19 may 2007

Medio Oriente

Difícil futuro/Mariano Aguirre
Tomado de EL CORREO DIGITAL, 19/05/2007;
Enfrentamientos armados entre grupos de Fatah y Hamás en la Franja de Gaza, declive del Gobierno israelí, ataques de Hamás con misiles sobre ciudades de Israel y el proceso negociador sobre un futuro Estado palestino, cada vez más lejano. La situación en Israel, los Territorios Ocupados de Palestina y Gaza es volátil, con gobiernos débiles en Ramalla y Tel Aviv, incapaces de afrontar los múltiples escenarios difíciles a los que se enfrentan.
Pese al Ejecutivo de unidad entre Fatah y Hamás negociado hace dos semanas, y a varios altos el fuego, la violencia entre los dos grupos no ha cesado en Gaza. Fatah es el movimiento que lideraba Yasser Arafat y que controló el Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) desde la década pasada. Hamás es el movimiento político-religioso islamista que ha ganado posiciones hasta obtener la mayoría parlamentaria en la Asamblea Palestina en enero de 2006. Ambos grupos luchan por el poder de un Estado inexistente, en un territorio sobre-poblado y ecológicamente agotado.
Hamás interpreta que Fatah, y en particular el presidente de la ANP, Mahmud Abbas, ha hecho suficientes concesiones a Israel y Estados Unidos sin conseguir nada. A la vez, sus militantes se sienten fuertes y con apoyo entre una población que está harta de humillaciones por parte de Tel Aviv y que ha rechazado la mala gestión y corrupción de Fatah. A largo plazo, el proyecto de Hamás es construir un Estado islámico, algo que denuncian diversos políticos e intelectuales palestinos. La diputada Hanan Ashrawi, por ejemplo, considera que es un error de Washington y la Unión Europea haber boicoteado al Gobierno palestino cuando triunfó Hamás, pero, a la vez, es muy crítica con el proyecto de sociedad islamista, antisecular y represiva que este grupo quiere imponer. Algunos ciudadanos de Gaza empiezan a pensar, incluso, que sería mejor que hubiese una intervención de Israel, cuyos ciudadanos y fuerzas se marcharon de ese territorio en 2005, como forma de parar la guerra al unir de nuevo a las facciones palestinas frente a un enemigo común.
Mientras que en Gaza no hay gobierno, en Cisjordania (el denominado West Bank) Fatah es todavía fuerte y el Ejecutivo de Abbas tiene cierta influencia, pero hay escasez de recursos, una Administración débil y el temor a que Fatah podría trasladar la guerra de Gaza hasta allí. Paradójicamente, la presencia de Israel previene en parte la influencia de Hamás. Algunos analistas palestinos consideran que si el Gobierno de la Autoridad Palestina colapsa -un supuesto que consideran posible- habría que pensar en una fuerza internacional de paz que controlara la violencia entre las partes. Pero Israel rechaza totalmente la presencia de cascos azules, y Estados Unidos le apoyará.
Por el lado israelí, el Gobierno de Ehud Olmert, del Partido Kadima, sufre una gran debilidad por corrupción y por el fracaso en Gaza y Líbano. La oposición, y parte de los propios miembros de su partido, le critican que la retirada de Gaza no haya traído más seguridad a Israel y que la guerra en Líbano el pasado verano se hiciera, como indica el reciente informe Winograd, de forma improvisada. El resultado: numerosas bajas israelíes, mientras que las ciudades del norte del país no fueron protegidas, el soldado secuestrado en Gaza sigue sin aparecer y el grupo Hezbolá no fue desplazado del sur de Líbano.
En la región se dice que si Israel es débil no puede lograr un acuerdo de paz, pero que si es fuerte no tendrá interés en alcanzarlo. «En realidad -afirma el abogado israelí Daniel Seidemann, especializado en defender a palestinos expulsados de sus tierras en Jerusalén-, estamos ante tres gobiernos que no funcionan: el israelí, el palestino, y el de Estados Unidos». Sin embargo, cree que hay un deseo en las poblaciones de Israel y Palestina (dos tercios en cada una, según las encuestas) de alcanzar algún tipo de paz y que la solución ya está preparada.
Esa solución se basaría en múltiples resoluciones de la ONU, en las propuestas que hizo el ex presidente Bill Clinton, en las que dibujó la Iniciativa de Ginebra y en la de Arabia Saudí: Israel debe retirarse de Cisjordania y desmantelar casi todos los asentamientos, la Autoridad Palestina podría ceder territorio en el caso de algunos enclaves, Israel debe permitir que se declare un Estado palestino, los palestinos tienen que asegurar que no habrá ataques sobre territorio israelí, los refugiados palestinos (generados desde los años 40) podrán volver o ser indemnizados en los países donde se encuentran, y las naciones árabes iniciarían relaciones diplomáticas con Tel Aviv. Y una fuerza internacional podría garantizar este escenario durante una o dos décadas.
Pero la paz no es vista de este modo por todo el mundo. Hamás, por ejemplo, indica que quiere acabar con el Estado de Israel, aunque algunos analistas coinciden en que detrás de la retórica hay voluntad de pactar. En Israel muchos temen que después de que se declare el Estado palestino, Hamás continuaría su guerra. Por otro lado, hay sectores judíos que todavía sueñan con que los palestinos se marchen hacia el Este y formen una confederación con Jordania, algo que no es contemplado, y es temido, en Amán.
En Israel hay una fuerte percepción de que la paz sólo se logra terminando de construir el muro (o ‘barrera de protección’, como se le llama en Israel) que a lo largo de 750 kilómetros rodeará Cisjordania y que sólo permite pasar hacia Israel a los palestinos que tengan autorización por los ‘check-points’ abiertos algunas horas al día. La paz sería, con o sin Estado palestino, la total separación. De hecho, al mandar construir el muro, el ex primer ministro Ariel Sharon intentó, unilateralmente, definir la futura frontera entre Israel y un Estado palestino o entre su país y una serie de territorios desconectados entre sí, administrados por la Autoridad Palestina pero controlados militarmente por los israelíes.
En Oriente Próximo hay una opinión muy extendida sobre que esta situación debe solucionarse en los próximos meses. De otra forma, habrá que esperar dos años a que haya elecciones en Estados Unidos, y sin seguridad que después vaya a pasar algo. Arabia Saudí, Egipto y Jordania están presionando para que haya una negociación, pero el Gobierno israelí indica que no existe una oferta seria y que no hay con quién negociar en Palestina. EE UU está inmovilizado y el rumor de que la secretaria de Estado, Condolleeza Rice, estaría presionando para que se alcance un acuerdo no parece fundado.
El muro, los ‘check-points’, el cierre de ciudades, las restricciones para que los palestinos puedan trabajar y el bloqueo por parte de Israel de los impuestos que este país recauda y debe transferir a la ANP están haciendo imposible la vida de los palestinos. Más aún si Fatah y Hamás se matan entre ellos. Si por el lado israelí no hay propuestas positivas, el futuro puede ser lo mismo, pero peor: más asentamientos, más represión, más asesinatos selectivos de líderes de Hamás, más pobreza y más enfrentamientos, y posiblemente un regreso a los atentados suicidas.

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