Revista
Proceso
# 2010, 18 de julio de 2015
“El
Señor de los Túneles”/PATRICIA
DÁVILA
Desde
los años noventa la organización delictiva de Joaquín Guzmán usaba pasajes
subterráneos para traficar drogas hacia Estados Unidos y armas hacia México.
Eso lo sabían las autoridades, al grado de que llegaron a llamarlo El Señor de
los Túneles. Y a nadie se le ocurrió que El Chapo tenía especialistas en esas
construcciones trabajando para él. Excavar el que llevó a la libertad al
sinaloense produjo más de 2 mil 500 metros cúbicos de tierra, que nadie vio a
kilómetro y medio de la cárcel. Los antecedentes y las evidencias estaban ahí y
nadie las notó. El túnel también está ahí, y Proceso lo recorrió.
ALMOLOYA
DE JUÁREZ, EDOMEX.- De poco más de 1.5 kilómetros y a una profundidad que en
algunos puntos alcanza los 19 metros, el túnel entre el Centro Federal de
Readaptación Social de El Altiplano y la colonia Santa Juanita, en este
municipio, por su dimensión es la mayor obra ordenada por Joaquín El Chapo
Guzmán.
Pero
éste, a diferencia de las decenas de túneles descubiertos en la frontera norte
de México, no fue para traficar drogas, dinero ni armas, sino para fugarse del
penal de máxima seguridad.
Y
para que el túnel llegara con precisión a la celda del capo fue necesario
utilizar un geoposicionador satelital (GPS) de alta precisión, pues el empleo
solamente de los planos de la cárcel hubiera sido insuficiente para permitir el
escape.
Esta
obra rebasó con creces el “supertúnel”, llamado así por la Oficina de
Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE), por ser el más largo localizado
hasta el 31 de octubre de 2013.
Éste,
con 530 metros de extensión, conectaba Tijuana, Baja California, con San Diego,
California. La ICE calculó que su costo pudo ser de entre 1 y 2 millones de
dólares. Con base en este cálculo, el túnel por el cual se fugó El Chapo Guzmán
habría costado entre 3 y 6 millones de dólares.
Con
su huida, El Chapo evidenció, por un lado, que El Altiplano tiene serias
deficiencias y está lejos de ser un penal de máxima seguridad; por otro, que no
hay protocolos de seguridad en la prisión, pues pasaron 18 minutos antes de que
se activara la alerta roja, ni en el área externa, pues en los sobrevuelos
cotidianos de vigilancia nadie detectó que en los terrenos de la casa de donde
parte el túnel había grandes volúmenes de tierra recién excavada.
También,
que la Procuraduría General de la República (PGR) viola los protocolos de
actuación que obligan a sellar un inmueble incautado hasta que se levanten
todos los peritajes. El túnel se abrió a legisladores y medios antes de que,
por ejemplo, entrara un perito mecánico a revisar las motocicletas.
Punto
de partida
El
22 de febrero de 2014 Joaquín Guzmán Loera ingresó al Altiplano luego de ser
detenido en Mazatlán, Sinaloa. Fue fichado con el número 3578-AJ-22-02-14 y
recluido en la celda 20 del pasillo 2 del área de tratamientos especiales.
Un
mes después del ingreso del delincuente, a 1.5 kilómetros del penal, un hombre
de unos 65 años compró un terreno de cultivo al señor Calixto Estrada Castillo,
quien ahí sembraba maíz, sorgo y avena. El comprador aseguró que dedicaría las
tierras a criar ganado.
De
inmediato empezó la edificación de una vivienda de tres habitaciones. Una vez
hecha la obra negra, la casa se equipó con una cama matrimonial, una estufa, un
refrigerador y una tosca mesa de madera. A un costado se erigió una bodega de
110 metros cuadrados; ahí empezó la excavación del túnel. Frente a ambas
construcciones se cercó, con un muro de un metro de altura, un terreno de unos
500 metros cuadrados.
