12 jun 2011

El líder que aspira a perpetuarse

El líder que aspira a perpetuarse
'Tayyip Baba' pretende convertirse en el nuevo padre de los turcos
J. C. SANZ - Ankara -
El País, 12/06/2011
Altanero. Carismático tras arrasar dos veces en las urnas y amarrar Turquía a Europa. Prágmatico, arrogante siempre. El tribuno que enciende a las masas de Anatolia en campaña también puede ser héroe en la plaza de Tahrir por exigir la dimisión de Mubarak. Pero sus críticos aún se preguntan si tendrá una agenda integrista oculta tras su bigote cortado a cepillo, pese a que hoy será plebiscitado de nuevo por los turcos.
Del barrio de Kasimpasa procede la leyenda urbana de que de niño vendía simit (rosquillas con sésamo) por las empinadas callejuelas que desembocan en el Cuerno de Oro. Lo cierto es que, mozo bien plantado, Recep Tayyip Erdogan jugaba en el equipo de fútbol de ese distrito popular de Estambul, en un estadio rebautizado ahora con el nombre del primer ministro de Turquía. Era un adolescente recién llegado a Estambul, como otros millones de inmigrantes en la gran metrópolis turca, que vino desde Rize, en la costa del mar Negro, donde hace 57 años, cuando nació, su padre era marino. Y entre simit y regates, estudió el bachillerato en un imam hatip (seminario islámico), como otros chicos despiertos sin recursos.
Pocos en el barrio tuvieron su suerte: estudiar Empresariales en la Universidad de Mármara y colocarse después como gestor en la Empresa de Transportes del Área Metropolitana de Estambul. Pero todos le consideran ahora el orgullo de Kasimpasa. Alcalde de Estambul. Diputado. Primer ministro. Probablemente será también el próximo presidente de Turquía y heredará el cargo fundado por Mustafá Kemal, Atatürk (el padre de los turcos), en 1923.
Piadoso lector del Corán, conoció en la Universidad al profesor Necmettin Erbakan, patriarca del movimiento islamista turco y su mentor político. Y de la mano del Partido del Bienestar de Erbakan (efímero primer ministro entre 1996 y 1997) conquistó la alcaldía de Estambul con un programa de obras en los barrios y lucha contra la corrupción. El derrocamiento de su jefe de filas tras un golpe militar "posmoderno" en el que los generales ni siquiera tuvieron que sacar los tanques a las calles, amenazó también con llevarse por delante su carrera política.
Erdogan fue condenado en 1998 por "incitación al odio religioso". Los fiscales basaron su acusación en la lectura de un poema otomano: "Las mezquitas son nuestros cuarteles, los alminares nuestras bayonetas, las cúpulas nuestros cascos y los creyentes nuestros soldados". Cumplió cuatro meses de cárcel y quedó inhabilitado para ejercer cargos políticos. Pero rompió con el islamismo nacionalista y extremo de Erbakan para fundar con otros dirigentes jóvenes -como Abdulá Gül, actual presidente turco- en 2001 el Partido de la Justicia y el Desarrollo o Partido AK (limpio, en turco), inspirándose en el modelo de los democristianos europeos para aunar religión y política.
El resto ya está en los libros de historia. La victoria electoral de su partido en 2002, que propició su rehabilitación política con su llegada al poder. El comienzo del proceso de adhesión de Turquía a la UE en 2005. La firmeza democrática ante las amenazas de golpe de Estado colgadas en Internet por la cúpula de las Fuerzas Armadas en 2007, que propició un segundo arrollador triunfo en las urnas poco después. Pero los turcos recordarán sobre todo que bajo sus mandatos han triplicado la renta per cápita y que viven en un país considerado ya como potencia emergente dentro del G-20.
Ha prometido que pactará una Constitución de consenso con la oposición, pero en el fondo sueña con un modelo presidencialista para poder seguir en el poder hasta 2023. Al Erdogan de Kasimpasa le pierde siempre la intemperancia de carácter. "Si hubiese estado en el Gobierno cuando fue detenido, habría enviado a la horca a Abdalá Ocalan", acaba de declarar en plena campaña al referirse al jefe de la guerrilla kurda del PKK, encarcelado a perpetuidad en una isla del mar de Mármara. "Terco e hiperactivo", como aparece descrito en los documentos diplomáticos de EE UU filtrados por Wikileaks, soporta mal las críticas de la prensa, incluso se ha querellado por caricaturas políticas. Aunque no precisamente por sus denuncias, en Turquía hay cerca de 60 periodistas encarcelados, más que en China. Su Gobierno prepara también la imposición de filtros generalizados en Internet so pretexto de proteger a la infancia. Las páginas de reformismo de Tayyip Baba (papi), como muchos turcos le apodan ya, empiezan a estar manchadas con los inevitables borrones que echan los líderes cuando tienden a perpetuarse en el poder.
Erdogan avanza hacia otra victoria
El primer ministro espera revalidar hoy en las urnas un tercer mandato - Promete mantener el crecimiento económico y aprobar una nueva Constitución
JUAN CARLOS SANZ (ENVIADO ESPECIAL) - Ankara - 12/06/2011
Un frío memorando difundido en la página web del jefe del Estado Mayor turco en la noche del 27 de abril de 2007 advirtió que las Fuerzas Armadas no iban a "tolerar ningún atentado contra el Estado laico" y que para ello tomarían "todas las medidas necesarias". Cuando Recep Tayyip Erdogan tuvo noticia del llamado golpe de Estado electrónico envió a su ministro portavoz, Cemil Çiçek, a la televisión para que leyera el siguiente comunicado: "No aceptaremos ninguna intromisión. El Estado Mayor del Ejército está a las órdenes del Gobierno. El primer ministro convoca elecciones generales para que el pueblo exprese su voluntad".
