La sociedad, contra la
mafia/Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño. Es consultor para la resolución de conflictos internacionales.
El País 3 de septiembre de 2015…
Impresionantes mansiones en
la selva, indígenas con cadenas de oro y diamantes, bodas espectaculares
amenizadas por famosos grupos musicales mexicanos; terratenientes que fueron
forzados a vender sus haciendas a sus enriquecidos caporales; campesinos
defendiendo cultivos de amapola; tesoros arqueológicos atrapados en zonas
dominadas por criminales, ejércitos privados que juntos superan al poder del
Estado, cientos de aeropistas clandestinas y la segunda mayor flota de aviones
privados de Latinoamérica: son solo algunas de las muchas historias de la
transformación provocada por el crimen organizado en Guatemala en menos de 20
años.
El Gobierno guatemalteco
acaba de ser prácticamente derrumbado por un movimiento cívico que tomó las
calles para asegurar se cumplieran las resoluciones del Ministerio Público y la
Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Este momento
puede definirse como una batalla entre poderes mafiosos y la sociedad civil
guatemalteca.
En un escenario como este la pregunta más importante es si lo que
está ocurriendo son las señales del desenlace de un conflicto o, por el
contrario, son solo el anuncio de una crisis mayor.
En Guatemala en medio siglo
han desaparecido 59 partidos, entre ellos la Democracia Cristiana, el Partido
Revolucionario y el Movimiento Nacional de Liberación, que surgieron en los
años cincuenta. El fin de estas fuerzas dio paso a una fragmentación crónica
del sistema. Hay ahora 28 partidos, la mayoría coaliciones temporales alrededor
de un caudillo. En los últimos 30 años ningún partido ha gobernado dos veces y
siempre hay tantos partidos nuevos como candidatos aparecen. La fragmentación
ocurrió por abandono y autodestrucción. No ha habido una polarización política
ideológica que derivara en competencia y fiscalización mutua.
Guatemala es el país de más
baja recaudación fiscal de Latinoamérica y posee un empresariado que se ha
resistido ferozmente a cualquier reforma tributaria, lo cual ha generado un
Estado estructuralmente débil. Esto y la inexistencia de un sistema político de
competencia ha favorecido el crecimiento exponencial de la corrupción y del
crimen. Conforme a una investigación de la CICIG, las campañas se han
financiado con un 50% de apoyo de los empresarios, un 25% de contratistas
corruptos que aspiran a lograr obras del Gobierno y un 25% de caudillos locales
que pertenecen al crimen organizado: los poderes económicos formales y los
poderes corrupto-criminales se dividen el país en partes iguales.
Al inicio de su Gobierno el
presidente Pérez Molina propuso la legalización de la producción, el comercio y
el consumo de las drogas, dejando de lado la mano dura contra el crimen que
ofreció en campaña. Es difícil creer que el general cambió tras una reflexión
intelectual. A diferencia de lo que hizo Uruguay con la marihuana en un
contexto de Estado y ciudadanía fuertes, la posición de Pérez respondió a un
acomodo pragmático ante el poder económico, político y territorial que el
crimen organizado tiene en su país. La propuesta de legalizar fue para
establecer el dejar hacer, dejar pasar.
Una posición pragmática
frente al crimen lleva inevitablemente a una severa trastocación de los valores
que hacen posible un Estado de derecho. Si se es pragmático con los criminales,
al final será lo mismo con respecto a la corrupción propia. La conducta mafiosa
del presidente y sus allegados parte de creencias como “así es en todas
partes”. Cuando no se combaten las conductas criminales hacia abajo, terminan
progresando hacia arriba. Por ello hay ahora una Guatemala mafiosa que abarca
al crimen organizado, al sector corrupto de la clase política y a parte del
empresariado.
La situación que ahora vive
Guatemala puede compararse con la de Colombia cuando el narcotráfico penetró o
cooptó instituciones del Estado, compró a gran parte de la clase política y
llegó a tener tantos recursos como los grandes capitales del país. Cuando las
élites reaccionaron, las redes criminales y de corrupción habían crecido tanto
que la lucha por desalojarlas derivó en una sangrienta confrontación armada.
Toda actividad económica genera nuevas clases sociales: una economía corrupta y
criminal genera desde nuevos ricos hasta proletarios. Guatemala vive un momento
similar de ruptura con las estructuras sociales, económicas y políticas
mafiosas que crecieron al no combatirlas. Es difícil saber si lo que viene será
violento o pacífico; lo que está claro es que apenas comienza y que no será
fácil.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario