11 abr 2009

Dominación sin ideología

La dominación sin ideología/José Vidal-Beneyto,
EL PAÍS, 10/04/09;
En el artículo de la Cuarta Página que publiqué en marzo sobre la democracia-marketing insistía en el abandono de los atributos propiamente políticos por parte de la nueva democracia. En primer lugar, los actores, con la sustitución de los partidos y los militantes por los colectivos de apoyo electoral y los grupos en favor de campañas sociales concretas; y por otra parte, la renuncia a toda doctrina y formación ideológica, suplantadas por nuevos dispositivos técnico-funcionales.
Esta cancelación del espacio ideológico llevó a pensar que se trataba de una reedición del tema del fin de las ideologías, que había emergido a finales de los años cincuenta en el mundo de las ciencias sociales y del análisis político y que desde entonces ha acompañado todos los intentos de conservadurismo político y social.
En su momento inicial, sin duda el más brillante, sus principales protagonistas fueron, ya en 1955, Edward Shils (The end of ideology?), Lewis Feuer (Beyond ideology) y Raymond Aron (L’opium des intellectuels), seguidos en 1960 por S. Martin Lipset (The end of ideology?, Daniel Bell (The end of ideology in the West); Dennis H. Wrong (Reflections on the end of ideology; C. Wright Mills (Letter to the New Left) y un largo etcétera hasta finales de la década, recogidos y comentados en el Reader the end of ideology debate, de Chaim I. Wayman. En Francia y en España, Jean Meynaud es el más prestigioso difusor de esta problemática, en particular en sus libros Le destin des idéologies y Technocratie et politique.
La generalización y el vigor de la tesis, en el mundo académico y en el político, tuvo mucho que ver con la aparición, en los países occidentales, del tema de la sociedad opulenta y del amplio bienestar generalizado que, según sus promotores, conllevaba una situación, real o mitificada, que supuso un cierto apaciguamiento de los antagonismos sociales y una pérdida de pugnacidad de las opciones políticas de izquierda, en particular del comunismo y del socialismo. El progreso, predicaban, no podía venir de una transformación impuesta por la fuerza desde fuera de la sociedad, sino de los factores de cambio que en ella existían, de su propia evolución, estimulada por el desarrollo económico y las innovaciones tecnológicas. No se trata, por tanto, de excluir a lo ideológico de la esfera pública, sino tan sólo de sustituir las referencias relativas al combate político por la tesis del apaciguamiento político y de la eficacia económica, la llamada ideología tecnocrática, que se convierte durante 40 años en la única oferta ideológica capaz de imponerse.
Esta situación no podía escapar a la sagacidad de la sociología crítica, y así, en 1976, en el número 7 de la revista Actes de la Recherche en Sciences Sociales, vehículo del que se servía el entonces joven grupo de Pierre Bourdieu para dar a conocer sus trabajos, aparece, con el título de La producción de la ideología dominante, un largo artículo de más de 70 páginas, obra del grupo en su conjunto, pero cuyos dos principales autores fueron el mismo Bourdieu y su más próximo colaborador, Luc Boltanski. El texto y los numerosos materiales que lo componen son una carga en profundidad contra el orden establecido y una impugnación frontal y, en buena medida, provocativa contra los usos y los modos de las ciencias sociales en la Universidad y más ampliamente en la academia.
Frente a la interpretación convencional que retoma el fin de las ideologías y en la que sus contenidos desaparecen/se cancelan por cansancio o por indiferencia, lo que sucede hoy es que los marcos conceptuales que les son propios y que rigen sus conductas y acciones ya no tienen ninguna razón de ser, porque las decisiones que se toman, no dependen en modo alguno de sus estructuras ideatorias, sino de un conjunto de micromedidas, de dispositivos menores, de prácticas de detalle, que no responden a ningún imperativo global dictado desde arriba, sino a una incitación particular y difusa, movilizada sólo por las exigencias de funcionamiento cotidiano del sistema. Este hermetismo al universo de las ideas, esta inaccesibilidad al ejercicio de pensar, hacen que las concepciones del mundo sean ininteligibles, que simplemente no quepan, lo que convierte en radicalmente impracticable, además de inútil, toda ideología.
Ahora bien, los individuos y los colectivos no pueden vivir sin dotarse de motivos y de razones sobre lo que hacen y por qué y para qué lo hacen, por lo que, carentes de cualquier marco inspirado en las grandes explicaciones discursivas, tienen que recurrir a su historia privada, al patrimonio de anécdotas y de experiencias que dan sentido a su experiencia personal, a la trama de sus vidas, con sus triunfos y sus fracasos, sus tristezas y sus alegrías.
