Revista
Proceso No. 1997, 7 de febrero de 2015’
Desplazamiento
interno y violencia/OLGA PELLICER
Hace
pocos días se presentó, con el sello editorial del ITAM y la Comisión Mexicana
para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, el libro de Laura Rubio
titulado El desplazamiento interno inducido por la violencia; una experiencia
global, una realidad mexicana. Esta obra tiene el gran mérito de poner sobre la
mesa un problema que está siendo casi ignorado por el público mexicano.
La
indiferencia contrasta con la movilización de la opinión pública, nacional e
internacional frente a otras tragedias humanitarias como las desapariciones
forzadas; su expresión más conmovedora: Ayotzinapa. Ahora bien, para el
tratamiento de ese problema se han conformado una Convención Internacional,
órganos que le dan seguimiento, comités internacionales listos para solicitar
informes y exigir a los Estados que cumplan con los compromisos adquiridos. No
ocurre lo mismo con las personas internamente desplazadas por la violencia. Al
no traspasar fronteras nacionales, son un problema de “jurisdicción interna”
cuyo tratamiento, desde el punto de vista jurídico, social y humanitario ha
sido poco desarrollado en el ámbito internacional…
Un
obstáculo para estudiar el drama de las personas internamente desplazadas es su
poca visibilidad. Así sucede en México. En ocasiones, cuando se ha tratado de
desplazamientos masivos (más de 10 familias), los medios de comunicación
escrita se han referido a ellos. Un ejemplo es el reportaje de Proceso
publicado el 4 de septiembre de 2013. En otros casos, la mayoría, sólo se sabe
que una casa ha quedado vacía, que de un pueblo se fueron todos, que hay
“pueblos fantasma” en Chihuahua, en Michoacán, en Sinaloa. Por lo que toca al
gobierno, es mejor que de esto no se hable, que no se asuman responsabilidades
y que los desplazados internos sigan siendo invisibles.
La
investigación efectuada por Laura Rubio es un trabajo muy completo que cubre
el problema de las personas internamente desplazadas en los niveles
internacional, regional y nacional. Interesante la sección sobre América
Latina, con atención especial al caso de Colombia, un país donde los
enfrentamientos armados entre las fuerzas de seguridad colombiana, las FARC, el
Ejército de Liberación Nacional y los grupos paramilitares han provocado flujos
masivos de desplazamientos internos de alrededor de 5.7 millones de personas.
La
sección de México es, por razones obvias, la más voluminosa, con una mirada
específica sobre los casos de Chiapas, Chihuahua, Sinaloa, Guerrero y Oaxaca.
La investigación incluye, de manera muy atinada, el estudio de un caso particular:
la familia Ponce de Chihuahua. Su historia permite al lector identificar las
etapas del desplazamiento inducido por la violencia: primero, extorsión,
amenazas, asesinato, secuestro; después, pavor, decisión de huir, separación de
la familia, abandono de fuentes de trabajo, búsqueda de destinos; finalmente,
obstáculos para la reubicación, difícil reconstrucción de la vida familiar,
rabia, impotencia. En todo el proceso, ausencia de instituciones que puedan
ayudarlos; experiencias negativas al buscar ayuda gubernamental.
Es
prácticamente imposible, nos dice la autora, tener datos cuantificables para
hacer un cálculo real de la dimensión del problema en México. Sólo pueden
hacerse aproximaciones indirectas a partir de datos como los relativos a la
disminución de población en municipios caracterizados por altos grados de
violencia, o mediante los motivos para cambiar de residencia expresados por
migrantes, que frecuentemente aluden a cuestiones de seguridad.
De
tal forma, no existen cifras exactas del desplazamiento inducido por la
violencia. Generalizando y usando resultados indirectos, se puede hablar con
certeza de entre 230 mil y 250 mil personas. Pero esto no incluye a estados
desde los que no fluye información, como Veracruz, ni a entidades dominadas por
situaciones caóticas como, actualmente, Guerrero y Michoacán.
El
libro tiene una cualidad doble: ofrece un texto riguroso y bien escrito y un
material gráfico de calidad excepcional. Las numerosas fotografías que lo
integran, tomadas por quienes han captado con su lente el miedo, la
resignación, el desgarramiento, la tristeza que acompaña al desplazamiento
inducido por la violencia, informan, tanto o más que el texto, de la
profundidad del problema humanitario que acompaña a este fenómeno social.
La
pregunta final de Laura Rubio, la que formulamos respecto a tantos problemas
que nos aquejan, es: ¿qué hacer? Sus respuestas, inspiradas en los trabajos
sobre el tema que se desarrollan en otras partes del mundo, van dirigidas tanto
al gobierno como a la sociedad civil. Para el primero: comenzar por reconocer y
asumir la existencia del problema; para la segunda: participar más directamente
en ofrecer soluciones.
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