Revista
Proceso No. 1997, 7 de febrero de 2015’
Estampas
de una visita a Europa/Marco Appel.
GINEBRA/BRUSELAS.-
Hilda Legideño y Bernabé Abraján, padres de dos de los 43 normalistas
desaparecidos de Ayotzinapa, viajaron a Europa para denunciar las graves
irregularidades en que ha incurrido el gobierno mexicano durante la
investigación del caso.
Para
ellos fueron cinco días agotadores, primero en Ginebra, Suiza, para asistir a
la sesión de evaluación de México ante el Comité contra las Desapariciones
Forzadas y otros organismos de derechos humanos de la ONU, y luego en Bruselas,
donde se encontraron con representantes de diversas instituciones de la Unión
Europea.
El
significado de su presencia en esas ciudades europeas, cuya realidad es tan
lejana a la de Guerrero o en general a la de México, puede intentarse resumir
en unas cuantas estampas de las que fueron testigos este corresponsal o fuentes
de primera mano.
“Aquí
está muy tranquilo”
Legideño
y Abraján se pasean a orillas del lago Lemán, en Ginebra, después de la primera
sesión del Comité de la ONU contra las Desapariciones Forzadas. La noche era
fría y el paisaje de ensueño, con sus áreas verdes, pequeños puertos y viejos
edificios.
Caminan
y caminan observando cómo es la vida en una de las ciudades más caras de
Europa, donde un café cuesta casi cuatro euros (64 pesos) y una cerveza ligera,
cinco. Pero también es una de las más seguras, a pesar de que la mitad de la
población tiene un arma en su casa y de que el país gasta una parte considerable
de su presupuesto en defensa.
Han
caminado tanto que sus jóvenes acompañantes ya no aguantan los pies ni el clima
gélido. Preguntan a Legideño y Abraján si no están cansados, si no quieren
entrar a ese bar o a aquel café, pero ellos contestan que no, que quieren
seguir caminando.
Dicen
que más cansado es manifestarse en México bajo el rayo de sol y el riesgo de la
represión policiaca en cualquier momento: “Aquí está muy tranquilo, ¡cuál
cansancio!”.
Una
modesta mochila de los Pumas
Dondequiera
que se presenten, Legideño y Abraján encuentran periodistas y corresponsales
internacionales que quieren hablar con ellos: la trágica historia de sus hijos
despierta un inédito interés en los medios europeos.
En
cada entrevista o rueda de prensa, Hilda y Bernabé despliegan sus mantas, como
si fuera un ritual, con la fotografía en blanco y negro de los rostros de sus
hijos y sus nombres, Jorge Antonio y Adán, respectivamente.
Abraján
nunca dejará de portar su camiseta blanca, con la foto de su hijo y escrito:
“¿Dónde estás Adán?” y detrás, “La esperanza nos mantiene de pie”. Hay algo más
escrito en la prenda, pero no deja ver una modesta mochila de los Pumas de la
UNAM que siempre cuelga en su espalda.
En
los dos días de sesiones del Comité contra las Desapariciones Forzadas, en las
cuales estuvieron presentes, los reporteros gráficos y los camarógrafos se
plantan frente a ellos para captar sus imágenes.
Ante
la insistencia de los medios europeos se lleva a cabo una improvisada
conferencia de prensa en el espacioso vestíbulo del Palacio Wilson, sede de la
Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, donde sesiona el
referido comité.
“¿Cómo
los ha tratado el gobierno?, ¿Le tienen confianza al gobierno?, ¿Cuál sería una
buena respuesta del gobierno?”, les preguntan. Bernabé es reflexivo en sus
respuestas; Hilda habla con más seguridad y fluidez.
Cuando
cala el frío
El
frío cala los huesos. Ginebra está a cuatro grados bajo cero el martes 3 al
finalizar la tarde.
Abraján
y Legideño participan en una manifestación en solidaridad con los padres de
Ayotzinapa en la Plaza de las Naciones, frente al edificio principal de la ONU
en Ginebra. Al lugar llegan vestidos con una indumentaria insuficiente para las
condiciones climáticas. Ella trae apenas unos guantes de tejido muy delgado;
él, nada, y las manos cuando hace mucho frío se entumen y duelen. Ninguno trae
algo para cubrirse la cabeza ni las orejas.
Una
participante de la manifestación la protege con una gruesa bufanda verde de
lana; Bernabé se improvisa la suya con una bandera de Palestina que alguien le
ofreció, y de repente ya trae un gorrito de aspecto infantil con los colores de
la UNAM.
Mientras
la manifestación transcurre, detrás, en el muro donde está escrito en francés
Naciones Unidas, no dejan de reír y tomarse fotografías juguetonas jovencitos
que deben tener la misma edad que los muchachos desaparecidos de Ayotzinapa.
Solidaridad
Las
muestras de solidaridad fueron abundantes. Las intervenciones de Legideño y
Abraján despertaban la indignación o causaban una fuerte emoción en algunos,
llegando incluso al llanto, sobre todo en sus encuentros con la comunidad
mexicana o con organismos de derechos humanos.
Una
organización de mexicanos de Zúrich juntó en un día alrededor de 2 mil euros,
que destinarán al pago de los boletos de avión de una nueva visita a Europa de
padres de normalistas desaparecidos y, quizás, de un estudiante sobreviviente.
En
ese sentido, su audiencia ante el Parlamento Europeo, en la capital de Bélgica,
marcó otro tono. Los eurodiputados socialistas españoles Ramón Jáuregui y José
Blanco tomaron la defensa del gobierno mexicano, al cual no condenarían, les
advirtió la presidenta del Subcomité de Derechos Humanos, otra socialista
española, Ana Valenciano.
Posteriormente,
en conferencia de prensa, Legideño y Abraján aseguraron que transmitirán a los
demás padres en México la solidaridad que encontraron en Europa.
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