7 feb 2010

Ciudad Juárez

Columna PLAZA PÚBLICA/
Actos de presencia en el lugar de los hechos
Por Miguel Ángel Granados Chapa
Publicado en Reforma, 7 Feb. 10;
El Presidente podría decidir que el lanzamiento de la estrategia integral que ha anunciado tras la matanza del 31 de enero en Ciudad Juárez se haga en el teatro de los acontecimientos
Horas después de que extensas zonas de Michoacán y del estado de México fueron sorprendidas por inundaciones que provocaron la muerte de por lo menos 16 personas en el oriente michoacano, el presidente Felipe Calderón acudió el viernes al lugar de los hechos. Fue a imponerse directamente de la magnitud de la tragedia, a supervisar cuanto se haga por remediar la desgracia y, sobre todo, a hacer acto de presencia, pues ya se sabe que la población en infortunio reclama auxilios materiales pero también señales de solidaridad de quienes pueden ayudarla. Lo mismo hizo enseguida en el Valle de Chalco, comarca oriental del estado de México. Su reacción ante la tragedia es digna de reconocimiento, aunque fuera obligada.
En cambio, Calderón se ha abstenido de viajar a Ciudad Juárez. Pocas veces lo ha hecho a lo largo de su mandato que dura ya 38 meses. El mandatario, que a últimas fechas insiste en lo debido que es oír a los ciudadanos -al punto de que en torno de la reforma política su gobierno ha abierto ex profeso una página de internet-, ha sido sordo al clamor de juarenses organizados porque se presente allí. Debió hacerlo, a mi juicio, tan pronto retornó de Tokio, al cabo de una gira que lo mantuvo fuera de México la semana durante la cual fueron asesinados 15 muchachos en una fiesta en aquella ciudad fronteriza. Debió haber ido inmediatamente después a ofrecer su condolencia a los deudos de las víctimas y a recibir el parte de guerra, como comandante supremo del Ejército, y jefe de los jefes de la Policía Federal y anunciar las medidas con que se propone conseguir, ahora sí, la eficacia contra la violencia organizada que hasta el momento ha fallado ostensible, lamentable y peligrosamente.
Era adivinable que Calderón viajara rápidamente a Michoacán. Es un visitante asiduo a su estado natal, donde ha estado más de una docena de veces durante su trienio. Dadas las tensas relaciones que su gobierno mantiene con el gobernador Leonel Godoy, estiradas una vez más por el amago del secretario de Gobernación de que los funcionarios y alcaldes liberados tras ocho meses de prisión pueden ser reaprehendidos porque no se ha declarado su inocencia, hubiera sido reprochable su ausencia ante los devastadores anegamientos de Tuxpan, Angangueo y Ocampo. Si bien faltó en su breve visita el toque humano de compartir con las familias que perdieron seres queridos un momento de duelo y reflexión, su acto de presencia sirvió para mostrar que se gobierna no únicamente desde el escritorio sino en comunicación directa con los gobernados.
Eso esperan todavía los juarenses. Ya ha estado allí, pero pocas veces. Dos únicamente, según recuerdan los que dicen que no suman más de 90 minutos sus estancias en ese lugar. Se exagera el dato. Sólo el 22 de julio de 2008 permaneció seis horas y media en Ciudad Juárez. Ciertamente, aunque abordó en sus discursos la situación riesgosa de aquella frontera, se limitó a visitar fábricas, como Electrolux y Bombardier. En esta empresa, productora de locomotoras, vagones de ferrocarril y otros vehículos, montó una cuatrimoto. Acaso como símbolo de su estrategia contra la inseguridad, no pudo echar a andar el cochecito. El incidente provocó risas, incluida la suya propia. Pero la ineficacia de su política contra la criminalidad no es para reír, sino para llorar y experimentar indignación y temor, y las organizaciones juarenses que lo echan de menos piensan que debe dar la cara ante las insuficiencias de los efectivos bajo su mando.
No debe ser sencillo planear una visita presidencial a una ciudad de seguridad tan frágil como Ciudad Juárez, en este momento en particular. Los desplazamientos presidenciales van precedidos y acompañados por un enorme aparato de resguardo y protección. Siempre lo ha habido, aunque no en la medida del actual. El Estado Mayor Presidencial ha de ser renuente a una movilización de esta índole en una ciudad donde campea la sensación de inseguridad y se establecería, por ende, un rudo contraste con la indefensión ciudadana. Con todo, si ya ha estado allí, el Presidente podría decidir que el lanzamiento de la estrategia integral que ha anunciado tras la matanza del 31 de enero se haga sobre el terreno, en el teatro de los acontecimientos. Con mayor razón debería ser así por el carácter de esa estrategia que, en las propias palabras presidenciales, "no será impuesta desde el centro sino propuesta y dialogada con la sociedad juarense, e implementada de la mano con los juarenses". No ganarían credibilidad las medidas de ese modo anunciadas si se las presenta fuera, al margen de los derechos y los intereses que se busca resguardar.
Apenas a mediados de enero se había replanteado la estrategia vigente a lo largo de casi todo 2009, notoriamente fallida como lo muestra la cifra de 2 mil 635 muertos en esa ciudad en sólo ese año. Se anunció entonces el retiro de mil 200 militares que apoyaban a la policía municipal en sus labores de vigilancia y patrullaje, pero se mantuvieron los 5 mil efectivos castrenses en el combate contra el crimen organizado. La novedad posible en el nuevo enfoque esbozado por el Presidente es que no contendrá sólo medidas de seguridad pública y procuración de justicia, de índole preventiva y persecutoria, sino una activa política social que incluya de modo preferente el combate a las adicciones y la atención a los jóvenes, a los que ahora en cambio se hostiga y orilla a la delincuencia.
El nuevo enfoque deberá abandonar la complacencia gubernamental, compartida por desgracia por segmentos de la sociedad, ante las matanzas entre bandas. La mayor parte de los 16 mil muertos con violencia en todo el país desde que comenzó la guerra contra la delincuencia organizada eran, presumiblemente, bandoleros que perecieron en escaramuzas por el control de rutas y territorios o por hacer prevalecer las reglas del comercio de drogas. Autoridades y sus voceros en los medios se ufanan de que así ocurra; tales ajustes de cuentas, aseguran, son muestra de la eficacia del combate oficial, pues el achicamiento de las zonas de acción, la menor libertad de movimientos de las bandas las conduce a pelear entre sí. Por lo tanto, esos homicidios, que benefician a la sociedad porque le aligeran la presencia de elementos nocivos, son pasados por alto. Casi no se inician averiguaciones por esos crímenes, y las que comienzan no acaban. Esos muertos no importan. En esa lógica, casi habría que aplaudir a los matones, porque limpian de escoria a la sociedad.
De esa convicción partió el primer impulso de las autoridades ante la matanza de los jóvenes en Villas de Salvarcar. Fue inicialmente presentado como un enfrentamiento entre pandillas, para que el público se desentendiera de él. De la versión se hizo vocero el propio Presidente, que luego rectificó ante la evidencia de que las víctimas eran muchachos ajenos a las bandas, y trocaron su discurso evitando el sencillo expediente de criminalizar a las víctimas. Pero todavía la procuradora de Justicia de Chihuahua, Patricia González, se aferra a la fácil hipótesis inicial: algún adulto habría entre los jóvenes inocentes que atrajo la agresión por su nexos con el delito. Si no se deja de argumentar en tal sentido, las autoridades tendrían que reconocer que la impunidad que proveen a los casi plausibles asesinatos es fuente de violencia que ataca, fuera de los marcos del crimen organizado, a la gente común y que por lo mismo debe ser encarada como lo que es, quebranto de la garantía de seguridad que debe ofrecer el Estado y no agradecible limpieza social.
El Consejo Coordinador Empresarial de Ciudad Juárez, al tiempo de reclamar la presencia presidencial, ha propuesto declarar en esa ciudad el estado de excepción. Otros sectores anhelan la presencia de los cascos azules de la ONU. Se comprende claramente la búsqueda de mecanismos extremos ante la ineficacia militar y policiaca y, más todavía, frente a su arbitrariedad y aun vesania: cuatro muchachos, vecinos de las víctimas, fueron llamados a atestiguar ante el Ministerio Público. Pero los levantaron agentes encapuchados que lo mismo hubieran podido aniquilarlos, sin explicar la causa de su captura.
Se comprende, insisto, que en ese clima se busque cualquier solución. Suspender garantías, sin embargo, sería un remedio mucho peor que la gravísima enfermedad.