Los
vecinos más cercanos viven a un kilómetro. Ellos recuerdan que con el hombre
que compró el terreno vivían dos mujeres y dos hombres jóvenes, no mayores de
30 años. Solos, ellos levantaron las construcciones en únicamente dos meses.
Nunca adquirieron ganado ni sembraron la tierra.
Complicidades
Juan
Mario Rodríguez, ingeniero civil especialista en geotecnia, con 44 años de
experiencia en obras, como la construcción de la presa Cerro de Oro, la
ampliación de la refinería de Minatitlán o la edificación de la macroplanta de
aguas residuales de la Ciudad de México, dice a Proceso:
“La
única manera de hacer este túnel es teniendo las orientaciones astronómicas de
los puntos; es decir, las coordenadas de longitud y latitud así como la cuota
del terreno a recorrer: la entrada y la salida para que un topógrafo pueda
trazar la dirección y la distancia. Éstas se obtienen colocando un aparato
denominado estación total a la entrada del túnel, así como un GPS en la celda
de Guzmán Loera, ambos de medición muy exacta, pues con los planos del penal no
es suficiente. (Guzmán) Necesitó cómplices que le allegaran el GPS a su celda,
de lo contrario se arriesgaban a desviar el punto de salida”.
En
la bodega, la entrada al túnel es de 70 por 70 centímetros; le ponían una tapa
de madera que ocultaban con tierra. Una vez descubierta, deja ver una escalera
de madera de dos metros que conduce a una cámara de unos 10 metros cuadrados.
Ahí, los muros están recubiertos de tabicón, el techo es de madera y está
sostenido por anchas vigas de acero y gruesos polines. Esta cámara se tuvo que
construir para albergar un generador de energía de cuatro toneladas.
Este
generador tiene capacidad para mover los motores de 240 voltios de las
trituradoras. A un lado hay una caja de control para mandar la energía
eléctrica al túnel. También se aprecia ahí un cargador de acumuladores.
Esta
cámara tiene una segunda entrada, que lleva al siguiente nivel, ocho metros más
abajo. Sobre la abertura hay un malacate para subir la tierra que se sacaba al
excavar el túnel.
En
el nivel siguiente hay dos rieles tubulares de acero que recorren el túnel. Más
adelante está una motocicleta a la cual le quitaron los neumáticos y le
acondicionaron ruedas de plástico adaptables a los rieles tubulares. El perito
de la PGR que guía a los reporteros en el recorrido limpia cierta área de la
moto para descubrir la marca. “Es una Itálica 125”, dice. Después intenta
justificar su desconocimiento: “El perito mecánico no ha bajado”.
En
muros y techo se aprecian las marcas de las herramientas, lo cual indica que el
trabajo se hizo a mano, con pico y pala o con un rotomartillo eléctrico.
Todo
el túnel tiene tubería PVC para ventilación y una extensa red de alumbrado.
Había tanques de oxígeno, mascarillas, un estetoscopio y herramienta diversa.
De trecho en trecho se abrieron pequeños nichos para almacenar material y
herramienta.
El
terreno ahí es de tepetate, sumamente resistente, por lo cual no fue necesario
apuntalar.
De
acuerdo con los cálculos del ingeniero Rodríguez, para un túnel de 1.70 metros
de alto por 80 centímetros de ancho y mil 500 metros de largo fue necesario
sacar 2 mil 40 metros cúbicos de tierra; si a eso se añade el coeficiente de
abundamiento (es decir, la descompactación de la tierra al ser excavada) el
resultado es de 2 mil 652 metros cúbicos a remover. Transportarla hubiera
requerido 190 camiones de 14 metros cúbicos; en vez de eso, optaron por
extenderla en el terreno bardeado, la bodega y en el frente de la casa, y ahí
se compactaba diariamente.
“Sin
embargo, aunque se realizaba un trabajo de compactación eficiente, en los
sobrevuelos que realizan las corporaciones policiacas encargadas de la
vigilancia externa del penal, se detecta inmediatamente”, señala.
