Mi amigo Gustavo Tovar Arroyo -"El michoacano"- acaba de escribir el libro Estudiantes por la Libertad, texto que recoge las experiencias del surgimiento y consolidación del movimiento estudiantil venezolano - Los Chamos-, que adquirió notoriedad pública a raíz de la salida del aire de Radio Caracas Televisión.
"Básicamente el libro es un ideario humanista que compone, a mi juicio, todo lo que ha venido ofreciendo el movimiento estudiantil para la nueva historia de Venezuela", explica el autor. "Es una contraposición de ideas contra todo lo que en este momento se está discutiendo, desde el punto de vista ideológico e histórico de la Venezuela actual", expresó.
Tovar dice que el libro muestra lo que es el espíritu de la Venezuela que amanece. "Hasta fecha reciente, Venezuela estaba conformada por un esqueleto político que se desgastó y está cambiando de piel. Todo lo que está recogido, la reivindicación de los derechos civiles, los derechos humanos, es una misión histórica. Son conceptos que yo aprendí junto a los jóvenes estudiantes. Por eso, a lo mejor los sesudos de la historia pregunten de dónde saqué estas versiones de lo que es la política, la libertad. Yo les diría que fue de conversaciones que yo le escuché a estos muchachos", explica el escritor en un entrevista a El Nacional.com.
El libro también incluye anécdotas de cómo nació el movimiento, de largas horas decidiendo el próximo paso, incluso de las carreras a la arepera más cercana "para llevarle la cena a los muchachos que llevaban nueve horas encerrados".
Para Tovar, son esos los sacrificios que demuestran que es una forma de hacer política cristiana. "Es la siembra no violenta, consiste en no doblegar al malo, sino doblegar al mal, y transformar a aquello que consideramos que es malo, y no a través de las armas. El militarismo lo que nos ha enseñado es que doblega al hombre. Y si uno de verdad es humanista, uno lo que tiene es que dar virtud a la vida y a la libertad de hombre." ¡Bien Gustavo!
Texto del escritor venezolano Ibsen Martínez y la entrevista de Enrique Krauze aGloria Bastidas.
No es de izquierdas, es fascista/Ibsen Martínez, escritor venezolano
Publicado en EL PAÍS, 01/11/07):
Con una población de unos 26 millones de habitantes, Venezuela tiene 1,4 millones de estudiantes universitarios. Los sondeos más confiables arrojan que el 75% de ellos están en contra de la reforma constitucional urdida a solas por Hugo Chávez, aprobada en volandas y a puerta cerrada por su Asamblea Nacional y cuya sanción definitiva se votará en el referéndum de mañana domingo.
No son pocos los chamos (el modismo venezolano para “muchachos”) que se oponen a algo que la sorna criolla ha bautizado polisémicamente como “la deforma”.
El movimiento estudiantil que, desde mayo pasado, desafía en las calles con tácticas de pacífica resistencia civil las más aparatosas medidas tomadas por Chávez para acallar arbitrariamente los medios independientes privados, ha resultado un agente colectivo novedoso tanto para la durante años errática dirección política opositora como para el propio Chávez.
Me apresuro a decir que este artículo no pretende reseñar lo que los enviados especiales de la prensa mundial ya han divulgado suficientemente, en muchos casos con no poca simpatía hacia estos chamos. Pero no me perdonaría seguir adelante sin compartir con los lectores de EL PAÍS el intercambio ocurrido entre una reportera de la televisión oficial que hace pocos meses, sorprendida en el fondo como el que más por la repentina aparición de millares y millares de chicos y chicas de todos los sectores sociales en las manifestaciones de protesta, entrevistaba a uno de sus dirigentes:
-¿Pero de dónde han salido ustedes? ¿Dónde han estado todos estos años?
-Estábamos creciendo, mamita -fue la fulminante y jocunda respuesta del chico quien, efectivamente, y como los millares que se han incorporado al llamado “Bloque por el No”, contaría sólo nueve u 11 años de edad cuando el comandante ganó las elecciones de 1998. Chávez tiene ciertamente en los estudiantes universitarios a un inopinado adversario dispuesto a darle pelea a sus designios autocráticos y totalitarios más allá del 2D.
