La clave es la metodología
Leo Zuckerman en Nexos, Héctor Aguilar Camín en Milenio, y Pablo Hiriart en La Razón…
La foto de fotos de Mitofsky
Columna Día con día/Héctor Aguilar Camín
En Milenio Diario, 2012-03-06
En el laberinto de cifras, métodos y estrategias políticas que va dejando a su paso la cascada de sondeos, un miembro del gremio, Roy Campos, de Encuesta Mitofsky, tiene la generosidad de reportar los resultados de todos en su sitio electrónico: www.consulta.mx.
Su resumen se refiere sólo a las encuestas contratadas por algún medio periodístico, todas realizadas en vivienda, y que se juzgan “no partidistas” por no estar contratadas por ningún partido.
La lista incluye los resultados de la propia Mitofsky, Excelsior/BGC, El Sol de México/Parametría, Reforma, MILENIO/ISA y El Universal /Buendía-Laredo.
Campos ofrece dos datos importantes que emparejan lo que compara. Por un lado las preferencias brutas, que dan cuenta del porcentaje de indecisos, y por el otro las preferencias “efectivas”, que asignan los indecisos, según las tendencias de los que decidieron y los desaparecen de las cuentas, un poco a semejanza de lo que sucederá en la elección efectiva, donde los que no voten no contarán en los porcentajes del resultado final.
El promedio de todas las encuestas ofrecido por Mitofsky es el siguiente: Peña Nieto: 47.0, Vázquez Mota: 31.3 y López Obrador: 20.7.
En el promedio se registra una ventaja de 15.7 para Peña Nieto sobre Vázquez Mota y de 10.6 de Vázquez Mota sobre López Obrador.
La mayor distancia entre el primer y el segundo lugar es la que otorga Mitofsky, con una ventaja de 19 puntos para Peña Nieto. La ventaja menor entre primero y segundo lugar, es la que otorga ISA/MILENIO, con 8.5 puntos. Creo que es una diferencia demasiado grande: alguien se equivoca aquí o ha medido cosas distintas.
Hay una encuesta cercana a la cifra de MILENIO/ISA: la de El Universal/Buendía-Laredo, que da una ventaja de 12 puntos a Peña Nieto.
Hay dos encuestas cercanas a las cifras de Mitofsky: la de Excélsior/BGC que da 18 puntos de ventaja a Peña Nieto y la de El Sol de México que le da 17.
Todas coinciden en que el tercer lugar de la contienda es de López Obrador, aunque Excélsior/BGC dice que por 6 puntos de desventaja y MILENIO/ISA que por 14.4 puntos.
De todo esto yo concluyo que en la foto de salida hay un puntero claro, un segundo lugar a la alza y un tercero estable.
Tengo también la impresión de que será una carrera de dos, no de tres, y que esto puede alterar mucho la foto de llegada respecto de la salida, cosa que no creía hace cuatro semanas.
Las posibilidades son que la elección presidencial se cierre mucho entre dos o se abra todavía más y termine siendo entre uno y tres cuartos
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La disputa, por el segundo lugar/Pablo Hiriart
La Razón,
6 de marzo de 2012La disputa, por el segundo lugar/Pablo Hiriart
Hoy por hoy la disputa en la elección presidencial es por el segundo lugar, y no por el primero.
Es explicable que los partidos paguen encuestas y jueguen con los números, lo que no significa necesariamente que mientan. Mueven a su conveniencia el margen de error, de más menos cuatro puntos, y la diferencia de 15 puntos porcentuales se transforma en sólo siete unidades.
Las mediciones hechas por casas serias son las que dan el pulso real de las preferencias ciudadanas. Desde luego les llueven los insultos, a ellas y a quienes las comentamos.
Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver y no se vale vender espejismos en cada elección, así es que pasemos a lo serio.
Ulises Beltrán, el gran encuestador de México, dio ayer en Excélsior 47 puntos para Peña Nieto, 29 para Josefina Vázquez Mota, 23 para López Obrador y un punto para Gabriel Quadri.
Esa es la foto de la elección al día de ayer, con mil 800 encuestas a domicilio en 180 secciones electorales.
Habrá que esperar la encuesta de Roy Campos (de Consulta Mitofsky), y la de Laredo-Buendía y Asociados para tener una media.
Entre esas casas encuestadoras está la medición correcta de las preferencias ciudadanas. Sus trabajos no son pagados por ningún partido, sino por medios de comunicación con solvencia financiera para hacerlo.
