Por un control más realista de las drogas/Jorge G. Castañeda.
El
País |28 de septiembre de 2014
Hace
unos días, la Comisión Global sobre Política de Drogas hizo público su informe
de 2014, con un importante número de avances notables, incluso en relación con
la audacia que esta Comisión —y la de América Latina que antes la acompañaba—
han desplegado en años recientes. La Comisión presentó un texto firmado por los
22 miembros, que incluyen a Kofi Annan, exsecretario de la ONU; Richard
Branson, dueño y fundador de Virgin Airlines; Fernando Henrique Cardoso,
expresidente de Brasil; César Gaviria, expresidente de Colombia; Ricardo Lagos
expresidente de Chile; George Papandreu, exprimer ministro de Grecia; Jorge
Sampaio, expresidente de Portugal; George Shultz, exsecretario de Estado de Estados
Unidos; Javier Solana, ex ministro de relaciones exteriores de la UE y de
España; Mario Vargas Llosa; Paul Volcker, expresidente de la Reserva Federal de
Estados Unidos; y Ernesto Zedillo, expresidente de México. Varias de las
recomendaciones del informe llaman la atención; me limitaré a exponer tres, de
las cuales la tercera es la más trascendente.
El
informe se abre afirmando: “La criminalización del uso y la posesión de drogas
tiene un escaso o nulo impacto en los niveles de consumo de drogas en una
sociedad abierta (…) Usar el sistema de justicia penal para obligar a la gente
detenida por posesión de drogas a entrar en ‘tratamiento’, suele hacer más daño
que bien”. Esta es una tesis clave porque de manera elíptica se refiere a las
llamadas “cortes de drogas”. En varios países, incluyendo ahora México, se ha
tratado de hacer de las cortes de drogas una etapa intermedia entre la
criminalización de las drogas y su legalización, entre el enfoque punitivo y de
seguridad, y el de salud pública.
En
teoría, el consumo de drogas sigue siendo un delito, pero en lugar de
encarcelar a alguien por él, se le envía a una corte de drogas y a tratamiento;
si se niega o no cumple con él, entonces sí será enviado a prisión. Que la
Comisión Global esté rechazando este planteamiento conservador y retrógrado,
hoy por desgracia de moda, es una buena señal.
La
segunda tesis del Informe de la Comisión, de especial pertinencia para América
Latina, es la que se refiere a la necesidad de reenfocar las respuestas
jurídicas al tráfico de drogas y al crimen organizado: “Los Gobiernos deben ser
mucho más estratégicos, anticipando que ciertas iniciativas de aplicación de la
ley, sobre todo los esfuerzos militares, pueden exacerbar la violencia criminal
y la inseguridad pública, sin realmente reducir la producción, el tráfico, o el
consumo de drogas. Desplazar la producción o el control de una ruta por una
organización criminal a otra, con frecuencia hace más daño que bien (…) La
militarización del esfuerzo antidrogas casi nunca es eficaz y más bien llega a
ser contraproducente”. Ojalá varias mandatarios latinoamericanos recientes
hubieran leído estas recomendaciones antes de iniciar sus respectivos
gobiernos, o sus guerras contra las drogas. Pero mejor tarde que nunca. En lo
que no puede ser visto más que como una réplica directa a la postura de
presidentes como Felipe Calderón en México, Álvaro Uribe en Colombia y George
Bush y Barack Obama en Estados Unidos, la comisión es muy clara sobre las
consecuencias de la militarización, de la guerra. La guerra produce la
violencia, no al revés.
El
cambio más significativo entre este informe y los anteriores de este mismo
grupo se presenta en el último apartado, es decir, aquel titulado: “Regular los
mercados de drogas para darles control a los Gobiernos”. La clave aquí es la
palabra “drogas”. Hasta ahora la Comisión Global y la Latinoamericana habían
enfocado sus esfuerzos en el tema de la marihuana, pensando que la
despenalización del consumo de esa sustancia era la más factible a corto plazo.
Consideraban que una política de pequeños pasos viables y seguros era
preferible, siguiendo el camino de Uruguay, de los Estados norteamericanos de
Washington y Colorado, y de Holanda. Pero la mayoría de los integrantes de la
Comisión, así como varios presidentes en América Latina, saben que la mayoría
de los argumentos que se suelen esgrimir a favor de la despenalización de la
marihuana son aplicables a las demás drogas; son irrefutables al extenderse a
otros estupefacientes. Pero hasta ahora no habían querido referirse a las
drogas en general, solo a la marihuana. Por eso resulta tan interesante que la
Comisión recomiende “permitir y alentar varios experimentos en la regulación
legal de mercados de drogas hoy en día ilícitas, empezando con, pero no limitándose
a, cannabis, la hoja de coca y otras sustancias curativas nuevas y otros
productos y actividades que representan riesgos de salud y de otro tipo para
los individuos y las sociedades. Se necesitan nuevos experimentos para permitir
el acceso legal, aunque restringido, a drogas que hoy solo están disponibles de
manera ilegal. Esto debe incluir la expansión de tratamiento asistido de
heroína para algunos adictos, que se ha mostrado tan eficaz en Europa y en
Canadá. La mejor manera de reducir el daño del régimen prohibitivo global de
drogas y avanzar hacia metas de salud y seguridad pública es lograr colocar las
drogas bajo control a través de una regulación responsable”.
Se
trata de un gran paso adelante, por el prestigio de los firmantes y por la
proximidad de la Asamblea General Especial en la ONU sobre Drogas en 2016. Poco
a poco, la hipocresía, primero de la marihuana médica, después de hablar solo
de marihuana y de consumo, empieza a ser sustituida por un realismo pragmático
más audaz y mucho más eficaz. No se alcanzarán estas metas de la noche a la
mañana; las resistencias, sobre todo en las burocracias de Naciones Unidas
dedicada al tema del crimen organizado y las drogas, son poderosas. Se avanzará
por etapas: la semana pasada, una Asamblea especial de la OEA en Guatemala
sobre drogas; los referéndum en noviembre en Oregón y Alaska; la posible
victoria del Partido Liberal en Canadá en noviembre, que podría convertir al
país-continente en el primero de la OCDE en legalizar todas las drogas y los
esfuerzos de Jamaica de seguir por esa vía. Todos aquellos que hemos luchado
por la legalización debemos felicitar a la Comisión Global, y felicitarnos de
este avance.
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