22 sept 2013

La Montaña guerrerense, devastada y sin ayuda


 La Montaña guerrerense, devastada y sin ayuda/EZEQUIEL FLORES CONTRERAS Y GLORIA LETICIA DÍAZ
Revista Proceso No 1925, 21 de septiembre de 2013
El 60% del territorio de Guerrero se encuentra devastado a causa de la tormenta tropical Manuel y, ante el pasmo de las autoridades de todos los niveles, organizaciones sociales, activistas y hasta el arzobispado de Acapulco ofrecen sus buenos oficios para atender a los damnificados. Una de las regiones más castigadas es el campo, en especial La Montaña, donde la destrucción se generaliza y todo escasea: comida, agua, medicinas, combustible…
 CHILPANCINGO, GRO.- En la región indígena de la Montaña, el paso de Manuel provocó al menos 15 muertes, varios desaparecidos y el aislamiento de numerosas comunidades a raíz de los derrumbes carreteros y los desgajamientos de cerros.

 De acuerdo con un informe preliminar del Centro de Derechos Humanos de la Montaña-Tlachinollan (CDHM-T), cuya copia obtuvo Proceso, la devastación en la zona “es generalizada y tendrá consecuencias en el mediano plazo”.
 Los investigadores del CDHM-T recogieron los testimonios de algunos desplazados que llegaron a Tlapa huyendo de la destrucción. Lo mismo hicieron los activistas de ese organismo en la comunidad de Tlacotepec, municipio de Tlacoapa, donde recibieron a damnificados de la cabecera municipal que huyeron del desbordamiento de ríos y el desgajamiento de un cerro.
 En sus propios recorridos observaron que “los ayuntamientos están rebasados y no hay respuesta del gobierno estatal”. Por ello convocan a las autoridades comunitarias a “empezar el recuento de daños y emplazar directamente al gobierno federal”.
 Severa Zacarías Bello, de 60 años, una de las afectadas por el desbordamiento del río en Tlacoapa, contó que se salió de su casa antes de ser tragada por la corriente:
 “Venía el agua muy recio, parecía como un remolino. Alcancé a ver que la casa de una vecina se empezó a arrancar. Era una cosa muy espantosa. Sé que todo lo perdí: no tengo nada. Perdí la casa, mis cosas, mi maíz, mis animales; tenía gallinas.”
 En los 35 años que vivió al borde del río Barranca Nopalera, relató, nunca había visto nada parecido. Logró salir con su hija y sus dos nietos y llegó caminando a Tlacotepec.­
 Con base en la información recabada en nueve municipios, el reporte señala que al menos en 35 comunidades se registraron daños estructurales en las viviendas; 16 pueblos quedaron incomunicados y se reportaban desaparecidos en los municipios de Tlacoapa, Cochoapa y Metlatónoc.
 Debido al desgajamiento de nueve cerros, siete derrumbes que bloquearon los caminos y el desbordamiento de tres ríos, indica el documento, había 205 familias desamparadas en Atlamajalcingo del Monte, Tlacoapa y Malinaltepec. Y resume: “En las comunidades incomunicadas empieza a escasear la comida, el agua, las medicinas y el combustible”.
 El desabasto también afecta a Tlapa de Comonfort, centro comercial de la región, por los daños en las carreteras que comunican al municipio con Puebla y Chilpancingo.
Daños incuantificables
En un recorrido por la zona, Proceso constató que más de mil 200 indígenas abandonaron seis comunidades en el municipio de Malinaltepec e instalaron campamentos sobre la carretera Tlapa-Marquelia, pese al riesgo de que continúen los deslaves e inundaciones.
Asimismo, 104 personas del mismo municipio, en su mayoría niños, mujeres y ancianos, se encuentran refugiados desde el lunes 16 en un albergue provisional instalado en el inmueble conocido como La Casa Católica, en la ciudad de Tlapa de Comonfort.
Pobladores de Malinaltepec entrevistados en ese albergue aseguran que la mayoría de sus vecinos decidieron permanecer en la carretera para “estar al pendiente de sus viviendas”.
En dicha localidad, según los reportes murieron 19 personas; las otras seis en el municipio de Acatepec. Hasta el viernes 20 las cabeceras municipales del mismo lugar, de Acatepec y de Tlacoapa seguían incomunicadas a causa de las lluvias que destrozaron los caminos y dificultan el envío de víveres y ayuda.
Lo mismo sucede en la carretera federal Chilpancingo-Tlapa, que conecta la región Centro con la Montaña, donde los hundimientos son notorios. Decenas de cuadrillas laboran en varios puntos para rehabilitar el camino con maquinaria pesada y a golpe de pico y pala para reactivar la circulación.
