Sucederá
así…/Antonio Ramírez de Arellano
El
País | 7 de febrero de 2015
En
Los tres días del Cóndor (Sydney Pollack, 1975), película basada en la novela
de James Brady, un grupo de agentes de la CIA lee ávidamente todo lo que se
escribe en el mundo —la WWW aún estaba lejos— para identificar comunicaciones o
planes que se estuvieran cuajando a escala internacional contra los intereses
de EE UU y que pudieran transmitirse a
través de editoriales que ocultasen en historias inocentes datos estratégicos
clave. Todo ello bajo el paraguas de una inocua Asociación Americana de
Literatura. Por razones incomprensibles para el agente Cóndor (Robert Redford),
sus oficinas reciben un mortal ataque del que sólo se salva el propio Redford,
que es objeto de una implacable persecución por parte de un siniestro
personaje, que encarna Max von Sydow.
El
nuevo decreto de estructura de los estudios universitarios, recientemente
aprobado por el Gobierno de España, me ha recordado a esta película por dos
motivos.
El
primero es que, considerando criterios puramente académicos, no es compresible
que el Gobierno impulse esta medida de manera unilateral y urgente. Amplias han
sido las explicaciones al respecto. En segundo lugar tampoco es fácilmente
entendible el momento político, con un panorama electoral complejo y lleno de
incertidumbres: ¿Por qué ahora? ¿Hay algo que haya pasado que nos ilumine?
¿Algún sitio en el que, también de forma inocua, se cuele una explicación que
se nos escape?
Repasando
notas y recortes de prensa, como en la película se hacía, se descubre una
información aparecida el EL PAÍS el pasado 21 de julio, sobre una reunión del
Consejo de Política Fiscal y Financiera del Estado, y que se titulaba “Hacienda
discute nuevos recortes con las autonomías para cumplir el déficit”, explicando
que el Ministerio de Hacienda realizaba un conjunto de propuestas de ahorro,
que incluían más copagos y reducciones de sueldo; y que el periódico detallaba
en interesante descargable, aún disponible en su web.
La
medida de ahorro 108 de esa lista, entre otras cuatro que nos afectan, es que
los grados sean de tres años. Se argumenta entre sus méritos que permitirá un
ahorro estructural permanente en el Capítulo I, es decir, en personal. Por
tanto, se trata de un recorte puro, que si se admite que produce un ahorro a
las familias de 150 millones de euros en matrículas, implica un ahorro a las
Administraciones de 850 millones. La suma asciende a más de 1.000 millones. Por
supuesto, no es entendible que se hable de ahorro cuando se paga menos por
menos. Las familias y los estudiantes sólo pierden los 850 millones que debía
aportar el Estado, y también pierden formación y oportunidades.
Es
una pena haber perdido tanto tiempo debatiendo y aportando ideas de buena fe a
un ministerio cuyo objetivo no era académico. Se trataba de una mera ejecución
de políticas de austeridad, de forma irreflexiva y puramente destructora. Y,
por supuesto, a la Secretaria de Estado, al Ministro y al Gobierno lo que menos
les importaba era el “ahorro de las familias”.
En
el último tramo de la película, Max von Sydow interviene de manera inesperada.
Asesina al responsable de la trama, en presencia de Robert Redford, que no
comprende que no sea él el objetivo, tras tres días de persecución sangrienta.
Von Sydow le explica que no lo es porque en ese momento no tenía instrucciones
sobre él. “Cuando vengan a por usted, sucederá así…”, describiendo un
inquietante escenario en el cual las personas de mayor confianza serán
ejecutores del perjuicio mayor.
Siguiendo
este ejemplo que describo me atrevo a aventurar el “sucederá así…” del sistema
universitario español, y que impulsan justamente las personas que deberían
defender el sistema: las autoridades ministeriales y de varios Gobiernos
autonómicos responsables de la cuestión. De nuevo, me inspira la película.
En
unos años, los únicos estudios accesibles con becas y precios públicos, siendo
muy optimista, serán los de grados (las antiguas diplomaturas y primeros
ciclos). Los empleos de calidad se obtendrán cursando másteres, pero ya no a
precios públicos. Como tales, serán accesibles a las clases más pudientes.
Acuciadas por la falta de financiación, universidades y entidades de crédito
acordarán el precio de los posgrados, que serán financiados con préstamos a los
estudiantes. A ambos extremos les convendrá la subida de los precios que
soportarán los estudiantes y sus familias, similar a lo que ha sucedido con los
precios inmobiliarios, generándose una burbuja de la que futuras generaciones
tendrán que ser rescatadas, en beneficio del puro despropósito.
No
es teoría. Ya está sucediendo en EE UU, lo que ha provocado que el presidente
Obama haya tenido que proponer un programa urgente para salir de tan kafkiana
situación.
Mi
predecesor en el cargo de rector en la Universidad de Sevilla decía que la implantación
de Bolonia nos había dejado más agotados que convencidos. Yo añadiría, que
también empieza a dejarnos consternados.
Antonio
Ramírez de Arellano es rector de la Universidad de Sevilla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario