Revista
Proceso No. 1997, 7 de febrero de 2015
México
se contradice ante la ONU/MARCO
APPEL
El
gobierno del presidente Peña Nieto quedó en evidencia ante el Comité de la ONU
contra las Desapariciones Forzadas. En el encuentro de Ginebra para evaluar el
cumplimiento de la Convención Internacional de Naciones Unidas para la
Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas, el
subsecretario Juan Manuel Gómez Robledo se dedicó a justificar la negativa del
gobierno mexicano a reconocer la jurisdicción de esa instancia internacional
para conocer de casos particulares, cuando fue uno de los Estados que más la
promovió. Para algunos miembros del comité, quedó claro que el régimen priista
no tiene un compromiso real con las víctimas de ese delito.
Reconocer
el ejercicio de esa competencia permitiría a quienes se consideren víctimas de
una desaparición forzada acudir bajo ciertas condiciones al comité de Ginebra
para solicitar la apertura de una investigación y, eventualmente, obtener una
reparación incluso económica del daño, lo que en opinión de expertos es
apremiante hacer en vista de la violencia que impera en el país.
El
referido encuentro tuvo lugar durante la sesión del comité los pasados lunes 2
y martes 3. Ahí se evaluó en qué medida México ha cumplido la Convención
Internacional de Naciones Unidas para la Protección de Todas las Personas
contra las Desapariciones Forzadas; instrumento ratificado por las autoridades
mexicanas el 18 de marzo de 2008 pero con la excepción arriba señalada, la cual
se encuentra establecida en el artículo 31.
Gómez
Robledo comentó que el gobierno de Peña Nieto “seguía evaluando la posibilidad”
de aceptar esa jurisdicción, aunque se requería igualmente la aprobación del
Senado. Justificó la postura mexicana en la consideración de que el comité de
la ONU, si bien “forma parte de la construcción del régimen internacional de
derechos humanos”, es “una institución reciente” a la que se han adherido
“apenas” 44 Estados.
El
presidente del comité, el francés Emmanuel Decaux, respondió de manera
lacónica: “Así fueran 45 o 190 Estados miembros, eso no cambia nuestras
obligaciones y tampoco las que recaen sobre México”.
Avanzó
la sesión y Gómez Robledo tocó de nuevo el tema. Dirigiéndose al francés, el
funcionario –que encabezó la delegación nacional de 27 personas– sostuvo que el
gobierno mexicano asumía que debía cumplir los compromisos contraídos al
ratificar la convención.
Enfatizó
que México no desconocía el alcance de las obligaciones que aceptó, como
tampoco de aquellas que derivan de facultar a la comisión para que reciba
quejas de individuos y las investigue, por lo que, reiteró, el gobierno de Peña
Nieto continuaría evaluando la competencia del comité.
Sobre
el tratamiento de los casos individuales por la justicia internacional, Gómez
Robledo presumió que México ya otorga un carácter vinculatorio a las medidas
cautelares de protección que emite la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH).
En
su diagnóstico, la consecuencia de esas modificaciones en la estructura legal
mexicana se reflejará en que muchas víctimas de desaparición forzada acudirán
tardíamente a la justicia, la cual, advierte, demorará demasiado en tratar los
casos, tanto por sus deficiencias técnicas como por las reticencias que existen
para llevar a cabo esos juicios en los tribunales del país.
El
especialista señala que, en vista del actual número de Estados miembros, el
Comité de la ONU contra las Desapariciones Forzadas podría dar por concluido un
caso en dos o tres años, mientras que el sistema interamericano de justicia
toma el doble o hasta el triple de tiempo, debido, entre otras razones, a que
un denunciante debe pasar por la CIDH antes de abrir un litigio ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.
Pretextos
En
el Palacio Wilson de Ginebra siguió su curso el examen de evaluación de México.
Fue un “diálogo constructivo”, según el comité y la representación del Estado
mexicano.
Gómez
Robledo le solicitó al presidente del comité que “aclarara” una confusión que
se estaba dando en México en las redes sociales relacionada con el motivo del
encuentro en Ginebra.
