11 may 2014

Acerca de Crónica de una justicia y una paz incumplidas


 Acerca de Crónica de una justicia y una paz incumplidas
LA REDACCIÓN
Revista Proceso # 1958, 10 de mayo de 2014
De María Elizabeth Flores
Señor director:
Le solicito publicar, en ejercicio de nuestro derecho a réplica, la siguiente carta, en relación con lo escrito por Javier Sicilia bajo el título A tres años del MPJD / Crónica de una justicia y una paz incumplidas.
En Proceso 1952, del 30 de marzo, Sicilia muestra su postura y exhibe su desdén ante lo que no encuadró en su Movimiento por la Paz:

“10 de junio. Ciudad Juárez hierve. Pero el pacto no se cumple. Los malentendidos y cierta izquierda dura –esa, cuya ideología, hecha no de crítica sino de consignas, vela la realidad; esa que no conoce la íntima relación entre medios y fines; esa que en la apuesta por el todo o nada divide y termina en el fracaso– revientan las mesas. Los seis puntos se vuelven un galimatías de demandas absurdas. No hay manera de controlar el desastre. Al día siguiente, en El Paso, Texas, con la comunidad latina y las asociaciones estadunidenses que nos apoyan, Emilio Álvarez Icaza y yo nos desdecimos: el pacto no es ese conjunto de disparates que se firmó en Ciudad Juárez, sino, como se había pactado, los seis puntos.
 “Hay turbulencias en el MPJD y en algunas izquierdas duras…”
 Ante dichas líneas, me permito precisar algunas cosas que tenemos muy claras en la izquierda dura, como nos llama Sicilia:
 –El acuerdo con Ciudad Juárez fue que el pacto saldría de la caravana a Juárez, a partir de la discusión de una agenda acordada que se desarrollaría a través de mesas de discusión en las aulas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, no de un pacto prestablecido.
 –Las mesas estuvieron conformadas por los caravaneros y pocos asistentes de la comunidad juarense. El papel de la izquierda dura fue instalar las mesas, apoyar el nombramiento de la secretaría y recoger los resolutivos de cada una.
 –Hubo largas e interesantes discusiones en cada mesa. Los caravaneros sintieron que esta vez su voz se escucharía y sus demandas se conocerían. Se discutió sobre los problemas de la inseguridad, la militarización y también acerca del agua, la tenencia de la tierra, la educación, la contaminación de las mineras y muchas cuestiones más que un gobierno sordo y ciego no quiere atender.
 –Al final, se unieron todos y cada uno de los resolutivos de cada mesa. No se podía dejar fuera a ninguno, como tampoco evaluarse si alguna demanda debía ser incluida o no. Fuimos participantes, mediadores y facilitadores del diálogo, no censura.
 –Es erróneo que Sicilia diga: el pacto no se cumple, porque no habíamos convenido (las organizaciones y el movimiento) un pacto prestablecido. Lo correcto es decir: “El movimiento de Sicilia decidió no cumplir el pacto”.
 Las palabras de los caravaneros no se hicieron pacto. Sicilia las desechó porque para él fueron –y cito textual–: galimatías, conjuntos de disparates, demandas absurdas y un desastre. En vano fue el gran esfuerzo de muchos hombres y mujeres que emprendieron un largo camino por creer que sus demandas serían conocidas, respetadas, atendidas.
 Recorrió la nación y el extranjero la foto en que Sicilia, alzando el brazo, ondea el pacto que en el Monumento a Juárez acababa de firmar ese día de junio de 2011, junto con otros personajes solidarios, entre ellos monseñor Raúl Vera.
 Cabe preguntarnos: ¿por qué no tuvo el valor o la decencia –o ambos– de haber dicho de frente y desde ese podio que no aceptaba las exigencias de la caravana como pacto? Ahí estaban los caravaneros, listos para abordar los camiones de regreso. Ahí estábamos los juarenses. ¿Por qué lo tuvo que hacer al día siguiente, y en Estados Unidos? No lo sabemos. Lo único que constatamos fue el principio del fin de un incipiente movimiento que prometía ser ciudadano y nacional.
 El señor Sicilia lo dijo claro: Icaza y yo nos desdecimos en El Paso, Texas. Qué pena por ellos; qué lamentable para quienes recorrieron muchos kilómetros con una esperanza que resultó fallida, y qué falta de respeto para Ciudad Juárez.
 En este marco, cabe contrastar el pensamiento de Luis Villoro, un hombre que luchó y defendió realidades sociales que en un inicio le resultaban ajenas: los indígenas. Su palabra evidencia lo dicho y desdicho por Sicilia durante una malograda caravana y un desafortunado pacto, a saber:
