13 ago 2015

Muere el doctor “comunista“ Joel Robles Uribe…, papa de Mara amigo de Samuel

Muere el doctor Joel Robles Uribe…,
Falleció ayer a los 83 años de edad. 
Originario de Tepic, Nayarit, donde nació en 1932, se tituló de médico en la UdeG, fue candidato al gobierno de Jalisco en 1976 por el PCM, cuando Valentín Campa lo era para la Presidencia de la República.

Le sobreviven su esposa Armida Villaseñor y sus hijos Víctor Joel, José Félix, Nora Armida, Luis Alberto, Martha Guillermina y Mara, ex diputada por el PRD y ex Secretaria de Educación del DF.
El Doctor Robles  era amigo de mi amigo Samuel Meléndrez..,de Gilberto Rincón , y de varios comunistas y no comunistas mas.
El decía que erra comunista guadalupano..
Descanse en paz..

Habrá un homenaje de cuerpo presente hoy a las 12 horas en el repartidor del Hospital Civil.

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“Quizás soy marxista guadalupano”: Joel Robles Uribe

 Robles Uribe es un médico por la Universidad de Guadalajara
Regresó décadas más tarde a Tepic Nayarit para desempeñarse como presidente municipal de San Blas
GUADALAJARA, JALISCO.- Educado en un internado para la enseñanza de hijos de obreros, campesinos y militares, fundado durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río, el médico por la Universidad de Guadalajara (UdeG), Joel Robles Uribe, regresó décadas más tarde a su tierra, Tepic Nayarit, para desempeñarse como presidente municipal de San Blas.
 Sin embargo, haber desarrollado una gestión “íntegra” no fue suficiente. Al finalizar su administración, en 1966, el Ejército Mexicano, bajo la batuta presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, lo encarcelaría por actos de “disolución social”, tras arrebatar diez mil hectáreas, propiedad de una compañía extranjera, para derivarlas al trabajo agrario.
 En ese momento, Joel Robles Uribe rompió con el partido oficial y se integró activamente a los movimientos de izquierda asentados en el occidente de México, hasta buscar, en 1977, la gubernatura de Jalisco,  contra Flavio Romero de Velazco.
 Fiel convencido de que las doctrinas socialistas pueden ejecutarse por la vía institucional, el doctor Joel Robles Uribe es uno de los personajes con mayor resonancia en el ámbito contestatario de Jalisco.
 —¿De dónde es, por qué comulga con la izquierda?
— Soy de Tepic. Nací en 1932. Mi padre era comerciante; él decía “changarrero”, y había sido dirigente campesino. En realidad inicié en esto desde niño, en una casa a la que él me llevaba todos los lunes, a sus asambleas en los ejidos. Eran asambleas de orientación zapatista. Recuerdo que eran reuniones de tipo clandestinas. Debíamos atravesar la noche, por caminos terribles, por brechas, bajo aguaceros.
Yo oía lo que decía y él me impulsaba a que yo hablara; ahí me formé como orador.
 Pero en realidad toda mi formación fue en ese sentido. Realicé la secundaria en un internado para hijos de trabajadores y de soldados. Eran unos internados que se formaron dentro del gran proyecto educativo de Lázaro Cárdenas, para educar a los hijos de los trabajadores sin recursos, con la idea de que ahí salieran los cuadros que en un momento dado pudieran ser los futuros dirigentes políticos.
 —Al parecer funcionó… es un dirigente político
— Quizás sí – sonríe-, de los que salimos de ahí, muchos llegaron a ocupar puestos políticos importantes, como Julián Gascón Mercado, que fue gobernador de Nayarit, Samuel Ocaña García, gobernador de Sonora. Otros fueron presidentes municipales, diputados y senadores.
— ¿Cómo era la vida en esos internados?
— Te despertaban mucho amor por la Madre Patria. Nos levantábamos a las seis de la mañana, barríamos en un gran patio en donde después se hacían los honores a la bandera. Pero no sólo cantábamos el Himno Nacional, sino el del agrarista, y la internacional socialista. Teníamos maestros de tiempo completo de muy buena calidad que convivían con nosotros siempre. Teníamos un excelente comedor y enfermería. Y una gran cercanía de los maestros en nuestra formación.
Nunca pude haber terminado mi educación, de no haber sido a través de instituciones públicas como las que se consolidaron después de la Revolución Mexicana.
— ¿Qué tiene que ver la medicina con la política?
— Bueno, el Che era médico – sonríe-; ya en serio, siempre me llamó la aplicación social de la medicina. Yo me formé como maestro en salud pública, algo que está envuelto de cuestiones sociales.
El caso es que salí de Nayarit para estudiar aquí la preparatoria y la Facultad de Medicina, en la Universidad de Guadalajara (UdeG). Entonces participé con los grupos de izquierda de ese tiempo.
