1 may 2007

La clase del Profesor Fischer

Fin de partida en Kosovo/JOSCHKA FISCHER, es profesor visitante en la Escuela Woodrow Wilson de la Universidad de Princeton.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.
Tomado de El País, 01/05/2007;
En los próximos meses se tomará una importante decisión que pondrá a prueba la capacidad de la comunidad internacional, sobre todo la de Europa, para resolver conflictos. El problema es el estatus de Kosovo: la última cuestión que queda por resolver del ensangrentado rompecabezas balcánico. Para serbios y albaneses, Kosovo es un lugar perseguido por la historia. Pero el mundo no debe permitir que sus sobrecargados relatos del pasado enturbien nuestras iniciativas para construir un futuro mejor.
En la década de 1990, después de sus atrocidades en Bosnia, el régimen serbio de Slobodan Milosevic abolió la tradicional autonomía kosovar, reprimiendo los derechos de la inmensa mayoría albanesa de la provincia. La OTAN, en lugar de limitarse a mirar horrorizada, como había hecho al comienzo de la guerra en Bosnia, decidió intervenir antes de que las fuerzas de Milosevic pudieran de nuevo devastar a uno de los grupos étnicos que formaban la antigua Yugoslavia. En juego estaban la seguridad de la Unión Europea y la responsabilidad moral de Europa después de los crímenes cometidos durante la II Guerra Mundial.
Tras la intervención de la OTAN, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó por unanimidad la resolución 1244, que situaba a Kosovo bajo administración de la ONU. Desde 1999, las políticas de la comunidad internacional con respecto a esta provincia han contado con un amplio respaldo, el de Rusia incluido.
Ahora ha llegado el momento de resolver de manera permanente el estatus de Kosovo. De no ser así, la estabilidad que la ONU ha llevado a la provincia, y a la región, no durará. En la actualidad el desempleo llega al 40% en Kosovo y alimenta la inseguridad política. La economía de Kosovo, si no puede acceder a créditos exteriores del Banco Mundial o del FMI, seguirá estancada.
El esclarecimiento del estatus de Kosovo también es una necesidad para la minoría serbia de la provincia, que continúa viviendo en la incertidumbre, sin saber si ha de mirar a Belgrado o a Pristina en busca de protección para sus derechos. Además, dejaría las manos libres, tanto a Serbia como a la UE, para proceder a las reformas internas y la integración internacional que necesita la primera.
Ahora, el enviado especial de la ONU para el Establecimiento del Estatus Futuro de Kosovo, el ex presidente finlandés Martti Ahtisaari, ha presentado, después de 14 meses de intensas negociaciones con Belgrado y con Pristina, una propuesta de acuerdo al Consejo de Seguridad. La audaz propuesta de Ahtisaari, que recomienda la independencia de Kosovo bajo la supervisión inicial de una fuerte presencia internacional, tanto civil como militar, es la única opción viable para la comunidad internacional, y en concreto para Europa.
La reintegración de Kosovo en Serbia es indefendible. Desde el final del conflicto en junio de 1999, este país no ha ejercido ninguna autoridad gubernamental sobre la provincia. Bajo la administración de la ONU se han creado instituciones kosovares legítimas para gestionar su política interna. El pueblo de Kosovo, una vez establecidas dichas instituciones, cuenta con alcanzar un mayor autogobierno.
Por desgracia, Belgrado, al concebir la vuelta de Kosovo al dominio serbio, aunque sea con autonomía, hace caso omiso de estas realidades. De hecho, Serbia no tiene una estrategia viable para integrar a los dos millones de kosovares en sus instituciones políticas y en su vida pública.
Está claro que la ONU no puede resolver los problemas estructurales de Kosovo, es decir, su necesidad de desarrollar una economía viable y de comenzar a relacionarse con la UE: el motor más poderoso con que cuenta la región para hacer reformas y desarrollarse económicamente. Pero esto no significa que ahora la comunidad internacional y la UE deban dejar que Kosovo se las arregle solo.
Las relaciones entre su mayoría albanesa y su minoría serbia siguen siendo precarias. De manera que es urgente establecer salvaguardas sólidas para proteger a las minorías, sobre todo a la serbia. La supervisión de la independencia de Kosovo por medio de una importante presencia internacional, tanto civil como militar, será esencial para garantizar que la provincia cumple las obligaciones que determina la propuesta de acuerdo.
Lo que ahora necesitamos es voluntad para adoptar y aplicar el plan de Ahtisaari. El Consejo de Seguridad decidirá el estatus de Kosovo, pero es la Unión Europea la que tendrá que convivir con éste y con Serbia. De hecho, la suerte de Kosovo está inextricablemente unida a la de la propia UE. Un Kosovo fuerte y estable precisará de una Europa cohesionada y unida. Si la UE se divide respecto a un problema situado en su centro geográfico -y en el de sus intereses-, su credibilidad como actor en el ámbito internacional respecto a cuestiones que superen los límites de sus fronteras saldrá gravemente perjudicada. Además, sólo una UE unida podrá incorporar a Rusia a una política balcánica coordinada.
Esto significa que la UE tampoco puede dejar que Serbia se las arregle sola. Debe dejar claro que está dispuesta a apoyarla -y también al conjunto de la región- en la materialización de sus pretensiones europeístas. La seguridad de Europa está ligada a la integración de Serbia, tanto como las aspiraciones de ésta lo están a la UE.
Sin embargo, el precio del apoyo de la UE no puede cambiar: los principales criminales de guerra Ratko Mladic y Radovan Karadzic deben ser entregados al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIEY) instalado en La Haya. Hoy como ayer, el primer paso hacia la integración europea de Serbia es una cooperación plena con esa instancia.
Serbia tiene un brillante futuro dentro de la UE, pero para acceder a él debe romper con su propio pasado, tanto respecto a Kosovo como en lo tocante a las atrocidades de la época de Milosevic.

