Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
EL PAÍS, 28/11/10;
El presidente Barack Obama y la secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton consideran prioritario revitalizar las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo. Han dedicado muchos esfuerzos a fortalecer nuestras alianzas actuales y a construir otras nuevas para hacer frente a los retos comunes -entre ellos el cambio climático, la amenaza que representan las armas nucleares y la lucha contra la enfermedad y la pobreza-, con el fin de garantizar la seguridad general.
España es un socio valioso de Estados Unidos, tanto en nuestra relación bilateral como en foros internacionales de la importancia de la OTAN y Naciones Unidas. Nuestros pueblos tienen lazos históricos y culturales, valores y aspiraciones comunes; y nuestros dos Gobiernos mantienen un diálogo sincero y abierto sobre numerosos intereses compartidos y una relación de trabajo sólida y productiva que, a nuestro juicio, va a seguir creciendo.
En los últimos días, los medios de comunicación han hablado de unos documentos supuestamente descargados de ordenadores del Departamento de Defensa estadounidense. Según parece, contienen opiniones de nuestros diplomáticos sobre políticas, negociaciones y líderes de países de todo el mundo, además de informes sobre conversaciones privadas con personas de dentro y fuera de otros Gobiernos.
No puedo dar fe de que sea auténtico ninguno de los documentos distribuidos a través de Wikileaks. Pero sí puedo decir que la Embajada y el Gobierno de Estados Unidos lamentan profundamente -y condenan- que se dé a conocer cualquier información que debería ser confidencial. Los diplomáticos deben mantener conversaciones francas y abiertas con sus colegas y tienen que poder estar seguros de que esas conversaciones van a permanecer en secreto. El diálogo sincero, tanto entre los miembros de un Gobierno como entre unos Gobiernos y otros, forma parte del acuerdo esencial en el que se basan las relaciones internacionales; sin él no podríamos mantener la paz, la seguridad ni la estabilidad internacional.
No me cabe duda de que los embajadores de otros países en Estados Unidos dirían lo mismo. También ellos necesitan poder intercambiar opiniones sinceras con sus homólogos de Washington y enviar a sus Gobiernos las valoraciones que hacen de los dirigentes, las políticas y las actuaciones estadounidenses.
En cualquier caso, es importante subrayar que los informes internos de los diplomáticos no representan la política exterior oficial de un Gobierno. En el caso de Estados Unidos, no son sino un elemento más de los muchos que componen nuestras políticas, de las que son responsables supremos el presidente y la secretaria de Estado.
Y esas políticas son de conocimiento público, puesto que llenan miles de páginas de discursos, declaraciones, informes y otros documentos que el Departamento de Estado pone a libre disposición de todo el mundo a través de su página web y otros medios.
Pero las relaciones entre los Gobiernos no son lo único que nos preocupa. Los diplomáticos estadounidenses destacados en todo el mundo se reúnen con activistas locales de derechos humanos, periodistas, líderes religiosos y otras personas independientes que ofrecen sus opiniones sinceras. También esas conversaciones dependen de que exista confianza y seguridad entre ellos. Si un activista comparte información sobre conductas improcedentes o casos de corrupción en un Gobierno, o un asistente social proporciona pruebas de violencia sexual, hacer pública la identidad de esa persona podría tener repercusiones graves: cárcel, torturas e incluso muerte.
Los dueños de Wikileaks afirman que poseen alrededor de 250.000 documentos secretos, muchos de los cuales han dado a conocer en los medios de comunicación. Sean cuales sean sus motivos para publicar estos documentos, es evidente que su publicación pone en peligro real a unas personas de carne y hueso, a menudo unas personas que han dedicado su vida a proteger a otros. Una acción que pretende provocar a los poderosos puede acabar poniendo en peligro a quienes no lo son. Apoyamos y deseamos que se mantengan debates genuinos sobre cuestiones políticas apremiantes. Pero publicar despreocupadamente unos documentos sin tener en cuenta las consecuencias no es la forma de iniciar ese debate.
El Gobierno de Estados Unidos se compromete a conservar la seguridad de sus comunicaciones diplomáticas y está tomando medidas para garantizar su confidencialidad. Vamos a emprender las acciones necesarias para que no vuelva a producirse una brecha como esta. El presidente Barack Obama y la secretaria de Estado Hillary Clinton tienen el empeño categórico de ser unos socios dignos de confianza en la tarea de construir un mundo mejor y más próspero para todos.
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