Ulises Beltrán (BGC y Asociados) nunca se ha equivocado, aun en elecciones tan atípicas como fue la de 2000, tan cerradas como la de 2006, y tan difíciles como la interna del PAN hace poco más de un mes.
Roy Campos, hace una semana y media, dio 19 puntos de diferencia, en preferencia efectiva, a Peña Nieto sobre Josefina.
Y Buendía y Laredo le dio 14 puntos de ventaja al mexiquense.
Así es que, en efecto, hay una diferencia de seis o siete puntos que tal vez se pueden remontar en los tres meses y medio que faltan de aquí a las elecciones presidenciales.
Pero esos seis puntos no corresponden a la distancia que media entre Peña Nieto y Vázquez Mota, sino a la que hay entre Josefina y López Obrador.
Creo que va a ser muy difícil que el perredista alcance a Vázquez Mota. Incluso sería saludable que el PAN no se fuera al tercer lugar porque el dos de julio tiene que empezar el diálogo político entre la primera y la segunda fuerza.
Y si la segunda fuerza es el PRD, no es muy difícil columbrar qué le van a pedir al PRI. Los linchamientos políticos y las venganzas personalizadas, lo hemos visto, no le ayudan a México.
Sin embargo el comportamiento de los panistas en diferentes estados del país parece trabajar en favor de López Obrador. O para mandar al PAN al tercer sitio, que es lo mismo.
phl@razon.com.mx
http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=210259
Dos semanas antes de la elección de gobernador de Michoacán, Joaquín López-Dóriga entrevistó en Radio Fórmula al candidato del PRI. Le preguntó qué opinaba de las encuestas del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), publicadas en Milenio, que le daban la delantera a la candidata del PAN, Luisa María Calderón, con 37% de las preferencias, seguida por el priista Fausto Vallejo con 22% y ubicando en tercer lugar a Silvano Aureoles, candidato de los partidos de izquierda, con 13%.
Vallejo le respondió: “Inicialmente me daba a mí ventaja, pero no llegamos a ningún acuerdo y obviamente pasó a otros momios a favor de la candidata”. ¿Estaba escuchando bien? ¿El candidato del PRI estaba afirmando que porque ellos no habían llegado a un acuerdo con la casa encuestadora los resultados de la encuesta se habían volteado a favor de la candidata del PAN? Vallejo abundó: “Se acercaron conmigo, me enseñaron las encuestas que ellos traían: llevábamos 10 o 15 puntos arriba. No establecimos el contacto. Sé que establecieron contacto por otro lado, pero a los pocos días habían cambiado totalmente la encuesta que nos habían mostrado”.
Con la expresión “otro contacto”, obviamente Vallejo se refería a la candidata Luisa María Calderón. Según los priistas, GCE ahora estaba trabajando para ella.
No tiene nada de malo que un partido contrate a una casa encuestadora. El problema es que esta misma firma publique su encuesta en un medio y no aclare quién está pagando el ejercicio demoscópico. Peor aún si el que paga es su cliente que aparece arriba en las preferencias. Se trata de una falta de transparencia por parte de la candidata, de la encuestadora y del medio de comunicación.
Pero la implicación de Vallejo era aún más
alarmante: como él no había llegado a un arreglo económico con GCE, los resultados
de la encuesta habían cambiado a favor de La Cocoa Calderón. De tener arriba al
priista, las intenciones de voto se voltearon a favor de la panista. La
acusación era gravísima: GCE estaba vendiendo los resultados de su encuesta al
mejor postor.
Al
día siguiente, en el noticiero de José Cárdenas en Radio Fórmula, el director
general de GCE negó que su encuesta estuviera “cuchareada”.
Explicó que la ventaja de la panista se debía a “la habilidad con la que se
condujo después del debate entre los aspirantes a la gubernatura” y a que el
priista no había acudido a otro debate. Remató diciendo que Vallejo negaba los
resultados porque “es común que los candidatos desaprueben una encuesta cuando
ésta no les favorece”.
Días antes
de la elección Reforma publicó en su primera plana otra encuesta bajo el título
“Remonta PAN en Michoacán”. Luisa María Calderón aparecía con 39% de las
preferencias y Vallejo en el segundo lugar con 33%. La panista, al parecer,
había venido de atrás si se comparaba su posición con la encuesta que ese mismo
medio publicó en septiembre. Sin embargo, en la nota metodológica se informaba
que parte de la encuesta se había levantado por teléfono debido al “difícil
acceso por causas de la inseguridad. En total se efectuaron 870 entrevistas
cara a cara y 150 de manera telefónica”. Dicha información es importantísima
porque las encuestas telefónicas en México tienen un sesgo hacia la población
más rica, que es la que tiene teléfono, y que tiende a ser más panista. Había
que desconfiar, en este sentido, de los resultados de esta encuesta que confinó
una información metodológica muy importante en las letras chiquitas.
Ese mismo
día, Ulises Beltrán divulgó en Michoacán los resultados de su propia encuesta.
De entrada reconoció que los resultados venían del cálculo de cuestionarios
levantados en hogares pero “complementados con un tracking telefónico”. La
encuesta había sido patrocinada por un grupo de empresarios. Vallejo se ubicaba
a la cabeza de las preferencias con 39%, seguido por Calderón con 34% y
Aureoles con el 27%.
Hasta aquí
llegó la “guerra de las encuestas” preelectorales en Michoacán porque,
ridículamente, la ley local prohibía la difusión de resultados de encuestas a
partir del viernes 4 de noviembre, es decir nueve días antes de los comicios.
¿A quién, entonces, había que creerle? ¿A los encuestadores que ponían adelante
a Calderón, más arriba del margen de error, o a los que ponían a Vallejo?
Una batalla
más en la “guerra de las encuestas” se dio la noche de la elección del 13 de
noviembre de 2011. En punto de las seis de la tarde los tres candidatos
salieron a decir que cada uno de ellos había ganado. Calderón, con base en tres
encuestas. Una de una empresa desconocida (Muévete Mercadotecnia Activa), otra
propiedad de la estratega de la campaña de La Cocoa (Espacio Muestral) y una
tercera que suele trabajar para el PAN (ARCOP). Vallejo se declaró ganador con
base en dos encuestas; una de una empresa local del occidente del país
(Proyecta) y otra de Ulises Beltrán. Silvano Aureoles, por su parte, dijo que
iba arriba, aunque reconoció que dentro del margen de error, en una encuesta de
Mendoza-Blanco que suele trabajar para TV Azteca.
Hasta altas horas de la noche ningún medio de
comunicación nacional salió con su propia encuesta para predecir al ganador o
informar de una elección tan cerrada para determinar al vencedor. Durante
muchas horas el anuncio de resultados preliminares quedó exclusivamente en
manos de los candidatos que, huelga decirlo, son fuentes poco fiables de
información: están dispuestos a mentir para llevar agua a su molino.
Al final, de acuerdo al conteo oficial del
Instituto Electoral de Michoacán, Vallejo ganó la elección con 35.44% de los
votos. Calderón obtuvo 32.63% y Aureoles 28.81%. Ningún encuestador volvió a
hablar ni de sus sondeos preelectorales ni de sus exit polls. A los que se
equivocaron nadie les exigió que rindieran cuentas. El silencio privó. Nunca
supimos a qué se debieron los errores ni de dónde había salido el dinero para
financiar las encuestas.
En ese momento decidí escribir este artículo para
promover un debate de quién es quién en las encuestas electorales en México.
El
poder de predicción de las encuestas
El valor de
las encuestas preelectorales es que predice quién va a ganar la elección. O,
para ser más precisos, quién es el que tiene una mayor probabilidad de alzarse
con la victoria. Para eso seguimos las encuestas. Los encuestadores, no
obstante, suelen curarse en salud. Dicen que ellos miden las intenciones de
voto el día en que levantan la muestra. Que es sólo una fotografía de cómo va
la competencia no un aviso de cómo terminará. Y tienen razón. Nada asegura que,
entre que se tomó la medición y la gente votó, no haya existido un cambio en
las preferencias electorales. Esto es particularmente relevante en México donde
las distintas legislaciones prohíben que se hagan públicos resultados de las
encuestas muchos días antes de los comicios.
En el caso de Michoacán, por ejemplo, la ley
permitía la difusión de resultados de encuestas hasta el 3 de noviembre y la
elección se llevó a cabo 10 días después. Tómese en cuenta que los
encuestadores tienen que ir a preguntarle a los electores algunos días antes de
difundir los resultados. Esto quiere decir que, entre que se toma el pulso de
lo que está ocurriendo, a lo que finalmente ocurre, pasan muchos días. Días en
que los electores pueden cambiar de opinión. De ahí que surja una primera
conclusión: es necesario cambiar las legislaciones en México para permitir que
se difundan resultados hasta un día antes de la elección. Eso le daría una
mayor precisión a las predicciones en las encuestas.
Pero volvamos al asunto de quién es quién en las
encuestas. Si uno las sigue es porque quiere saber quién va a ganar. Hace poco,
con base en lo que indicaban las encuestas, le gané una apuesta a un amigo
comunicador. Cuando me pagó, me reclamó que yo le hacía mucho caso a las
encuestas. Le respondí que efectivamente así era porque no había de otra. Si no
es con las encuestas, ¿a quién recurrimos para predecir un evento futuro
incierto? ¿A Walter Mercado? ¿A lo que dicen los candidatos? Quiérase o no, en ausencia de un mercado de apuestas (que son el mejor indicador para predecir un evento futuro) el mejor instrumento que tenemos en México para predecir el resultado son las encuestas. Luego entonces, ¿qué tan bien las predicen? A continuación presento un análisis con base en datos de 44 encuestas preelectorales de 17 elecciones de gobernador que se llevaron a cabo en México durante 2010 y 2011.
¿Quién
publica las últimas encuestas preelectorales?
Lo primero
que hice fue recopilar las últimas encuestas preelectorales que se publicaron
antes de las elecciones. Tomé sólo las últimas por una razón obvia: son las
fotografías más cercanas a la jornada electoral y, por tanto, las que tienen
menos probabilidad de equivocarse por cambios en el tiempo. Algunos
encuestadores podrán decir que es posible que en las horas últimas antes de la
votación pueda existir una voltereta enorme en las preferencias. Es cierto.
Pero también es cierto que esto es poco probable si no hay un evento mayor.
Entre más cerca, la encuesta tiene mayor poder de
predicción. Por eso tomé las 44 encuestas más cercanas al proceso electoral de
17 elecciones de gobernador que efectivamente fueron publicadas en algún lado.
Huelga decir que recopilar esta información, a posteriori, no fue nada fácil
porque, una vez que se lleva a cabo una elección, las encuestas preelectorales
pasan al archivo muerto. Los resultados de los datos recopilados y el análisis
de éstos los presento en la tabla 1 al final de este artículo.
Ahí se encuentran, en un primer bloque, la fecha y
los resultados que reportaron las distintas casas encuestadoras, además del
resultado final de la elección. Luego está la diferencia entre el resultado y
la encuesta, así como el promedio de error de las dos primeras fuerzas. En el
tercer bloque se reporta si la encuesta acertó o no al ganador y, finalmente,
en el cuarto bloque está la diferencia entre el primero y segundo lugares de la
encuesta y el error que ésta tuvo en la diferencia real que se dio en la
elección. Este cuadro presenta de manera desagregada un ejercicio que, me
parece, debería ser común y corriente en el mundo de las encuestas en México
para ir llevando el récord de predicción de cada una de las empresas
encuestadoras.
Es interesante ver quién publica las últimas
encuestas preelectorales. Podemos dividirlas en cuatro categorías. Están las
encuestas de medios de comunicación, tanto nacionales (El Universal o Reforma)
como locales (El Debate o Diario Noroeste). Están las de casas encuestadoras
conocidas como BGC, Ipsos y Consulta-Mitofsky. Están las de empresas que
típicamente trabajan con partidos y asesoran en estrategias electorales, como
ARCOP, GCE y Espacio Muestral. Finalmente, se encuentran casas encuestadoras
desconocidas como LEMA o Monitor. En la tabla 2 puede observarse la
distribución de las últimas encuestas publicadas
Tres temas me llaman la atención. En primer lugar,
lo poco que aparecen las casas encuestadoras conocidas como BGC, Ipsos o
Consulta-Mitofsky. De hecho, no aparecen otras firmas reconocidas como
Parametría o Covarrubias. Supongo que esto se debe a lo caro que son las
encuestas preelectorales. El encuestador requiere que alguien las financie.
Típicamente las financia algún medio de comunicación o los partidos, lo cual,
por cierto, no tiene nada de malo. Si un candidato le pide a una empresa que
levante una encuesta y arroja un resultado a su favor, tiene el derecho a
publicarla, siempre y cuando se informe al público quién puso el
financiamiento. Si la encuesta, en cambio, arroja un resultado negativo para el
candidato, éste puede guardarla en un cajón y punto. Lo que no se vale, desde
luego, es manipular los resultados de las encuestas a gusto del cliente, de lo
que precisamente acusó Fausto Vallejo a GCE en el caso de Michoacán.