En varias ciudades de Venezuela, ya sea que estudien en planteles de educación privados o públicos (donde el chavismo, pese a todo su poderío institucional y económico, no ha podido en casi una década ganar una sola elección en los consejos estudiantiles), los muchachos se han convertido en la inesperada némesis de un régimen crecientemente militarizante.
La respuesta del presidente de Venezuela ha sido tan intemperante y desatinada como cabía esperar. En poco tiempo ha pasado de despacharlos como “niños de papá” a llamarlos “agentes de la CIA”; bien pintándolos como bobalicones “peones del imperio”; bien como peligrosos terroristas conchabados con un protervo plan golpista de la “oligarquía”.
Lo que estas notas buscan, más bien, es oponer algunos argumentos que contradicen campanudas aseveraciones hechas, una y otra vez, por los valedores extranjeros que Chávez y su “revolución bolivariana” se han granjeado entre algunos sectores de la izquierda política, académica y mediática del llamado Primer Mundo.
Es sabido, también, que Chávez, en su obsesión mediática, ha reducido la cancillería venezolana a ser sólo una versión criolla de la célebre Secretaría de Información y Turismo franquista.
Ello explica por qué, y es sólo un ejemplo, el embajador venezolano ante el Reino de España, don Alfredo Toro Hardy, publicase el jueves pasado en El Universal de Caracas un artículo reproducido en medios globales de Internet. Pretendiendo tapar con un dedo nuestra interminable discordia nacional, Toro Hardy termina diciendo: “En síntesis, los venezolanos son los ciudadanos más satisfechos de Latinoamérica en términos del funcionamiento y la equidad de su democracia y de la situación de su economía”.
Llegado aquí, me serviré de las declaraciones que el joven líder estudiantil venezolano Jon Goicoechea, en modo alguno un niño de papá sino el nieto de laboriosos inmigrantes vizcaínos que acumula cum laude como estudiante de Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello, brindó esta semana al corresponsal de La Vanguardia de Barcelona: “Chávez no es de izquierda: es fascista”.
¿Con qué razones desaira de este modo este crío el docto parecer de gente tan engagé como Tariq Ali, Ignacio Ramonet, Gaspar Llamazares y, hablando en general, de todo lo que la guasonería criolla llama “eurochavismo”? ¿Será posible que, en Venezuela, pese a la prédica a favor de los pobres, la amistad con Cuba y la vociferación antiimperialista contra Bush, los adelantados del emperador Carlos V y el rey Juan Carlos de Borbón, haya comenzado a condensarse una oposición “de izquierda” al comandante Hugo Chávez?
La pregunta es oportuna, creo, porque con frecuencia escuchamos a voceros del eurochavismo exclamar “¿Cuántas elecciones tiene que ganar Chávez para que se le tenga por demócrata?”.
Hacer algo de historia reciente quizá vendría bien. En 1996, casi al mismo tiempo que Hugo Chávez terminaba su travesía del desierto predicando -justo es recordarlo- el abstencionismo electoral, Fareed Zakaria terminaba de escribir un ensayo llamado a ser muy influyente en breve tiempo. Uno de los párrafos iniciales de este ensayo, titulado The rise of Illiberal democracies (El ascenso de las democracias no liberales), decía lo siguiente:
“Regímenes democráticamente electos, a menudo, regímenes que han sido reelectos o reafirmados en virtud de referenda, están ignorando rutinariamente los límites constitucionales al poder y despojan a sus ciudadanos de derechos y libertades básicos. Ya se trate del Perú o de la Autoridad Palestina, de Sierra Leona o Eslovaquia, de Paquistán o las Filipinas, asistimos al ascenso de un perturbador fenómeno internacional: la democracia no-liberal”. Nótese que Chávez no aparecía todavía en escena.
Llegado el momento, Zakaria hizo de su ensayo la nuez de un libro, El futuro de la libertad (Taurus, Madrid, 2003).
“En realidad” -sigo invocando a Zakaria- “este paquete de condiciones [imperio de la ley, separación de poderes y libertades básicas], que podrían llamarse ‘liberalismo constitucional’ es teóricamente diferente e históricamente distinto de la democracia a secas”.