Periodismo y literatura

Tomás Eloy Martínez y Jerome Salinger
Rafael Vargas
El último día de enero, vencido por un cáncer pulmonar, murió el escritor argentino Tomás Eloy Martínez, leído y apreciado en toda América. Cuatro días antes, el miércoles 27, en Cornish, New Hampshire, a los 91 años de edad, se fue Jerome David Salinger, un escritor cuya trayectoria nos hace recordar a Juan Rulfo.
Periodismo y literatura
Algunos de los maestros que enseñaban ciencias de la comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM en la segunda mitad de los años setenta, decían que el periodismo era un mal oficio para quien deseara convertirse en escritor. En su opinión, mientras que el texto periodístico exigía velocidad y cumplimiento estricto de ciertas normas –la principal, que toda nota explique al lector qué, quién, dónde, cuándo, cómo, por qué–, la pieza literaria requería de tiempo, mucho tiempo, numerosas correcciones y robusta paciencia para permitir que la letra madurara.
Visto así, parecía que el periodismo jamás podría siquiera aproximarse a la literatura, y que mientras ésta iba destinada a perdurar, la página periodística comenzaba a esfumarse en el momento mismo de su redacción.
Pero ya en esos años nadie aceptaba que la atmósfera de un diario era dañina para un hombre de letras, a pesar de las densas nubes de humo que convertían a quien entrara en la sala de redacción en un empedernido fumador pasivo. Si no abundaban, por lo menos había varios ejemplos de escritores excelentes que hacían periodismo de gran calidad literaria (Salvador Novo, el principal de ellos) y de periodistas que escribían con una prosa cargada de imaginación y buen estilo, como Manuel Seyde, cuyos artículos en la sección deportiva del Excélsior de entonces atraían aun a quienes no se interesaban por los deportes.
En todo caso, más interesante y divertido que hacer diferencias entre “letras inmortales” y “letras cotidianas” era citar el venenoso dardo de Oscar Wilde: “La diferencia entre la literatura y el periodismo es que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída”.
Hoy es difícil aceptar que existan diferencias reales entre periodismo y literatura. Siempre fueron porosas y ahora parecen haberse disuelto, no sólo por la gran cantidad de escritores que ha practicado el periodismo desde Voltaire hasta nuestros días, sino por el igualmente crecido número de periodistas que escribe con un alto nivel de calidad literaria.
En realidad, la única diferencia que siempre podrá trazarse es la que existe entre la buena y la mala literatura, y el buen y el mal periodismo.
Sin duda, por eso el narrador argentino Tomás Eloy Martínez solía decir que el principal compromiso ético del periodista es procurar que su lenguaje alcance la máxima calidad posible. Gracias a ese empeño, acabó forjando una prosa que no sólo habría de convertirlo en un periodista destacadísimo, sino también en un espléndido novelista.
Comenzó haciendo crítica de cine en el diario La Nación de Buenos Aires en 1957, y el cine es la materia de su primer libro, Estructuras del cine argentino, publicado en 1961. Pero su verdadera pasión siempre fue narrar. Comenzó a hacerlo cuando, de niño, sus padres lo castigaron prohibiéndole leer –su actividad favorita– y él no encontró mejor alternativa que contarse a sí mismo una historia.
Ese ánimo narrativo, presente en todo su periodismo, lo llevó a escribir su primera novela, Sagrado, que comenzó a redactar a los 31 años de edad y publicó al cumplir 35, en 1969. Es una aventura lírica inspirada por escritores a los que admiraba, como Julio Cortázar y Guillermo Cabrera Infante, a quienes entrevistó por esos mismos años, cuando trabajaba como jefe de redacción del semanario Primera Plana. Con gran modestia, siempre se refirió a ella como un fracaso, pero no dejó de reconocer que sin ese ejercicio de transgresión verbal jamás habría conocido los límites de su lenguaje. Martínez encontró su estilo distintivo mientras se preparaba para escribir una biografía de Juan Domingo Perón, el gobernante argentino, a quien entrevistó largamente en 1966, cuando éste se hallaba exiliado en Madrid.
Escribir esa biografía le significó tal cantidad de problemas de orden ético y estético, de contradicciones en relación con la veracidad de las fuentes, que acabó por asumir la imposibilidad de realizarla de manera ortodoxa y decidió construir un relato que asumiera las múltiples dificultades que plantea la aproximación a un personaje. A propósito de esas dificultades, sostuvo una entrevista muy interesante (Proceso 437, el 18 de marzo de 1985) con otro escritor que también ha cultivado la narrativa y el periodismo: Federico Campbell.
El libro resultante, La novela de Perón (1985), “una ficción que cuenta la verdad”, le dio cierto renombre internacional y la posibilidad de dedicar más tiempo a la redacción de más novelas. Pero en los años siguientes, no sólo no pensó en alejarse del periodismo, sino que todavía se permitió entusiasmar a un grupo de amigos para fundar con ellos un diario en Guadalajara, México: Siglo 21, que tuvo una vida breve (de 1991 a 1998) pero fecunda, pues en su redacción se formaron muchos de los actuales periodistas de Jalisco.
Ni siquiera el enorme éxito de Santa Evita (1995), otra novela que evidencia su inmenso interés por el peronismo, lo apartó del quehacer periodístico, una pasión que explican inmejorablemente las siguientes palabras, de 1996:
Todos, absolutamente todos los grandes escritores de América Latina fueron alguna vez periodistas. Y a la inversa: casi todos los grandes periodistas se convirtieron, tarde o temprano, en grandes escritores. Esa mutua fecundación fue posible porque, para los escritores verdaderos, el periodismo nunca fue un mero modo de ganarse la vida, sino un recurso providencial para ganar la vida. En cada una de sus crónicas, aun en aquellas que nacieron bajo el apremio de las horas de cierre, los maestros de la literatura latinoamericana comprometieron el propio ser tan a fondo como en el más decisivo de sus libros. Sabían que si traicionaban a la palabra hasta en el más anónimo de los boletines de prensa, estaban traicionando lo mejor de sí mismos. Un hombre no puede dividirse entre el poeta que busca la expresión justa de nueve a doce de la noche y el gacetillero indolente que deja caer las palabras sobre las mesas de redacción como si fueran granos de maíz. El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a vida completa. Puede que un periodista convencional no lo piense así. Pero un periodista de veras no tiene otra salida que pensar así. El periodismo no es algo que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo. Es algo que duerme con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas vísceras y nuestros mismos sentimientos.
El 3 de abril de 2002, en la ceremonia en la que la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano distinguió a Julio Scherer como primer recipiendario del Premio Nuevo Periodismo, Martínez dijo algo que en buena medida explica su pasión periodística:
“Los proyectos personales de largo plazo pueden enriquecer notablemente la calidad del periodismo latinoamericano (…). No hay que olvidar que las grandes crónicas de este continente nacieron como modos de dar salida a las obsesiones personales.”
Debemos a las personales obsesiones de Tomás Eloy Martínez el conocimiento detallado de varios capítulos de la historia argentina contemporánea que, sobra decirlo, forma parte de la nuestra.
Y a su pasión periodística, muchos buenos, inteligentes, amenos, informativos artículos sobre los más diversos asuntos y personajes. Es indispensable una selección en dos o tres volúmenes que permitan disfrutar su relectura, tenerlos siempre a la mano.
El prisionero de la fama
The Catcher In The Rye (El guardián en el centeno, según la traducción de Alianza Editorial), la legendaria novela que narra tres días en la vida de un singular adolescente neoyorquino de los años cuarenta, empezó a circular en las librerías de Estados Unidos a finales de junio de 1951.
En ella se funda, justificadamente, gran parte de la fama de su autor, Jerome David Salinger, quien hasta entonces era conocido en el medio literario sólo como cuentista, sobre todo por los espléndidos relatos que había publicado en la revista The New Yorker.
Cabe suponer que Salinger esperaba que su novela fuese bien acogida por los lectores y la crítica, pero quizá nunca deseó el éxito que ésta alcanzó, y que puede resumirse en una frase: es la obra más leída en la historia de Estados Unidos. En 58 años de existencia ha vendido más de 62 millones de ejemplares.
Casi inmediatamente después de su aparición (según cuenta Peter G. Beidler en A Reader’s Companion to J. D. Salinger’s The Catcher In The Rye), entró en las listas de los libros más vendidos, debido a una recomendación del club Book-of-the-Month.
La edición se agotó a los pocos meses, y Salinger advirtió que el éxito del libro podría perturbar su vida. Solicitó entonces a su casa editorial, Little, Brown & Company, que en caso de sucesivas ediciones su fotografía no apareciera en la contratapa, y así se hizo.
Pero el “daño” ya estaba hecho. A comienzos de 1952, Salinger ya era una celebridad. Editoriales británicas y estadunidenses le manifestaban interés por sus próximos libros.
Para considerar las cosas con calma, Salinger se dio unas vacaciones a partir de los últimos días de marzo de ese año. Primero viajó a Florida y luego vino a México. La estadía en nuestro país le brindó un pretexto perfecto para declinar uno de los primeros honores que le fueron ofrecidos: a finales de marzo, los directivos de la escuela militarizada donde cursó sus estudios de educación media superior, la Valley Forge Military Academy, le habían escrito para informarle que era considerado como un exalumno distinguido y solicitaban su presencia para una ceremonia honorífica.
Salinger les escribió agradeciéndoles el honor, pero les aclaró que no le gustaba ese tipo de atención pública.
Acaso pensaba, como muchos otros artistas, que la fama es una forma de la confusión. Lo que es indudable es que apreciaba la tranquilidad por encima de cualquier otra cosa. En 1974, en una de las escasas declaraciones que hizo a la prensa, dijo a un periodista de The New York Times que encontraba “una maravillosa paz en no publicar. Me gusta escribir. Me encanta escribir. Pero me gusta escribir por el sólo placer de hacerlo. Publicar es una terrible violación de mi intimidad”.
Todo indica que su afán por preservar la tranquilidad de su vida privada se debía a las traumáticas experiencias que sufrió durante la Segunda Guerra Mundial. Salinger participó en el desembarco de las tropas estadunidenses en Normandía, como sargento del batallón 126 de infantería que asaltó la llamada Playa Utah. De los 3 mil soldados que lo integraban sólo 125 sobrevivieron. Y como agente de contrainteligencia, fue también uno de los primeros en conocer los espantosos campos de concentración.
En la dura semblanza que hizo de su padre en Dream Catcher: A Memoir (2000), Margaret Salinger recuerda una frase que éste le confió alguna vez cuando le habló sobre su experiencia en la guerra: “Por más años que pasen, nada puede borrar el olor de la carne humana quemada”.
No sorprende, por lo tanto, saber que al final de la guerra Salinger haya sufrido un colapso mental. Pero saberlo ayuda a comprender mejor el que Holden Morrisey Caulfield, protagonista de El guardián…, se duela por el hermano mayor muerto en la guerra y tenga una sombría visión del mundo.
La muerte de Salinger ha provocado las más diversas reacciones. Bret Easton Ellis, autor de American Psycho, escribió en su twitter: “¡Sí! ¡Gracias a Dios que finalmente ha muerto! ¡Habrá fiesta esta noche!”.
Otros señalan que el escritor había desaparecido desde 1965, cuando dejó de publicar, luego de la aparición de Hapworth 16, 1924 en las páginas de The New Yorker. Y otros más, como Adam Gopnik, uno de los principales colaboradores de esa benemérita revista, destacan la hipersensibilidad del autor, que le permitió escribir páginas conmovedoras y describir las más delicadas cosas de la vida.
A los mexicanos, la trayectoria de Salinger nos hace recordar la de Juan Rulfo. Ambos se convirtieron en leyenda con sólo una novela y un puñado de cuentos, y procuraron sustraerse a la atención pública.
La prensa se pregunta ahora si Salinger habrá dispuesto o no la publicación de las páginas que decía haber escrito y, sobre todo, si todavía existen.

Hacía una República laica

República laica/Miguel Ángel Granados Chapa
Revista mexicana Proceso # 1736, 7 de febrero de 2010;
A pesar del voto en contra de diputados panistas, en la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados dio su primer paso una sencilla pero significativa reforma al artículo 40 de la Constitución. Se presume que el martes 9 de febrero será discutida en el pleno de San Lázaro. Con un puñado de legisladores panistas, ajenos al fundamentalismo de la mayoría, la enmienda puede ser aprobada y pasar al Senado, donde sus promotores esperan también de los liberales del PAN el apoyo preciso para lograr la mayoría calificada requerida en las adiciones constitucionales.
Se trata de agregar sólo una palabra a los adjetivos con que caracterizó el Constituyente a la República Mexicana. Ya dice que “es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal…”. Se trata de que diga también que la república es laica. El adjetivo cabría, según el dictamen de la comisión legislativa, en penúltimo lugar, antes de “federal”. Gramaticalmente la operación es fácil. No lo es políticamente.
Desde diversos orígenes, hace ya tiempo se alzan voces que alertan contra el riesgo en que se halla el carácter laico del Estado mexicano. Se da por sentado que esa nota definitoria existe, pero bien miradas las cosas no hay en el texto constitucional ninguna afirmación al respecto, definiendo como laico al régimen, si bien la palabra respectiva aparece claramente en el artículo 3º, al enumerar los atributos de la educación que imparta el Estado.