En segundo lugar destaca la alta participación en
últimas encuestas publicadas de firmas que típicamente hacen, además de
encuestar, trabajo de estrategia electoral para sus clientes. Son los casos de
GCE y Espacio Muestral. Destaca la primera con 13 encuestas, el 30% de todas.
Aquí lo que vale la pena es preguntar quién pagó todas estas encuestas. Son
muchísimas tomando en cuenta que una encuesta preelectoral de gobernador cuesta
muy cara. En aras de una mayor transparencia sería bueno que las casas
encuestadoras, que normalmente hacen trabajo de estrategia electoral para
candidatos y partidos, le informaran al público quién financió el ejercicio
demoscópico. Insisto: no tiene nada de malo que publiquen encuestas financiadas
por sus clientes siempre y cuando lo informen con toda claridad.
En tercer lugar, de la tabla 2 se desprende una
participación activa de los medios en la publicación de últimas encuestas
preelectorales. Es lógico: una encuesta, días antes de la elección, es noticia.
En cuanto a la que publican los medios nacionales, destacan Reforma y El
Universal con cinco cada una (11%, respectivamente). Llama la atención la
ausencia total de los medios electrónicos. Ni las estaciones de radio ni las
televisoras publican últimas encuestas preelectorales, lo cual definitivamente
contrasta con otros países democráticos. ¿A qué se debe esta situación? ¿Tienen
miedo los medios electrónicos a quedar mal con alguno de los partidos políticos?
¿Quién
acierta al ganador?
Es
inevitable: cuando uno ve una encuesta, busca al posible ganador de la
contienda electoral. Ese es el dato principal, con todos sus asegunes
metodológicos. En la tabla 3 se presentan los resultados de qué tanto acertaron
los encuestadores al ganador.De las 44 últimas encuestas preelectorales, 32 acertaron al ganador, un 73% de efectividad. GCE, la empresa que más publicó, acertó en 10 de sus 13 encuestas. El Universal tuvo un récord perfecto en la predicción del ganador: cinco de cinco. Reforma, en cambio, le pegó a dos de cinco, una efectividad de 40%. De las cuatro encuestas de Consulta-Mitofsky, erró en una y acertó en tres (75% de efectividad). Espacio Muestral le pegó a dos de tres (67%). El resto de las casas encuestadoras publicaron dos o una. Algunas predijeron al ganador, otras no. Sin embargo, en general, hay un alto índice en la predicción del ganador en las últimas encuestas electorales. ¿A qué se debe esto?
En la tabla 4 presento los resultados de las 17
elecciones de gobernador relacionadas con las últimas encuestas publicadas. Un
aspecto salta a la vista: de las 17 sólo tres fueron competencias apretadas, es
decir, la diferencia entre el ganador y el segundo lugar fue de menos de cinco
puntos porcentuales. Es el caso de Durango, Veracruz y Michoacán donde el PRI
ganó por dos puntos porcentuales.
Pronosticar al ganador en una elección que está
muy abierta es probabilísticamente más sencillo, como ocurrió en Tamaulipas
donde las dos encuestas levantadas acertaron a un ganador que se levantó con la
victoria con 31 puntos de diferencia. Pero hacerlo en una competencia con una
diferencia de dos puntos porcentuales entre el ganador y el segundo lugar, pues
eso ya está más rudo. Lo interesante es que, como puede observarse en la tabla
5, de las dos encuestas levantadas en Veracruz (una de GCE y otra de la
desconocida empresa Votia), las dos le pegaron al ganador, aunque pronosticaban
un triunfo mucho más holgado del priista Javier Duarte (GCE le daba hasta 18
puntos porcentuales de diferencia).
En Durango se publicó una última encuesta que
también le pegó al ganador. Se trató, otra vez, de GCE. Sin embargo, como en el
caso de Veracruz, esta encuesta indicaba una diferencia entre el priista Jorge
Herrera y el aliancista José Rosas de 15 puntos porcentuales cuando en realidad
fue de dos.