Aún existía el Frente de Estudiantes Socialistas de Occidente (FESO). Después de la preparatoria, ingresé a la Escuela de Medicina de la UdeG, que está en Hospital y Belén, ahí me integré a los movimientos estudiantiles y fui miembro del Comité Estatal de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), que dirigía el compañero José Guadalupe Zuno Hernández.
Pero hay que comprender que la FEG de ese tiempo, era muy diferente a la FEG que se formó, o deterioró de los setentas para acá, que perdió los estribos, que se hizo de tipo gangsteril. Cuando Pepe Zuno, y atrás con Carlos Ramírez, la lucha por el socialismo era real, y los estudiantes lo aceptábamos sin cortapisas.
— ¿Qué episodios de la lucha política estudiantil de ese momento le vienen a la mente?
— Me tocaron los enfrentamientos con la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), que se iniciaba a infiltrar en la educación superior. Ya se hablaba de los famosos tecos. Teníamos enfrentamientos en Munguía y López Cotilla en donde ellos y nosotros nos peleábamos a pedradas. Ellos cometían actos vandálicos contra los bustos de los fundadores de nuestra universidad socialista. Nosotros, llegamos a desbaratar una procesión que hicieron conmemorando a Anacleto Flores, que para nosotros no era un mártir, sino un cristero que contribuyó a que murieran muchos maestros. Éramos enemigos naturales.
— ¿Y ya no?
— Los tiempos han cambiado, parece que las ideologías se han ablandado un poco, por lo menos en ese terreno.
— ¿Cómo pasa de médico general a presidente municipal de San Blas?
— Al terminar mi carrera hice una residencia en cirugía en el Hospital Civil; era un cirujano hábil. Me decían que era de tremendas manos calientes. Operaba si era posible noche y día. Y estaba con un maestro llamado Adolfo Flores Ortega, que acababa de venir de Estados Unidos; no lo dejaban pasar en el Hospital Civil porque no le daban espacio. Había otros que competían con él, pero se permitía que anduviera ahí. Él metía enfermos y yo le ayudaba. Formó un lugar donde hacíamos experimentación en perros, recogíamos los perros y les hacíamos cirugías de tórax de corazón.
— Suena macabro…
— Eran operaciones muy especializadas. El caso es que estando casi por terminar la residencia, me hablaron de Jalcocotán, un pueblo cercano a Tepic; verdaderamente no se podía llegar a él más que por una brechita.  Un curandero muy famoso, un enfermero militar tenía una gran clientela y le dio por construir un hospital, y cuando lo iba a echar a andar le exigieron que hubiera un médico responsable, y me invitó y me fui a echar a andar el hospitalito. Y entonces me hice famosito en la región y los fines de semana iba a otros pueblos del municipio de San Blas.
Resulta que el doctor Julián Gascón, candidato a gobernador en 1964 se encargó de buscar dónde había compañeros que estuvimos en el internado de los hijos de trabajadores. Nos localizó y nos invitó a acompañarlo en su campaña, de ahí nació la propuesta para que yo fuera candidato a presidente municipal de San Blas, y competí por el Partido de la Revolucionario Institucional (PRI). Gané abrumadoramente, claro… porque era conocido profesionalmente, pero también porque era del partido oficial, del PRI.
— ¿Cómo le calló la administración pública?
— Quizás me emocioné de más. San Blas era un lugar muy pobre; tenía seis policías y poco más de mil habitantes en la cabecera. Había veces que no entraba ningún dinero a las arcas de la Tesorería municipal. Yo no cobré los tres años y me sostuve con los ingresos de una farmacia que dejé en Jalcocotán. Ahí realmente fue cuando nació mi inquietud por participar en las luchas agrarias.
Pero cosa curiosa, a pesar de  mi inclinación de izquierda, con los sacerdotes me la llevaba muy bien. Había un sacerdote llamado Juan Guardado. Él, de recién que fui candidato oficial y ya que gané, me invitó a una comida. Reunió a todos los sacerdotes del municipio de San Blas y Santiago, y me dijo que hasta ese momento todos los presidentes municipales habían ingresado por él. Yo era la excepción y me ofreció su amistad. Después me relacioné con gente del Partido Comunista, que era clandestino, y así fue como evolucioné ideológicamente.
— ¿Por qué lo encarcelan?
— En ese tiempo, los ayuntamientos, por un decreto revolucionario que hizo años atrás el general Lázaro Cárdenas, estábamos obligados a que dieran en primera instancia tierras que fueran repartidas, por estar de  ociosas. Yo las iba a ver con el síndico, y de uno a tres años la dábamos a la gente para trabajarla. Para que se constituyeran en núcleos de población, había un organismo nacional en donde a través de la formación de núcleos de población se les diera registro. Yo apoyé la formación de las comunidades, Heroico Batallón de San Blas y la Chiltera.