26 de abril de 1937

Aniversario del bombardeó en Gernika.
70 años después/Xabier Irujo, Pedro Ibarra y José Manuel Castells
Tomado de EL CORREO DIGITAL, 26/04/2007;
El 26 de abril de 1937 la aviación alemana bombardeó Gernika hasta reducir la villa a escombros. Como el propio H. W. Goering manifestaría años más tarde ante Maier y Sander en el juicio de Nüremberg, fue un experimento. El objeto del ataque era comprobar la eficacia de la aviación alemana: concretamente, valorar el daño material que un ataque de esa naturaleza podía llegar a causar sobre una población de alrededor de 8,000 habitantes en las mejores condiciones climatológicas y tácticas (una ciudad abierta, sin dispositivos antiaéreos); cronometrar el tiempo en que se podía llevar a cabo y estudiar el rendimiento de tal acto; y la productividad de una masacre se estima en virtud del porcentaje de muertos sobre el total de la población. Hablamos de víctimas civiles todas ellas, en su mayoría ancianos y menores de edad. Por ello se eligió que el día del ataque fuera un lunes, día de mercado en Gernika, lo cual garantizaba una presencia mayor de habitantes en el exterior. La estrategia del bombardeo estuvo asimismo tasadamente calculada a fin de causar el mayor número posible de víctimas mortales.
Escudándose en el principio político de no injerencia en los asuntos internos de un Estado, el Comité internacional de No-Intervención procuró, desde un principio, subrayar el carácter civil y español del conflicto. La prensa secundó dicha formulación y la historiografía oficial continúa utilizando el término Guerra Civil española. Si bien todos y cada uno de los pilotos que participaron en la masacre eran o alemanes o italianos. Narciso Bassols e Isidro Fabela, representantes del Gobierno mexicano en el seno de la Sociedad de Naciones, denunciaron ante la Asamblea que la tesis del Comité de No-Intervención, que la guerra en la Península era un conflicto civil, era falso. Por el contrario, el Gobierno británico, árbitro del citado Comité, procurando evitar que la difusión de los detalles del bombardeo provocase una guerra mundial a destiempo, rubricaba el Acuerdo italo-británico en abril de 1938, en virtud del cual las tropas italianas abandonarían la Península Ibérica al final de la contienda a cambio del reconocimiento de la soberanía italiana sobre Abisinia. A un mismo tiempo, Anthony Eden, ministro de Exteriores británico, debía poner en duda la autoría del bombardeo, sin negar por otro lado del todo los hechos. Eden dimitió en protesta y por vergüenza. Sería rápidamente sustituido por Lord Halifax, a quien no incomodó añadir a lo anterior la firma del Tratado de Múnich con el régimen nazi el 29 de septiembre de 1938. Todos mentían en aquel comité, cuya propia denominación era una gran farsa. Nadie sería juzgado por el bombardeo de la población vasca.
Y de mano de la mentira llegó la guerra, porque adulterando la naturaleza de los asuntos políticos no se solucionan los conflictos humanos, simplemente se dilata en el tiempo su solución. El Comité de No-Intervención no detuvo la guerra, ni evitó los sucesos de Durango y Gernika. Más adelante sufrirían los habitantes de Londres y Liverpool los efectos de los experimentos nazis en suelo vasco; Churchill, político pragmático, no logró evitar el derrumbamiento del Imperio Británico. Su estrategia no le permitió ganar la guerra sino, a lo sumo, participar de la victoria. La ‘realpolitik’ de la clase gobernante de la segunda mitad de siglo XX no condujo, en fin, a la obtención de los objetivos fijados con anterioridad al conflicto mundial y no evitó la muerte de millones de personas entre 1936 y 1945.