Desde esta consideración podemos entender mejor el éxito del story telling, la necesidad de los humanos, sobre todo cuando falta la racionalidad del pensamiento, de contarnos, de que nos cuenten historias. Así se explica mejor el absoluto primado de lo literario, la vigencia de lo narrativo en la sociedad actual y la dramática miseria del pensamiento. Hoy la vía más segura para el triunfo intelectual es escribir novelas policiacas con elementos people. Las universidades nórdicas lo están introduciendo en sus curricula, y la glorificación de las intimidades más húmedas viene acompañada por los referentes dominantes de nuestra contemporaneidad: el familismo, la juvenilidad, el egotismo sin límites.
Todo ello presidido por el economicismo empresarial, enseñado en las business schools, con su invocación constante a la racionalización de los medios, a la eficacia, a la innovación, pero sobre todo a la productividad, a la excelencia, al siempre más y mejor. Frente a la doctrina de la igualdad, aquí se predica a los mejores que sean aún mejores, superiores, más excelentes, que entren en la cultura de los campeones. Estamos en las antípodas del Mayo del 68 y de su voluntad de luchar contra la desigualdad, de privilegiar a los trabajadores, a los emigrantes, a los marginales, de no dejarse devorar por la incorporación al proceso productivo y al ascenso en la escala social. La desigualdad es una realidad natural, predican, que hay que aceptar y construir a partir de ella, valiéndose cada cual por sí mismo. Lo demás es huida de lo real, simple escapismo.
Este sálvese quien pueda provoca una permanente multiplicidad de microseísmos sociales, que maximizan las diferencias y las distancias entre unos y otros y producen un unánime antagonismo de todos contra todos. Sin principios ni valores comunes, la irreparable fragmentación resultante no tiene más tratamiento colectivo que el autoritarismo coactivo ni más práctica individual que la trampa y la marrullería. Para qué pensar si mandamos y engañamos. Lo que hace de nuestra vida colectiva un paisaje amenazado y tedioso en el que el hastío de lo público es incapaz de salir de su ensimismamiento poltrón y aprovechado y la mitificación de nuestros pequeños egos nos confina en la insignificancia de nuestras mismidades. Para todo ello, el único remedio de los que nos mandan es enseñarnos el palo, exhibir las catástrofes que nos amenazan. Con ello, la inseguridad y la violencia se convierten en nuestro destino inescapable, que nos condena a vivir en un aburrimiento átono y abotagado, pero sobre el que sabemos que pende la inminencia del desastre.
Claro que frente a la incuria de nuestros líderes y gestores, frente a la ineptitud de un poder en todas sus versiones -personal político, clase dominante, estructuras gubernativas- incompetente e incapaz, que sólo sabe recurrir a ritos y ceremonias y que pervive a golpe de anuncios incumplidos -después del último G-20 vendrán otros y otros-, sólo tenemos un recurso: la extraordinaria pujanza de los movimientos sociales, de los colectivos sociales de base. En todos los países, a todos los niveles, surgen y persisten como reacción a situaciones de opresión y de expoliación insoportables, como soportes y acompañantes de iniciativas que apuntan a la transformación de la sociedad.

Corín Tellado


Muere a los 82 años la Señora Maria del Socorro Tellado López alías Corín Tellado: escribió cerca de 4 mil novelas.
Según el Libro de Guinness es la autora más leída en lengua española después de Miguel Cervantes autor del Quijote y la Biblia.
En los años 60, la UNESCO le atribuyó el reconocimiento de autora viva más leída en lengua castellana.Sus historias de amor fueron leídas en revistas y libros por tres generaciones de personas, en su mayoría mujeres. Sus escritos eran melodramas comparables a las telenovelas.
Ha publicado más de 4,000 novelas románticas, de las que se han vendido más de 400 millones de ejemplares, a lo largo de su vida.
Mario Vargas Llosa ha calificado a la escritora como "un fenómeno sociológico y cultural cuyas obras hicieron soñar a millones de mujeres, y si bien ha negado haber leído alguna de sus novelas, sí ha defendido su carácter de autora dedicada a un público humilde. "Corín Tellado con esas novelitas ligeras daba a sus lectoras esa ración de fantasía e irracionalidad sin la que no podemos vivir".
"Seguro que hoy habrá muchos lectores que la estarán recordando con cariño y nostalgia", dijo.
"Ni soy romántica ni escribo novelas románticas. Soy positiva y sensible, y escribo novelas de sentimientos, que no es lo mismo", aseguraba en 2003
Confesó haber aprendido a besar describiendo los besos en sus libros y que supo lidiar con el franquismo, que llegó a censurarle cuatro libros en un solo mes.
No le atrajeron los autores del 'boom' latinoamericano y de Gabriel García Márquez dijo: "Nunca me convenció".
Sus historias de amor y desamor sí convencieron, en cambio, a millones de mujeres que compraron 400 millones de ejemplares.
Corín estuvo casada durante solo dos años antes de separarse. Nunca volvió a contraer matrimonio ni a tener un compañero sentimental estable.
