Revista
Proceso
No. 1996, 31 de enero de 2015
Despreciaron
el plan contra desastres/SARA
PANTOJA Y JUAN CARLOS VARGAS
Hay
un plan para evitar desastres como el ocurrido en el Hospital Materno Infantil
de Cuajimalpa el 29 de enero. Con total precisión, el Programa Hospital Seguro
indica las acciones que deben emprenderse para salvaguardar la integridad de
clínicas, su operatividad y calidad. Empero, el estallido evidenció que las
autoridades del centro, las de la Ciudad de México y las federales no lo
tomaron en serio. A eso se suma la indulgencia oficial ante la empresa gasera
que surtía al sanatorio, compañía que arrastra una larga historia de accidentes
y violaciones a la ley pero que sigue siendo contratada.
Certificado
por el gobierno federal y avalado por organismos internacionales de salud, el
Programa Hospital Seguro falló desastrosamente. Además, el relajamiento en la
supervisión de las empresas gaseras por parte de la Secretaría de Energía
federal tiene en peligro constante a la red de salud pública del Distrito
Federal.
En
2006 el gobierno mexicano suscribió un compromiso con las organizaciones
Panamericana y Mundial de la Salud para instaurar en la red hospitalaria
nacional y estatal el denominado Programa Hospital Seguro “como una política
nacional de reducción de riesgos que garantice su capacidad de seguir
funcionando en situaciones de emergencia”, según el Sistema Nacional de
Protección Civil de la Secretaría de Gobernación.
Dicho
programa pretende “brindar servicios con buena calidad en la atención médica y
seguridad a los pacientes”. Enlista al Distrito Federal entre las 21 entidades federativas
“de alto riesgo” por el número y tipo de instalaciones en su territorio: 27
hospitales y 220 centros de salud.
Al
firmar ese compromiso, las autoridades se comprometieron a promoverlo en los
estados y cumplir con tres criterios fundamentales en cada unidad de salud. El
primero se llama Protección de la Vida, es decir, “ser capaz de mantenerse en
pie y resistir con daño mínimo los fenómenos destructivos de gran intensidad
que se presentan en la zona donde está ubicado”.
Protección
de la inversión es el segundo principio y consiste en que sus instalaciones y
equipos puedan tener daños mínimos pero continúen siendo operativos ante
“fenómenos destructivos de gran intensidad”. Y el tercero, Protección de la
función, implica que sean capaces de mantener o mejorar su producción de
servicios como parte de la red a la que pertenecen.
Sin
embargo, en el caso de la explosión del 29 de enero en el Hospital Materno
Infantil de Cuajimalpa, en la Ciudad de México, las evidencias –tres muertos,
72 heridos y el colapso de 75% de la estructura, según cifras del gobierno
capitalino– demuestran el incumplimiento de esos criterios.
El
anestesiólogo Agustín Herrera, trabajador desde hacía ocho años en ese
hospital, acusa que en las instalaciones “no hay ningún protocolo para evacuar
nada ni puertas de emergencia. Desde hace como cinco años estoy pugnando por
que pusieran una salida de emergencia al lado del mercado, no quisieron o no
pudieron. Es un hospital de cartón”.
Rescatistas
que participaron en las labores de auxilio cuentan a Proceso –con petición de
anonimato por respeto a los grupos a los que pertenecen– las diversas
irregularidades que observaron en el desastre y que contradicen las versiones
oficiales.
Por
ejemplo: respecto de los hidrantes para lavar el exceso de gas y hacerlo menos
volátil en caso de fugas, “alguien trató de usarlos antes de la explosión, pero
no tenían agua, no estaban en buenas condiciones”.
La
pipa de la empresa Gas Express Nieto “no estalló por completo, no perdió la
forma”, lo que abre la posibilidad de que la fuga pudo ser en las instalaciones
del hospital. El jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, aseguró que fue una
fuga en la manguera de la pipa la que ocasionó la explosión. De cualquier
forma, ni en la pipa ni en el hospital se cerraron las válvulas para evitar que
el combustible se propagara.
Además,
la cantidad de gas fugado era demasiada como para que el personal no se diera
cuenta y evacuara de inmediato a pacientes y trabajadores. Ésa es una regla
básica en cualquier programa interno de protección civil, destacan.
Más:
De haberse hecho la evacuación como aseguran las autoridades capitalinas, la
única salida era justo por donde estaba la pipa, pues tres bardas separaban al
hospital de un terreno baldío, un mercado y una barranca. En el video de la
explosión difundido en redes sociales no se observa gente en la calle, sólo una
patrulla y el camión de bomberos.