El
subsecretario dijo que, “en un ánimo de transparencia”, México se sometía en
ese momento a un examen público derivado de los compromisos que asumen todos
los Estados adheridos a la convención, pero eso no implicaba la aceptación de
que el comité admita y juzgue casos particulares. Si México hubiera aceptado
esto último, recalcó, las sesiones se hubieran desarrollado a puerta cerrada.
“Una
cosa es que este ejercicio pueda continuar, y otra el trámite de peticiones
individuales que se rige por el artículo 31 y que son de carácter
confidencial”, reiteró Gómez Robledo, quien instó al presidente Decaux a que,
“para beneficio de todos los que nos siguen en México”, confirmara su
puntualización.
El
presidente del comité concedió la razón al funcionario mexicano porque esta
evaluación sobre el cumplimiento de la convención se aplica al desempeño global
de un país, si bien en su opinión es preferible aceptar la jurisdicción del
comité, para proteger a las víctimas. “Respecto a las redes sociales –concluyó
Decaux–, yo estoy concentrado en este diálogo constructivo”.
Más
adelante otro miembro del comité, Juan José López Ortega, señaló a la
delegación mexicana que consideraba “importante” no privar a sus ciudadanos de
la posibilidad de dirigirse a esa instancia de la ONU para solicitar amparo en
caso de que el Estado no cumpla con la convención.
“No
se moleste conmigo”, le advirtió el subsecretario a su interlocutor, y entonces
le recordó que “hay jerarquías”, y el sistema interamericano de justicia es
“hoy en día el órgano jurisdiccional al que se canalizan presuntas violaciones
cometidas en México”. No obstante, agregó: “No se preocupe. México está abierto
al escrutinio internacional. Dicho esto, no despreciamos el complemento de este
comité en la etapa que nos encontramos”.
El
relator para México del comité, el alemán Rainer Huhle, explica a este
semanario que los países que han reconocido la competencia del organismo
internacional en casos individuales no padecen actualmente dificultades
particulares en ese campo.
De
los 18 Estados concernientes (uno más reconoce sólo la competencia del comité
para recibir acusaciones entre Estados), 13 son europeos, de los cuales nueve
forman parte de la Unión Europea. Hay cuatro latinoamericanos (Argentina,
Chile, Ecuador y Uruguay) y un africano (Mali).
Al
respecto, Ramón Muñoz opina que la comparación entre el sistema interamericano
y el comité “no es un juicio congruente en el caso de México, que se presenta
como un adalid en la defensa del sistema de derechos humanos de la ONU”.
México
ha reconocido a todos los órganos que tramitan quejas individuales en los
tratados que ha firmado, con excepción del Comité contra la Desaparición
Forzada, observa la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos
Humanos en el informe que entregó a tal instancia.
Para
Muñoz, esa negativa obedece a que el gobierno mexicano no quiere quedar
expuesto a los cuestionamientos internacionales, por la falta de esfuerzos
reales para acabar con las desapariciones forzadas y brindar justicia a las
víctimas.
Explica
que el comité tiene la facultad de admitir denuncias individuales después de
agotarse los recursos internos nacionales, pero también en caso de que sea
demostrado que ha transcurrido un tiempo razonable y el Estado acusado no ha
respetado los derechos de las presuntas víctimas o la investigación no se ha
efectuado en la debida forma. Sus decisiones tienen rango de cuasi-judiciales y
éstas pueden contener medidas de reparación del daño, incluso de índole
económica.
“Debido
a que la justicia mexicana tomará muchísimo tiempo y el sistema interamericano
igual, el comité se presentaría como una alternativa de desfogue para muchas
víctimas”, considera Muñoz.
Desde
su punto de vista, lo anterior significa que el Estado mexicano tendrá que
poner mucha atención en cómo tramita los casos en sus tribunales, para no verse
sometido a la presión del comité de la ONU.
Y
concluye: “Las autoridades mexicanas pensarán: ‘Nos van a venir a meter aquí,
en el comité, no sé cuántos casos de desaparición forzada’. ¿Qué implica ese
escenario? Que el Estado mexicano quedaría exhibido ante toda la comunidad
internacional. México sería una vergüenza mundial”.
I
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