A su frustración se atribuye en parte la fuente inspiradora de sus novelas breves.
La obra de Tellado ha sido traducida a numerosos idiomas y fue objeto de estudios y ensayos.

Los restos del padre Camilo Torres

General colombiano revela que escondió el cadáver de Camilo Torres
GONZALO GUILLEN /
Publicado en El Nuevo Herald, 11 de abril de 2009;
Cuatro décadas después de que soldados bajo su mando hubieran eliminado en combate, cumpliendo con su deber, a su buen amigo el sacerdote rebelde Camilo Torres, el general de ejército Alvaro Valencia Tovar, reveló en su último libro que durante 41 años mantuvo escondido en un mausoleo militar el cadáver del religioso rebelde, recordado hoy alrededor del mundo como el "Che del catolicismo''.
El padre de Camilo, el médico pediatra bogotano Calixto Torres Umaña, había rescatado de las garras de la muerte al general Valencia Tovar cuando, siendo niño, una noche en que ardía de fiebre por tifoidea, al borde de una meningitis, fue a verlo en casa y ordenó meterlo de inmediato "entre una tinaja de agua fría'', según palabras del médico reproducidas por el general, "antes de que se carbonice''.
Convertido en sacerdote, el hijo del médico habría de trabar años más tarde una estrecha amistad con Valencia Tovar, ambos miembros prestantes de la alta sociedad bogotana.
Se hizo común entre ellos hacer tertulias y "nuestras charlas desembocaban invariablemente en la situación el país, la problemática socioeconómica, el abandono del agro y la colonización espontánea'', expone el general Valencia Tovar en su libro Mis adversarios guerrilleros, de reciente aparición en las librerías colombianas.
"Conocí a Camilo'', cuenta Valencia Tovar, "muy de cerca mi empeño por desarrollar las operaciones contraguerrilleras acompañadas de acción cívica y psicológica''.
De aquellas charlas, el general, de 85 años, evoca a Camilo Torres: "recuerdo como si lo estuviera viendo de nuevo, la figura sacerdotal con la sotana negra aún vestida por el clero católico, de la cual emergía el rostro juvenil [...] fumando su pipa color caoba con una guarnición de plata hacia el centro de la empuñadura. La fumaba con deleite [...] Parecía cobrar vida en su mano''.
Isabel Restrepo, madre de Camilo, se opuso cuando él intentó abordar un tren en la estación central de Bogotá que lo habría de llevar a la ciudad de Chiquinquirá, en donde se enclaustraría para hacerse monje dominico. Ni a ella ni al doctor Torres Umaña les agradaba que se hiciera religioso. No obstante, ante la imposibilidad de evitarlo, lo convencieron de que, al menos, se internara en el Seminario Mayor de Bogotá, en donde tuvo un desempeño tan brillante que se ordenó sacerdote antes de tiempo, en 1954. En reconocimiento, fue enviado por la curia colombiana a estudiar sociología en la universidad católica de Lovaina, en Bélgica.
El padre Camilo se impregnó del que Valencia Tovar llama ‘‘medio radicalizado'' de esa universidad, "en particular en el ámbito sociológico que lo rodea en la facultad''.
"A su regreso a Colombia, como capellán de la Universidad Nacional en Bogotá, el proceso evolutivo hará eclosión, precipitándolo a inevitable conflicto con la jerarquía católica''.
Isabel Restrepo de Torres, de carácter fuerte e impositiva en la educación de sus hijos, se preciaba de los buenos rendimientos eclesiásticos y académicos de Camilo y auguraba con insistencia regocijo "que Camilo iba a ser cardenal muy joven'', recordaban sus amigas las hermanas Leonor e Inés Martínez Delgado.
A su regreso, junto con el profesor e historiador Orlando Fals Borda, Camilo fundó en la Universidad Nacional Colombia la primera facultad de sociología del país y se comprometió cada vez más en actividades cívicas y políticas radicales. ‘‘No pasaría mucho tiempo para que los empeños de rebeldía del sacerdote afloraran en términos revolucionarios, que el cardenal [Luis] Concha [arzobispo de Bogotá y primado de Colombia] juzgó incompatibles con el ejercicio sacerdotal por lo que lo llamó al orden''.
Las desavenencias con la jerarquía le hicieron perder la capellanía de la universidad. Entonces, el padre Camilo se vinculó a la estatal Escuela de Administración Pública, ESAP, a la que unió a Valencia Tovar para que enviara oficiales del Ejército Nacional a cursos de formación y participara en debates sobre realidades sociales colombianas.
Las posiciones controversiales del sacerdote Torres se acentuaron todavía más en la ESAP y en julio de 1965 le envió una escueta carta al cardenal en la que le pedía "la reducción al estado laico y la exoneración de las obligaciones inherentes al estado clerical'' como "testimonio de fidelidad a la Iglesia, a lo que considero esencial en el cristianismo''.
De inmediato, el jerarca accedió en otra carta sucinta y las actividades políticas de Camilo, cuya popularidad y carisma eran enormes, pasaron a la clandestinidad . "Había emprendido una ruta sin retorno'', apunta Valencia Tovar y pronto se hizo oficial su vinculación a la recién fundada guerrilla comunista Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Se había internado en la ilegalidad como antes quiso enclaustrarse para hacerse monje dominico.
Valencia Tovar, lo mismo que otros analistas, considera que Fabio Vásquez Castaño, entonces jefe del ELN, abusó del entusiasmo, la ingenuidad y la sinceridad de Camilo al involucrarlo en una lucha para la que no estaba preparado. Pero su presencia en las filas rebeldes era por sí sola un enorme golpe de opinión en favor de la causa armada.
"Camilo fue un instrumento, un valioso recurso, un aporte electrizante y sumiso a la revolución'', asegura el general.
Y agrega: "El hecho de que millones de colombianos estuvieran en pie ante las consignas revolucionarais de Camilo, sólo tenía para Vásquez una importancia económica''.
Camilo se incorporó al ELN como guerrillero raso, no tuvo ningún tipo de privilegio ni entrenamiento militar y confiaba en obtener un fusil propio quitándoselo en combate a algún soldado.
El destino situó a Camilo dentro del área de influencia de la Quinta brigada del Ejército de la que Valencia Tovar había sido nombrado comandante.
En febrero de 1966, Valencia Tovar envió dos baterías tras el rastro de una cuadrilla guerrillera recién detectada por la inteligencia militar y el día 15 de ese mes entraron en combate con los rebeldes, de los cuales murieron cuatro .
Un oficial le informó por radio sobre un guerrillero ‘‘diferente'' entre los muertos. "Tuve la certidumbre de que Camilo había caído en el combate'', escribió el general. "En sus bolsillos se hallaron cartas en otros idiomas. Era él''.
Para mayor certeza, Valencia Tovar le preguntó por radio a un sargento que estaba al lado del muerto: "Sargento, escuche, ¿no tenía una pipa en el bolsillo?".
La respuesta
fue: "Sí, mi coronel. Aquí la tengo. Y una carterita con picadura''.
Al día Siguiente, Valencia Tovar voló en helicóptero hasta el lugar para verlo con sus propios ojos: "Estaba de espaldas, los brazos abiertos como clavados en una cruz invisible''.
Camilo Torres había muerto, a los 36 años de edad, provisto apenas de un revólver que no sabía manejar, durante el primero y único enfrentamiento armado en el que participó en toda su vida para tratar de combinar la vocación cristiana que profesaba con la insurrección armada.
"Jamás hubiera deseado ese amargo final'', sostiene el general y revela que en el mismo sitio del combate fueron sepultados los guerrilleros porque así lo mandaba la ley. Pero tomó la precaución de poner a Camilo en una fosa aparte, al lado de una enorme Ceiba. Ordenó que un topógrafo levantara un plano del lugar y lo guardó en una caja fuerte de la Brigada.
El general recuerda que el médico Fernando Torres, hermano de Camilo, había publicado una carta en un diario de Bogotá según la cual "el deber de los verdaderos amigos de Camilo es impedir que su imagen y la imagen de su muerte y su cadáver sean objeto de demostraciones vulgares y estentóreas promovidas por aquellos que sólo lo vieron en vida y lo consideran después de muerto un arma para crear el desorden y sacar provecho para sus propias ambiciones''.
"Para mí'', explica el general "ese fue un mensaje muy claro de lo que yo, como militar, que asumí íntegramente la responsabilidad de lo sucedido, debía hacer con el cuerpo de Camilo: enterrarlo en un lugar secreto donde pudiera tener el respeto, la quietud y la paz que merecía''.
Así que tres años después, acompañado de un médico anatomista, regresó al sitio en donde estaban los restos. Los sacó y los depositó en donde "nadie podría nunca imaginarse'': el mausoleo de la Quita Brigada que el propio Valencia Tovar construyó con ayuda de la comunidad para enterrar a los militares caídos en combate.
"Allí reposó en paz, en el silencio de la muerte, al lado de quienes habían sido sus adversarios. Lo hice a propósito. Más allá de la vida, esta alegoría constituía una lección humana'', escribió el general.
En el año 2002, Fernando, el hermano de Camilo vino de Estados Unidos, donde vivía, buscó al general, le dijo que al fin estaba preparado para recoger los despojos mortales de su hermano y, en secreto, los sacó del mausoleo en el que habían permanecido 40 años.
Poco después, Fernando Torres murió y el rastro de Camilo esta vez se perdió para siempre.
gguillen@col.net.co

Cuentos infantiles recomendados

Vivir antes de morir
Antes de morirme. Jenny Downham. Traducción de Gema Moral Bartolomé. Salamandra. Barcelona, 2009. 320 páginas
El pato y la muerte. Wolf Erlbruch. Traducción de Moka Seco Reeg. Barbara Fiore Editora. Arcos de la Frontera, 2007. 32 páginas.