Con
más de 10 años de experiencia, los rescatistas concluyen: “El programa interno
de protección civil del hospital no era operativo o no se accionó a tiempo, y
las condiciones de seguridad no eran las mejores”.
El
testimonio de Cassandra Velázquez Rodríguez, paciente que le salvó la vida a su
hijo recién nacido y tuvo graves lesiones en el rostro por la explosión, confirma
a este semanario las versiones de los socorristas:
“Le
estaba dando de comer a mi bebé cuando empezamos a oler a gas. Pasaron varios
minutos y le dije a la enfermera que deberían sacarnos, pero ella dijo que sólo
olía poquito. Nada más nos pidió que no prendiéramos ningún cerillo ni el
interruptor de la luz. Y enseguida fue la explosión.”
Por
instinto maternal, la mujer de 26 años cubrió a su bebé con su propio cuerpo y
al voltear vio cómo una mampara y el techo se derrumbaron sobre su cara. Sola se
levantó de entre los escombros. Sin soltar a su hijo caminó descalza hasta que
un paramédico la encontró. “Dame a tu bebé, yo te lo cuido. Agárrame del brazo,
te voy a sacar de aquí”, le dijo. El viernes su bebé fue dado de alta. Hasta el
cierre de esta edición, Cassandra esperaba una cirugía maxilofacial en el
hospital general de Xoco.
El
sistema que fue
Elías
Moreno, exsecretario de Protección Civil del DF, asegura que desde la firma del
compromiso para instaurar el Programa Hospital Seguro se comenzó a trabajar en
la red sanitaria capitalina con la participación de la Secretaría de Salud
local, desde entonces dirigida por Armando Ahued.
En
entrevista detalla que se impulsó el cumplimiento de todas las medidas que
obliga dicho plan hasta lograr la certificación federal. Tal refrendo se
solicitaba anualmente e implicaba que se revisaran las instalaciones, planos de
construcción, capacidad sismo-resistente –de más de nueve grados en escala de
Richter–, garantía de agua potable y medicamentos hasta por 72 horas, así como
la operatividad de salidas de emergencia.
En
ese entonces, el plan de protección civil de la ciudad implicaba simulacros
mensuales de evacuación por sismos, pero esa práctica se dejó de hacer a partir
de la administración de Mancera.
Aplicadas
esas acciones o no, las fallas en seguridad y protección civil en la red de
salud del DF son continuas. Para muestra, el Hospital General de Ticomán, en la
delegación Gustavo A. Madero.
Una
doctora que labora ahí los fines de semana y días festivos –quien pide guardar
su identidad por temor a perder su empleo– denuncia que desde hace más de un
año no han recibido capacitación en protección civil.
“No
nos han dicho cuál es el protocolo que debe seguirse en un temblor, fuga de
gas, incendio o explosión. Y el riesgo es mucho, tan sólo los quirófanos están
justo arriba de la cocina”, detalla.
En
el tiempo que ha trabajado ahí tampoco han hecho ningún simulacro y el personal
sindicalizado “está más preocupado por sus bases, vacaciones y días económicos
que por la seguridad del hospital y sus pacientes”.
Proceso
solicitó a las secretarías de Salud y Protección Civil del DF el protocolo de
seguridad de los hospitales en la ciudad, pero hasta el 31 de enero no obtuvo
respuesta.
Líder
en denuncias
Apenas
cinco horas después de la explosión en el hospital, cuando el retiro de
escombro no había terminado, Mancera y el procurador local, Rodolfo Ríos, se
adelantaron al decir que el estallido fue por una fuga en la pipa; dijeron que
los tres operadores de la misma fueron llevados a distintos nosocomios, en
calidad de presuntos responsables.
Contundente,
el mandatario local dijo que se aplicaría “todo el peso de la ley” a ellos y a
la empresa, aunque hasta el cierre de esta edición no había terminado el
dictamen pericial.
Culpable
o no, Gas Express Nieto tiene un historial gris en cuanto a denuncias y
accidentes en los últimos años. No sólo eso, además de ser una de las compañías
líderes en venta de gas LP en el mercado mexicano, encabeza la lista de
denuncias, sanciones y negativas de revisión ante la Procuraduría Federal del
Consumidor (Profeco).
Fundada
en 1939 en Querétaro y dirigida actualmente por Sergio Nieto del Río, sumó 21
denuncias y cinco accidentes en distintos puntos del país de 2008 a la fecha, según
información del diario Milenio.