Réquien por la revista colombiana Cambio

Casa Editorial EL TIEMPO anuncia cambios en dos de sus medios de comunicación
Revista Cambio se convertirá en mensual y el diario HOY saldrá de circulación.
La Casa Editorial El Tiempo agradece muy especialmente al equipo periodístico encabezado por Rodrigo Pardo y María Elvira Samper por la dedicación y entrega con la que se desempeñaron al frente de la revista durante la etapa que ahora se cierra.
Réquiem por una revista
Revista Semana, 6 de febrero de 2010;
Con la desaparición de 'Cambio' como medio de opinión todo el mundo perdió.
El final llegó en forma abrupta y escueta. El miércoles al mediodía, Luis Fernando Santos citó a su despacho al director de la revista Cambio, Rodrigo Pardo, y lo mismo hizo el vicepresidente de la Casa Editorial El Tiempo, Guillermo Villaveces, con la editora, María Elvira Samper. El motivo era comunicarles una decisión ya tomada: Cambio pasaría a ser una revista mensual y en su nueva reestructuración no se requerirían sus servicios. Posteriormente Villaveces se reunió con la redacción para transmitirles la noticia.
El shock no pudo haber sido más grande. Los periodistas habían escuchado rumores de que el Grupo Planeta podía tener algunas preocupaciones en relación con la rentabilidad y el enfoque editorial de la revista, pero nadie anticipó que ese proceso fuera a desembocar en el fin de Cambio como revista de opinión. La versión mensual que anunciaron sus propietarios que mantendrían será una revista con temas de interés general como viajes, salud, medio ambiente y tendencias. Con esta decisión se cierra un capítulo muy importante en la historia del periodismo colombiano.
Pocas publicaciones habían generado tanta expectativa como la que tuvo Cambio en el momento de su nacimiento. En esa época, 1993, representaba la llegada a Latinoamérica y a Colombia de Cambio 16 España, la revista que fue considerada el gran fenómeno periodístico en ese país durante la transición de la dictadura a la democracia. Su fundador, Juan Tomás de Salas, se convirtió a través de este medio en uno de los protagonistas de la vida nacional en el posfranquismo.
El primer país escogido para la conquista del mercado latinoamericano fue Colombia. Esta decisión obedeció a dos razones: por una parte, era el lugar donde había vivido su exilio Salas durante el gobierno de Franco. Por otra, la publicación española tenía en su equipo a dos de los pesos pesados del periodismo nacional, Daniel Samper Pizano y Antonio Caballero, quienes se trasladaron a Colombia para iniciar el proyecto.
En una primera etapa la revista fue propiedad exclusiva de los españoles, quienes nombraron como su director a Darío Restrepo y como presidenta a Patricia Lara. La revista fue un éxito automático desde su lanzamiento, con golpes periodísticos como la carátula de Carlos Ossa Escobar cuando fue detenido en la aduana con una dosis de marihuana en el bolsillo y que se tituló ‘Mi nombre me sabe a hierba’. Noticias originales de esta naturaleza, así como importantes investigaciones y denuncias sobre politiquería y corrupción hicieron de Cambio una publicación de lectura obligatoria en la clase dirigente.
Sin embargo, a pesar de ese prestigio, las cifras no daban. En prensa escrita es muy difícil llegar al punto de equilibrio y cuando no se alcanza, las pérdidas pueden ser cuantiosas y crónicas. Eso le estaba sucediendo a la revista. Y a todas estas, el imperio de Juan Tomás de Salas en España se estaba viniendo abajo. Su casa editorial, Grupo 16, había hecho varias apuestas arriesgadas como la creación de Diario 16 para competirle al periódico El País, de Prisa, que no dieron resultado. La situación se volvió insostenible, el grupo se declaró en quiebra y fue vendido por la simbólica cifra de una peseta.
En ese contexto un equipo de periodistas encabezado por Patricia Lara compró la edición colombiana, y al nombre de la revista se le quitó el número 16 y quedó solamente Cambio.
Durante ese período, en el que Eduardo Arias y la propia Patricia fueron directores, se mantuvo la calidad periodística con importantes primicias como la que dio inicio al proceso 8.000, cuando la periodista María Cristina Caballero denunció que los Rodríguez Orejuela habían donado unas camisetas para la campaña de Ernesto Samper, o de la participación de varios oficiales del Ejército en la masacre de Mapiripán. Sin embargo, al igual que en los primeros años, el hueco financiero no se pudo solucionar y Patricia terminó vendiéndoles la publicación a Gabriel García Márquez y a un grupo de periodistas. Esa transacción acabó generando aun más expectativa que el nacimiento. No sólo estaba el enorme prestigio del Nobel colombiano, sino que entraron como socios varias de las plumas más influyentes del país en lo que fue denominado el ‘Dream Team’. En este equipo estaban Mauricio Vargas, Roberto Pombo, María Elvira Samper, Ricardo Ávila, Édgar Téllez y Pilar Calderón.
Con la calidad y el prestigio de este equipo la revista aumentó rápidamente su circulación y llegó a adquirir renombre incluso más allá de las fronteras colombianas. Sin embargo, se trataba de puro talento sin músculo financiero y cada integrante del grupo se estaba jugando su propio patrimonio en esa aventura.
Las pérdidas de siempre hicieron que la apuesta no durara sino hasta 2006, cuando la Casa Editorial El Tiempo adquirió la revista. La expectativa era que con el soporte del primer conglomerado de medios del país se generarían sinergias que rápidamente le darían la vuelta al balance. Además se consideró que una revista de opinión sería un valor agregado al grupo editorial de los Santos en su proceso de búsqueda de un socio estratégico.
Durante la negociación entre la Casa Editorial El Tiempo y el Grupo Planeta, Cambio fue parte importante del abanico de publicaciones que adquirían los españoles. Lo que nadie previó es que el mundo editorial cambiaría en ese momento por la doble circunstancia de una profunda recesión económica y la penetración de Internet como alternativa de lectura gratis.
Paradójicamente, en medio de esta crisis, la revista vivió un excelente momento periodístico. En 2009 tuvo varias de las denuncias y chivas más importantes del año, como la revelación del acuerdo para instalar las bases militares de Estados Unidos; las narcograbaciones del director de Fiscalías de Medellín, Guillermo León Valencia Cossio, y sobre todo, el escándalo de Agro Ingreso Seguro. El periodismo que estaba haciendo Cambio no era de oposición rabiosa ni sesgada, sino independiente y crítico del nivel que todo el mundo reconoce.
Aunque desde su inicio Cambio siempre fue una revista muy influyente, no es exagerado afirmar que el año pasado alcanzó uno de los puntos más altos de su historia. Por eso resultó tan desconcertante su cierre.
Como era de esperarse ante un episodio que es tan significativo para el mundo de los medios de comunicación, hay versiones encontradas sobre las verdaderas razones que llevaron a ese desenlace. Los actuales propietarios y directivos de la Casa Editorial El Tiempo invocan razones económicas. Los periodistas, en cabeza del director Rodrigo Pardo y la editora María Elvira Samper, creen que primaron consideraciones editoriales.
De lo que no hay duda es de que con el cierre de la revista todo el mundo perdió: algunos periodistas, sus puestos; Planeta, algo de imagen, y el periodismo colombiano, uno de los medios más respetados de los últimos años.
Semana.com ©2008.

Eloy Martínez

El periodista absoluto/ Felipe Restrepo Pombo.
Semana, Sábado 6 Febrero 2010;
A principios de agosto de 2004, Tomás Eloy Martínez dictó uno de sus últimos talleres sobre periodismo narrativo, en Santiago de Chile. Frente a un grupo de periodistas jóvenes de todo el continente, entre los que me encontraba yo, habló sobre los desafíos del oficio en el futuro. En la última sesión del taller -organizado por la Fundación de Nuevo Periodismo- Tomás Eloy presentó un decálogo que, según él, era una guía infalible para cualquier periodista. Todos sus consejos giraban en torno a la ética y la eficacia, tal vez sus dos palabras favoritas. El último de los 10 puntos era: "El único patrimonio del periodista es su buen nombre y su lenguaje. Cada vez que se firma un texto insuficiente, se pierde parte de ese patrimonio". Aunque parece evidente, este punto es un resumen de su propia trayectoria: una carrera de cinco décadas en la que la ética y la dignidad se mezclaron con la eficacia y la buena escritura. Tomás Eloy se entregó, sin concesiones, a la búsqueda de la excelencia: y por eso, a los 75 años, murió con su único patrimonio periodístico, su nombre, intacto.
Empezó su trabajo como corrector de pruebas en el diario La Gaceta, en su ciudad natal, Tucumán, situada en el noroeste de Argentina. Y desde entonces nunca dejó de ser periodista: ni siquiera cuando fue amenazado de muerte o cuando, hace tres años, un tumor cerebral lo atacó sin clemencia. Dicen que en sus últimos días se arrastraba hasta su escritorio para terminar su novela Purgatorio (2008), o para dictar su columna que aparecía en los diarios El País, La Nación, The New York Times y El Espectador, entre otros.
A los 30 años ya era crítico de cine de La Nación, en donde escribía con entusiasmo sobre las cintas de la nueva ola francesa. En 1974 publicó La pasión según Trelew, un extenso reportaje que narraba la matanza de un grupo de guerrilleros en tiempos de la dictadura de Lanusse. El libro lo convirtió en una de las figuras más llamativas del periodismo argentino, pero también le causó problemas: La pasión según Trelew fue prohibido por el gobierno de Videla, y gran parte de sus ejemplares fueron incinerados por el ejército en la ciudad de Córdoba. Tomás Eloy pasó a dirigir el suplemento cultural del diario La Opinión, en 1975, pero fue amenazado por la Triple A, la organización paramilitar nacida durante el gobierno de Isabel Perón. Se exilió entonces en Caracas, donde fue editor del periódico El Nacional y fundó El Diario de Caracas, en el que ocupó el cargo de jefe de redacción hasta 1979. Entre los corresponsales de su diario había dos novelistas ya consagrados: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
Pero más que un editor, Tomás Eloy siguió siendo un reportero. Viajó por el mundo para cubrir algunos de los eventos más trascendentales de la Guerra Fría. Fue, por ejemplo, a la Unión Soviética a entrevistar a Gagarin y a Titov y fue el primer periodista occidental que entró a la Ciudad de las Estrellas, la planta en donde los soviéticos desarrollaban, en secreto, su plan espacial. Varios de estos viajes quedaron registrados en las magníficas crónicas y perfiles que componen Lugar común la muerte, un libro de 1978. Ahí, por primera vez, Tomás Eloy empezó a mezclar, según sus propias palabras, las aguas de la literatura y el periodismo. Sus textos, que parecían de ficción, estaban basados en historias reales: como ocurre en el reportaje sobre los sobrevivientes de la bomba atómica en Japón. "Hace ya tiempo descubrí, no sin sorpresa, que los azares del periodismo me acercaban con persistencia al tema de la muerte. Hacia 1965 supe, en Hiroshima y Nagasaki, que un hombre puede morir indefinidamente y que la muerte es una sucesión, no un fin", escribió en el prólogo. Tomás Eloy estaba convencido, desde entonces, de que los orígenes del periodismo narrativo se podían rastrear en las novelas de Balzac, Dickens, Dostoievsky y Dumas.
Regresó a Argentina, donde estuvo a la cabeza de diarios y revistas. "Tomás fue un gran editor. Fue el primero en publicar los textos de jóvenes autores como Rodrigo Fresán o Alan Pauls. Marcó a toda una generación de periodistas en el país", dice, desde Buenos Aires, Leila Guerriero, una reconocida editora y cronista argentina. Una de las lecciones de Tomás Eloy fue la de buscar ángulos diferentes para contar las noticias. Según él, el escritor tenía que llamar la atención del lector, en medio de una avalancha de noticias, y obligarlo a leer su texto. Hacerle ver que su historia era diferente, fundamental y afectaba su propia vida.
Siempre alternó su trabajo periodístico con la literatura. Y dos de sus novelas, La novela de Perón (1985) y, sobre todo, Santa Evita (1995), le dieron reconocimiento mundial. De hecho, Santa Evita -en la que relata la peregrinación del cadáver de María Eva Duarte de Perón- sigue siendo una de las novelas argentinas más leídas y traducidas. Con estos dos libros quiso descifrar las claves del peronismo, pero escogió hacerlo a través de la ficción. Sin embargo, Tomás Eloy contaba que varias veces se encontró en textos académicos e históricos datos que él mismo inventó para las novelas y que eran presentados como verdaderos.
Pero el éxito como novelista no lo alejó del periodismo. Al contrario, Tomás Eloy se dedicó a fundar nuevos medios -participó en la creación del periódico Siglo XXI en Guadalajara y del suplemento Primer Plano de Página/12 en Buenos Aires- y defendió el oficio desde la academia. Fue profesor y director del programa de Estudios Latinoamericanos, en la Rutgers University de Nueva Jersey. "Tomás Eloy solía decir que la ética comienza al cuidar el lenguaje con que nos expresamos, es decir, el lenguaje nos determina porque el lenguaje es el vehículo de nuestra interacción con el mundo y los otros", escribió el periodista venezolano Boris Muñoz, quien fue alumno suyo en Rutgers. También, a principios de los 90, ayudó a crear la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, junto a su amigo García Márquez.
Quienes lo conocían dicen que Tomás Eloy podía hablar de cualquier tema: sabía cuál era el mejor nuevo restaurante en Manhattan o cuál era la banda de rock independiente más interesante de Buenos Aires. Era un conocedor de todo tipo de música -como la atestiguan varias de sus columnas-, y su cultura cinematográfica era enorme. "Era la representación del periodista absoluto, ese que está enterado de qué está pasando en todo el mundo y no deja ni un segundo de informarse. A él le quedaba bien, como a pocas personas, el calificativo de erudito", dice Guerriero. En 2002, Tomás Eloy ganó el premio Alfaguara de novela por El vuelo de la reina, y en 2009, el premio Ortega y Gasset de periodismo a toda su trayectoria profesional.
"Preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar: esos son los verbos capitales de la profesión más arriesgada y más apasionante del mundo. La gran respuesta del periodismo escrito contemporáneo al desafío de los medios audiovisuales es descubrir, donde antes había un solo hecho, al ser humano que está detrás de ese hecho, a la persona de carne y hueso afectada por los vientos de la realidad", escribió en un texto de 2002, publicado por la Rutgers University. Y algo muy similar repitió en el taller de Santiago de Chile, en el que lo vi por primera y última vez. Entonces me pareció que sus ideas eran adelantadas para su tiempo. Pero ahora, en medio de la peor crisis de los medios escritos, creo que son proféticas. En un momento en el que las empresas están despidiendo a los reporteros y acabando, sin mayor consideración, con diarios y revistas, bien valdría la pena volver a las palabras de Tomás Eloy. Su lección es clara: la única salida que tiene el periodismo ante las amenazas es la dignidad y la calidad.

