Revista
Proceso No. 1997, 7 de febrero de 2015
PALABRA
DE LECTOR
Señor
director:
Le
agradeceré difundir en Palabra de Lector los siguientes comentarios.
¿Cómo
decir que lo de Ayotzinapa es algo que no se ha visto nunca en México tras más
de 10 años con decenas de miles de desaparecidos y muertos –muchos de ellos
inocentes? Hay evidencias de multitud de ejecuciones colectivas realizadas de
la forma más salvaje y ruin que se pueda uno imaginar…
Sin
ir más lejos, hace un par de años salió una noticia que me impactó mucho más
que la de los jóvenes estudiantes, y no hubo más que indiferencia entre la
sociedad y la gran mayoría de los medios de comunicación, los cuales se
limitaron a hablar del tema durante corto tiempo antes de dejarlo en el olvido:
la brutal tortura y ejecución a sangre fría de unos 200 migrantes
centroamericanos que fueron previamente secuestrados por un cártel de México en
su camino hacia EU, lo que presuntamente fue motivado por una simple y
caprichosa xenofobia hacia migrantes ilegales…
Y
ese no es el único caso.
Me
asombra la indiferencia del pueblo y de la sociedad mexicana durante muchos
años, pero sobre todo la del gobierno, ante ese tipo de sucesos… Parece que con
los estudiantes desaparecidos se van despertando poco a poco las conciencias y
se va atrayendo ya la atención de los medios internacionales, que tienen al
gobierno federal mexicano en una baja estima.
En
cualquier caso, falta todavía un prolongado y arduo proceso, que debe pasar por
una completa reestructuración y limpieza institucional, política y social que
deje atrás malas y viejas prácticas, que quite poder a gente e instituciones y
gobiernos que obedecen a intereses sucios, y que garantice la aplicación de la
ley a quien sea necesario, sin importar su condición pública o económica.
Y
eso no empezará a ser posible hasta que se consiga sacar –del gobierno federal
primero, y de los gobiernos locales y estatales después– a los que siempre han estado
ahí: un sucio tripartidismo que no es más que un conjunto de sociedades
fraternales de miembros que obedecen a sus propios intereses, a los de sus
integrantes y a los de ciertos grupos de poder, entre ellos –de forma directa o
indirecta– los cárteles; es decir, hasta que se haga uso real de la democracia.
No
estoy hablando de ideologías políticas, que no hacen más que favorecer dicho
estado de cosas; debe mirarse de una vez por el bien común y no por el bien de
una ideología o de un partido que responda a ciertos llamamientos interesados.
México
es un país sumamente rico; integra todo lo necesario para ser una superpotencia
en prácticamente todos los sentidos (macroeconómicamente ya lo es); tiene gente
extraordinaria, trabajadora-inteligente-innovadora-emprendedora-talentosa…
Quiero pensar que esta vez vamos en la buena dirección, y que dentro de no
mucho tiempo veremos esa regeneración que el país y la gente se merecen –sí,
tal vez esté hablando de revolución, porque quizás el problema no pueda resolverse
de otra forma–, y que tiene todas las papeletas para servir de referencia a una
América Latina castigada y explotada por siglos, para convertirse en una nueva
forma de hacer política en el mundo. (Carta resumida.)
Atentamente
Alan
Cuevas
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