Las
circunstancias han sido distintas y van desde accidentes viales provocados por
camiones repartidores y venta de tanques en mal estado hasta descuido de
operadores de autotanques, que han dejado daños materiales, lesionados y
muertos.
El
asunto es que esta compañía, con más de mil unidades de reparto con base en 35
plantas distribuidoras, es “la empresa líder en denuncias, en negativas de
verificación y en multas y sanciones”, asegura a Proceso el director general de
Verificación de Combustibles de la Profeco, Tomás Manuel Sánchez Robles.
De
hecho, en 2014, Gas Express Nieto acumuló 28 quejas ante esta dependencia,
entre 378 inconformidades denunciadas por los compradores del combustible. Es
decir, 7.4% de las quejas fue por el mal estado de los tanques, manipulación de
las válvulas y entrega incompleta del producto.
No
sólo eso, la empresa que cubre 80% del mercado en el país cuadriplicó el monto
de las multas impuestas en un solo año. En 2013, la Profeco le impuso sanciones
económicas por 4 millones 200 mil pesos, de un total de 50 millones en toda la
industria. Sin embargo, para 2014 Gas Express Nieto sumó un total de 16
millones de pesos, cuatro veces más que en el año precedente.
Eso
no es todo, la gasera de Sergio Nieto del Río es la que más se niega a
revisiones de la autoridad, aunque ésta sólo verifica que se despachen litros
de a litro, el buen estado de los tanques y que los camiones tengan su
documentación en regla.
Sólo
el año pasado esta empresa tuvo 36 negativas de revisión de un total de 375
registradas en todo el mercado de distribución de gas. En otras palabras, 10%
de las negativas fue por parte de los camiones o de las plantas que se negaron
a la inspección de la procuraduría.
Sánchez
Robles suelta: “Cuando las empresas se niegan, la Profeco puede pedir la ayuda
de la fuerza pública como seguridad y apoyo. Yo no le puedo pedir a la policía
que rompa las cerraduras o que derribe una puerta para meterme a una planta
porque eso es allanamiento de morada. Necesito la orden de un juez, de una
autoridad competente. Necesito la fuerza pública como protección y como
resguardo, no es lo mismo una gasolinera que está al público que en las plantas
de gas LP”.
El
funcionario aclara que esa institución verifica el contenido para su
comercialización y los cilindros transportados en vehículos listos para salir.
No se mete con cuestiones de seguridad o de almacenaje, aunque si nota una
anomalía regresa e inmoviliza el tanque o la unidad repartidora. Además, se encarga
de revisar que las básculas que estén calibradas y que el pesaje de los tanques
sea correcto.
“¿Qué
hago después de las negativas? Aplico operativos especiales a esas empresas que
se están negando, monto las brigadas alrededor de la planta y espero a que
salgan los camiones. Lo curioso es que ahora se están negando los camiones. Ahí
les aplicamos la multa por 250 mil pesos por negativa y se han salido por la
puerta de atrás para evadirnos.”
El
director de Verificación de Combustibles dice que la tarea de seguridad la hace
la Secretaría de Energía (Sener), quien se encarga de destruir los tanques en
mal estado.
De
acuerdo con el Fideicomiso de Reposición de Activos para la Industria de Gas
(Firagas), donde participan la iniciativa privada y el gobierno federal, desde
su puesta en operación, en 2011, se han repuesto más de 2 millones de cilindros
y reemplazado más de mil 100 vehículos de distribución de gas LP a escala
nacional.
El
Firagas señala como principal medida de seguridad que los tanques estacionarios
deben examinarse “ultrasónicamente” a partir de los 10 años de su fabricación.
Así se determinará si es apto para continuar en servicio. Esta valoración la
debe realizar una persona certificada por la Sener.
Además,
los cilindros y tanques estacionarios deben instalarse a la intemperie y en
lugares ventilados, así como a una distancia mínima de tres metros de cualquier
objeto que pueda generar flama o chispa.
También
deben colocarse sobre piso firme y nivelado, en un lugar de fácil acceso, sin
humedad y alejado del paso de vehículos y personas. Asimismo, no deben usarse
como base para otros objetos.
Para
evitar la corrosión exterior debe estar siempre pintado y es necesario
reemplazar sus válvulas cada cinco años.
Por
lo pronto la Sener dejó claro que de resultar responsable de la explosión en el
hospital, la empresa Gas Express Nieto podría recibir multas hasta de 225 mil
veces el importe del salario mínimo, es decir, 15 millones 772 mil 500 pesos.
Esta cantidad podría duplicarse en caso de reincidencia del infractor.
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