A defender el Estado laico

Entrevista a Pedro Zerolo: secretario de Movimientos Sociales del PSOE
Por Karla Garduño Morán
Enfoque de Reforma
Zerolo es concejal en el ayuntamiento de Madrid desde el 2003 y, en paralelo a su carrera política, trabaja como activista. Desde 1997 y hasta 2003 lideró la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales, una de las asociaciones de homosexuales más reconocidas, y fue un importante impulsor de las leyes que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005, tras lo cual él mismo contrajo matrimonio.
-En paralelo a la aprobación de los matrimonios homosexuales en la Ciudad de México, en otras entidades del país se están aprobando leyes antiaborto defendidas por la iglesia, ¿cómo se defiende el Estado laico en una situación así?
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-Uno pensaría que el debate por los derechos de los homosexuales está más que superado en Europa. ¿Es así?
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-Veo la situación con preocupación y también con esperanza, porque la presidencia española de la Unión Europea inició en enero y el presidente Zapatero apuesta por el desarrollo del Tratado de Lisboa, por la carta europea de los derechos fundamentales, que tiene que ser el germen de la futura Constitución europea.
-España se va a convertir en este primer semestre en el primer país de Europa que va a trasponer todas y cada una de las directivas antidiscriminatorias y va a tener la primera Ley de Igualdad de Trato, que va a garantizar la igualdad no sólo en el ámbito laboral sino también en el acceso a bienes y servicios.
-¿El gran opositor sigue siendo la iglesia?
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-No sólo se han manifestado contra el matrimonio de personas del mismo sexo, se han manifestado contra la ley de divorcio, contra la ley de identidad de género, la ley de igualdad entre mujeres y hombres, las leyes de interrupción voluntaria del embarazo, las campañas de prevención de VIH, la ley de reproducción asistida. De haber sido por ellos, viviríamos en España en un país completamente diferente al que ha querido la inmensa mayoría de la ciudadanía durante estos 30 años de democracia.
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-¿Cuál ha sido para ustedes la estrategia para vencer la resistencia de las jerarquías y la extrema derecha?
-Lo más difícil en mi vida de activista fue convencer a mis propios pares, a mis iguales. Convencer a lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de que estaban siendo discriminados y que tenían derecho a ser iguales, porque han sido siglos y siglos de discriminación.
Todavía hay grupos que están intentando curar a homosexuales en México. Espero que las autoridades públicas actúen, porque esto va en contra de todos los dictados de todas las organizaciones internacionales que tienen que ver con la psiquiatría y la psicología.
Aquí no hay nada que curar, el problema no es ser homosexual, el problema es ser homofóbico; el problema no es ser mujer, el problema es ser machista; el problema no es ser negro, el problema es ser racista.
Hay quienes han crecido creyendo que eran enfermos, anormales, lo peor de la sociedad, porque se los repetían y se los repiten todavía; por lo tanto, convencerlos, organizarlos para constituir un movimiento de autodeterminación, para mí fue lo más difícil.
A continuación, generar redes respecto a los colectivos. La clave en España fue ir todos a una en defensa de la igualdad, crear una federación nacional de todos los colectivos, respetando la diversidad del movimiento pero yendo a una, y elaborar un discurso que no sólo ha sido ganador respecto a nuestros derechos, sino que ha impregnando a la izquierda española y europea, y llegar de la mejor manera que se puede llegar, convenciendo, sin violencia. Hemos convertido a España en el primer país del mundo que en una sola legislatura reconoce la dignidad homosexual y transexual, reconoce la plenitud de un derecho de los hombres y las mujeres homosexuales y transexuales.
-¿Lo hubieran conseguido sin un gobierno de izquierda?
-Nunca. Todavía hoy en España la derecha no para de trabajar en contra de los derechos LGTB, ni en España ni en ningún país, porque la internacional de la derecha y de la ultraderecha cada vez tiene más poder y continuamente está trabajando en contra de la igualdad y de determinados derechos irrenunciables. Hubiera sido imposible con el presidente Aznar. Lo que ha hecho la derecha española es intentar que lo imposible siguiera siendo imposible.
-¿Cómo colaboraron ustedes con la discusión en México?
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-¿Y al PRI lo ves también con ese mismo ánimo de reconocer derechos?
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-Al PRI se le critica que deje hacer al PAN en otros estados para la aprobación de las leyes antiaborto.
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Conózcalo
· Nombre: Pedro Zerolo.
· Nacimiento: Caracas, Venezuela, 1960.
· Estudios: abogado por la Universidad de San Fernando en Venezuela.
· Trayectoria activista: desde 1985 comenzó a trabajar por los desprotegidos en el barrio madrileño de Entrevías. En 1992 empezó a dar asesoría en el Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid y de 1998 a 2003 presidió la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).
· Trayectoria política: en 2003 fue electo concejal del Grupo Municipal Socialista en Madrid, y fungió como portavoz del Medio Ambiente. Fue reelecto en 2007 y se encargó de la oficina de Familia y Servicios Sociales. En 2004 fue electo miembro de la Comisión Ejecutiva Federal del Partido Socialista Obrero Español, haciéndose cargo desde entonces de la Secretaría de Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG.
"El problema no es ser homosexual, el problema es ser homofóbico;
el problema no es ser mujer, el problema es ser machista;
el problema no es ser negro, el problema es ser racista".


Pedro Zerolo, político y activista español. regresar a titulares













Yo soy un hombre de izquierda y soy de los que piensan que la izquierda o es valiente o no es izquierda y a mí me gusta pedir a mis compañeros que sean valientes, que en la valentía está el secreto de la igualdad y de la libertad y ése es nuestro sino; por tanto, siempre hay que abrir caminos que amplíen derechos, que reconozcan realidades y que no se opongan a avances que son irreversibles. Ése es el camino que tengo claro y que desarrollo donde trabajo.
Yo creo que la apuesta de Ciudad de México ha sido una apuesta clara del PRD, una apuesta clara de David Razú, donde ha jugado un papel importante Marisela Contreras y la propia presidenta de la asamblea Alejandra Barrales y también ha sido importante que el PRI haya dejado hacer y no se oponga. Cada partido decide cuál es su papel, lo importante en el avance de derechos y en el reconocimiento de la dignidad es no oponerse, facilitar que leyes como ésta vean la luz.
Yo he tenido distintos contactos, llevo viniendo a México desde hace varios años, a distintos actos. Luego vine a la conferencia mundial del VIH SIDA en el 2008, he tenido la oportunidad de tener una entrevista con Marcelo Ebrard, y he tenido muchísimo contacto con el movimiento socialista y con los dos partidos hermanos del partido socialista, de la Internacional Socialista que son el PRD y el PRI.
Y en México está pasando lo mismo. Que se manifiesten como quieran, pero que no llamen conservadurismo a lo que en muchas de sus manifestaciones es homofobia, cuando no machismo o racismo.
Las jerarquías de todas las iglesias, que se han convertido en lastres de progreso, se han opuesto a todo en España y en México. En España salieron a la calle a manifestarse todos los obispos de la mano de los dirigentes del Partido Popular, que son la derecha que representa en México el PAN; cogidos de la mano, exteriorizando un matrimonio de conveniencia que ha existido siempre entre las jerarquías de las distintas iglesias, concretamente de la jerarquía de la Iglesia Católica, y la derecha extrema. Eso es lo que hemos vivido siempre en Latinoamérica.
No está superado. Es más, quiero poner de manifiesto que en Europa en este momento están soplando aires de racismo, xenofobia, machismo, homofobia, aires verdaderamente preocupantes. Hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de los gobiernos de la Unión Europea son gobiernos o de derecha o de derecha extrema, y gobiernos de progreso, gobiernos socialistas, son los menos.
El Estado laico hay que defenderlo continuamente, porque los de siempre siguen teniendo mucho poder y quieren laminarlo en interés propio para imponer su voluntad, y eso es peligroso. Defender el Estado laico es apostar por iniciativas como las que se están tomando en Ciudad de México. Me preocupa lo que está pasando en muchos estados de México, pero también es verdad que Ciudad de México marca tendencia política y el discurso de futuro que tiene que ver con la diversidad, con el avance social, con la efervescencia cultural y con la prosperidad económica, lo está encarnando ahora mismo la ciudad y su alcalde.
7 febrero 2010

