Las dudas sobre las elecciones no se centran en la
victoria de Putin, reconocida por observadores críticos, sino en la forma
abusiva de lograrla y en el porcentaje final.
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Rusia
y el maleficio de la libertad/Jesús López-Medel, ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos y
Democracia de la Asamblea de la OSCE y autor del libro Gorbachov, ocaso y caída
del imperio rojo (Edit. Estvdio 2011) junto a R. Mañueco y con prólogo de
Mijail Gorbachov
Publicado en EL MUNDO, 06/03/12:
«Hay
una cosa que Rusia no ha conocido en sus mil años de historia: la libertad».
Vasili Grossman.
Los
contundentes resultados en las elecciones presidenciales del domingo confirman
que la libertad seguirá invernando en Rusia. El modelo medieval se prolongó con
el zarismo y sometimiento total del pueblo a los dictados de cada Zar (del
latín caesar). Estancados en un modelo arcaico y muy autócrata, así
sobrevivieron los súbditos hasta la Revolución de 1917. Carlos Marx había
construido en Londres sus teorías y premoniciones para la caída del sistema
capitalista en una sociedad industrial pero sería en Rusia, nación
eminentemente agrícola y atrasada, donde se impuso su ideología. Durante 70
años se aniquiló la libertad para construir una caricatura deforme de la
igualdad en un sistema donde todo y todos (hasta conciencias) estaban sometidos
a férreos controles que asfixiaban la individualidad. Tras la etapa cruel de
Stalin, burócratas comunistas anticuados continuaron dirigiendo esta nación de
naciones bajo el ojo y el oráculo del magma que representaba el partido como
encarnación de la deidad atea.
La
irrupción de Gorbachov como secretario general del PCUS en 1985 supuso algo
desconocido en Rusia. En un país cuyas instituciones, economía y dogmas estaban
muy petrificadas, él introdujo ciertos principios de liberalización,
modernización y transparencia hasta entonces desconocidos. Eso contribuyó a que
las grietas del sistema se agrandasen y que a la gran crisis económica de un
sistema anticuado se le sumase un inevitable desorden. Los refractarios a los
cambios impulsaron un golpe de Estado que no sólo fracasó sino que produjo (el
pasado 25 de diciembre se cumplían 20 años) un resultado inaudito: el propio
Estado, la URSS, desapareció. Al mayor imperio surgido en el siglo XX le
sucedieron 15 Estados, todos ellos ex repúblicas soviéticas, huérfanas en unos
casos, liberadas en otros.
Devorado
tanto por los reaccionarios como por los más reformistas, la perestroika del
Gorbachov dejó paso a Boris Yeltsin como heredero de la gran Rusia. El proceso
de liberalización fue aún más atrevido y la percepción de caos se incrementaba.
Los ciudadanos soviéticos no tenían antaño libertades pero sí unas seguridades
y certidumbres que se desmoronaban ante la situación permanentemente
imprevisible. Un 31 de diciembre de 1999 convocó una rueda de prensa anunciando
su dimisión y sucesión a favor de Vladimir Putin. La primavera efímera de la
libertad agonizaba. Muy pronto llegaría el invierno.
En
este contexto, regresa a la presidencia (ahora son seis años prorrogables y no
cuatro) que no al poder, pues nunca dejó de ejercerlo. Hemos asistido a un
proceso electoral parlamentario en diciembre y ahora presidencial con unos
resultados abrumadores y predecibles. Algunos ingenuos pensaban que las
manifestaciones de miles de ciudadanos (la última manifestación política en
Moscú fue hace 20 años para parar el golpe contra Gorbachov) denunciando el
claro fraude electoral podían socavar el sistema monolítico de Putin. Cierto es
que esas reacciones de un pueblo tan sumiso le sorprendieron a él mismo, pero
eso sirvió para reforzar los controles, movilizar a todo el aparato vertical
del poder y lograr la máxima implicación de la oligarquía económica al servicio
de su proyecto político. Rotunda ha sido su victoria como rotunda es su
satrapía.
Quienes
tenían ilusiones de cambios (si no de gobernantes, sí de estilos), o eran unos
soñadores o desconocían el sistema putiniano que, como el modelo soviético más
asfixiante, imposibilita la existencia de alternativa. Los requisitos legales
para poder competir impiden que pueda haber partidos ni candidatos opositores
representativos de ideas democráticas. Pero no es sólo el sistema electoral
(pendiente en una reforma en trámite parlamentario y cuyo futuro es incierto)
sino sobre todo, repito, el intenso control de una sociedad por un proyecto
totalizador de cualquier iniciativa.
Rusia
es el país más extenso del planeta. De los 140 millones (con un gran problema
demográfico) sólo el 21% radica en las grandes ciudades. Únicamente en estas
urbes crece la actitud crítica ciudadana, precisamente donde la abstención ha
sido alta en contraste con el resto del país, donde los sufragios oficialistas
han sido muy elevados con un notable fraude.
Putin
no tomó nota de las manifestaciones anteriores para abrir el régimen sino, al
contrario, para reforzar su forma autócrata de ejercer el poder. Tras los
resultados electorales del domingo, no impulsará liberalizaciones sino que
intensificará la represión. En la campaña electoral de diciembre fueron
constantes los fotogramas televisivos sobre los desabastecimientos y caos de la
etapa de Gorby. Así se quería destacar el orden y las seguridades de Putin
(favorecida económicamente por los altos precios del crudo). Ahora, en la
campaña presidencial, las televisiones emitían imágenes de la revolución
naranja en Ucrania hace ocho años -que causaba repulsa en la población rusa-,
al igual que de las movilizaciones hace un año en países del norte de África.
Tras
reforzar la autocracia, Putin incrementará el populismo y el nacionalismo y
será aún más deudor de la oligarquía cuya movilización le ha sido fundamental.
Rusia se cerrará más sobre sí misma y orientará su influencia hacia Oriente. La
Unión Europea ha sido muy condescendiente con la progresiva vulneración de
derechos humanos allí. Si lo único que interesa es seguir haciendo negocios,
seguirá silente y admitiendo como refugio seguro el dinero proveniente de las
mafias rusas. Pero lo cierto es que las elecciones del domingo, van en la línea
del panorama sombrío y regresivo de la democracia. En Rusia puede seguir
hablándose del maleficio de la libertad.
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