 La filosofía –explicó Villoro– no es una profesión, es una forma de pensamiento, el pensamiento que trabajosamente, una y otra vez, intenta concebir, sin lograrlo nunca plenamente, lo otro, lo distinto, lo alejado de toda sociedad en que la razón esté sujeta. Lo otro, nunca alcanzado, buscado siempre en la perplejidad y en la duda, es veracidad frente al prejuicio, la ilusión, el engaño; es autenticidad frente a la enajenación, libertad frente a la opresión.
 Esa es la mirada, el pensamiento y el espíritu de todo luchador social que se compromete y solidariza con causas que conoce y desconoce pero que hace suyas, en un profundo respeto y reconocimiento ante lo desconocido, lo distinto, lo otro.
 No se trata de izquierdas como lo pretende Sicilia, porque no podemos ni debemos homogeneizarnos para luchar por la paz y la justicia, y contra la opresión estatal, pero sí es fundamental reconocer al otro, abrazar su causa, hablarnos de frente y siempre, siempre… respetar la palabra.
 Congruencia, poeta. (La Jornada, 16 de junio de 2011, Octavio Rodríguez.)
 El documento del pacto está disponible. Se puede solicitar a: pastoralobrera_juarez@yahoo.com.
 Atentamente
 María Elizabeth Flores
 Directora del Centro de Pastoral Obrera de Ciudad Juárez, A.C.
 **
Respuesta de Javier Sicilia
Señor director:
Concédame la oportunidad de dirigir las siguientes líneas a la autora de la misiva precedente.
Querida María Elizabeth:
Mil gracias por su carta. Usted, como lo dije en mi introducción a la crónica mencionada, tiene, en relación con el pacto incumplido de Ciudad Juárez, un punto de vista contrario al mío, y es bueno: son las ópticas de la historia, que nunca es unívoca. Se lo agradezco.
Sin embargo, yo insisto en que la izquierda dura reventó las mesas.
Hasta donde recuerdo, la coordinación de las mesas estaría representada por las organizaciones de Juárez –fue siempre un acuerdo del MPJD darle el lugar fundamental a los anfitriones–, pero, como usted lo señala bien: “Las mesas estuvieron conformadas por los caravaneros y pocos asistentes de la comunidad juarense. El papel de la izquierda dura fue instalar las mesas, apoyar el nombramiento de la secretaría y recoger los resolutivos de cada una”. Ese, precisamente, fue el papel de la izquierda dura: no orientar, no mantener en la línea de los seis puntos la discusión y los resolutivos, y dejar demandas locas y absurdas, en relación con esos seis puntos, como el contenido del pacto.
Los caravaneros eran un grupo heterogéneo. Muchos de ellos jamás habían marchado ni participado en mítines, mesas de trabajo ni resolutivos. Eran ciudadanos indignados. Entre ellos venía también esa izquierda dura que terminó por imponer sus criterios.
El problema de las izquierdas duras es que en su asambleísmo y en sus ganas de demandar todo, pierden de vista objetivos fundamentales. El todo o el nada, de las izquierdas duras, es la política de los perdedores. Por eso la izquierda no triunfa, por desgracia. El mínimo encarrilamiento de algo es motivo de ruptura.
Si, como dice usted bien, no me desdije en el Parque Juárez es porque la izquierda dura, que no entiende de razones, habría reventado todo y el gobierno habría hecho pedazos al MPJD. Había que explicarlo con calma y con distancia. Fue lo que hicimos. Pese a ello, todavía no se ha entendido.
Usted cita a Luis Villoro, que al igual que acompañó al zapatismo nunca dejó de acompañar al MPJD. Pero Villoro habla de la filosofía, del papel del filósofo. Allí he sido siempre como Villoro. Pero en Juárez no se trataba de la filosofía en el sentido que habla Villoro, sino de la filosofía en la acción política. Allí hay que tomar decisiones fundamentales si se quiere ir a algún lado.
 Las demandas que contenía el pacto de los resolutivos eran un galimatías, porque, como lo señalo, ocultaban los seis puntos y hacían un pliego petitorio inmenso. No digo que esas demandas fueran equivocadas. En el orden de la filosofía y de las aspiraciones profundas de la nación las comparto todas. Pero haber llevado eso al diálogo con el gobierno era suicidarnos. La inmensidad de demandas habrían sido motivo suficiente para que –es una enseñanza de la historia– no se hubiera cumplido ninguna. Si de los seis puntos que eran el centro del pacto sólo se cumplió la Ley de Víctimas, con grandes esfuerzos y luchas, ¿se habría imaginado llegar con ese inmenso pliego? El gobierno habría diluido todo.
 Lamento profundamente, querida María Elizabeth, ese quiebre. Unidos sobre una sola dirección habríamos hecho cosas maravillosas en el orden de la justicia y de la paz. Aun así, usted y yo seguimos en la misma lucha siempre.
 La abrazo mucho.
 Paz, Fuerza y Gozo
 Javier Sicilia

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