James Ellroy, el artista de la novela negra

El artista de la novela negra/
James Ellroy se consagra como el narrador que ha roto con las etiquetas del género negro. Violencia, sexo, corrupción, poder ... "Yo soy todos los hombres de Sangre vagabunda", afirma el autor sobre la novela que cierra su trilogía de los bajos fondos de Estados Unidos.
Entrevista de ROCÍO AYUSO
Babelia, 06/02/2010;
Perro ladrador, poco mordedor dice el refrán. James Ellroy es un gran ejemplo. El perro diabólico de la literatura estadounidense no se calla ni debajo del agua. El matrimonio es "sexo y paciencia", el último consejo de su padre fue que se tire a cualquier camarera que le atienda y el rock & roll es música "de idiotas para niñatos". Eso además de declararse "de todo menos un liberal", verbalizar su oposición al matrimonio homosexual, sus reparos al aborto y apropiarse en su juventud de alguna consigna nazi. Sus novelas exudan racismo, misoginia y violencia. Hasta su apariencia va pidiendo guerra, pantalones blancos sucios, bragueta bajada y camisa hawaiana en pleno enero (un exceso incluso en California). No es de extrañar que su segunda esposa, la escritora y feminista Helen Knode, le llamara "animal de zoológico". Dicho todo esto e intentando escuchar con distancia su bombo y platillo es fácil ver que todo es fachada, autopromoción, un exhibicionista detrás del que se oculta sin mucho rascar un romántico lleno de demonios que lo único que quiere es llamar la atención. "La literatura no es más que la historia de hombres aislados sobrepasados por lo que les rodea que intentan dar forma a lo que ocurre a su alrededor y que se ven forzados al cambio mientras interactúan con los acontecimientos y conocen a una mujer", resume en medio de sus fanfarronadas. Una descripción perfecta porque ése también es James Ellroy.
Californiano, 61 años, "buena salud", dice; poco pelo, eso es obvio; casado en dos ocasiones y ahora compartiendo su vida con la escritora Erika Schickel, "la mujer con la que pienso pasar el resto de mi vida". Eso está por ver. También es "el mejor escritor de novela policiaca", como se bautizó él mismo antes de dejar su apodo en algo más corto como "el mejor novelista". Punto. Y aquí es donde Ellroy tiene los dientes bien afilados, porque su mordisco es innegable. La dalia negra, El gran desierto, L. A. confidential y Jazz blanco le encumbraron como autor de novela negra, el llamado LA Quartet, seguido de una trilogía aún mejor que acaba de concluir, The Underworld USA Trilogy (Trilogía Americana), que componen América, Seis de los grandes y la última entrega, Sangre vagabunda (Ediciones B). Es imposible que estos libros te dejen impasible. Puedes odiarlos, sí. Su lectura no nace del placer, es el reflejo de una obsesión. Sexo, mujeres, crimen, política, poder, corrupción. Las mismas obsesiones que dominarán al lector que se deje morder por sus páginas. "Soy un autodidacta que nunca acabé mis estudios. Eso sí, leí de manera obsesiva y asimilé su forma, su contenido, el estilo", explica sobre su génesis literaria alguien que no tiene ningún reparo en asegurar que desconoce la literatura mundial pasada o presente y a la gran mayoría de los grandes autores estadounidenses. De nuevo, epatar es lo suyo. Lo que sí es cierto es que en sus tiempos sólo leyó novela negra. Ahora ni eso. Toda su energía está en escribir. "Lo mío son los grandes libros. Quiero dejar detrás una gran obra. Y entiendo que en ocasiones esto puede pesar a los lectores. Pero al final disfrutan. ¡Soy un best seller! Es cierto que mis libros son un reto, pero no son difíciles. La historia te absorbe inmediatamente", añade sin evitar sus pinceladas de grandiosidad.
Para los que ya tienen práctica con Ellroy, un consuelo: Sangre vagabunda es más sencillo que su predecesor, Seis de los grandes. "Mi segunda esposa me dijo que tenía que escribir desde el corazón así que su forma es más sencilla", dice. Para aquellos que no tienen práctica, su prosa sigue siendo telegráfica, frases muy cortas, palabras todavía más cortas y en muchas ocasiones sincopadas. Cada capítulo, la visión de un nuevo personaje. Una nueva localización. Ellroy, que no tiene abuela, lo describe como "una obra maestra" aunque también admite que es "una pasada". "No tengo duda alguna de que Sangre vagabunda es magistral pero también reconozco que toda la novela policiaca es un pasote, demasiada construcción, demasiada trama, muchas conspiraciones, una continua investigación policial", resume de su último trabajo, ése en el que confluyen caras conocidas de libros anteriores como la de Wayne Tedrow Jr., un ex policía y narcotraficante capaz de cargarse a su padre; Don Crutch Crutchfield, detective privado demasiado joven y un tanto mirón, y Dwight Holly, agente del FBI. Los tres reaccionarios y violentos en un Estados Unidos sacudido por la corrupción, la mafia y el amor libre. Esos años entre 1968 y 1972 que poblaron tanto en la realidad como en la ficción de Ellroy figuras históricas como J. Edgar Hoover, Richard Nixon y Howard Hughes. "Mi única condición es que tienen que estar muertos", comenta de su plantel de personajes. Una mórbida respuesta para un autor morboso. "Una vez muertos es legal hablar de ellos y los puedo utilizar sin problemas", se regodea de una mezcla entre ficción y realidad que en su opinión le da "latitud" a sus novelas. "Mi única limitación es que mi representación de los hechos no se contradiga abiertamente con lo que sucedió en la realidad. Y no hay nada contradictorio en las conversaciones de Nixon borracho o en mi creencia de que Hoover era un homosexual célibe", remata buscando pelea.
Hay mucho más que morbo en la obra de Ellroy. Están sus demonios. Por ejemplo, el asesinato de su madre cuando él sólo tenía 10 años. No recuerda sus lágrimas pero sí su obsesión por la lectura policiaca después de leerse todos los informes de la policía que cayeron en sus manos. Su madre muerta sigue siendo uno de sus fantasmas, presente en La dalia negra, pero sobre todo en su autobiografía Mis rincones oscuros y en esa otra reflexión de su vida y de sus mujeres que hace ahora en The Hilliker Curse, que haciendo uso del apellido de soltera de su madre espera publicación a finales de este año. Pero la trilogía de los bajos fondos americanos tiene otro origen. "La lectura de la novela Libra, de Don DeLillo, me abrió los ojos a la historia del asesinato de Kennedy. Esa época nunca me había interesado, pero el libro era tan bueno que quise hacer algo así. No lo quise copiar. Respeto mucho a DeLillo. Además pensé que podía escribir algo más grande. Que empezara en 1968 y donde el asesinato de Kennedy sucediera fuera de página", recuerda de una historia que ha contado muchas veces, pero que sigue narrando con fervor.
Tuvieron que pasar ocho años desde Seis de los grandes y trece desde la publicación de América hasta la llegada de Sangre vagabunda. ¿Una larga espera? "La cabeza me explotó, mi matrimonio se fue a la mierda, me fui a San Francisco y amé a una mujer llamada Joan", dice mostrándome una dedicatoria que reza "A J. M. Camarada, por todo lo que me diste". Con un suspiro, como si se tratara de alguien que se deja llevar por la nostalgia, continúa su recuento. "Mi 'diosa pelirroja' me dejó y me volví a Los Ángeles, donde conocí a otra mujer en la que basé a Karen (el otro personaje femenino del libro). Estaba embarazada y me dejó por su marido. Mala suerte. Así que escribí este libro". Hay que reconocer que no le faltan fuentes de inspiración para regurgitar y condensar en su novela. "Me encanta lo que hago y doy gracias a Dios porque soy bueno. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido", dice alguien a quien le gusta mencionar a Dios con tanta frecuencia como sus personajes juran en vano. "Pero también debo de reconocer que la historia ha sido muy generosa conmigo", añade. "Este libro me llegó en un momento muy turbulento de mi vida y acabó siendo el más fácil de escribir".
Como hombre, Ellroy es más sencillo que sus libros. Sólo hay cinco o seis cosas que le gustan: la historia, la música clásica, las mujeres, el boxeo, las novelas policiacas y los perros. "Y así ha sido durante más de 40 años", añade, no sé si queriéndose quitar un par de décadas o dejando fuera esa juventud acelerada de la que se vanagloria, aunque luego se arrepiente de que sea el centro de sus entrevistas. Los años en los que se iba de mirón a hacerse pajas en las casas de los vecinos, cuando le daba a lo que pillaba y se metía en mucha mierda. Esa década de los sesenta que recuerda como "comprometida con el alcohol, las drogas y con los líos" mientras a otros les daba por el compromiso social y político. "Mi foco de atención es muy limitado de natural, aunque soy muy bueno manteniendo la concentración", agrega. Quizá por ello se le da mejor la monogamia que la cohabitación, es incapaz de utilizar un ordenador o un teléfono móvil -objetos que no posee-, pero es un hacha escribiendo a mano, como escribe todas sus novelas. La investigación se la hace otro. Por ejemplo, para Sangre vagabunda mandó a una chica a Santo Domingo porque Haití era muy peligroso. "Yo pensaba que la República Dominicana estaba junto a Honduras y Guatemala hasta que mi ex esposa me regaló un atlas", insiste en llamar la atención con sus burradas. Pero en su trabajo no hay nada de burro excepto el volumen. Más de 400 páginas de estructura y 150 de notas de las que sale la novela. "Desde el principio tengo un diagrama claro y una superestructura para todo el libro. Sé dónde están todos sus personajes y cada una de las historias que confluyen en cada momento", describe. Un trabajo que hace principalmente de día, aunque también hay noches en vela y sobre todo en silencio. Ni tan siquiera su adorado Beethoven, ese músico al que tanto admira y a quien sin modestia alguna se compara, rompe su concentración cuando escribe. "No me gusta el exceso de estimulación. Me gusta estar solo en la oscuridad y ponerme a pensar. Me paso mucho tiempo pensando", agrega mientras la música suena atronadora en el ruidoso café de Hancock Park en el que me ha citado. Le pillaba cerca de casa y, a juzgar por el trato, es un habitual.
Ellroy también dice aislarse del mundo que le rodea a pesar de lo mucho que recurre a la historia en sus libros. "Sólo cito lo que me interesa. Son novelas policiacas que están emplazadas en un momento de la historia", se pone a la defensiva. "Hay muchos a los que no les gusta que les diga que me lo invento todo, que vivo en una burbuja. Que este libro no tiene nada que ver con Bush, con Obama o con la guerra de Irak", insiste cada vez más iracundo. Nos echa la bronca a los europeos, especialmente a los franceses, de atribuirle a su obra una lectura que según dice no existe, de querer que sus libros tengan un doble sentido contemporáneo. "Ni se lo veo ni me lo planteé", dice alguien que confiesa su desinterés en la política actual. Se acaba el triple expreso que se pidió y su efecto parece calmarle. Una sonrisa maliciosa aparece en sus labios. "Claro que si tú ves esa conexión, genial. Si los lectores la ven, mil gracias. Todo con tal de que lean el libro y lo compren", se regodea.
Volvemos al principio. Ellroy nunca pierde una oportunidad de autopromoción y está claro que nada le pone tanto como llamar la atención. Escribir, escribe bien, muy bien, pocos dudan de ello. Pero venderse lo hace aún mejor. ¿O si no para qué quiere una cuenta en Facebook un ermitaño como él, alguien que dice aislarse del mundo mundial, que no tiene ni teléfono móvil ni ordenador y que desdeña las ya no tan nuevas plataformas como generadoras de una generación incapaz de hablar con frases enteras y orgullosa de su estupidez? ¿Acaso el James Ellroy de Facebook no es el verdadero James Ellroy? "A mí me gusta vender libros y Knopf, mi editorial en Estados Unidos, me dijo que ésa era la mejor forma, aunque ése no es mi estilo a la hora de socializar", deja bien claro a sabiendas de que es su asistente personal, Lisa, quien se encarga de poner sus respuestas en línea. Vender libros es también la razón detrás de su camisa hawaiana. A punto de iniciar su periplo por una Europa congelada, cualquier otra prenda de abrigo está ya guardada. "Yo siempre estoy listo. Nací listo", comenta inquieto mirando el reloj sin ningún disimulo. No es que le guste viajar. Lo considera trabajo y encima es incapaz de escribir una línea durante la gira. "Pero la vida no es barata, dos ex mujeres, una asistente, pago mis impuestos. Alquilo, no poseo. Tengo que ganar dinero", dice un autor que hace un momento recordaba que era un best seller. Su único placer en estas giras promocionales son las lecturas a viva voz con las que suele presentar su obra, especialmente en Francia. "Me encanta leer mis libros en voz alta. Soy bueno haciendo lecturas dramáticas. Conozco bien su ritmo", asegura alguien que nunca diría lo contrario. De hecho, no es de los que aguanta bien las críticas y antes de publicar su manuscrito tan sólo le deja leer su obra a Lisa y a su investigadora. Y en el caso de Sangre vagabunda también se lo dejó a su segunda esposa. "Sabía que éste le gustaría. Es su favorito. En esto soy muy privado y sabía que ninguna de ellas sería muy crítica", confiesa.
Es irónico este momento de pudor en un autor que no parece tener vergüenza. Alguien que con la publicación prevista para finales de año de The Hilliker Curse venderá por segunda vez su vida al mejor lector y que acostumbra a dejar retazos de sí mismo en las páginas de todas sus novelas, siempre con algo del verdadero Ellroy en medio de la de ficción. "Es cierto que yo soy todos los hombres de Sangre vagabunda. Crecí no muy lejos de aquí, en este barrio por donde Crutchfield merodea. Y tengo en mí muchas de las tormentas que Dwight lleva en su interior, un tipo de derechas que se enamora de una mujer de izquierdas. Eso por no hablar de ese sentido del humor más bien crudo que tienen", sopesa en voz alta aunque con la mente en su libro. De cabeza encuentra la página que busca. "Creo que es la 325 o así, cuando Joan le pregunta a Dwight: '¿qué es lo que quieres?'. Y él responde: 'quiero caer y que estés ahí para recogerme. Es lo que siempre he querido". El silencio se hace espeso a pesar de la incesante música que baña el café. Tras una pausa dramática Ellroy me explica que nada más publicar Sangre vagabunda le envió una copia dedicada a su musa, a esa "diosa pelirroja" que fue el motor del libro. No le contestó. "No quiere volver a verme. Me porté mal y quería rendirle un último homenaje. Quise escribir una historia romántica. Histórica, con sexo, revolución, política y de gran alcance y eso es lo que hice. Un trabajo al que le siguen mis memorias, en las que explico cómo escribí este libro. Y de esta forma quiero dejar atrás este capítulo de mi vida", resume.
¿Y ahora, qué? "Algo completamente diferente de lo que ya tengo las bases pero que no te voy a contar", dice con mirada de sádico. Con lo que le gusta hablar es incapaz de callarse. Al menos a la hora de enumerar lo que no será su nueva obra. "Tengo muchos lectores y serían todavía más numerosos si escribiera otro tipo de libros que no pienso. Empecé escribiendo novelas policiacas más modestas a las que con los años añadí esa latitud histórica que tanto me gusta. Épicos históricos que también fueron policiacos. Me gustan los grandes libros y eso es lo que quiero escribir, obras bien pensadas de las que me sienta orgulloso. No quiero ser de los que escriben libros cada vez más finos y cada vez más rápidos. ¿No tienes la sensación de que Philip Roth saca un libro cada año? No quiero hacer eso. Tengo que responder ante Dios, ante la gente que amo y ante mis lectores. Tengo una moral demasiado grande y si eso significa menos libros y menos dinero, así sea. Y al que no le guste, ¡qué se joda!", remata. Sangre vagabunda no sólo pone fin a la Trilogía Americana. También pondrá fin a su bibliografía si la ordenas de forma cronológica. Ellroy se sincera sobre sus proyectos y asegura que en sus próximos libros no piensa pasar de 1972. Al contrario, lo que quiere escribir es un libro "que preceda el LA Quartet". ¿Tal es su amor por esta ciudad de ángeles que quiere volver a ella? "Es mi hogar. Es mi casa. Me gusta. Es la ciudad a la que pertenezco. Por ahora al menos porque estoy pensando mudarme a la costa este estadounidense", dice una vez más lleno de contradicciones.
Como si se fuera a mudar en ese mismo momento se pone en pie. Está listo para marcharse. A Europa a vender su nuevo libro, a la otra costa de Estados Unidos para comenzar una nueva vida junto a Erika Schickel y las dos hijas de la escritora. O a trabajar en su próxima novela. Le han dado cuerda y sale espantado deteniéndose un segundo para hablar de esa otra carrera suya como guionista. Se nota que no le gusta el tema lo mismo que no le gusta el cine. "Lo hago porque me pagan. Y bueno, me divierte el trabajo", dice sin disimular una sonrisa al hablar de esos guiones que prepara para Hollywood cuando se tome un respiro de sus novelas. ¿Y las adaptaciones de su trabajo? ¿Está satisfecho? Al fin y al cabo, la adaptación a la pantalla de L. A. confidential le dio un nuevo número de lectores de esos que ansía tanto. "Fue una película maravillosa, pero me proporcionó una décima parte del número de nuevos lectores que me conocieron con La dalia negra. En cualquier caso, ambas películas fueron maravillosas porque me dieron dinero por nada", remata con una última sonrisa de gato de Chesire. Sale disparado hacia la camarera. ¿Piensa seguir el último consejo de su padre? No, sólo quiere estar seguro de que me pase la cuenta.
http://www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/201002/06/cultura/20100206elpepucul_1_Pes_PDF.pdf