Durango, Gernika y Otxandio constituyen tres expresiones sangrientas del conflicto político vasco, víctima asimismo de la llamada política pragmática, sustentada las más de las veces en falsedades zurcidas por sistemas autoritarios o totalitarios, alejados en cualquier caso de la voluntad popular. Desde 1789 no existe una sola generación de vascos que no haya conocido la guerra y el exilio ligados directamente a razones de orden político. Y, a pesar de todo ello, hay en España quien se aventura a negar la mera existencia de un conflicto político vasco. Y se resuelve: el pueblo vasco es un pueblo violento. Una mentira más, causante de la dilación del conflicto y de la perpetuación de la injusticia, y también sufrimiento, en nuestro país.
Los sucesivos gobiernos españoles, en los que ha primado lo pragmático, han renunciado a actuar sobre el conflicto político vasco de forma directa, mediante el diálogo y la consulta popular. Un sector importante del pueblo vasco desea afirmarse como una nación soberana; si este sector es o no mayoritario es algo que sabremos cuando el pueblo sea consultado. Pero no consultar al pueblo no va a hacer variar su opinión.
Sustentar un principio político por encima de los derechos humanos significa, entre otras cosas, impedir el ejercicio del derecho a votar en referéndum cuál debe ser el estatus político de nuestro pueblo. Y supone asimismo afirmar y reafirmar todo aquello que nos aleja de la resolución del conflicto: que España es una nación y no un Estado plurinacional; que los ciudadanos vascos son o españoles o franceses; que no existe un conflicto político vasco y, por ende, que no hay lugar para una solución política al conflicto fruto de una negociación; los vascos han de saber hablar, leer y escribir en castellano o en francés y, si lo desean y dependiendo de dónde residan, también en euskara (pero no en todos los órdenes de la vida). Sobre todo ello, se rubrica, utilizando los mismos pretextos esgrimidos por los sectores más reaccionarios de siglos anteriores dirigidos a evitar el sufragio universal, la libertad de credo, la igualdad de sexos u otros derechos de la persona, que no conviene dotar al pueblo vasco del derecho de libre determinación, ni permitir el diálogo como medio de resolución del conflicto. Que es preferible ser realistas, que en ocasiones consultar de forma directa al pueblo puede crear desequilibrios y divisiones, que es preferible dedicarse a solucionar los problemas reales de esta sociedad y, que sean cuales sean éstos, no deben sobrepasar el principio de unidad del Estado: confundiendo éste con ‘las reglas del juego democrático’. Pero, suscribimos, la democracia no es un juego, ni los derechos de la persona deben tener límites impuestos por principios políticos.
A 70 años de los bombardeos de Gernika, Durango, Otxandio y otros muchos lugares vascos y no vascos, la clase política española debería saber hoy madurar sus reflexiones y la ciudadanía española, valorar si no es preferible construir un Estado de Derecho en el que se respeten las decisiones de los ciudadanos que lo componen sobre el único fundamento del bienestar común, antes que continuar apuntalando la idea de un Estado monárquico indivisible, sustentado más allá de los valores y las vidas humanas; una idea que no es compartida por muchos españoles, catalanes, gallegos y vascos. Resulta ciertamente difícil comprender que siendo el conflicto político vasco, como muestran las encuestas, una de las principales preocupaciones del pueblo y del Gobierno español, se niegue su existencia, se opongan tantas trabas a su resolución o se apueste abiertamente desde algunos sectores políticos por la negación del diálogo como vía de resolución de los conflictos humanos.