El caso es que había un latifundio de más de diez mil hectáreas de tierras ociosas que decía tener Chicles Adams. Ellos la habían comprado antes de la Segunda Guerra Mundial, porque había un fruto llamado chilte, que era un recurso estratégico porque los gringos tenían necesidad de llantas. Lo compraron, lo cercaron, de vez en cuando iban helicópteros y aviones y regaban semillas de chilte, se pudo comprobar que estaban ociosas y las entregué.
Tuve una reacción tremenda de Chicles Adams. Yo me ajustaba a la ley, pero me hicieron un expediente en una agencia del ministerio público federal. Saliendo mi gestión en el 66, el Ejército quemó las casitas de los pobladores que habíamos hecho. Era presidente del país Díaz Ordaz. Empezamos a hacer mítines en las poblaciones en contra del Ejército porque reprimía y sacaba a los campesinos. Me metieron a la cárcel por disolución social, y salí libre porque no me podían acusar, yo había aplicado la ley. Contradictoriamente, a pesar de que me acusaban de comunista, quienes me defendieron eran los sacerdotes de Tepic, seguramente por influencia del padre Guardado.
— ¿Cómo se convirtió en candidato a gobernador de Jalisco?
— Después ingresé al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) aquí en Guadalajara. Ocupé cargos directivos en varias clínicas y me convertí en un buen médico. Me mandaron como director de la Clínica Tres, que era en ese momento la más grande del país. Llegábamos por la mañana y nos poníamos todos a barrer la clínica, la gente lo hacía también, cuidaban su centro de salud.
Empezamos a hacer cursos de promotores de la salud, a las prestadoras de servicio social las sacábamos a hacer trabajo comunitario. En una ocasión, hubo un grupo de jóvenes que propusieron hacer una obra de teatro del Che, el caso es que toda la gente que fue a consulta se amotinó después de ver la obra y al día siguiente el delegado me regañó, me dijo que me iban a correr pero me mandó a hacer una maestría en salud pública.
Estuve como 25 años de epidemiólogo en la clínica dos, y fundé un movimiento sindical llamado “El Águila Descalza”, que tuvo impacto en 17 estados del país. El movimiento fue tan importante que tumbamos a un líder nacional del sindicato del IMSS.
Entonces ya era militante del Partido Comunista (PC), hacíamos pintas en la noche y nos perseguían los policías. Fui el primer candidato a gobernador de Jalisco por las fuerzas de izquierda. Era un organismo llamado Unidad Democrático, formado por comunistas, campesinos, el Partido Socialista, y empezamos sin recursos, fuimos a muchos lugares, hicimos mítines, y luchamos en contra de Flavio Romero de Velazco,  quien llegó a ir a San Blas porque él era priista, y me dijo que tenía respeto para mí, y que le daba gusto que fuera su contendiente. Yo he mantenido amistad con él. Siendo gobernador en una ocasión él iba en su coche, y se paró para saludarme.
 — ¿Que le falta a los movimientos insurgentes actuales de Jalisco?
— Muchos años se decía que Jalisco era el gallinero del país, yo no creo eso, ha habido y hay movimientos importantes. Gente ligada a la universidad y a la FEG de José Guadalupe Zuno, además de Movimientos Sindicales. Actualmente trabajo en una biografía sobre médicos prestigiados que eran parte del movimiento comunista.
Pero hemos tenido logros, contra el placazo, y logramos que se devolviera el limosnazo, y no porque estemos en contra de que se construyan iglesias. Yo soy católico, voy a misa ocasionalmente. Quizás soy marxista guadalupano, - sonríe.
El caso es que hay prioridades en salud, educación, que no se atienden, o la contaminación monstruosa en el Río Santiago, es algo realmente vergonzoso. Hay unidad y conciencia y yo creo que el gobierno lo sabe y lo tiene detectado, pero para reprimirlo.
 — ¿Hablando de represión, cómo vivió la guerra sucia?
— No participé en la guerrilla, pero protegí a guerrilleros en mi casa, como Ricardo Rodríguez Moreno, o “El Perico”, no el mafioso, sino a uno que trajeron de Nayarit casi muriéndose. Estuvo preso en el hospital, él me decía que le ayudara a fugarse, fingió estar enfermo hasta hacer condición física y fugarse, alguien, le metió una pistola, y él con eso, una vez que abrieron la reja de los detenidos del Civil, sacó la pistola, mató al policía, atravesó el parque frente al hospital, asaltó una camioneta y se fue. En la tarde todos sabíamos que era la noticia de ocho columnas al día siguiente.
— ¿Cree en la guerrilla?

— Yo respeto esas formas de lucha, pero no estoy de acuerdo con ellas. Yo creo más bien en los movimientos pluriclasistas, de todos, esa es la solución, no las armas. En muchos lugares la guerrilla ha sido derrotada. Es una opción un poco romántica, pero yo no estoy de acuerdo. Sólo para que sepas, de todos modos eso fue hace muchos años, si hay delito ya prescribió. Pero “El perico”, esa noche fue a mi casa, y lo tuve que esconder como unos cuatro días. Después, lo matarían  en Tijuana en un encuentro con el Ejército.

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