Dos meses después, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado) de Erdogan barrió en las urnas con más del 47% de los votos e impuso que su candidato a presidente de la República, Abdulá Gül, fuera elegido jefe del Estado por el Parlamento semanas más tarde. Los militares se habían atrevido a dar el e-golpe para impedir a toda costa que entrara en el palacio presidencial de Çankaya -edificado por Atatürk, el venerado fundador del Estado laico- una mujer con la cabeza cubierta por el velo islámico, como la esposa de Gül. Más de 200 mandos militares, entre ellos varios generales y almirantes, se encuentran procesados ahora acusados de participar en tramas golpistas en Turquía, un país en el que el Ejército ha derribado a cuatro Gobiernos democráticamente elegidos en los últimos 60 años.
"Erdogan se afianzó como líder cuando resistió las presiones de las Fuerzas Armadas y derrotó al sistema oligárquico, que controlaban los militares y el aparato burocrático del Estado, al ganar el referéndum de reforma constitucional de septiembre del año pasado", precisaba ayer en Ankara Mustafá Kutlay, experto de la Organización de Investigación Estratégica Internacional (USAK, en sus siglas en turco). "Turquía es hoy un país muy diferente al que recibió el AKP. Cuando llegó al poder, en 2002, la economía estaba al borde del colapso, con un producto interior bruto (PIB) de 232.000 millones de dólares (131.000 millones de euros). Tras un desarrollo espectacular, el PIB ha superado en 2010 los 742.000 millones de dólares y las exportaciones se han triplicado hasta alcanzar los 132.000 millones de dólares. No hay ninguna duda de que volverá a ganar las elecciones de mañana. La duda es sobre la amplitud de su victoria", argumenta Kutlay.
Turquía vivió una edad de oro durante el primer mandato del primer ministro Erdogan. En 2005 cumplió su sueño de iniciar las negociaciones para la adhesión a la Unión Europea. Las reformas políticas emprendidas para lograr la luz verde de Bruselas han servido, entre otras cosas, para acabar con la práctica de torturas sistemáticas en las comisarías. "El principio en vigor es tolerancia cero contra los abusos policiales. Se siguen produciendo algunos casos, pero ahora sus responsables son detenidos y juzgados", explica el experto de la USAK. Los analistas de esta organización sostienen que Ankara ha ido ocupando el vacío dejado por EE UU o Rusia en la región para, de la mano de una pujante expansión comercial, convertirse en una potencia emergente frente a países vecinos.
Pero las tensiones internas -surgidas por la pretensión de jueces y militares de seguir marcando el paso al poder político- y la congelación del proceso de incorporación a la UE -bloqueado por Chipre (el tercio norte de la isla sigue ocupado por tropas turcas desde 1974) y torpedeado por Francia y Alemania- han condicionado el segundo mandato del Gobierno de los islamistas turcos. "Incluso algunos de sus partidarios reconocen que Erdogan ha adoptado un perfil más autoritario en los últimos años, forzado por la polarización política de la sociedad, dividida entre sectores laicos y religiosos", puntualiza Mehmet Yegin, también investigador de la USAK. "Y precisamente la falta de una alternativa real de poder, a causa de la debilidad de la oposición, es la principal carencia del sistema democrático turco".
La polarización turca estuvo a punto de estallarle entre las manos en 2008 al jurista Osman Can, que fue ponente del Tribunal Constitucional en el proceso sobre la ilegalización del partido de Erdogan. "El fiscal del Supremo pedía que se declarara proscrito al AKP bajo la acusación de haberse convertido en un foco de actividades antilaicas, pero no tuve ninguna duda y me opuse. En una democracia solo se puede ilegalizar a los partidos que apoyan la violencia", afirma Can, que en la actualidad encabeza una plataforma en defensa de una nueva Constitución de consenso.
Finalmente el Constitucional absolvió por un solo voto (seis jueces en contra de la ilegalización frente a cinco a favor) al AKP, en un fallo que reflejaba la división política de los turcos en sectores irreconciliables. La reciente campaña electoral ha constatado este profundo antagonismo. "Estos comicios se explican con solo tres cifras: 10, 330 y 367", explica un diplomático europeo en Ankara. "Los partidos que no obtengan el 10% de los votos se quedan fuera del Parlamento. Según los sondeos, puede ser el caso de los nacionalistas conservadores, y sus escaños se repartirían entre el AKP y el Partido Republicano del Pueblo
[centro-izquierda, que aspira a un tercio de los 550 escaños]. El partido de Erdogan necesita una mayoría reforzada de 330 diputados y, si es posible, de 367, para poder redactar en solitario una nueva Constitución". En el primer caso tendría que someter su proyecto a referéndum, y en el segundo le bastaría con votarlo en la Cámara. Los nacionalistas kurdos han vuelto a presentarse como independientes -así no se les aplica el listón del 10%-, para hacerse con hasta 30 actas parlamentarias. Este es el caso de Layla Zana, que ya resultó elegida diputada en 1991, pero que fue condenada a 15 años de cárcel por atreverse a hablar en kurdo ante la Gran Asamblea Nacional.

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