¿Cómo es posible? La historia de Elvis. Peter Schössow. Traducción de Eduardo Martínez. Loguez. Santa Marta de Tormes, 2006. 48 páginas.
NURIA BARRIOS
Babelia El País, 11/04/2009;
Las preguntas que plantean los niños sobre la vida y la muerte parecen, a menudo, flecos filosófico, con un suave humor y hermosas ilustraciones, ganó el Premio Hans Christian Andersen.
Y tras la muerte, viene la despedida. ¿Cómo es posible? (La historia de Elvis), del alemán Peter Schössow
, cuenta cómo es posible convertir la tristeza del adiós en una ceremonia emocionante y alegre. El libro, ilustrado al igual que el anterior, comienza con el estupor indignado de una niña a quien se le ha muerto su canario, Elvis. Sus amigos y ella celebran en el parque un entierro, según la vieja e inteligente usanza que convierte ese acto en un momento único para recordar al muerto, contando anécdotas y riendo, a pesar de la tristeza. ¿Cómo es posible?, cálido e ingenioso, ganó el Premio Alemán al Libro Infantil.
La literatura infantil y juvenil ofrece tesoros asombrosos para todos aquellos que anhelan buenas historias, sea cual sea su edad. Basta con acudir a buscarlos. No hay excusas ni feroces dragones que guarden la cueva.

Comunicado de SEGOB

Reitera la Segob que el Presidente Calderón se ha conducido con respeto a la democracia en el proceso electoral
México, D. F., a 10 de abril de 2009 Boletín No.054-10/04/2009
Ante las
injustas imputaciones vertidas contra el Jefe del Ejecutivo en el sentido de que realiza actividades de proselitismo, la Secretaría de Gobernación precisa lo siguiente:
·Es absolutamente falso que el Primer Mandatario haya efectuado acciones de activismo político a favor de algún partido o candidato.
·El Presidente ha mantenido su ritmo habitual de trabajo en sus giras por el país, en las que permanentemente lo acompañan los gobernadores de los estados, independientemente del partido político al que pertenezcan, para impulsar acciones conjuntas en beneficio de la población.
·La Secretaría de Gobernación reitera que el Presidente Calderón siempre se ha conducido con respeto irrestricto al clima democrático de equidad, transparencia y legalidad del proceso electoral.

Sometidas en el nombre de Dios


Sometidas en el nombre de Dios/Reportaje
M. A. Sánchez-Vallejo, publicado en El País 10/04/2009;
El tratamiento de la mujer en las Iglesias va desde la ordenación a la violación de derechos - Tras la discriminación está el control de su sexualidad - La falta de vocaciones puede impulsar el cambio
Si la mujer es la mitad del cielo, como dicen en China, aquí, en la Tierra, el protagonismo femenino en el ámbito de las religiones oscila entre el infierno de las teocracias -la de los talibanes en Afganistán, por ejemplo-, el paraíso de algunas Iglesias protestantes, que permiten la ordenación de ministras, y el limbo en que se encuentran en la mayoría de confesiones.
Si la mujer es la mitad del cielo, como dicen en China, aquí, en la Tierra, el protagonismo femenino en el ámbito de las religiones oscila entre el infierno de las teocracias -la de los talibanes en Afganistán, por ejemplo-, el paraíso de algunas Iglesias protestantes, que permiten la ordenación de ministras, y el limbo en que se encuentran en la mayoría de confesiones: sin papel, supeditadas o relegadas a un oscuro tercer plano, cuando no víctimas de violaciones cometidas en nombre de algún dogma. Si la paridad en Occidente avanza con la ayuda de leyes, plantear siquiera una justa correspondencia con los varones en la mayoría de religiones del mundo supone aún una utopía. Sólo unas pocas confesiones minoritarias, de creación o implantación recientes, conceden a la mujer un papel algo más que testimonial. Son casos contados.
La reciente cumbre de la Alianza Atlántica dio la última voz de alarma al respecto. El nuevo código de familia chií adoptado por el Parlamento de Kabul (Afganistán) supone una condena para las mujeres de la etnia hazara, la mayoritaria de esa confesión. El documento da luz verde a la violación dentro del matrimonio y consagra la absoluta tutela del varón sobre la mujer. Nada de libertad de movimientos, ni derecho a la educación y la salud sin el control omnímodo del hombre. Pero no es necesario ir tan lejos: los matrimonios concertados -en el Islam o el hinduismo-, los códigos que prescriben una determinada vestimenta y conducta y, en el peor de los casos, los horribles crímenes de honor son rémoras que no sólo discriminan, sino que convierten a las mujeres en víctimas de confesiones que no las contemplan como sujetos de derecho, sino como una posesión del varón.