"La Compañía" y "testigos(des) protegidos"

Veracruz, bajo control de " La Compañía"“La Compañía”, sus directivos y su modus operandi…

Jorge Carrasco Araizaga, reportero
Publicado en la revista mexicana Proceso # 1736, 7 de febrero de 2010;
El cobijo institucional que tiene el exbrazo armado del cártel del Golfo en Veracruz, “no se entiende” sin el concurso de las principales autoridades del estado, aseguran a Proceso testigos protegidos que operaron en ambos bandos y que dan fechas y lugares de supuestos encuentros entre el gobernador Fidel Herrera y los líderes del grupo en la entidad. Así lo declararon a la SIEDO, pero sus señalamientos fueron desestimados porque eso, les dijeron, “es política”. Si bien los informantes detallaron las operaciones criminales y la estructura de Los Zetas en la entidad, ahora han quedado fuera del programa de la PGR y claman por ayuda al presidente Felipe Calderón.
Con protección institucional, Los Zetas establecieron su dominio en Veracruz a través de una organización conocida como La Compañía, en la que participó también el cártel del Golfo y que es investigada en Estados Unidos.
En México, exempleados de la administración de Fidel Herrera Beltrán declararon como testigos protegidos sobre los supuestos vínculos del gobierno estatal con esa organización.
Los informantes, que entre 2005 y 2009 trabajaron al mismo tiempo para el gobierno veracruzano y para el grupo que se inició como brazo armado del cártel del Golfo, detallaron a la Procuraduría General de la República (PGR) cómo se hicieron Los Zetas del control de las actividades delictivas en el estado, al amparo –afirman– de la protección oficial.
En sus declaraciones ministeriales, los testigos revelaron también cómo funciona la estructura que le ha permitido a Los Zetas controlar prácticamente todas las actividades de delincuencia organizada, desde venta de drogas hasta el robo de gasolina a Pemex, pasando por el secuestro, la extorsión y el tráfico de indocumentados.
Los señalamientos contra las autoridades de Veracruz, sin embargo, fueron desestimados por la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), según la cual la PGR “no se mete en política”.
Proceso entrevistó a esos informantes, cuya identidad fue plenamente acreditada, aunque, por su condición de testigos anónimos y el peligro que eso entraña, no puede revelar sus nombres.
Los testigos se quejan del fiscal Guillermo Domínguez y de “su sobrino”, el titular del área de Delitos contra la Salud de la SIEDO, Javier Humberto Domínguez, por haber omitido en la indagatoria sus declaraciones contra funcionarios del gobierno, además de utilizarlos para fabricar acusaciones contra personas que niegan conocer.
Renuentes a declarar en averiguaciones previas de hechos que no les constan, la PGR no sólo les redujo significativamente los beneficios del programa de testigos protegidos, sino que amenaza con procesarlos y encarcelarlos.
Según los entrevistados, ellos no son los únicos que están en esa situación: el 21 de diciembre pasado, 13 testigos protegidos enviaron al titular de la PGR, Arturo Chávez Chávez, una carta para quejarse del trato y la manipulación que reciben de la SIEDO.
La organización
Empleados de Los Zetas al mismo tiempo que trabajaron en el gobierno de Fidel Herrera Beltrán, los informantes entrevistados dieron a conocer la estructura y el funcionamiento de la organización que en años recientes logró establecerse en ese estado del Golfo de México.
“La Compañía –dicen al referirse a Los Zetas– logró el control de todo cuanto pasa en el estado: droga, secuestros, extorsiones, tráfico de centroamericanos, piratería, robo de gasolina… todo; aunque ellos no siempre actúan directamente.”
Explican: en los secuestros participan policías, ya sea como informantes, como muros –encargados de dar protección física a delincuentes– o como responsables directos de los levantones; las extorsiones las controla La Compañía, y en el caso de robo de gasolina les cobra a quienes “ordeñan” las tuberías de Pemex. Los vendedores de mercancía pirata también deben pagar su cuota. “Hasta el juguero paga renta. El que no trabaja para ellos, paga cuota. Por eso, Veracruz aporta mucho a la organización”.
Para dar una idea de las ganancias de La Compañía, señalan que la nómina quincenal de sobornos a policías va de 500 mil a 600 mil pesos. Es decir, más de 1 millón de pesos mensuales. Los pagos, dicen, se hacen los días 5 y 25 de cada mes, en efectivo. Los policías firman recibos con su nombre por los sobres que reciben.
Los montos varían de acuerdo con el rango de los uniformados dentro de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado –a cargo del general de división retirado Sergio López Ezquer–, de la Policía Intermunicipal Veracruz-Boca del Río o de las direcciones de Policía Municipal.
Según los testigos, también entregaron dinero a policías ministeriales del estado, efectivos de la Agencia Federal de Investigación (AFI) y militares de la 29 Zona Militar, con sede en Minatitlán.
En la SSP, precisan, los sobornos más bajos oscilan entre 2 mil y 5 mil pesos quincenales para los policías que sirven de protectores, vendedores de droga o informantes. Los mandos medios reciben 50 mil, y los más altos, 100 mil al mes.
Identifican como supuestos beneficiarios al exdelegado de la SSP estatal en Coatzacoalcos, de apellidos Arellano Cano, y al exsubdirector operativo de la misma corporación en la zona sur, también de Coatzacoalcos, Alfonso Lara Montero.
Aseguran que “la mafia y la policía funcionan como dos estructuras paralelas”, pues La Compañía considera como propios a los tenientes y subtenientes de la corporación estatal. “Incluso, si alguno es despedido, pasa a ocupar el cargo que ya tiene en la organización”.
De acuerdo con su versión, esta es la estructura operativa de La Compañía:
“Quienes están en el nivel más bajo son los halcones, que se encargan de dar información sobre los movimientos en las calles”. Entre ellos hay taxistas y gente común.
Luego están los escoltas, en los que participan policías que dan protección y vigilan las actividades del narcomenudeo con radios de telecomunicación tipo Nextel proporcionados por la organización delictiva. Arriba de ellos están los sicarios y los comandantes de estaca, encargados de grupos operativos. “Después vienen los comandantes de plaza y el comandante del estado”. Los estacas, dicen, siempre acompañan al comandante de la plaza y son los encargados de ordenar los secuestros y las ejecuciones.
Una vez dentro, cuentan, es muy difícil que los policías estatales o intermunicipales deserten de La Compañía. Y no es sólo porque están comprados: tienen información de las relaciones del grupo delictivo con las corporaciones.
Desde noviembre de 2007, La Compañía es investigada en Estados Unidos, y para mayo del año pasado el Departamento de Justicia ya había fincado cargos contra 19 miembros de la organización por operaciones de narcotráfico entre 2006 y 2008.
Aunque la alianza entre Los Zetas y el cártel del Golfo se rompió, la justicia estadunidense busca la extradición de siete líderes de Los Zetas, seis del cártel del Golfo y seis de La Compañía por actividades realizadas bajo esta organización.
Los encuentros
Pagados “por la mafia” durante los años que coinciden con el gobierno de Fidel Herrera, los testigos sostienen que la protección de La Compañía en Veracruz no se entiende sin las principales autoridades estatales. Y mencionan varios hechos de esa presunta relación.
El primero, una supuesta reunión de Fidel Herrera y sus principales jefes de seguridad y justicia con Braulio Arellano Domínguez, conocido como El Zeta-20, El Gonzo o El Verdugo, muerto el pasado 3 de noviembre en un enfrentamiento con elementos federales e infantes de Marina en el municipio de Soledad de Doblado, en el centro de Veracruz.
Los declarantes sostienen que el alegado encuentro con el entonces jefe de Los Zetas en Veracruz ocurrió a finales de 2008 en el hotel Mabiel, frente al hospital Valentín Gómez Farías, en Coatzacoalcos.
Aseguran que Herrera Beltrán estuvo acompañado por el entonces subcoordinador de la SSP estatal de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río y actual subsecretario B de la dependencia –que corresponde a la misma zona–, Remigio Ortiz Olivares, quien ha trabajado en esa área desde finales del gobierno de Miguel Alemán Velasco.
Los informantes dicen que a esa reunión también asistieron el exsubdirector operativo Lara Montero, y el subprocurador general de Justicia del estado, Jorge Yunes Manzanares.
Agregan que en noviembre de ese mismo año, en la víspera de su IV informe de gobierno, Fidel Herrera acudió a un festejo en una casa del fraccionamiento Las Ánimas, donde vive el propio gobernador, su secretario de Gobierno, Reinaldo Escobar Pérez, y los empresarios más ricos del estado.
Según su versión, en la fiesta estuvieron El Gonzo y Miguel Treviño Morales, el presunto jefe de Los Zetas en Veracruz. También refieren otros festejos que tuvieron lugar en el mismo fraccionamiento en diciembre último.
Añaden que a finales de 2008, dos ayudantes de Escobar fueron detenidos con fotografías de familiares y casas de los empresarios que viven en el fraccionamiento, además de que les confiscaron cámaras de video, radios de telecomunicación y armas de uso exclusivo del Ejército. Sin embargo, fueron puestos en libertad al día siguiente.
Relacionan un hecho más: el asesinato de cuatro escoltas de la familia del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, integrantes de la Agencia de Seguridad Estatal. Indican que el ataque, ocurrido en mayo de 2007 en Boca del Río, camino al puerto de Veracruz, fue ordenado por El Gonzo, al confundir el convoy en el que iban los hijos de Peña Nieto con integrantes de La Familia michoacana.
Para el operativo, además de los sicarios, se movilizaron alrededor de 30 patrullas, tanto de Coatzacoalcos como de la intermunicipal Veracruz-Boca del Río. En total, estiman, fueron ocupados unos 90 uniformados, incluidos los de Coatzacoalcos, que está a cuatro horas del puerto. Ninguno de los agresores está detenido.
