EE UU: antes del último asalto/Walter Laqueur, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington.
Publicado en LA VANGUARDIA, 22/07/2008;
En Washington hace mucho calor y mientras la mayoría de los estadounidenses están de vacaciones (o se disponen a ellas), la larga campaña electoral ha llegado casi a un punto de estancamiento, situación que probablemente no variará antes del día del Trabajo, en la primera semana de septiembre. Entre tanto, ¿qué balance cabe extraer? Este año debería ser el año de los demócratas: los medios de comunicación apoyan a Obama y le dan más cancha que a su rival. La Administración Bush acaba en medio de un amplio descontento. Aunque la situación en Iraq ha mejorado, no es el caso de la economía. El precio de la gasolina sigue siendo muy alto y como de costumbre se responsabiliza de la situación al gobierno vigente. Barack Obama ha llevado adelante una campaña inteligente y enérgica. Sólo en el mes de junio recibió más de 50 millones de dólares de sus admiradores, alrededor del doble de su rival republicano. Es el mejor orador y sus audiencias lo reciben en todas partes con entusiasmo.
Pero, para sorpresa de la mayoría de los expertos y encuestadores, el candidato demócrata apenas supera de momento a McCain. De hecho, su ventaja, que era considerable hace un par de meses, ha menguado. Ahora es muy pequeña, casi insignificante.
¿Cuál podría ser la razón? No puede garantizarse ninguna explicación, pero pueden aportarse diversos factores. Aunque a numerosos estadounidenses les satisface oír lo que oyen de labios de Obama, no están tan seguros de su experiencia y grado de competencia. Casi un 70% prefieren a McCain como comandante en jefe en caso de una situación de riesgo, circunstancia plausible a juicio de muchos en los próximos años. Obama posee muy escasa experiencia en cuestiones de política exterior. Vivió de muchacho en Indonesia pero nunca en Europa u Oriente Medio o el Lejano Oriente. Dependerá, en consecuencia, de sus consejeros.
Pero quienes le rodean, con escasas excepciones, no son demasiado excepcionales: un puñado de generales descontentos, algunos diplomáticos que trabajaron en anteriores administraciones sin brillo especial y dos centenares de profesores ambiciosos (en conjunto, Obama tiene 300 consejeros en política extranjera y, como afirmó uno de ellos: “No sabemos si los documentos que le enviamos los ha recibido y leído”).
Existe el factor étnico: Obama prometió tender puentes entre negros y blancos, cosa que, de lograrse, sería de lo más ideal. Pero ¿puede lograrlo? Casi el 90% de los negros lo apoya, pero el panorama es muy distinto en el caso de los blancos (varones). En cuanto a los latinos, parece haber hecho algunos progresos últimamente, pero McCain aún lleva la delantera.
Indudablemente, todo ello podría cambiar notablemente en el periodo que media hasta las elecciones de noviembre. Pero a los demócratas que daban por descontada una victoria arrolladora a favor de su candidato les embarga una cierta preocupación.
Entre tanto, ambos candidatos se han desplazado hacia el centro en el curso de sus declaraciones, factor que ha contrariado a sus partidarios más acérrimos; no obstante, Obama y McCain saben que si quieren ganar, no pueden tener contentos a sus partidarios más radicales de modo permanente.
La Administración Bush está enviando ahora diplomáticos a Teherán por primera vez en muchos años, lo que significa que tanto los partidarios de la línea dura como los de la negociación, en Estados Unidos y en Europa, admiten que Irán acabará convirtiéndose en potencia nuclear. Y también significa que un gran conflicto armado en el futuro en Oriente Medio sólo puede impedirse merced a la amenaza de una “destrucción mutua asegurada” como en la guerra fría. Sin embargo, lo que funcionó entre Estados Unidos y Rusia puede revelarse ineficaz en el contexto tan distinto de Oriente Medio, donde se combinan pasiones muy intensas y cálculo racional muy inferior.
El bando de Obama cifra sus esperanzas en una ONU reformada para solucionar los próximos conflictos mundiales: una opción escasamente realista. Si la ONU no puede acordar sanciones contra Zimbabue, las posibilidades de que llegue a acuerdos para afrontar amenazas importantes para la paz mundial son exiguas. El bando de McCain propone una Liga de Países Democráticos, pero ¿quién se sumará a Estados Unidos en ella y qué grado de eficacia tendrá? ¿En qué se diferenciará de la OTAN? Por otra parte, ¿no es cierto que ninguna cadena es más sólida que su eslabón más frágil? Washington sería más juicioso si intentara llegar a acuerdos con Rusia y China en caso de emergencia. Ocurre, sin embargo, que sus intereses no son idénticos a los de Estados Unidos. A menos que beneficie a sus propósitos, ¿por qué iban a hacer causa común con Estados Unidos?
En suma, ningún bando en la campaña electoral posee una estrategia realista; en todo caso, sólo la esperanza de ir tirando. Tal vez Irán moderará su actitud o será más cauto, tal vez amainarán las tensiones en Oriente Medio. Todo es posible, pero ¿qué grado de probabilidad existe? Las perspectivas de colaboración internacional no están perdidas, pero ¿mejorarán antes de que haya sobrevenido un desastre que afecte a la mayoría de las principales potencias?