¿Son machistas las religiones? ¿Son todas ellas discriminatorias hacia las mujeres? "No hay ninguna sociedad en la que las mujeres hayan tenido dignidad ni derechos fundamentales. De la misma manera, no conocemos ninguna religión que no discrimine. Las religiones nunca contradicen a sus sociedades", afirma Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Valcárcel señala que, pese a la existencia de muchos tipos de creencias, "ninguna religión es feminista, porque en ninguna de ellas a la mujer se le ha reconocido su libertad individual, y por tanto no ha tenido un papel prevalente. Sin embargo, algunas son más duras que otras". En su acepción de conjunto de normas que apuntalan la construcción social, ahí está el ejemplo del férreo sistema de castas del hinduismo. "Reencarnarse como mujer en el hinduismo significa que en una vida anterior se falló mucho y hay algo que purgar. Y no hablemos de las viudas hindúes, a las que antes se arrojaba a la pira funeraria del marido", señala Valcárcel. La práctica, prohibida ya por la legislación india, sigue vigente en numerosos lugares del país.
Las tres religiones monoteístas, o religiones del Libro -cristianismo, judaísmo e Islam-, acaparan la mayor parte de las críticas por discriminación, pero graduar en escalas de desprecio el comportamiento de cada una de ellas con las mujeres es arriesgado. Para Amelia Valcárcel, "el Cristianismo, al principio, era relativamente libre, pero en los siglos III y IV se impusieron los textos misóginos que arrinconan a la mujer. En el Corán hay cosas fortísimas, aparte de sacralizar la poliginia , el repudio o la prohibición de salir a la calle sin cubrirse".
¿Otra vez el velo, agitado como bandera? Escribe la intelectual y feminista egipcia Nawal Al Saadawi: "El problema es el velo de la razón. Hay que evitar perderse en debates inútiles como el del velo y abordar los verdaderos problemas". Por poner unos pocos ejemplos: los abortos selectivos -práctica habitual hasta hace nada en India y China-, los infanticidios femeninos, la falta de recursos, el menor acceso a la alimentación, la salud o la educación, enumera Amelia Valcárcel. Lo confirman datos de 2007 de UNIFEM, la oficina de la ONU para la mujer: entre 113 y 200 millones de mujeres están demográficamente "desaparecidas" en todo el mundo, víctimas de abortos selectivos e infanticidios o por no haber recibido la misma cantidad de comida y atención médica que sus hermanos varones. Capítulo aparte merece la consideración de la ablación o mutilación genital femenina, "que ya se practicaba en el Antiguo Egipto y no es monopolio de países musulmanes, pues también se hace en otros cristianos", detalla Valcárcel. En datos, según UNIFEM, más de dos millones de niñas son mutiladas genitalmente cada año. En la mayoría de los casos, quien ordena blandir el cuchillo lo hace convencido de que cumple con un precepto religioso.
El eje de la discriminación religiosa hacia las mujeres pasa consuetudinariamente por la vagina. "Tiene mucho que ver con el control individual y sexual de la mujer", dice Valcárcel. Igual que muchas tribus primitivas, en que la transmisión del parentesco se hacía por vía matrilineal, en determinadas religiones son también las mujeres quienes transmiten la pertenencia a ellas, de ahí que el control sobre su actividad sexual -y sobre los frutos de ésta-, resulte tan perentorio, además de sacralizado.
En las corrientes más conservadoras y rigoristas del Islam, la mujer es vista como fuente de desorden. De perdición. Otra vez el Islam. Hablábamos del pañuelo, y ahora del miedo atávico al poder natural -o sobrenatural, según quien mire- del cuerpo femenino, algo que no es exclusivo de este monoteísmo. Pero el Islam no debe ser colocado en el punto de mira como religión más discriminatoria, sostiene la intelectual tunecina Latifa Lakhdar. "Esa idea revela una cierta ignorancia".
La religión musulmana, que representa el monoteísmo más reciente, se sitúa en continuidad con los otros dos monoteísmos que lo han precedido. El judaísmo rabínico y el cristianismo de San Pablo no son más igualitarios respecto de las mujeres. "Lo que marca la diferencia no es algo intrínseco a la esencia de la religión en cuestión, sino más bien el proceso sociopolítico propio en que se inserta", cuenta Lakhdar, formada en La Sorbona.
Esta feminista establece el fiel de la controvertida balanza en lo que denomina "equilibrio de fuerzas". "Las mujeres, tras el establecimiento y la consagración histórica del sistema patriarcal, son las grandes vencidas de la historia y, por tanto, de la religión, porque los hombres han acaparado el fenómeno religioso y lo han instrumentalizado según el principio de preeminencia que les ha concedido la historia para someter a las mujeres", apunta Lakhdar. Y de ese desequilibrio de fuerzas, recuerda, ni siquiera se libran "las sociedades occidentales democráticas y liberales", donde persisten "bolsas de resistencia a la emancipación femenina". ¿Un caso concreto? "La polémica por el derecho al aborto".