Zakaria señala algo valioso al advertirnos que en el mundo que nos ha tocado vivir, a fines del siglo XX y albores del XXI, la democracia puede estar floreciendo, mas no el liberalismo constitucional.
En el caso de Venezuela se añade el fenómeno de ser nuestro país un petro-Estado heredero de la tradición regalista española: el petróleo de nuestro subsuelo nunca ha sido ni de los ricos ni de los pobres, sino tan sólo del Estado; esto es: “del Gobierno”. Los petro-Estados se caracterizan por su incapacidad para sacar provecho de los booms de precios, y por su munificencia sin controles: Chávez halló 13 ministerios y hasta la fecha ha creado 30 más sin que la pobreza ni la corrupción hayan disminuido un ápice.
En cuanto a lo ideológico, el bolivarianismo -”la única filosofía política que los venezolanos hemos sido capaces de discurrir en casi dos siglos de vida independiente”, como afirmó el desaparecido historiador venezolano Luis Castro Leiva- es un historicismo de la peor especie que entraña una moral inhumana e impracticable y, por ello mismo, tremendamente corruptora de la vida republicana. Una perversa “escatología ambigua” que sólo ha servido para alentar el uso político del pasado.
¿Puede extrañar que entre los integrantes del bloque por el NO, se cuenten ahora sindicalistas de raigambre trotskista que llevan años resistiendo los designios de Chávez de crear un sindicalismo dirigido desde Palacio? ¿O que Podemos, una importante fuerza de su coalición de izquierdas y que en las presidenciales de 2006 obtuvo 800.000 votos, más varias gobernaciones, se oponga hoy vehementemente a la reforma?
Si hiciese falta otro indicio de que una izquierda democrática insurge contra el autoritarismo militarista y de partido único de Chávez, ahí están los chamos como Goicoechea que siempre, siempre, están a la izquierda
- Valentía venezolana /Enrique Krauze
Publicado en Reforma, 2/12/2007;
-¿Por qué algunos pueblos se dejan seducir por líderes autoritarios y otros no?La seducción ha sido casi universal. En nuestros países, tiene dos orígenes al menos: la reverencia al caudillo y la dependencia servil a un Estado dadivoso, paternal, patrimonial, eclesial. Ambas constituyen nuestra cuota política de fanatismo y premodernidad. Pero no podemos esperar pacientemente la marcha de los siglos para que esa situación cambie. Además, muchísimos filotiránicos -tal vez la mayoría- lo son por simple conveniencia u oportunismo. La única salida es la lucha que están librando ahora las fuerzas democráticas de Venezuela. Es una lucha heroica, que los gobiernos latinoamericanos han visto con una indiferencia cobarde.
-¿Cómo ve la propuesta de la reelección presidencial a la luz de la experiencia que han tenido en México?La Revolución Mexicana nació en 1910 con un lema que unificó a la nación entonces, y la ha unificado siempre: Sufragio efectivo, no reelección. Los caudillos podían estar en desacuerdo en todo, menos en una cosa: la no reelección. Un ejemplo muy ilustrativo para Venezuela hoy es el del presidente mexicano Lázaro Cárdenas. Pues bien, Lázaro Cárdenas, el presidente que nacionalizó en 1938 el petróleo, el presidente que repartió 17 millones de hectáreas a los campesinos, el presidente que unificó a los obreros, ese presidente que fue amigo y protector de Fidel Castro en sus inicios, ese presidente con indudable vocación social estuvo en el poder de 1934 a 1940, y no permaneció ni un minuto más. El sistema era antidemocrático en todo, menos en un asunto esencial: puso límites de tiempo al poder. No conozco ningún caso de concentración del poder en una sola persona que no haya traído consigo la completa desdicha de su pueblo. El poder absoluto corrompe siempre.