El Gernika: ¿una caricatura?


Comentado en la tercera emisión de Imagen Informativa, 90.5 FM que conduce Jorge Fernández Menéndez.
Jorge. Cuando creíamos que únicamente Fox decía barbaridades, por aquello de cabalgar cual quijote rumbo a la liberación de Venezuela.
Roberto Gómez Bolaños, más conocido como Chespirito (por Shakespeare en chiquito), o el Chapulín Colorado, se atrevió a calificar hoy en Bogota, Colombia al Gernika, de Picasso de ser "una caricatura".
Dijo que, en su concepto, las formas y los dibujos de la pintura le restan seriedad y antes que plasmar el dolor de un pueblo, pareciera que "el villano se está festinando con su ataque".
En indudable el enorme nivel de popularidad que tiene el Señor Gómez Bolaños eso nadie duda. Pero creo lo que dijo hoy fue sin querer queriendo, como se llama su libro de memorias que hoy presentó en Bogota.
Quién no lo recuerda cuando todavía hace unos días lo veíamos en horario triple A, haciendo campaña en la TV para evitar que se legislara en despenalizar el aborto. Pero, aún con su popularidad no logró convencer, por lo menos a ningún legislador de la oposición, al contrario.
Y pues todos sabemos que esa batalla la perdió. Y ahora quizás para llamar la atención cuestiona una de las mejores obras del Maestro Picasso inspirada en un hecho histórico y la compara con una caricatura.
Bueno, perdón, Jorge, y lo digo con respeto, pero quizás Gómez bolaños no sepa ni siquiera quien fue Pablo Ruiz Picasso.
Pero más allá del pintor, que es uno de los grandes maestro del siglo XX, Gómez Bolaños abórda "sin querer queriendo" temas históricos muy sensibles: Gernika
Pregunto ¿Sabrá el Señor Chespirito que sucedió hace 70 en Gernika?
¿Sabrá que la aviación alemana bombardeó una pequeña población donde murieron varias víctimas civiles, por cierto todas ellas, en su mayoría ancianos y menores de edad?
¿Sabrá que ese bombardeo fue un experimento para comprobar la eficacia de la aviación alemana?
Hace pocos días se conmemoro el 70 aniversario de la tragedia de Gernikca.
En la obra, el autor evitó deliberadamente cualquier referencia específica al lugar de la tragedia, al agresor, al trasfondo político en el que se desarrolla o a los modernos métodos de guerra.
"Picasso, de hecho se negó a explicar el simbolismo de las figuras del Gernika..."
"Picasso, al mostrar el trasfondo de las inocentes víctimas de cualquier guerra, apuntala su dolor sobre los sufrimientos de los no combatientes. (Por lo que) Este mural se conviene en la alegoría antibelicista por excelencia."
Creo que por lo menos debe una disculpa. Y no por criticar a Picasso sino porque muchos sobrevivientes de hace 70 años tienen presente los ataques de aquella tarde del 26 de abril de 1937.

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 El Papa que decidió cuándo celebraríamos la Navidad y otras curiosas  EL COMERCIO PERÚ, 22 de diciembre de 2024 Nota de  Jorge Paredes Laos...