17 nov 2008

Carlos Fuentes: 80 años

El Presidente Calderón en el Homenaje a Carlos Fuentes, 80 años
Lunes, 17 de Noviembre de 2008 Discurso
Alcázar del Castillo de Chapultepec
Muy estimado maestro Carlos Fuentes.
Señoras y señores:
En este espléndido Castillo de Chapultepec, símbolo de patriotismo, expresado en quienes
ofrendaron su vida en defensa de la Nación, nos hemos reunido para celebrar los 80 años de uno de los escritores más importantes de Iberoamérica y del mundo entero, nuestro Carlos Fuentes.
Veo con satisfacción, con emoción a representantes de la comunidad intelectual y a figuras relevantes a nivel internacional, como los premios Nobel Nadine Gordimer, Gabriel García Márquez; a los excelentísimos señores Felipe González y Ricardo Lagos, ex presidentes de España y Chile, y a muchos amigos de México en el mundo.
A todos ustedes les doy la más cordial bienvenida en este Alcázar y, desde luego, a todos nos alegra el tener a Carlos Fuentes entre nosotros.
Al verlos a todos, me doy cuenta de que este homenaje es no sólo un reconocimiento a la importancia de su figura y de su obra, sino un tributo a la amistad, a las muchas ramificaciones de ese árbol que usted, don Carlos, ha sembrado durante su fecunda vida.
Y con una voluntad y una disciplina ejemplares, a lo largo de más de cinco décadas, Carlos Fuentes ha forjado una obra que es el referente indispensable para entender el México contemporáneo.
Un ejemplo del rol que desempeñan los artistas e intelectuales en el debate público y en el fortalecimiento de la democracia y, sobre todo, una obra que se inscribe de manera brillante en las letras universales.
Desde la publicación hace medio siglo de La Región más Transparente, hasta los textos más recientes de Todas las Familias Felices, o La Voluntad y la Fortuna, que acaba de aparecer hace unas semanas, pasando por textos tan importantes como La Muerte de Artemio Cruz, Terra Nostra, Aura y muchísimas otras, algunas ya citadas aquí.En los cuentos y novelas de Fuentes se ha ido configurando un retrato de la sociedad mexicana: de lo que somos, de lo que queremos ser, de nuestros logros y de nuestros anhelos, de nuestras virtudes, pretensiones, debilidades, defectos, valores, flaquezas.
Recorrer la obra de Carlos Fuentes es una de las aventuras más intensas de la literatura de la segunda mitad del XX y principios de este siglo y, sin duda, permitirá a las nuevas generaciones de lectores asomarse desde una ventana privilegiada al México que nos tocó vivir.
Fuentes ha trazado un retrato sin concesiones, que durante las últimas cinco décadas ha sido un referente indispensable y cuyos trazos han permitido a los lectores reflexionar junto con él sobre los cambios que ha vivido la sociedad mexicana, haciendo converger la realidad y la imaginación.
Como usted ha señalado: ¿No es el espejo tanto un reflejo de la realidad como un proyecto de la imaginación?Hace algunos años en Harvard, en su mensaje a la Escuela de Educación mencionó algo que ha trascendido para los mexicanos. Esa tarde dijo, palabras más, palabras menos, que no le preocupaban las invasiones culturales, porque un mexicano sabe lo que significa ser mexicano. Señaló también que el reto era pasar de la identidad a la diversidad.
Pocos escritores se han preocupado más por describir los componentes de nuestra identidad, teniendo siempre presente lo que pasa en el mundo, porque sólo se puede entender lo que nos define si somos capaces de comprender lo que sucede más allá de nosotros.
De manera paralela a su creación narrativa, Carlos Fuentes ha participado en forma relevante en el debate público nacional e internacional, ofreciendo sus argumentos con pasión, siempre en favor de las ideas y de los ideales democráticos y de los derechos de las personas.
Fuentes concibe al intelectual como un ciudadano cuya misión es reflexionar públicamente para incitar el debate y dar origen a un diálogo que siempre implique el respeto a la verdad.
Lo ha hecho no sólo sobre México e Iberoamérica, sino sobre el mundo entero. Su reflexión sobre nuestro continente con obras tan relevantes, como El Espejo Enterrado, constituye una visión imprescindible para entender a América y el legado español.
