5 sept 2018

Elecciones en Colombia: ¿miedo a la paz?

Elecciones en Colombia: ¿miedo a la paz?Farid Samir Benavides Vanegas
CIDOB
Martes, 04/Sep/2018
El 17 de junio de 2018, Iván Duque, simple senador desconocido un año antes, ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia con la más alta participación de la historia. Con un poco más de 10 millones de votos, este candidato del Centro Democrático venció al de Colombia Humana, Gustavo Petro, representante de la izquierda y exalcalde de Bogotá. Los 8 millones y medio de votos aproximadamente que Petro consiguió fueron insuficientes para derrotar a quien las encuestas preelectorales veían como claro ganador. Estos resultados obligan a preguntarse por qué las fórmulas de los candidatos como el centrista Sergio Fajardo o el candidato liberal, Humberto de La Calle, no convencieron a la ciudadanía en la primera vuelta; si el expresidente Álvaro Uribe sigue siendo un factor importante en las elecciones presidenciales y cuáles son los retos que afronta el presidente electo.
Un Congreso de mayoría conservadora
La primera etapa de la carrera por la presidencia arrancó con las elecciones al Congreso bicameral de la República, formado por el Senado y la Cámara de Representantes. No sólo porque las consultas internas del Partido Liberal, de Colombia Humana y del Centro Democrático se dirimían también en éstas, sino porque se trataba de las primeras elecciones en las cuales participaban las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) como partido político. Los resultados no pudieron ser más decepcionantes para esta organización, muy lejos de aquellos que había obtenido la Alianza Democrática M-19 en las elecciones de 1990 después de su desmovilización. Al final, no obtuvieron ningún escaño (llamado curul en Colombia) por elección popular y solo conservaron aquellas que constitucionalmente le corresponden como consecuencia del proceso de paz, cinco en cada Cámara.
Las elecciones legislativas dejaron un Congreso dividido entre diversas fuerzas políticas, como ha sido el caso desde la reforma política del año 2003. Ésta acabó con el bipartidismo en Colombia y permitió, mediante la modificación de los umbrales electorales y el énfasis en lo regional, el surgimiento de nuevas fuerzas políticas pero, también, de la influencia de organizaciones criminales en los resultados electorales. (1)
Los partidos que apoyaron a Duque en la segunda vuelta -a saber, el Centro Democrático, el Partido Conservador, Cambio Radical, el Partido Liberal y el Partido de la U- se repartieron de manera equitativa el pastel electoral. Esta coalición suma 78 de los 100 escaños que existen en el Senado de la República. Los 22  restantes van al Partido Verde (10), al Polo Democrático, a la Coalición de la Lista de la Decencia (4) y al Partido MIRA (Movimiento Independiente de Renovación Absoluta) (3). A ellas se agregan las dos correspondientes a la Circunscripción Especial Indígena y las 5 derivadas del Proceso de Paz.
En Cámara existen 166 escaños más cinco de las FARC. Los resultados fueron los siguientes. Para el Partido Liberal 35, Partido de la U 25, Centro Democrático 35, Partido Conservador 21, Cambio Radical 30, para un total de 146 escaños para la coalición de Gobierno. Las restantes están distribuidas así: MIRA 2, Polo Democrático 2, Alianza Verde 9, Opción Ciudadana 2, Movimiento Indígena Alternativo y Social 1, Coalición Alternativa Santandereana 1, Colombia Justa Libres 1 y Decencia 2, para un total de 20.
El nuevo Congreso, que tomó posesión el 20 de julio de 2018, corresponde en su abrumadora mayoría a la coalición de los partidos políticos que llevaron a la presidencia a Iván Duque. Esto no significa necesariamente que la agenda legislativa propuesta por el Gobierno Nacional vaya a funcionar como una apisonadora, pues es sabido que el Congreso de la República de Colombia responde a intereses diversos y no solo a los partidistas. Sin embargo, como en las dos administraciones de Álvaro Uribe, veremos un Congreso mucho más cercano a los intereses políticos y económicos del Gobierno y, por tanto, mucho más proclive a aprobar los puntos esenciales de las propuestas gubernamentales. Esto tendrá consecuencias en temas cercanos al proceso de paz como es la reglamentación de la Jurisdicción Especial para la Paz y la distribución de la tierra. (2)
Si bien es cierto que existe una oposición relativa en el Senado, en la Cámara de Representantes, en cambio, no pasan del 7% del total de escaños en esa célula legislativa o del 12% si contamos a todos los partidos que no son miembros de esa coalición. Esto significa que, como pasó en el Gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010), la oposición tendrá un mero papel de denuncia y no podrá avanzar la agenda legislativa progresista con la que fue elegida.


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