Las declaraciones de ambos candidatos no aportan respuestas a tales preguntas. En la actualidad, la política exterior no es siquiera la cuestión principal de la campaña electoral. Como de costumbre, el tema preferente es la situación económica. Pero el cuadro podría cambiar rápidamente, pues nunca habían estado tan estrechamente interrelacionadas las cuestiones externas e internas. Sólo han de observar el precio de la gasolina en el surtidor más próximo o considerar la posibilidad de que el suministro de gasolina y otros combustibles se interrumpa o racione temporalmente.
Pero, para sorpresa de la mayoría de los expertos y encuestadores, el candidato demócrata apenas supera de momento a McCain. De hecho, su ventaja, que era considerable hace un par de meses, ha menguado. Ahora es muy pequeña, casi insignificante.
¿Cuál podría ser la razón? No puede garantizarse ninguna explicación, pero pueden aportarse diversos factores. Aunque a numerosos estadounidenses les satisface oír lo que oyen de labios de Obama, no están tan seguros de su experiencia y grado de competencia. Casi un 70% prefieren a McCain como comandante en jefe en caso de una situación de riesgo, circunstancia plausible a juicio de muchos en los próximos años. Obama posee muy escasa experiencia en cuestiones de política exterior. Vivió de muchacho en Indonesia pero nunca en Europa u Oriente Medio o el Lejano Oriente. Dependerá, en consecuencia, de sus consejeros.
Pero quienes le rodean, con escasas excepciones, no son demasiado excepcionales: un puñado de generales descontentos, algunos diplomáticos que trabajaron en anteriores administraciones sin brillo especial y dos centenares de profesores ambiciosos (en conjunto, Obama tiene 300 consejeros en política extranjera y, como afirmó uno de ellos: “No sabemos si los documentos que le enviamos los ha recibido y leído”).
Existe el factor étnico: Obama prometió tender puentes entre negros y blancos, cosa que, de lograrse, sería de lo más ideal. Pero ¿puede lograrlo? Casi el 90% de los negros lo apoya, pero el panorama es muy distinto en el caso de los blancos (varones). En cuanto a los latinos, parece haber hecho algunos progresos últimamente, pero McCain aún lleva la delantera.
Indudablemente, todo ello podría cambiar notablemente en el periodo que media hasta las elecciones de noviembre. Pero a los demócratas que daban por descontada una victoria arrolladora a favor de su candidato les embarga una cierta preocupación.
Entre tanto, ambos candidatos se han desplazado hacia el centro en el curso de sus declaraciones, factor que ha contrariado a sus partidarios más acérrimos; no obstante, Obama y McCain saben que si quieren ganar, no pueden tener contentos a sus partidarios más radicales de modo permanente.
La Administración Bush está enviando ahora diplomáticos a Teherán por primera vez en muchos años, lo que significa que tanto los partidarios de la línea dura como los de la negociación, en Estados Unidos y en Europa, admiten que Irán acabará convirtiéndose en potencia nuclear. Y también significa que un gran conflicto armado en el futuro en Oriente Medio sólo puede impedirse merced a la amenaza de una “destrucción mutua asegurada” como en la guerra fría. Sin embargo, lo que funcionó entre Estados Unidos y Rusia puede revelarse ineficaz en el contexto tan distinto de Oriente Medio, donde se combinan pasiones muy intensas y cálculo racional muy inferior.
El bando de Obama cifra sus esperanzas en una ONU reformada para solucionar los próximos conflictos mundiales: una opción escasamente realista. Si la ONU no puede acordar sanciones contra Zimbabue, las posibilidades de que llegue a acuerdos para afrontar amenazas importantes para la paz mundial son exiguas. El bando de McCain propone una Liga de Países Democráticos, pero ¿quién se sumará a Estados Unidos en ella y qué grado de eficacia tendrá? ¿En qué se diferenciará de la OTAN? Por otra parte, ¿no es cierto que ninguna cadena es más sólida que su eslabón más frágil? Washington sería más juicioso si intentara llegar a acuerdos con Rusia y China en caso de emergencia. Ocurre, sin embargo, que sus intereses no son idénticos a los de Estados Unidos. A menos que beneficie a sus propósitos, ¿por qué iban a hacer causa común con Estados Unidos?
En suma, ningún bando en la campaña electoral posee una estrategia realista; en todo caso, sólo la esperanza de ir tirando. Tal vez Irán moderará su actitud o será más cauto, tal vez amainarán las tensiones en Oriente Medio. Todo es posible, pero ¿qué grado de probabilidad existe? Las perspectivas de colaboración internacional no están perdidas, pero ¿mejorarán antes de que haya sobrevenido un desastre que afecte a la mayoría de las principales potencias?
Las declaraciones de ambos candidatos no aportan respuestas a tales preguntas. En la actualidad, la política exterior no es siquiera la cuestión principal de la campaña electoral. Como de costumbre, el tema preferente es la situación económica. Pero el cuadro podría cambiar rápidamente, pues nunca habían estado tan estrechamente interrelacionadas las cuestiones externas e internas. Sólo han de observar el precio de la gasolina en el surtidor más próximo o considerar la posibilidad de que el suministro de gasolina y otros combustibles se interrumpa o racione temporalmente.
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