Si en lo relativo a la formación intelectual y la acción moral las mujeres -las occidentales, al menos- están, en teoría, homologadas a los varones, ¿a qué obedece el desfase, o retraso, a la hora de desempeñar un papel activo en sus Iglesias? "Activo quiere decir oficial", recuerda la historiadora de las religiones canadiense Morny Joy, de la Universidad de Calgary; es decir, un papel reconocido por la comunidad y en especial por sus líderes (como, por ejemplo, la posibilidad de que sean ordenadas ministras y hasta obispas en algunas Iglesias anglicanas). "Pues supongo que, igual que hay tan pocas mujeres sentadas en consejos de administración de empresas, por el mismo motivo no las hay en las Iglesias: por temor a la pérdida o reparto de poder, un poder establecido", señala Maria Dolors Figueras, del Colectivo Mujeres en la Iglesia, que aboga por la paridad de sexos en la Iglesia Católica. "Si el obispo
Casaldáliga ha pedido públicamente la plena igualdad de hombres y mujeres en la Iglesia, y el cardenal Carlo Maria Martini está también a favor, somos cada vez más las mujeres que demandamos lo mismo desde dentro, porque la Iglesia somos todos, no sólo el clero o la curia. De hecho, en América Latina y África, muchas mujeres participan activamente en sus comunidades. La iglesia de base somos todos, y ya se sabe que para mover una pirámide hay que hacerlo por la base", dice. Todas las expertas consultadas establecen un paralelismo entre la equiparación de hombres y mujeres en la sociedad civil y el secular retraso con que avanza la religión. "Han tenido que pasar siglos", recuerda Figueras, "pero en la sociedad civil está casi conseguido el marco legal de la paridad, sobre el papel al menos. En la iglesia sucederá lo mismo, pero con mucho retraso". Amelia Valcárcel considera que en las sociedades poscristianas, en las que se ha producido el divorcio entre Iglesia y Estado, hay al menos un lugar para el debate, en referencia, entre otros asuntos, a las recientes manifestaciones sobre la ley del aborto. "Porque en otros países no se puede ser ni siquiera ateo, ni apostatar, ni convertirse a otra religión. Y hay un grupo de naciones donde nacer mujer es una desgracia".
Lapidaciones, castigos a base de latigazos o amputaciones, repudios, divorcios unilaterales emprendidos por el varón -a veces con un mensaje de móvil a la esposa-, pérdida por parte de la mujer de la tutela de los hijos mayores de siete años en caso de separación o repudio. Códigos de familia sacados de la peor interpretación posible del Corán; testimonios orales en un juicio que valen la mitad que el de un hombre, o herencias reducidas a la mitad si la que la recibe es mujer. La variedad de discriminaciones y marginaciones para con las mujeres es infinita, pero como subraya Amelia Valcárcel, "estas cosas tan brutales suelen ser siempre de trazo grueso".
Otros aspectos más sutiles enmarcan el modelo tradicional de mujer en lo que se conoce como "las tres K" (en alemán, Kinder, Küche, Kirche: niños, cocina e iglesia); es decir, un ser vicario, volcado en la atención y la asistencia y privado de acción. En estos términos se manifestaba ante la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, en 2005, la eurodiputada suiza Rosmarie Zapfl-Helbling, del Grupo Popular Europeo, para denunciar la variedad de discriminaciones que las creyentes encuentran en el Viejo Continente. "Los monoteísmos dominantes en Europa, con la excepción, quizá, de los luteranos, no apoyan verdaderamente la igualdad de géneros. Al igual que hombres y mujeres pueden ser iguales ante Dios, representan roles muy diferentes en la Tierra", recalca la eurodiputada, quien lamenta la exclusión de las mujeres a la hora de "tomar decisiones y asumir responsabilidades" en las Iglesias, en especial en la católica y las ortodoxas.
El papel de la mujer en las Iglesias actuales varía, pues, entre la reivindicación de la paridad y la violación de sus derechos en nombre de la religión. Zapfl-Helbling recordó en su alocución que la porosidad de los límites entre Estado e Iglesias permite, a veces, que también los no creyentes sufran el impacto de políticas restrictivas, inspiradas en códigos religiosos, y cita como ejemplos las legislaciones de países como Malta e Irlanda, eminentemente católicos, o el referéndum sobre la ley de fertilidad asistida en Italia, en 2005. Sin necesidad de ir tan lejos, ni de traer a colación el caso del bebé nacido recientemente en Sevilla para curar a su hermano mayor, sí pueden citarse las restricciones a la salud sexual y reproductiva de las mujeres según el país, y la religión, a los que pertenezcan.