El único caso de una elección cerrada donde se
equivocaron la mayoría de las encuestas fue Michoacán. Sólo BGC de Ulises
Beltrán le pegó al ganador, el priista Fausto Vallejo, aunque en los últimos
datos que presentó apuntaba a una diferencia de cinco puntos porcentuales. Las
otras tres encuestas indicaron que ganaría La Cocoa Calderón. Reforma la ponía
con seis puntos de diferencia, lo mismo que Espacio Muestral. GCE le daba siete
puntos. Todas estas erraron. En el caso de GCE, le otorgaba un 16% de las
intenciones de voto al tercer lugar, Silvano Aureoles, quien al final tuvo 30%
de los votos. En suma, de las cuatro últimas encuestas publicadas, la efectividad
en la predicción del ganador fue de tan sólo 25%.
¿Es, entonces, el factor competencia el que
determina la probabilidad de que una última encuesta preelectoral acierte al
eventual ganador? La respuesta es contundente: no.
La tabla 5 demuestra cómo “el coco” de las
encuestas fue el caso de Sinaloa. Ahí el aliancista
Mario López Valdez obtuvo 53% de los votos frente al priista Jesús Vizcarra con
47%, una diferencia holgada de seis puntos porcentuales. Y, sin embargo, absolutamente todas las encuestas se equivocaron, como
lo demuestra la tabla 6. Todas estas
encuestas ponían en la delantera a Vizcarra. El Debate por cuatro puntos,
Reforma por dos, GCE por 10 y Diario Noroeste por seis. Ninguna acertó al ganador, de tal suerte que el error cometido en la
diferencia entre el verdadero ganador y lo que ellos reportaron fue de 10
puntos para El Debate, ocho para Reforma, 12 para Diario Noroeste y 16 para
GCE. ¿A qué se debió la falta de puntería en Sinaloa?
Podría
argumentarse, desde luego, a la lejanía entre la fecha en que se levantó la
encuesta y la jornada en que se llevó a cabo la elección. Que esos días, en que
hubo veda de encuestas, cambiaron de manera dramática las preferencias. Sin
embargo, creo que el fenómeno es más complejo y tiene que ver con la presencia
en 2010 de las alianzas antipriistas. Y es que casi lo mismo que sucedió en
Sinaloa ocurrió en Puebla, como puede observarse en la tabla 7.
En Puebla,
de las cuatro encuestas publicadas, sólo una acertó al ganador. Fue la de GCE
aunque con un error de siete puntos en la diferencia entre el primero y segundo
lugares. Las que no acertaron fueron las de Reforma con un error de 17 puntos,
la de Indicadores con 20 y la de Consulta-Mitofsky con 22. Estas tres encuestas
sobreestimaron de manera importante la fuerza del PRI y no vieron la
posibilidad de que el aliancista Javier Moreno Valle ganara la elección.
Ahora bien,
como puede observarse en la tabla 8, el problema de acertar el ganador se
concentró en tres estados de la República: en una de elección competida, como
fue Michoacán, y dos donde existió la presencia de un candidato aliancista que
aglutinó a las fuerzas del PAN y del PRD en contra del PRI, es decir, Sinaloa y
Puebla. Si tomamos estos tres casos, estamos hablando del 83% de todas las
encuestas que no acertaron al ganador. El resto de las encuestas que no le
pegaron al triunfador fueron una de ARCOP, que suele trabajar para el PAN, en
Nayarit, donde ganó el PRI, y otra de GCE, que suele trabajar para el PRI, en
Oaxaca, donde triunfó Gabino Cué con una alianza de todos los partidos en
contra del PRI.
Los errores
Una cosa es
acertar al ganador, otra son los errores de la diferencia entre el primero y el
segundo lugares reportado en la encuesta y lo que realmente sucedió en la
elección. Como puede apreciarse en la tabla 9, el error promedio de las 44
encuestas aquí analizadas es de 8.8 puntos. La encuesta de Síntesis en la
elección de Tlaxcala reportó una diferencia de siete puntos porcentuales entre
el candidato que efectivamente ganó y el que quedó en segundo lugar. La
diferencia en la elección fue de ocho puntos, es decir, la encuesta falló por
un punto.
En el otro
extremo está la encuesta de Indicadores, en Puebla, que no sólo falló en
acertar al candidato ganador que ganó por 10 puntos porcentuales, sino que
reportó al candidato que quedó en segundo lugar 10 puntos arriba; equivocación
de un total de 20 puntos porcentuales. A todas luces una pésima encuesta.