-El movimiento estudiantil ha irrumpido con mucha fuerza en el escenario político actual. De hecho, los estudios de opinión reflejan claramente que los jóvenes son quienes gozan de mayor respeto en el seno de la sociedad venezolana. ¿Qué comentario puede hacer sobre este punto?En 1921, un grupo de estudiantes venezolanos llegó al Congreso Internacional de Estudiantes en México buscando solidaridad frente al tirano Juan Vicente Gómez. En aquel entonces, los estudiantes mexicanos levantaron su protesta contra el dictador. El presidente de los estudiantes mexicanos era mi maestro Daniel Cosío Villegas y él (me consta) estaba muy orgulloso de ese recuerdo. Los estudiantes del 28 fueron los catalizadores de la protesta cívica, lo mismo ocurrió en 1958. Y en México los estudiantes del 68 logramos cimbrar por primera vez al sistema autoritario. Y en Checoslovaquia, Polonia o Hungría ocurrió lo mismo. Esa generosa energía de libertad y valentía de los estudiantes es -a veces- la única llama de esperanza que nos queda en un mundo oscuro y oscurantista como el que vivimos. Los admiro mucho. Hubiera querido acompañarlos codo con codo en las calles, recordando la gesta mexicana del 68. Si los estudiantes no cejan en su empeño, cualquiera que sea el resultado, Venezuela se salvará. Y les recuerdo una línea de Borges, que más o menos dice: "De una cosa nadie se arrepiente/ y es de haber sido valiente".
-¿Qué futuro le espera a Venezuela de resultar vencedor el SÍ?En ese caso, al menos de que las circunstancias internacionales cambien, supongo que veremos una aceleración de las medidas estatistas rumbo al totalitarismo. Pero Castro morirá tarde o temprano, y Raúl optará por un modelo más abierto. La vinculación con Cuba se volverá más difícil. Los cubanos no querrán supeditarse a Hugo. Estados Unidos levantará seguramente el embargo. Además, la embriaguez cósmica de poder que padece Chávez lo conducirá al suicidio político: ha ocurrido con casi todos los dictadores. O inducirá al suicidio de los demás. El suicidio no es un término que uso con ligereza: Cabrera Infante demostró cómo la Revolución cubana totalitaria y concentrada en la figura de Fidel vació de sentido la vida de muchos reformadores genuinos (revolucionarios no comunistas), y los orilló al suicidio. Está por verse si las fuerzas armadas venezolanas están dispuestas a entregar sus vidas en el altar de una persona endiosada. Si el sentido común prevalece, la reforma será reformada.
-Hace poco, el venezolano Moisés Naím decía que las ideas fracasadas de ayer (chavismo) tienen un líder (Chávez) que entusiasma a las mayorías, mientras que las ideas exitosas (lo que él llama el "chilenismo": con el saldo concreto de haber creado bienestar y haber aminorado la pobreza) "no tienen líder ni mensaje ni muchos seguidores". ¿Cómo observa esta dicotomía?Ocurrió en Rusia y ahora en América Latina: los liberales o los socialdemócratas son políticos que no apelan a los instintos religiosos de la gente: no son mesiánicos ni están dispuestos a imponerse por la fuerza, la coacción o las armas. En cambio los otros (los "poseídos", los bolcheviques, los guerrilleros de la Sierra Maestra) sí traspasan con naturalidad esa barrera. La respuesta al problema está en la comunicación. Todos los medios en nuestros países deberían tomar con absoluta seriedad la necesidad de comunicar la contrastante realidad de los dos modelos. Pero el camino para hacerlo no está en el adoctrinamiento sino en los debates. Debatir con ellos, debatir por radio, por televisión, por internet. Debatir es llevarlos a nuestro terreno, acercar a los juiciosos, invocar a la razón.
-Necesitamos reivindicar el valor radical de la libertad en la vida. El tema eterno de la libertad. La libertad, como el aire, sólo se aprecia cuando se pierde. ¿Vale la pena perderla a cambio de pan?
Dostoyevski, en "El Gran Inquisidor", imagina la vuelta de un Jesús libertario a la Sevilla inquisitorial y argumenta que el pueblo esta vez no lo escucha, el pueblo lo rechaza, porque el pueblo sólo quiere pan, no libertad. Dostoyevski profetizaba a la Rusia bolchevique. Esa Rusia totalitaria no tuvo ni pan ni libertad. Así ocurrirá a corto plazo con Venezuela, si gana el SÍ. Pero a la larga, en la vida o en el veredicto de la historia, todos los tiranos se suicidan.
*Entrevista con Gloria Bastidas, periodista de El Nacional de Caracas.
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