Una visión que va desde el descubrimiento hasta la celebración de los 500 años, pasando por el barroco, los procesos de Independencia y la conformación de la democracia en América Latina.
Son muchas las batallas que a lo largo de su vida usted ha librado en defensa de los principios que nos dieron origen y de los valores de la cultura occidental, lo que lo ha convertido en una de las voces americanas con más presencia y con mayor respeto en el debate intelectual mundial.
Como mexicano, quiero agradecerle su coherencia en la defensa de tales valores y sus reflexiones sobre la identidad nacional.
Los grandes escritores franceses del Siglo XVIII, Montesquieu, por ejemplo, con ese tratado fundamental para la democracia que fue El Espíritu de las Leyes; y Voltaire, a través de sus cuentos y novelas, así como de su participación en la prensa de la época, generaron un nuevo tipo de intelectual que, sin formar parte de la Iglesia, ni sometido al poder, asumió la trascendencia de generar ideas para propiciar el cambio de sus sociedades y del mundo entero.
En México tenemos la suerte de contar con una tradición similar. En el XIX, grandes mexicanos como Ignacio Manuel Altamirano, Riva Palacio o Francisco Zarco, convirtieron las ideas en armas en contra de la injusticia; a esta tradición se sumaron en el Siglo XX figuras destacadísimas de las letras como Octavio Paz, Rosario Castellanos y, por supuesto, nuestro homenajeado, Carlos Fuentes.
La coherencia política y las aportaciones de mujeres y hombres, como ellos, provenientes de todos los espectros de la política, han sido una contribución fundamental para forjar el México democrático de hoy.
Hoy quiero hacer un reconocimiento a todos los artistas e intelectuales mexicanos, sin distinción.
Estoy convencido de la importancia de sus aportaciones para el fortalecimiento de la cultura y la vida nacional, de la democracia, de la evolución de nuestras costumbres y del combate a los prejuicios.
Hoy estamos aquí para celebrar el octagésimo aniversario de Carlos Fuentes, un gran desmitificador de conciencias, un brillante eslabón de una tradición artística y literaria libre, que le ha dado a México una luminosa presencia ante el mundo. Esta tradición forma parte del patrimonio cultural de nuestra Nación.
Creo que la mejor manera de celebrar a Fuentes es leyéndolo, y por eso el Gobierno Federal prepara una serie de programas y obras con las cuales celebraremos a Carlos Fuentes a través de su lectura.
Por ejemplo, todos los estudiantes de secundaria del país harán una lectura sistemática, metódica de su obra. Estamos imprimiendo una edición que entregaré un poco más adelante a Carlos Fuentes, una edición especial de El Espejo Enterrado y, además, estamos imprimiendo una edición rústica de la misma obra para repartirlo a más de un millón de estudiantes de tercero de secundaria de todo el país.
Noviembre será el mes de Carlos Fuentes en la agenda educativa, con actividades y promociones diversas; habrá publicaciones, tertulias alrededor de la obra de Fuentes, convocatorias para realizar un periódico mural semanal a través de los temas de su biografía, de sus principales obras, de sus premios y reconocimientos, de frases célebres.
Los niños y jóvenes de las escuelas de México escribirán una carta a Carlos Fuentes sobre su vida y su obra a través de Internet. Se hace una convocatoria para las 120 mil primarias y 32 mil secundarias públicas del país para desarrollar actividades en torno a la vida y obra de Carlos Fuentes.
Se realizarán cine-debates sobre la película Gringo Viejo, por ejemplo; se montarán exposiciones temporales de fotografías, textos, imágenes sobre su vida y obra, en fin; una serie de actividades con las cuales queremos, precisamente, honrar, celebrar, mejor dicho, a Carlos Fuentes entre nosotros.
Habrá desde luego, también, una activa participación con autoridades de diversas entidades de la República y de la Ciudad de México, que tienen programas muy, muy ambiciosos para esta singular ocasión.
Sin duda la obra literaria de Carlos Fuentes ha sido testimonio y espejo de nuestra realidad, una voz respetada en el debate nacional e internacional, una mirada desde lo mexicano hacia lo universal y una mirada universal, que ha ampliado la visión de los mexicanos.
Los tres afluentes de este torrente creativo desembocan en una palabra que los une: México.
En su discurso, maestro Fuentes, al recibir el Premio Cervantes, usted señaló: México es Patria de mi sangre, pero también de mi imaginación.