Pero
obsérvese en la tabla 9 que hay ocasiones en que los encuestadores aciertan al
ganador pero sobreestiman su ventaja. Es el caso, en general, de las 13
encuestas de GCE que, sumadas, tienen un promedio de error de 13 puntos
porcentuales en la diferencia entre el primero y segundo lugares. Por ejemplo,
en la elección de Hidalgo, el candidato del PRI le ganó a la candidata
aliancista por seis puntos porcentuales. GCE acertó al ganador, pero en su
última encuesta dijo que la diferencia era de 26 puntos porcentuales. Erró en
20 puntos.
Menciono esto porque, aparte de acertar al
ganador, una encuesta que predice bien también tiene que adelantar de manera
precisa la diferencia con la que el ganador triunfará sobre el segundo lugar.
Es una variable más que hay que tomar en cuenta cuando se evalúan las últimas
encuestas preelectorales.
Una propuesta de calificación
En México tenemos una industria de las encuestas
de clase mundial. Lo que nos falta es la evaluación de los distintos
encuestadores por parte de la sociedad. Después de ver lo que sucedió en
Michoacán, y la creciente importancia que están teniendo las encuestas
electorales en el mundo de la política, creo que ha llegado la hora de que
alguien lleve el récord de los encuestadores y desarrolle indicadores
independientes para calificar su trabajo. De esta forma los electores, cuando
veamos una encuesta, sabremos si creerle o no al encuestador en cuestión.
En la tabla 10 presento una propuesta de
calificación para encuestadores. Precisamente utilizo las tres variables antes
mencionadas:
1. En primerísimo lugar si aciertan al ganador.
Ésta debe ser la variable central. Los electores queremos ver encuestas para
tener esa información. Luego entonces, en la calificación que propongo habría
que darle el peso mayor. En el ejercicio que presenta la tabla 10 le he dado un
peso de 65% a esta variable.
2. La segunda variable es cuántas últimas
encuestas publicó el encuestador. Creo que hay que premiar a los que más
publican por el riesgo que toman. De las 44 encuestas que analicé, 13 fueron de
GCE (30%). A esta empresa, por tanto, le di la calificación mayor en esta
variable que, en el ejercicio de la tabla 10, le asigné un 19% para el cálculo
de la calificación final. GCE, luego entonces, recibió 1.9 para su calificación
final. Las firmas que sólo publicaron una recibieron 0.146 puntos.
3. La tercera variable tiene que ver con los
errores en la diferencia entre el primero y segundo lugares. Aquí le asigné un
peso de 16% para la calificación final y, en aras de simplificar el cálculo, la
encuestadora que tuvo el menor error (Síntesis) obtuvo la calificación mayor,
es decir, 1.6 puntos para su calificación final, y así en orden descendente
hasta llegar a la que presentó más error (Indicadores) que se quedó con un
cero.
Me queda clarísimo que se trata de una
calificación donde yo he decidido darles cierto peso al trabajo de los
encuestadores (65% si aciertan al ganador, 19% entre más publiquen encuestas y
16% entre menos errores cometan entre el primero y segundo lugares en las
competencias electorales). Algunos podrán argumentar que se trata de una medida
arbitraria, pero me parece un buen comienzo para calificar a los encuestadores.
La tabla 10 presenta el quién es quién de los
encuestadores. 11 obtienen una calificación aprobatoria. De las conocidas,
destaca el caso de El Universal, que publicó cinco encuestas donde atinó a
todos sus ganadores y con errores por debajo de la media de los 44 sondeos
analizados. Seis encuestadoras reprobaron. Destaca el caso del periódico
Reforma que, al igual que El Universal, publicó cinco encuestas pero sólo le
atinó a dos ganadores y con errores en la diferencia entre el primero y segundo
lugares por arriba del promedio de todas las encuestas.
Ahí está, pues, una primera medición de quién es
quién en las encuestas en México.
Lo que sigue
La
intención de este artículo es comenzar un debate acerca de la transparencia y
la rendición de cuentas de los encuestadores en México. Sé que a algunos de
ellos les disgustará el análisis aquí presentado. Espero, sin embargo, que
propongan alternativas para medir la efectividad en la predicción de las
encuestas preelectorales. Bienvenidas sus propuestas. Espero que sea rápido
porque, no sé usted, pero yo creo que en México llegó la hora de conocer con
precisión quién es quién en las encuestas.
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