22 may 2007

¿Discriminación o cultura??

¿Discriminación o cultura?/ Mohammad Darawshe, analista político
Tomado de LA VANGUARDIA, 21/05/2007;
Traducción: José María Puig de la Bellacasa
La actual situación del empleo de la población árabe formada que vive en Israel apunta en dirección de una evidente infrautilización de potencial y recursos humanos. En el campo de las matemáticas y de las ciencias, por ejemplo, y si en el 2005 los árabes licenciados representaban sólo un 7,7% de los que terminaban el bachillerato, debe añadirse al respecto que son sólo un 4% de biólogos y farmacólogos y un 5% de los químicos, físicos y matemáticos de Israel…, siendo así que constituyen el 20% de la población. Estas cifras indican que Israel no está valorando y aprovechando su potencial y recursos humanos. En el periódico Haaretz del mes pasado, en un artículo titulado “La mayoría de los árabes israelíes no forman parte integrante de la mano de obra asalariada”, el periodista Yoav Stern señaló que, a diferencia del resto del mundo, un aumento en el nivel educativo en Israel no garantiza mejores oportunidades de empleo. La razón de esta brecha existente en el empleo sigue sin dilucidarse plenamente: ¿obedece a la discriminación, a los hábitos y normas culturales o una combinación de los dos factores?
La existencia de actitudes abiertamente racistas entre judíos y árabes en Israel no ha de sorprender a nadie. El índice sobre las relaciones árabes-judías del 2004 señala que “el 48,2% de los árabes y el 57,8% de los judíos consideran que es imposible confiar en la mayoría de los miembros del otro pueblo (…) y casi el 39,8% de los judíos piensa que la mayoría de los árabes no son inteligentes, son culturalmente atrasados y no son respetuosos de la ley”. La teoría del prejuicio, que dice que el racismo y los estereotipos son el producto de la falta de información o de la información errónea sobre un grupo, supone que la discriminación debería estar menos extendida en la educación superior y las empresas prósperas a medida que se gana en conocimiento y experiencia. La falacia de esta teoría puede verse en los propios informes de empresarios potenciales en Israel, incluyendo el propio Gobierno israelí.
La discriminación sigue siendo un factor en la situación del empleo entre árabes formados. Los empresarios dicen que contratar a ciudadanos árabes como asalariados presenta un riesgo de seguridad o puede afectar la productividad debido a una deficiente o mala comunicación o a brechas culturales entre diversos grupos de asalariados. Aunque estas excusas son aceptadas como legítimas en la sociedad israelí en su conjunto, siguen testimoniando grandes generalizaciones, que dan lugar a estereotipos, discriminación y prejuicios.
Aunque el Gobierno ha manifestado sus intenciones de diversificar el sector público, sus esfuerzos han distado mucho de ser perfectos. Yaser Awad dice en su artículo “Pisoteando sus propias leyes” que “la proporción de árabes entre las 55.000 personas que trabajan en compañías propiedad del Gobierno es sólo del 1%”. “El número de directores árabes de empresas propiedad del Gobierno es de 54 de 557, o un 9,7%… Y ello más de un decenio después de que el Gobierno aprobara leyes que exigen una adecuada representación de árabes en instituciones del Estado”, explica.
Las políticas negligentes del Gobierno en materia de inversión y desarrollo en regiones de Israel predominantemente pobladas por árabes impiden y atrofian un mayor crecimiento económico. “Sólo cuatro pueblos árabes comparados con cerca de 500 pueblos judíos han obtenido un estatus de prioridad nacional”, declaró el presidente del Tribunal Supremo, Aharon Barak, en febrero. Esto implica que la asignación económica del Gobierno destinada a la inversión en comunidades árabes es significativamente inferior que la relativa a muchas comunidades judías, por más que la necesidad de desarrollo de pueblos y localidades árabes es igual, si no mayor. Al no invertir o promocionar el desarrollo en estas áreas, el Gobierno desatiende los potenciales conocimientos y capacitación allí existentes. Discriminar a la población árabe formada equivale a pasar por alto un importante y significativo recurso de capital humano y socava toda la economía israelí.
Otra explicación de esta persistente brecha en el empleo podría referirse a las obligaciones culturales de las comunidades árabes en Israel. Los hábitos y normas culturales en el seno de la sociedad árabe en Israel señalan que los hijos vuelvan a sus pueblos y aldeas de origen tras asistir a la universidad. Tal es especialmente el caso de las mujeres árabes, para quienes el matrimonio es el paso siguiente después de la universidad. La mayoría de las empresas de alta tecnología están situadas en la parte central del país y en las grandes ciudades, mientras que la mayoría de los ciudadanos árabes de Israel residen en pequeños pueblos en áreas periféricas. La vuelta a casa después de la universidad aumenta las dificultades de los licenciados para encontrar empleo en la industria, pese a poseer los requisitos correspondientes. Esta situación fuerza a muchos a buscar trabajo en negocios o empresas familiares o en la docencia. Las mujeres, especialmente, que valoran el matrimonio y la familia, eligen trabajar en la profesión de la enseñanza porque es tal vez la ocupación más conducente y orientada a la formación de una familia y la crianza de los hijos (cuestión a la que se enfrentan muchas mujeres en todo el mundo y que no es sólo atributo de ciudadanos árabes en Israel).
Dada la tendencia de los licenciados árabes a volver a sus localidades de origen, el inadecuado sistema de transporte público que enlaza las áreas de residencia con las áreas de empleo viene a ahondar aún más la brecha física y geográfica que media entre los árabes licenciados y las mayores oportunidades de empleo. Aun así, muchos ciudadanos árabes de Israel sostienen que no son queridos ni bienvenidos a la hora de residir en grandes ciudades judías.
Los ciudadanos árabes de Israel empiezan a comprender que para poder sacar provecho de vivir en Israel hay normas culturales que es menester cambiar. Padres de licenciados son ellos mismos licenciados y reconocen que las mejores oportunidades para sus hijos se encuentran en las ciudades. La tradición de volver a casa al pueblo tras la licenciatura está cambiando y a algunos licenciados se les autoriza a permanecer en las ciudades. Dice al respecto un estudiante universitario de Nazaret: “Antes las familias presionaban a sus hijos para que volvieran a casa. A las chicas no se les permitía vivir solas o quedarse donde estudiaban. Ahora las cosas mejoran y los padres muestran una mentalidad más abierta. Las chicas se quedan donde estudian”. Si la cultura árabe comienza a cambiar en proporción significativa, ¿revelará y pondrá ello de relieve el auténtico racismo de la cultura empresarial israelí? ¿O también se abrirán y cambiarán las mentalidades y actitudes judías? ¿Cabe efectivamente un encuentro de las mentes abiertas a fin de propiciar un crecimiento amplio y general de la economía israelí en cuyo marco nos centremos en lo que todos podemos ganar - los unos de los otros- en lugar de quedarnos detenidos en cuánto hemos perdido o podríamos perder los unos por culpa de los otros?

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