Así las cosas, y dando por sentado que las religiones "no ayudan a la emancipación, porque son una fuerza social muy inerte y conservadora", subraya Amelia Valcárcel, ¿es o no una solución el sacerdocio femenino? Es más, ¿es la única meta? "Lo es para las personas religiosas feministas", cree Valcárcel. "Para aquella mujer que lo desee, la meta puede ser ordenarse, aunque a mí la pirámide no me convence. Si la posibilidad de ordenarse significa que no hay discriminación, adelante", dice Maria Dolors Figueras. La teóloga Margarita Pintos, que se inscribe en un cristianismo sin adscripción, "aunque procedente de la tradición católica", sostiene que la ordenación "no es la única meta, pero sí una muy importante para hacer de la Iglesia un espacio en el que la discriminación por razón de género y de sexo quede superada. Además, las mujeres somos mayoritariamente las transmisoras de la fe a través de los hijos, y también como catequistas. Por eso creo muy importante una buena formación teológica de las mujeres, para no ser correas de transmisión del sistema patriarcal que inunda las religiones".
Cuando, en 1979, la hermana Theresa Kane interpeló al papa Juan Pablo II, de visita en EE UU, sobre los méritos de las mujeres y su capacidad para ser ministras de Cristo, el pontífice replicó que la figura ideal para las mujeres en el seno de la Iglesia católica era la virgen María. Fue una manera de zanjar un debate que, al contrario que en el anglicanismo, apenas si ha alzado el vuelo. Puede no hacerlo nunca, o hacerlo a regañadientes, como política de hechos consumados, si el descenso de vocaciones crece, y otras cuestiones candentes como el celibato forzoso, vacían de seminaristas las aulas. "Podemos llegar a eso por necesidad, como podemos llegar también a tener sacerdotes casados. En el momento en que no los haya célibes, les permitirán casarse. La iglesia obedece a hechos consumados. Pero a mí no me gustaría que eso se produjese por necesidad o falta de vocaciones, sino por convencimiento", sostiene Figueras.
En el horizonte, pues, aparece un abanico de reformas necesarias para equiparar en derechos y obligaciones a hombres y mujeres no sólo en la calle o la familia, sino también en el interior de iglesias, mezquitas o sinagogas. Aunque Valcárcel subraya la resistencia al cambio, la socióloga Latifa Lakhdar cree "un sueño, pero no una utopía" la aplicación de las reformas políticas que permitan evolucionar "hacia regímenes democráticos, transparentes y respetuosos con la soberanía ciudadana de sus pueblos y que puedan permitir la emergencia de sociedades con fundamentos propios, no simplemente reproductoras de la alienación religiosa".
Casi nada. Un presente de trampas y un futuro proceloso. Pero abierto a los matices y, tal vez, a las verdades relativas. Las renombradas teólogas salidas del Concilio Vaticano II -la alemana Utta Ranke, la brasileña Ivonne Gebara, etcétera- trabajan en silencio. "En esto no todo es blanco o negro, ni sí ni no. No se trata de conseguir dos teologías, sino de dotar a la existente de una mirada femenina", señala Figueras. Como en otros ámbitos de la vida moderna, el reparto de papeles se impone también, tímidamente, en el mundo de lo sagrado.
Las confesiones más igualitarias
En mayo de 2006 medio centenar de mujeres fueron nombradas en Marruecos murchidats, o conductoras de la oración. Algunas corrientes modernas del judaísmo permiten la existencia de mujeres rabinos. La primera fue, en 1972, Sally Priesand. Las mujeres también pueden ser cantoras, así como presidentas de congregación.
La reverenda Li Tim-Oi fue la primera mujer ordenada sacerdote en la Comunión Anglicana. La consagración tuvo lugar en Hong Kong en 1944.
Actualmente hay ministras en la Comunión Anglicana; en algunas Iglesias anglicanas como la de Canadá y la episcopaliana de EE UU hay también obispas (esta última eligió a 15 mujeres como obispas en abril de 2008). En julio de 2008, la Iglesia de Inglaterra -cuya cabeza es la reina Isabel II de Inglaterra- acordó permitir la consagración de obispas.
Los cuáqueros fueron los primeros que repararon en la capacidad femenina para formar parte y dirigir la congregación. Ya en 1666, la cuáquera Margaret Fell se pronunció a favor de la ordenación y del papel de liderazgo femeninos de sus comunidades.
En torno a 1890, un colectivo femenino reformista redactó la Biblia de las mujeres, con una interpretación contemporánea.
Las confesiones más igualitarias son de implantación reciente; carecen de la estructura vertical y fuertemente jerarquizada de otras confesiones. Se trata de los bahai's y los brahma kumaris. Los primeros consideran que "la religión puede y debe servir como un agente de promoción femenina". La comunidad de los brahma kumaris fue fundada en 1937 y echó a andar con un comité de dirección integrado por ocho mujeres jóvenes. Hoy sigue siendo liderada por mujeres.

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