por el contrario, los gobiernos pueden tomar medidas -desde promover
políticas laborales más flexibles, que incluyan mejores opciones para la
licencia por maternidad y paternidad, hasta expandir la disponibilidad de apoyo
para la lactancia de alta calidad- a fin de asegurar que las madres que quieran
amamantar puedan hacerlo.
Es
más, las campañas de salud pública deberían difundir su mensaje para respaldar
a las mujeres que tienen dificultades para amamantar. Esto incluye ayudar a que
las mujeres se sientan más cómodas a la hora de buscar respaldo para la
lactancia, reconociendo a la vez que algunas mujeres no podrán satisfacer las
necesidades de alimentación de sus hijos con su propia leche, y que no se las
debería hacer sentirse culpables por utilizar fórmula para bebés.
Los
pediatras deberían reafirmar estos mensajes, para ayudar a las familias a tomar
decisiones de alimentación que atiendan las necesidades particulares de cada
madre y cada hijo. Una concientización de la prevalencia de la práctica de
compartir leche, y una voluntad de fomentar una discusión abierta sobre el
tema, podría ser un gran paso adelante para alcanzar ese objetivo.
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