8 ago 2009

Sonia Sotomayor

El Senado de EE UU confirmó esta semana a Sonia Sotomayor como la primera juez hispana en el Tribunal Supremo de EE UU.
Se trata de la tercera mujer en ocupar un escaño en la máxima instancia judicial de EE UU.
La nueva juezz de la Corte Suprema disipó las dudas sobre su confirmación al salir indemne en su comparecencia ante el Comité de Asuntos Judiciales del Senado el mes pasado, en donde se retractó de haber dicho en un discurso en 2001 que una mujer "latina e inteligente" llegaría a "mejores conclusiones" que un hombre blanco.
El presidente Barack Obama compareció ante los medios minutos después del voto del Senado y alabó que "los principios que hacen única a América, la justicia, la igualdad y la oportunidad, hayan hecho posible que la juez Sotomayor haya recorrido este camino". "Hoy hemos roto otra barrera y estamos un paso más cerca de ser una Unión más perfecta", dijo Obama.
La juez contó finalmente con el apoyo de casi dos tercios de la cámara, 68 votos contra 31, con la única ausencia del demócrata Edward Kennedy, que está siendo tratado por un tumor cerebral.
Nueve republicanos le dieron su apoyo a la doctora en Derecho por la Universidad de Yale, jueza en activo desde 1992-, y un la mayoría de los republicanos, entre ellos John McCain, se opuso a su confirmación por considerar que muchos de sus veredictos la convierten en una activista a favor de las minorías.
La más polémica fue una sentencia de 2008, emitida junto a otros dos jueces, en la que Sotomayor dio la razón al Ayuntamiento de New Haven, en Connecticut, por declarar inválido un examen para el cuerpo de bomberos local en el que no había logrado plaza ningún afroamericano. Entonces, Sotomayor expresó su convicción de que el gobierno local debía velar por la presencia de las minorías raciales en el sector público. Este mismo año, la Corte de la que ya forma parte invalidó aquella sentencia.
Otro punto de fricción con los conservadores fue la opinión que la jurisprudencia de Sotomayor refleja sobre el derecho a portar armas, amparado por la segunda enmienda a la Constitución. Este mismo año, Sotomayor formó parte de un comité judicial que emitió la opinión de que la enmienda sólo atañe a las acciones de la Administración federal, y que cada Estado tiene la potestad de regular independientemente sobre la tenencia de armas de fuego.
Por lo que l Asociación Nacional del Rifle se opuso a su confirmación.
"Aún se niega a reafirmar lo que dice claramente la segunda enmienda, como un derecho fundamental para todos los americanos", dijo de ella el senador republicano Jim Demint, que votó en contra de confirmarla. "Y en el asunto del aborto, habla del derecho constitucional de una mujer a acabar con un niño, algo que no está escrito en nuestra Constitución". El también republicano Orrin Hatch dijo sentir el tener que votar que no. "Pero creo que estoy haciendo lo que es justo y honroso", añadió.
Pero, la jueza no necesitó sus votos, ya que en total, nueve republicanos habían anunciado que le iban a dar su apoyo, entre ellos los más moderados de la bancada, como Olympia Snowe, de Maine, y el único latino republicano en la cámara, el senador de origen cubano Mel Martinez, de Florida. "No comparto la opinión de la juez Sotomayor en muchos asuntos", dijo Martinez, "pero son probablemente menos asuntos de los que me separarán de otros jueces que conoceré en el futuro".
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El enigma Sotomayor/Rafael Navarro-Valls, catedrático de la Universidad Complutense y autor del libro Del poder y de la gloria sobre la historia presidencial en EEUU
Publicado en EL MUNDO, 08/08/09;
“A menos que suceda un desastre, usted será confirmada”. La profecía del senador republicano Lindsey Graham al principio de las audiencias se ha cumplido. Con una holgada mayoría, Sonia Sotomayor fue confirmada por el Senado el pasado jueves como nueva magistrada del Tribunal Supremo de EEUU.
El debate ha sido bastante pacífico. Nada que ver con los ataques demócratas a los jueces Robert Bork (propuesto por Reagan) o Clarence Thomas (propuesto por Bush padre). El primero fue políticamente crucificado, de modo que las tácticas utilizadas contra él fueron tan violentas (no fue confirmado por el Senado) que en la terminología jurídica acabó acuñándose el verbo «to bork» (recogido por el diccionario inglés de Oxford) para definir «el ataque brutal y sistemático contra un candidato a un cargo público para impedir su elección». Aunque el candidato conservador afroamericano Douglas acabó siendo confirmado por el Senado, confesó que el tratamiento de choque que le aplicaron los senadores demócratas fue «la versión moderna del linchamiento de los negros en la época de discriminación racial».
Desde luego Sotomayor ha sido sometida a un exhaustivo interrogatorio. En especial por la acusación de un supuesto «racismo al revés», basado en dos datos. El primero, al comentar en un discurso que «la mujer latina sabia» está más cualificada para juzgar con sentido común que un «hombre blanco». El segundo, al recibir desde el TS -del que ahora es magistrada- un fuerte varapalo al rechazar éste la sentencia Ricci vs. De Stefano -que ella contribuyó a redactar- y en la que se anulaba el nombramiento de una serie de bomberos blancos por no haber seleccionado el Ayuntamiento de New Haven también a alguno de los candidatos afroamericanos. El TS falló que: «La voluntad de evitar una discriminación no intencionada [contra negros] no puede justificar la discriminación claramente intencionada [contra blancos]». La respuesta de Sotomayor a esta acusación no parece haber satisfecho a los senadores republicanos, que en su mayoría votaron contra ella.