Los entrevistados dicen que ese episodio y el de las fiestas en el fraccionamiento Las Ánimas también fueron omitidos por la SIEDO, con el argumento de que “eso es política”.
Testigos abandonados
A uno de los testigos la SIEDO lo integró de inmediato al programa de testigos protegidos, no así al otro, a pesar de haber declarado ministerialmente.
El testigo oficialmente reconocido dice que rindió su declaración inicial ante el entonces titular del área de Delitos contra la Salud de la SIEDO, a quien identifica como el “licenciado Cabrera”. Sostiene que este funcionario le ofreció entrar al programa de testigos protegidos junto con su familia, una mensualidad de 10 mil pesos, gastos escolares y médicos, así como apoyo para vivienda.
Asegura que desde el principio sus declaraciones y las del otro testigo sobre Fidel Herrera y su equipo quedaron fuera de la averiguación previa. “El fiscal Faustino Angulo” omitió “mucha información de la mafia, incluido lo que dijimos del gobernador”, con el argumento de que “así era más rápido para entrar al programa”, refiere. Angulo fue sustituido por “el licenciado Francisco Vera, quien también se negó a incluir esa información”.
En una carta enviada al presidente Felipe Calderón en diciembre pasado, ambos testigos señalan que el actual titular del área de Delitos contra la Salud de la SIEDO, Javier Domínguez, y el coordinador Guillermo Domínguez, no sólo persisten en omitir esa información, sino que les han retirado casi todo el apoyo que recibían, “porque somos delincuentes”.
Ahí cuentan que Javier Domínguez les dijo que la SIEDO “no era beneficencia pública” y que todos los testigos deberían “estar en la cárcel”, o mejor entregarse a las mafias a las que pertenecen “para que nos mataran”.
Abunda uno de los testigos en el escrito: “De manera amenazante y burlona, me dijo que no se me ocurriera hablar algo en contra de ellos, porque ya sabía él que la mafia nos había fabricado… una denuncia y que no le importaba que la persona que denunciaba estuviera dentro de mi declaración… y que él, con una mano en la cintura nos podía poner en el reclusorio… para que nos terminara de matar la mafia”.
Se queja también de que debía ganarse los apoyos del programa declarando en contra de unos detenidos a los que no conoce. Afirma que Guillermo Domínguez, el otro funcionario de la SIEDO, le dijo que si no los conocía “no había problema, que eso sólo lo sabíamos él y yo, y que el juez no tenía por qué saberlo”. Desde entonces, expone, “me han hecho declarar en contra de personas que yo jamás he visto, pues me dijo que mi familia está amenazada”.
El otro informante, que no fue incorporado al programa de testigos protegidos, sostiene que le ofrecieron ser “testigo oculto” o “testigo colaborador”. El exempleado del gobierno veracruzano rechazó la propuesta.
Y refiere que, ante la negativa, Guillermo Domínguez lo amenazó: “Te advierto que si hablas algo de cómo estamos trabajando, van a tener problemas tú y tu familia, o la mafia puede dar con ustedes o sus hijos. Así que te conviene declarar o atente a las consecuencias”.
La carta enviada a Calderón concluye: “Señor presidente, no omito manifestarle que no me estoy negando… a seguir colaborando ni estoy renunciando al programa (de testigos protegidos), pero me dirijo a usted y ante los medios de comunicación, ya que si algo me llega a pasar a mí o a mi familia… (responsabilizo) al señor Guillermo Domínguez, ya que nos han amenazado que si nosotros decíamos lo que han hecho con nosotros, nos podían poner a disposición o desaparecernos”.
En entrevista, los testigos dicen que ante esas presiones accedieron a firmar averiguaciones que les dieron los fiscales de la SIEDO y que contienen información aportada por los propios informantes, a pesar de lo cual prácticamente les han retirado los beneficios del programa.
Los testigos ahora temen ser procesados por falsedad de declaraciones o sufrir represalias de las organizaciones delictivas, como les ha ocurrido a otros testigos protegidos.
La reiterada negativa de los testigos a participar en nuevas declaraciones fabricadas llevó a Domínguez a endurecer las amenazas: “Lo que les pase de ahora en adelante ya no es de mi incumbencia”, les dijo el pasado 29 de diciembre.
Una semana antes, 13 testigos protegidos le enviaron una carta al procurador general de la República, Arturo Chávez Chávez, para quejarse de los tratos de la SIEDO, a cargo de Marisela Morales Ibáñez.
En ese escrito, enviado también a la Presidencia de la República con una nota para Felipe Calderón solicitándole su apoyo, le piden al procurador “un diálogo de unidad” para detener los abusos de funcionarios de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada.
“Nosotros no somos la solución, pero somos parte de la solución para ganar esta guerra contra los cárteles de las drogas, a (los) que pertenecimos”, dice la carta firmada con las claves que les han asignado en la SIEDO.
Los 13 testigos protegidos le piden al procurador “garantizar nuestros derechos humanos y garantías individuales”, además de un trato no discriminatorio, “como nos los a (sic) dado algunos funcionarios y funcionarios públicos sin escrúpulos”, dice el escrito entregado en la PGR y en Los Pinos el mismo 21 de diciembre.
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Jorge Carrasco Araizaga, reportero
Publicado en la revista mexicana Proceso # 1736, 7 de febrero de 2010;Mientras el gobierno de Felipe Calderón demuestra cada día la inoperanciade su estrategia de combate al crimen organizado, la justicia estadunidense mantiene desde hace dos años una amplia y pormenorizada investigación en torno a Los Zetas. Este trabajo revela las identidades de presuntos narcotraficantes pertenecientes a La Compañía, una organización que operaba cuando el cártel del Golfo y los propios zetas trabajaban de común acuerdo.
Una investigación que la justicia estadunidense sigue desde hace dos años puso al descubierto la estructura, los mandos y la forma en que operaban el cártel del Golfo y Los Zetas para traficar droga desde Centro y Sudamérica hacia Estados Unidos bajo el nombre de La Compañía, y con la protección oficial en México.
De acuerdo con acusaciones hechas por el Departamento de Justicia ante la Corte Federal para el Distrito de Columbia en Washington, La Compañía operó en años recientes para traficar droga a Estados Unidos y dinero a México bajo la dirección de una tríada en la que participaron los principales jefes del cártel del Golfo y Los Zetas.
Según el gobierno estadunidense, La Compañía surgió como un “consejo de gobierno o triunvirato” integrado por Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, Tony Tormenta; Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Cos, El Doble X o El Dos Equis, y Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca o El Licenciado.
El proceso judicial se inició en noviembre de 2007 al fincarse acusaciones contra 11 integrantes de la organización. La investigación está en curso y ahora el Departamento de Justicia estadunidense tiene cargos contra ocho personas más, a quienes busca extraditar desde México.
Dos de los acusados ya fueron detenidos aquí el año pasado, pero la mayoría aún aparece en el programa de recompensas de la Procuraduría General de la República (PGR).
Entre ellos están los principales requeridos por Estados Unidos: Tony Tormenta, El Cos y El Lazca. La investigación señala a Tony Tormenta como un líder propio de La Compañía; a El Cos, como “activamente involucrado en las actividades del cártel del Golfo”, y a El Lazca, como líder de Los Zetas, que fue jefe de seguridad del cártel del Golfo. También identifica a qué organización pertenece el resto de los acusados y establece un quién es quién dentro de La Compañía, el cártel del Golfo y Los Zetas.
El proceso
De acuerdo con la causa criminal CR-057 abierta por la justicia federal estadunidense, La Compañía operaraba en todos los estados de la costa del Golfo de México, por donde traficaba embarques de cocaína y mariguana procedentes de Venezuela, Colombia, Panamá y Guatemala con destino a Texas, para después distribuirlos en distintas ciudades de Estados Unidos.
En el caso de México, la indagatoria se enfoca principalmente a Tamaulipas, pero incluye a Veracruz y Tabasco, en la costa occidental, y a Coahuila, Nuevo León y Chiapas, zonas de operación del grupo o de alguno de sus integrantes. Según la acusación, esa alianza también ejercía el control de miles de kilómetros en la frontera de México con Estados Unidos.
Elaborada por la Agencia Antidrogas estadunidense (DEA, por sus siglas en inglés), la investigación identificó a los mandos de las plazas y el papel jugado por cada uno en operaciones realizadas por La Compañía entre 2006 y 2008.
El Departamento de Justicia indica que la información en torno a esa alianza la obtuvo a partir de intervenciones telefónicas a los miembros del grupo. Así se enteró de datos logísticos, costos de las transacciones, precio de la droga y referencias acerca de sobornos a autoridades mexicanas.
La investigación sigue abierta y, a petición del Departamento de Justicia, el tribunal de Columbia decidió mantenerla bajo reserva. Lo único que se conoce es la acusación, en donde se fincan tres cargos contra 19 personas.
Además de Tony Tormenta –hermano de Osiel Cárdenas, detenido en 2003 y extraditado en 2007 a Estados Unidos–, El Cos y El Lazca, el gobierno estadunidense acusa a Miguel Treviño Morales, al que identifica como Zeta 40 o Cuarenta y como jefe de La Compañía en Veracruz.
En seguida aparecen Jaime González Durán, El Hummer –detenido en Reynosa en noviembre de 2006–; Samuel Flores Borrego, El Tres o El Metro Tres; Mario Ramírez Treviño, Mario Pelón o X-20; Alfredo Rangel Buendía, El Chicles, y a una persona que sólo señala como Lino.
Incluye también a Gilberto Barragán Balderas, El Tocayo; Juan Reyes Mejía González, R-1, Kike o Reyes; Omar Treviño Morales, El 42; Jesús Enrique Rejón Aguilar, El Mamito o El Caballero; Alfonso Lam-Liu, El Gordo Lam, y Eleazar Medina Rojas, El Chelelo.
El resto de los acusados son Aurelio Cano Flores, Yankee o Yeyo; Carlos Cerda González, Puma o Carlitos; Víctor Hugo López Valdez, Jorge Hernández Martínez, Chiri o Chiriquas, y Sigifredo Nájera Talamantes, El Canicón, Chito, Chito Can, Chito Canico o Chito Canicón. Este último fue operador del grupo en Nuevo León y detenido en Saltillo en marzo de 2009, acusado del asesinato del general Mauro Enrique Tello Quiñones en Cancún, en febrero del año pasado.
A todos se les responsabiliza de conspirar para manufacturar y distribuir cocaína y mariguana destinadas a Estados Unidos entre junio de 2006 y marzo de 2008. A 10 de ellos, además, les levantaron cargos por distribución de cocaína para importarla a ese país en octubre de 2007, y a otros cuatro por tráfico de cocaína en noviembre del mismo año. El Cos, X-20 y El Metro Tres aparecen en los tres cargos.
A partir de lo que describe como “una investigación de largo plazo de una organización de tráfico internacional de cocaína que opera en México y otros lugares”, el Departamento de Justicia asegura que los acusados pertenecen al cártel del Golfo o a Los Zetas y actuaron juntos bajo el nombre de La Compañía.
Originalmente reclutados por Osiel Cárdenas como brazo armado del cártel, los militares de élite desertores del Ejército que formaron Los Zetas adquirieron fuerza propia dentro de los grupos de delincuencia organizada y se desprendieron del cártel del Golfo a finales de 2008.
Según el gobierno estadunidense, La Compañía dividió su territorio en áreas conocidas como plazas a lo largo de miles de kilómetros de la frontera México-Estados Unidos, con sus respectivos jefes.
Sobre las tres acusaciones, indica que el triunvirato dirigía el transporte de cocaína y mariguana mediante barcos, aeroplanos y automóviles desde Colombia y Venezuela a Guatemala, y de ahí a varias “plazas” en México. En Estados Unidos, operaba en Texas para después distribuir la droga en otras ciudades.
El gobierno estadunidense también responsabiliza a ese grupo y a otros miembros de La Compañía de “organizar, dirigir y llevar a cabo varios actos de violencia contra oficiales de procuración de justicia mexicanos y narcotraficantes rivales como represalia e intimidación a quien o quienes interfirieran o fueran considerados como potenciales obstáculos a sus actividades”.
Como característica común para el embarque de la droga y la evasión de la vigilancia policial, señala la utilización de teléfonos Nextel y equipo de radiotelecomunicación UHF/VHF, además del lenguaje codificado para disfrazar y ocultar sus actividades.
También se valía de equipo sofisticado de computación para mantener “una amplia base de datos” con información sobre las cantidades de cocaína embarcada, las identidades y localidades de los jefes de plaza, las nóminas, los pagos hechos a las autoridades mexicanas y el dinero recibido y prestado.
Si bien la acusación no hace públicos los detalles de esos registros, se apoya en “actos manifiestos” conocidos a partir de decenas de conversaciones telefónicas interceptadas al grupo.
Quién es quién
Entre los 19 acusados, el Departamento de Justicia de Estados Unidos describe el liderazgo y el papel de seis jefes de La Compañía, seis del cártel del Golfo y siete de Los Zetas.
Los líderes que identifica como propios de La Compañía son Tony Tormenta, El Tocayo, El 42, El Yankee, El Puma y El Chiriquas. A El Tocayo lo ubica como el encargado de obtener información sobre los operativos contra la organización. A El 42, como operador en Coahuila junto a El Mamito, de Los Zetas. Y a El Yankee como introductor también de heroína a Estados Unidos. De El Chiriquas asegura que le llevó asuntos personales y de negocios a Heriberto Lazcano relacionados con La Compañía, incluidos lugares de ubicación y llamadas telefónicas.
Como integrantes del cártel del Golfo menciona a El Cos, El Metro Tres, El X-20, Lino, El R-1 y El Gordo Lam. Del Metro Tres dice que, además de haber sido el encargado de informar sobre las operaciones del gobierno contra el grupo, ha operado en Chiapas desde 1996, mientras que a Lino lo señala como uno de los primeros contadores de La Compañía.
De Los Zetas integrados a la alianza ubica a El Lazca, El Zeta 40, El Hummer, El Chicles, El Mamito, El Chelelo y El Canicón. Del Chelelo dice que ha operado en Monterrey junto a El Canicón, quien fue detenido en Saltillo, en marzo del año pasado.
Sobre las actividades de los tres principales dirigentes de La Compañía, en las acusaciones que se siguen en la corte estadunidense se dice que Tony Tormenta “se involucró activamente” en sus actividades, incluida la recepción de “grandes cantidades” de dinero de Estados Unidos a México.
A El Cos lo identifica no sólo como parte del triunvirato, sino como uno de los principales responsables de las actividades del cártel del Golfo, incluido el manejo de dinero producto de la venta de la cocaína y la mariguana en Estados Unidos.
De El Lazca menciona que además de líder de La Compañía y de Los Zetas, era el jefe de seguridad del cártel del Golfo, involucrado directamente en actividades como el manejo de los embarques con los recursos económicos llegados desde Estados Unidos.
Después de ellos menciona a Miguel Treviño Morales, El 40, Zeta 40 o El Cuarenta. Lo ubica como el segundo al mando de Los Zetas y un activo participante en las actividades de ese grupo y del cártel del Golfo, tanto en el trasiego de droga como en la recepción de dinero.
Dentro de La Compañía, su función era la de supervisar las actividades en áreas de México cerca de la frontera con Estados Unidos, así como en Nuevo Laredo y Veracruz, donde tiene el control de la Policía Ministerial, según sus propios dichos referidos en la acusación.
Al ya detenido El Hummer, uno de los fundadores de Los Zetas, lo ubica como activo operador de la alianza en Tamaulipas, especialmente en Nuevo Laredo, Miguel Alemán y Reynosa.
La relación entre El Hummer y El Zeta 40 era intensa, a decir de la acusación estadunidense. Cita varios casos. Uno, el del 21 de octubre de 2006, cuando en una llamada telefónica Treviño Morales le indicó a González Durán que la organización pagaba “bonos” según el nivel de sus integrantes, y que en el caso de los jefes era de 10 mil dólares. Además, acordaron que Treviño le vendería mil kilos de mariguana.
Otro es de una llamada intervenida el 21 de mayo de 2007, en la que El Zeta 40 buscaba asegurar el embarque de 300 a 400 kilos de cocaína con el apoyo de El Hummer y El Canicón. Según la acusación, El Zeta 40 tenía una gran capacidad para traficar droga. Además de ese embarque, refiere el transporte, un mes después, de 400 kilos de cocaína desde Camargo, Tamaulipas, a la ciudad de Río Grande, en Texas.
Otra llamada, del 25 de junio de 2007, lo involucra en los preparativos logísticos en Altamira y Tampico, en Tamaulipas, “para recibir miles de kilos de cocaína desde Colombia”.
Poco después, el 24 de julio, Miguel Treviño Morales le ordenó a El Hummer contactar “a un individuo para decirle que sólo la carga de La Compañía era la permitida para pasar por la ciudad de Camargo”.
Además de facilitar el paso de mariguana de El Lazca por Reynosa, El Hummer también estableció relación con Omar Treviño Morales, El 42, para la movilización de los recursos económicos producto de la droga.
Según el Departamento de Justicia, el 26 de marzo de 2007, El 42 le dijo a El Hummer que estaba movilizando “una gran cantidad de dinero en efectivo” en una camioneta sport tipo pick up marca Chevrolet Avalanche, color gris con placas de Tamaulipas.
Las conversaciones también dan cuenta de pérdidas de efectivo, como la incautación de 2 millones 700 mil dólares, en Texas, cuya propiedad fue adjudicada por El Hummer a El Zeta 40.
Sobre los precios de la cocaína, la acusación señala que entre junio y agosto de 2006, El Canicón le compró a La Compañía 65 kilos de cocaína, por un total de 877 mil dólares, a un precio de 13 mil 500 dólares por kilo. El siguiente año, según una conversación del 29 de mayo entre El Hummer y El Lazca, La Compañía ya había bajado a 12 mil dólares el kilo de cocaína.
En el caso de la mariguana, el 8 de febrero de 2007, El Chiriquas le dijo a El Hummer que El Lazca quería saber el precio que cobraba La Compañía por un kilo en Reynosa. La respuesta fue que la organización vendía el kilo entre 150 y 170 dólares.
Además, el costo del embarque por cada kilo de mariguana fijado por La Compañía era de 20 dólares, según una conversación de El Metro Tres y El Zeta 40. En esa misma conversación, de fecha 26 de marzo, El Zeta 40 le dijo a su interlocutor que tenía el control de la Policía Ministerial de Veracruz.
Sobre el control de autoridades, la acusación menciona una llamada del 8 de mayo de 2007. Según el Departamento de Justicia, El Cos autorizó a El X-20 y a El Metro Tres pagar “un soborno de 2 millones de dólares a funcionaros del gobierno mexicano”. Amparado en que se trató de una conversación en lenguaje codificado, el gobierno estadunidense evita precisar los nombres y niveles de las autoridades mexicanas involucradas.
Otro ejemplo de corrupción aparece en una conversación del 11 de mayo de 207, cuando El Metro Tres le indica a Tony Tormenta que les confiscaron 300 kilos de cocaína, pero que la persona detenida –no identificada en la acusación– “podría salir bajo fianza”.
Las grabaciones también registran las incautaciones sufridas por La Compañía durante 2007, como las siete toneladas de mariguana que estaban en ruta entre Reynosa, Tamaulipas, y McAllen, Texas, en marzo; 400 kilos de cocaína en febrero; cinco toneladas de cocaína en abril; 300 kilos en mayo, y 2.4 toneladas en Panamá, en diciembre.
El gobierno estadunidense también registró las amenazas y reglas de La Compañía. El 10 de febrero de 2007, El Cos y El Metro Tres acordaron imponer una tarifa de 20 mil dólares a la semana a un individuo –no identificado en la acusación– que estaba transportando mariguana a través de Reynosa, territorio identificado como de El Cos.
En octubre de ese año, la coerción fue más intensa cuando El Chicles advirtió que los inversionistas de un cargamento de cocaína asegurado en Altamira tenían 72 horas para pagar el dinero del embarque o serían asesinados.

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 El Papa que decidió cuándo celebraríamos la Navidad y otras curiosas  EL COMERCIO PERÚ, 22 de diciembre de 2024 Nota de  Jorge Paredes Laos...