En Chilpancingo, el desfogue de la presa del Cerrito Rico –ubicada al norponiente de la capital guerrerense y que se abastece del escurrimiento de la sierra– provocó el desbordamiento del río Huacapa.
El río fue encauzado mediante una obra de concreto que se extiende sobre ocho kilómetros de norte a sur de la ciudad y que “no está preparada para golpes de ariete hidráulico en las curvas y tampoco tiene disipadores de energía”, indican reportes oficiales consultados por Proceso.
El caudal del Huacapa, nutrido también por una veintena de arroyos que cruzan de oriente a poniente la ciudad, borró colonias enteras, afectó vías de comunicación y arrastró casas y autos.
Los afectados reprocharon la tardía reacción­ gubernamental y el hecho de que las autoridades no hayan alertado a tiempo a la sociedad para que tomara sus precauciones y se evitara la tragedia.
Durante cuatro días los servicios de telecomunicaciones de la empresa Telmex, así como el suministro de energía eléctrica, dejaron de funcionar. Hoy es imposible saber qué pasa en las regiones Centro, Montaña, Tierra Caliente y la Sierra, como consecuencia de la incomunicación.
En la parte serrana de Chilpancingo, los habitantes de poblados como Azinyahualco y San Vicente, que desde el principio quedaron atrapados entre la corriente de los ríos, se cansaron de esperar la ayuda gubernamental.
Después de que el Ejército y el alcalde de Chilpancingo, el priista Mario Moreno Arcos, negaron la ayuda a los familiares de las víctimas que el viernes 20 pidieron auxilio en esta capital, más de 500 personas, sobre todo mujeres y niños de los dos poblados, abandonaron sus tierras.
En Tixtla, lugar ubicado a 20 minutos de la capital, una tercera parte de la cabecera municipal quedó bajo el agua a raíz del desbordamiento de la laguna conocida como “Espejo de los dioses”.
Ante la falta de apoyo oficial, pobladores, normalistas de Ayotzinapa y guardias comunitarios hacen de todo por sobrevivir a la tragedia provocada por la tormenta tropical Manuel.
Solidaridad civil
En Tixtla, el Ejército se limita a instalar y atender tres albergues en el centro de la población, mientras las autoridades locales permanecen escondidas y nadie atiende la zona anegada, donde el agua subió hasta dos metros en los puntos más cercanos a la laguna.
En la región de la Montaña, donde decenas de poblaciones siguen incomunicadas y la ayuda tampoco había llegado hasta el viernes 20, las autoridades municipales reportaron la muerte de 25 personas y la desaparición de 12 más en tres municipios: Malinaltepec, Acatepec y Tlacoapa.
Además, siete de los 18 municipios que conforman la región –poblada mayoritariamente por indígenas– fueron considerados como zonas de desastre. Y en la región de Tierra Caliente, el delta del río Balsas dejó incomunicados a decenas de pueblos; lo mismo sucede en la Sierra, en la Costa Grande y la Costa Chica.
El 60% del territorio guerrerense se encuentra devastado, por lo que se declaró el estado de emergencia. Los damnificados reprochan la ausencia de brigadistas de Protección Civil, del Ejército y la Marina en las labores de rescate y retiro de escombros para liberar y rehabilitar vías de comunicación.
Solidaria, la sociedad guerrerense se volcó a ayudar a los damnificados; instaló albergues y centros de acopio y traslado de víveres hacia las zonas incomunicadas.­
El jueves 19, el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias Merlos, dirigió una carta al gobernador Aguirre Rivero en la que le informó que la estructura de la Iglesia católica del puerto está en disposición de ayudar a pobladores de las regiones de la Costa Grande y Costa Chica, donde existen al menos 13 parroquias.
El prelado solicitó apoyo vía aérea para atender a los damnificados de esta zona porque, dijo, hay lugares donde el acceso terrestre es imposible.
“La naturaleza simplemente nos está reclamando las fallas en la cultura de sustentabilidad”, advierte el investigador Roberto Arroyo Matus, académico de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), y sentencia: “La lección que nos deja este episodio trágico para la entidad es que no debemos olvidar nuestra vulnerabilidad ante los embates de la naturaleza ni la importancia de que se mejore la cultura ecológica y de prevención de desastres de todos”.

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