¿Qué supone este nombramiento? Ante todo, algo así como el milagro Obama, segunda parte. El sueño americano no se encarnaría ahora en un afroamericano de origen keniano y raíces islámicas, sino en una latina del Bronx que, desde una humilde familia portorriqueña, llega a la cúspide del poder judicial. Si además se piensa que, de los 111 jueces que ha tenido el TS, 107 han sido hombres de raza blanca y sólo dos han sido mujeres, ya se entiende que el nombramiento de una tercera acrecienta la importancia de la juez Sotomayor. El sueño se devalúa algo cuando se constata que el primer magistrado latino del TS no ha sido Sotomayor (como se está afirmando), sino Benjamín Cardozo, judío sefardí, de origen portugués-hispano. En todo caso, la minoría hispana estadounidense se revalúa notablemente con este nombramiento, al igual que la minoría afroamericana se potenció con Obama.
Otro dato de interés es que, con su nombramiento, se produce el hecho insólito de que seis de los nueve magistrados del TS son católicos, lo cual arroja al agujero negro el tradicional «prejuicio anticatólico» americano. Esta antigua versión del «malvado papista» se atenuó con la elección de Kennedy, se diluyó por el alto porcentaje de precandidatos católicos (seis) en las elecciones presidenciales del 2008, y prácticamente ha dejado de existir dado el alto número de católicos congresistas, políticos y, ahora, jueces del TS. Esta la ideología tendrá su influencia en los futuros votos en la Corte.
Sotomayor ha sido bastante enigmática en temas que hoy dividen a la sociedad americana. Analizando sus declaraciones en la audiencia del Comité Judicial del Senado uno queda perplejo por la abundancia de respuestas ambiguas, sin comentarios directos que expliquen claramente su ideario y su filosofía social. En los temas polémicos -aborto, pena de muerte, derecho a las armas, relaciones poder estatal y poder federal- la candidata se atrincheraba en el drew the line, es decir, trazando una línea y distanciándose del asunto: «Debo permanecer al margen de casos particulares que pueden llegar luego al TS».
Ha sido un juego de estrategias, en el que a la astucia de los senadores al insistir en asuntos en los que se ponía a prueba la coherencia o las contradicciones de la nueva magistrada, ha correspondido Sotomayor amparándose en el valor de los precedentes judiciales y eludiendo el peligro de intentar vender su ideología o demostrar que no la tiene. Así pues, el enigma que durante años representó el dimisionario magistrado (David Souter) se prolongará con Sotomayor.
¿Cuál será, por ejemplo, la postura de la nueva magistrada (55 años, divorciada, sin hijos) en materia de aborto? Para poder hacer una previsión de futuro conviene pulsar la evolución de la sociedad americana respecto a dos problemas: igualdad racial e interrupción voluntaria del embarazo. Así como hay precedentes que han unido a los estadounidentes firmemente en torno al ideal de la igualdad racial, el consenso entre el pueblo norteamericano en relación a sentencias más tolerantes con el aborto se está resquebrajando. Una encuesta demuestra que sólo el 18% de los americanos está a favor de la legalización del aborto «en todos los casos»; el 28% afirma que debería ser «ilegal en la mayoría de los casos», y el 16% entiende que debería ser ilegal en todos los casos. Es decir, el 72% de los norteamericanos se oponen al aborto sin restricción y sólo el 18% está a favor. Algo parecido ha concluido Gallup en su última encuesta. Al analizar estos datos se puede observar que los norteamericanos, por un margen de más de tres a uno, desean leyes más duras en esta materia. Éstas, normalmente provendrán de los propios estados y algunas de ellas llegarán por recurso hasta el TS. ¿Qué hará Sotomayor?
Partiendo del principio jurídico de que los precedentes en el derecho americano son importantes, pero «no están esculpidos en la piedra», puede que se alinee con los cinco magistrados del TS que desean devolver a los estados la competencia sobre el aborto o cabe que se aferre a los precedentes, manteniendo la actual regulación permisiva. Si hace lo primero, apostará por el endurecimiento; si es lo segundo, no será acusada de «políticamente incorrecta».
Hace años, al comentar el nombramiento del actual presidente Roberts, me referí al TS como un «pequeño organismo con un inmenso poder» y al analizar las contiendas jurídicas que se producen en su interior comparaba a los nueve jueces con «nueve escorpiones en una botella». La ventaja de Sotomayor sobre los anteriores nominados es su experiencia. Pocas veces llega a la Corte Suprema alguien con 17 años sobre el estrado. Una carrera impulsada por un republicano -Bush padre, que la nombró juez de distrito en Manhattan, convirtiéndose, un año después, en la primera juez federal hispana en Nueva York- ha culminado con este nombramiento de Obama. ¿Confirmará los temores republicanos o defraudará las expectativas demócratas?
Seamos cautos, pues es difícil prever lo que ocurre en la psique de un juez del Supremo. El juez Frankfurter, que tuvo la oposición de los sectores conservadores del Senado por sus tendencias izquierdistas, acabó convirtiéndose en el líder conservador del TS. Al contrario, Black, con fama de ultra (fue del Ku Klux Klan), se puso a la cabeza de los liberales.

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