Agrega
que calculando 80 centímetros de ancho por 1.7 metros de alto, es decir 1.36
metros cúbicos por metro lineal, el avance de la obra debió ser de entre dos y
tres metros lineales diarios, trabajando 10 horas. Si por día avanzaron tres
metros, se necesitaron 500 para completar la obra.
Larga
historia
Desde
los noventa los pasadizos subterráneos fueron la especialidad del sinaloense
para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, y de armas y dinero hacia
México. Incluso se le llegó a llamar El Señor de los Túneles.
El
31 de octubre de 2013, José García, agente del Departamento de Investigación de
Seguridad Nacional, en Estados Unidos, informó que Guzmán Loera construía
túneles sofisticados, con ventilación, electricidad, carros sobre rieles para
transportar la tierra mientras se hacía la excavación.
El
29 de noviembre de 2012, Ricardo Hernández Garduño, director de la Policía de
Tijuana, después de ingresar a un narcotúnel en una bodega de esa ciudad
fronteriza, dijo: “Apretabas un botón y se bajaba, eso nunca lo había visto.
Era nada menos que un elevador hidráulico. Bajamos y había rieles para carros
eléctricos que transportaban la droga. Modernísimo el túnel, quedé
impresionado”.
En
esa ocasión, Laura Duffy, procuradora federal para el sur de California,
explicó ante el Congreso estadunidense que uno de los factores que habían
evitado que los túneles fueran localizados era la tecnología con la que fueron
creados: “Tenemos información de que los cárteles están adquiriendo equipo
altamente sofisticado, capaz de cortar metal y hormigón a un costo tan alto
como los 50 mil a 75 mil dólares”, expuso.
Sólo
en 2012, los cárteles de la droga construyeron 14 pasadizos subterráneos para
llevar su mercancía desde Nogales, Mexicali y Tijuana, con un grado de sofisticación
que sorprendía.
Para
entonces se contabilizaban entre Nogales y Tijuana 16 túneles descubiertos en
2009; seis en 2010 y 14 en 2011.
Sin
embargo Armando Rodríguez, investigador del colectivo Análisis de la Seguridad
con Democracia, declaró a la cadena de televisión CNN que la DEA ha detectado
más de 70 túneles construidos ya sea para escape o para el trasiego de droga
hacia Estados Unidos.
Según
una nota publicada el lunes 13 en el periódico Excélsior, el primero de estos
túneles descubierto fue cavado en 1990 entre Agua Prieta, Sonora, y Douglas,
Arizona. El éxito que significó para los narcotraficantes los llevó a construir
otros en diversos puntos de la frontera, práctica que se intensificó a partir
de 2001, luego de que el gobierno de Estados Unidos reforzó sus controles
fronterizos tras los ataques terroristas de aquel año.
Hasta
2003 el cerebro de la construcción de túneles del Chapo fue Felipe de Jesús
Corona Verbera, El Arquitecto o El Arqui, detenido por autoridades mexicanas y
extraditado a Estados Unidos.
Fue
juzgado por la construcción del narcotúnel Agua Prieta-Douglas y sentenciado,
en junio de 2006, a 18 años.
Luego
José Sánchez Villalobos, El Quirino, El Viejo o El Gato, se encargó de
construir túneles más largos y sofisticados, sobre todo en la zona conocida
como Mesa de Otay.
El
Quirino fue detenido el 15 de enero de 2012 en Zapopan, Jalisco. Estados Unidos
pidió su extradición luego del descubrimiento de un narcotúnel de 700 metros de
largo, hecho por él.
Y
pese al largo historial que tiene el capo sinaloense en la construcción de
túneles, en entrevista con Adela Micha transmitida el viernes 17 en el Canal 2,
el comisionado nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, evidenció que el
gobierno mexicano no tiene registro de los túneles que se le han descubierto al
Cártel de Sinaloa en la frontera norte.
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