Revista
Proceso
No. 1978, 27 de septiembre de 2014
La nueva
dictadura/JAVIER SICILIA
El
crimen en nuestro país tiene un doble rostro: el que viene de las
organizaciones criminales y se denomina delito, y el que viene del Estado y se
denomina violación a los derechos humanos. Esto último fue, en el fondo, lo que
motivó a Felipe Calderón a entrampar la Ley General de Víctimas en una
controversia constitucional durante los últimos meses de su mandato. No quería
aceptar –aún se niega a hacerlo– el crimen de Estado. La ley se promulgó, sin
embargo, a comienzos de la administración de Enrique Peña Nieto. Pero el
gobierno, cada vez que se refiere a ella, la reduce al delito.
En
medio de los 100 mil muertos, de los 30 mil desaparecidos, de los cientos de
secuestrados y de las constantes y graves denuncias de los organismos
nacionales e internacionales por las violaciones a los derechos humanos, no
sólo no sabemos todavía cuántos de esos crímenes corresponden al Estado, sino
que los gobiernos, que administran a éste, continúan negándolos o
endilgándoselos a la delincuencia con la que conviven casi de manera natural.
México
vive así –se ha dicho muchas veces– un Estado fallido, un Estado penetrado, un
Estado delincuencial o un narcoestado. Sea lo que fuere aquello que esas
tipificaciones no logran todavía definir, en realidad se trata de una nueva
forma del totalitarismo, o de esa “dictadura perfecta” a la que un día se
refirió Mario Vargas Llosa.
En
su libro Lo que queda de Auschwitz, Giorgio Agamben señala que la finalidad
última de Auschwitz y de los campos de concentración nazis no era el asesinato
masivo que en ellos se practicaba, sino la creación de un género de ser humano
que el argot concentracionario llamó “musulmanes”; tal vez –dice Agamben entre
las varias hipótesis que plantea para tratar de entender el epíteto– porque en
el imaginario de la época el “musulmán” era un ser fatalista, un ser sometido a
un destino ciego, a un determinismo.
Esos
seres que, a fuerza de brutalización, habían perdido cualquier dignidad, se
convertían en una especie de animales tan dóciles que podían usarse para
cualquier cosa. Eran absolutamente explotables. Jamás se resistían a nada.
Agamben vio en ellos una continuación de la figura de “el hombre sagrado”
–hombres a los que, en el derecho arcaico romano, el Estado no protegía y cuya
tortura, asesinato o explotación no constituía un crimen en el sentido de la
ley–. Vio también en ellos una de las condiciones, a mayor o menor grado, de la
existencia del Estado, que en sí mismo reúne la soberanía –el poder de destruir
la vida, el uso legítimo de la fuerza– y el gobierno –el conjunto de
dispositivos o de instituciones para gestionarla.
En
México, tanto el delito, que el Estado dice perseguir pero que no castiga o lo
hace de manera selectiva, como la violación de los derechos humanos, que el
Estado niega, parecen ir en la misma dirección de la construcción del
“musulmán” de Auschwitz. El delito, las cruentas y espantosas dimensiones que
en México ha adquirido, y su sistemática impunidad, han ido acostumbrando a una
gran porción de mexicanos a vivir en una dócil indefensión. Lejos de protestar,
muchos comienzan a ser indiferentes ante el crimen que otros padecen, y, por lo
mismo, a aceptar fatalmente que un día también se les asesine, secuestre,
torture, desaparezca o extorsione impunemente. La abdicación del Estado a su
deber de protegernos bajo instituciones y programas mientras duremos con vida,
ha ido creando la percepción, en muchos de nosotros, de que vivir es estar
sometido a la fatalidad, al “así son las cosas”, al “ni modo”, al “qué le vamos
a hacer”.
Por
otro lado, la violación de los derechos humanos parece dirigirse a quienes se
niegan a aceptar la situación. Quien se revela a la indefensión que producen el
delito, la impunidad o el abuso de poder, es, en muchos casos, criminalizado y
sometido a dosis de confinamiento, de aislamiento y de tortura, a veces física,
a veces psicológica. Los casos de José Manuel Mireles y de sus 383
autodefensas, en Michoacán; el de Nestora Salgado, en Guerrero, y el de Mario
Luna, en Sonora, por nombrar sólo los más sonados mediáticamente, lo expresan
bien. Todos ellos se rebelaron ante la indefensión. A todos ellos también se
les fabricaron delitos para cubrir la violentación de sus derechos. Su
confinamiento y su reducción a una condición criminal guarda un mensaje: o
aceptan vivir en la indefensión y de manera dócil como todos, o los obligamos a
ello.
Esta
forma del totalitarismo o de la dictadura es nueva en su apariencia, pero no en
su naturaleza. Es una forma inédita de la violencia de Estado que ha perdido la
máscara ideológica de su razón de ser. La maquinaria estatal de México, que en
sus órdenes institucionales pretende –es lo que nos dice todos los días–
regular de manera racional y legal los conflictos, se revela cada día más
compatible con una violencia extrema de nuevo cuño que día con día borra los
logros del proceso civilizatorio y nos va convirtiendo en materia esclava o en
animales de rastro. El Estado en su debacle va dejando de ser un aparato
jurídico y político para convertirse en una máquina de sumisión y destrucción
sometida a imperativos ya no políticos, como en el nazismo, el sovietismo o las
juntas militares, sino absolutamente económicos.
Además
opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra,
liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas y a todos los zapatistas y
atenquenses presos, hacer justicia a las víctimas de la violencia y juzgar a gobernadores
y funcionarios criminales.
2 comentarios:
hola- no entendí la parte en la cual dice: "lo que motivó a Felipe Calderón a entrampar la Ley General" si me podría ayudar por favor ya que seleccione su reseña para hacer un ensayo
Tony…El texto es de Javier Sicilia, y la nueva Ley es producto de las movilizaciones que hicieron varias ONG incluyendo la del poeta…
Hay una larga discusión sobre el tema..Muchas veces coincido con los que opinan sobre el tema, otras =veces no.
Disculpa que no pueda ayudar…Sólo coloque en mi Bitacora la opinión de Javier Sicilia que escribe todas las semanas en proceso.
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