19 ago 2015

La nueva normalidad del petróleo

La nueva normalidad del petróleo/Mohamed A. El-Erian, Chief Economic Adviser at Allianz and a member of its International Executive Committee, is Chairman of US President Barack Obama’s Global Development Council. He previously served as CEO and co-Chief Investment Officer of PIMCO. He was named one of Foreign Policy’s Top 100 Global Thinkers in 2009, 2010, 2011, and 2012. His book When Markets Collide was the Financial Times/Goldman Sachs Book of the Year and was named a best book of 2008 by The Economist. 
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
Project Syndicate |18 de agosto de 20145.
Los precios del petróleo han vuelto a bajar, pues un barril de crudo de los Estados Unidos ha llegado a costar recientemente menos de 42 dólares, el nivel más bajo desde marzo de 2009, el nadir de la crisis financiera mundial. Y, si bien la pronunciada bajada del año pasado estuvo muy influida por dos grandes perturbaciones de la oferta, la actual tiene también una importante dimensión de demanda.
Al mismo tiempo, los mercados del petróleo están descubriendo lo que es funcionar con el régimen de un nuevo productor regulador: los Estados Unidos. A consecuencia de ello, el proceso de formación de los precios es mucho menos preciso en la actualidad, pues se producen retrasos mucho mayores de los ajustes.
La dinámica de los mercados de la energía cambió notablemente cuando en el período 2013-2014 la producción del petróleo de esquisto alcanzó un nivel capaz de determinar movimientos en los mercados. Como esa nueva fuente atendió una parte mayor de la demanda energética mundial, en particular en los EE.UU., los usuarios de la energía dejaron de depender de la OPEP y otros productores de petróleo. Con ese proceso, pasaron a ser también menos vulnerables a las preocupaciones geopolíticas.

A los cambios de la oferta contribuyó también el posterior anuncio sin precedentes de Arabia Saudí de que dejaría de contribuir al desempeño por parte de la OPEP del papel de productora reguladora. Dejaría de reducir la producción cuando los precios experimentaran una bajada pronunciada y de aumentarla para reaccionar ante los grandes incrementos repentinos de los precios.
Esa decisión era a un tiempo comprensible y racional. El desempeño del papel de productor regulador estaba entrañando un costo cada vez mayor para la generación actual de ciudadanos saudíes y las futuras. La influencia en el mercado de los proveedores no tradicionales había aumentado, los productores no pertenecientes a la OPEP siguieron produciendo en gran escala y algunos de sus miembros no respetaron los límites máximos de producción. En vista de todo ello, ya no se podía esperar que Arabia Saudí siguiera haciéndose cargo a corto y a largo plazo del costo en aumento de ser, como había sido durante decenios, la fuerza estabilizadora del mercado.
Semejantes cambios fundamentales en la oferta del mercado hicieron bajar, lógicamente, los precios del petróleo… muchísimo más. El año pasado, los precios se desplomaron hasta menos de la mitad en un período de tan sólo unos meses, lo que tomó por sorpresa a muchos analistas y comerciantes de petróleo.
Después de experimentar una esporádica bajada más pronunciada, los precios del petróleo se estabilizaron y durante un tiempo aumentaron las transacciones gracias a dos reacciones normales de los mercados. En primer lugar, la gran bajada de los precios causó una destrucción en masa de la oferta, pues algunos productores de energía de los sectores tradicional y no tradicional dejaron de ser rentables. En segundo lugar, al reaccionar los consumidores ante unos costos menores de la energía, la demanda se ajustó sólo gradualmente.
Pero un nuevo factor –la comprobación de que la economía mundial estaba debilitándose y sobre todo en países bastante consumidores de energía, como, por ejemplo, China y el Brasil, además de Rusia (productora de energía, a su vez)– no tardó en perturbar esa estabilidad relativa e hizo bajar aún más los precios:
Actualmente, se encuentran por doquier los indicadores de esa desaceleración mundial: desde unos datos del comercio y la venta minorista desalentadores hasta reacciones normativas no previstas, incluida la sorpresiva devaluación de la divisa de China (que coincide con el compromiso de sus dirigentes con un cambio a largo plazo hacia un régimen de tipos de cambio más basado en los mercados).
Las repercusiones no se han limitado a los resultados económicos y los movimientos de los mercados financieros. El más lento crecimiento mundial está aumentando también las presiones políticas y, en algunos países, sociales, factores que suelen constreñir las reacciones normativas.
Resulta difícil imaginar que la configuración actual del mercado mundial de petróleo vaya a cambiar rápidamente en un futuro próximo. En cuanto al nuevo productor regulador, los EE.UU., su reacción, como tal, es mucho más lenta (y menos precisa) en comparación con las de Arabia Saudí y la OPEP.
En los próximos meses, se modificarán las condiciones de los EE.UU. en materia de oferta y demanda, con lo que los precios del petróleo tendrán un límite mínimo y permitirán una recuperación gradual del mercado, pero, a diferencia de lo que ocurría con el anterior productor regulador, se deberá a las fuerzas tradicionales del mercado, no a decisiones normativas.
De hecho, sería de esperar una reducción más marcada de la producción de energía de los EE.UU., a medida que unos precios persistentemente bajos aumenten la presión sobre sus productores nacionales. Es probable que los EE.UU. experimenten una reducción en su producción absoluta de energía, además de en el porcentaje de la producción mundial que les corresponde, debida al cierre de plataformas o a la limitación de nuevas inversiones en la explotación de los recursos de esquisto.
Pero, aunque la demanda aumentará, no tendrá un efecto demasiado inmediato en los precios del petróleo. Es cierto que los consumidores de los EE.UU. sentirán la tentación de comprar más camiones y coches más grandes, recorrer más kilómetros y volar a más lugares, pero la creación de esa demanda será muy gradual, en particular por las imprecisiones en la transmisión de unos costos menores de los insumos energéticos a los precios al consumo de los combustibles.
A fin de cuentas, ningún productor regulador controla actualmente el destino de los precios del petróleo. Una recuperación sostenida de ellos requiere una economía mundial más sólida, que combine un crecimiento más rápido y no excluyente y una mayor estabilidad financiera, cosa que no ocurrirá rápidamente, en particular por los defectos normativos tanto de los países en ascenso como de los avanzados.

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