México es mi herencia, mi primer pasaporte, el de ciudadano mexicano, de ciudadano de México, he debido ganarlo, no con el pesimismo del silencio, sino con el optimismo de la crítica.
No he tenido más armas para hacerlo que las del escritor, la imaginación y el lenguaje.
Al definir de esta manera su carta de identidad, usted se ha escrito en una línea que inicia, desde La Ilíada y la Odisea, de Homero; o Dante y sus Círculos infernales, o Cervantes y su Ingenioso Hidalgo, Don Quijote y muchos otros, todos aquellos que han convertido a la escritura el producto donde convergen la imaginación y las palabras en su manera de explicar al mundo.
Al hacerlo, han trazado, al mismo tiempo, como diría Montaigne, el padre del ensayo, un retrato de ellos mismos y de la época que les tocó vivir.
Querido maestro Carlos Fuentes, como uno más de sus lectores, quiero sumarme a la celebración por sus 80 años.
En 1959, cuando publicó Las Buenas Conciencias, dedicó la novela a Luis Buñuel diciendo de él que era un gran artista de nuestro tiempo, gran destructor de las conciencias tranquilas, gran creador de la esperanza humana.
Los aquí presentes estarán de acuerdo en que esas líneas pueden hoy aplicarse a usted: gran artista de nuestro tiempo, gran destructor de las conciencias tranquilas, gran creador de la esperanza humana.
Su obra es indispensable no sólo para entender a México, yo diría que es indispensable para México. Es usted un orgullo de nuestras letras y un mexicano universal.
Gracias por estar entre nosotros.
Felicidades.
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-MODERADOR: Tiene la palabra el ciudadano maestro Sergio Vela Martínez, Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
-MTRO. SERGIO VELA MARTÍNEZ: Señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Felipe Calderón; señora Secretaria de Educación Pública, muy queridos Silvia y Carlos Fuentes, maestro Gabriel García Márquez, señora Mercedes Barcha.
Maestra Nadine Gordimer, señor ex Presidente de Chile, Ricardo Lagos; señor ex Presidente del Gobierno Español, don Felipe González; señor doctor Juan Ramón de la Fuente, Presidente de la Asociación Internacional de Universidades.
Maestro don Pedro Ángel Palou, señoras y señores:
Sean todos ustedes muy bienvenidos al Castillo de Chapultepec, sede del Museo Nacional de Historia.
Pocas veces el escritor tiene la oportunidad de escribir la biografía de su cultura, ha dicho Carlos Fuentes en uno de sus libros al que llamó así, Una Biografía de mi Cultura, es decir, mi propia biografía.
En realidad, Carlos Fuentes ha escrito la biografía de su cultura, de nuestra cultura no en uno, sino en todos sus libros. Esa biografía de la cultura que también solemos llamar historia.
Por eso, es profundamente simbólico que hoy nos encontremos aquí, en este sitio que narra la de México, una raíz de la obra de Carlos Fuentes, parte esencial de su biografía para celebrar sus 80 años de vida.
Lo acompañan muchos de sus mejores amigos y de sus más fieles lectores. Un hombre de la estatura intelectual de Carlos Fuentes ha cultivado a lo largo de su vida la amistad y el reconocimiento de grandes personalidades de las artes, de las letras, de la política y de los más diversos ámbitos de la vida pública.
Hoy, nos honran este día con su presencia el Presidente de la República, Felipe Calderón; los ex presidentes de Chile y de España, los escritores Nadine Gordimer y Gabriel García Márquez y Pedro Ángel Palou, el doctor Juan Ramón de la Fuente y todos ustedes.
Muchas gracias por acompañarnos.
Con este encuentro se inaugura el Homenaje Nacional a Carlos Fuentes, un rico programa de conferencias, coloquios internacionales, mesas de diálogo, documentales, cine, música y ediciones conmemorativas que ha tenido antecedentes la semana pasada y que continuará a lo largo de ésta, y que se dedica en estos días a presentar una imagen, así sea aproximada al universo intelectual de Fuentes y su propia obra.
Numerosas instituciones culturales, públicas y privadas de educación superior, agrupaciones académicas y fundaciones se han unido para llevar a cabo esta celebración; todas ellas agradecen la participación de los intelectuales, escritores, académicos y artistas de México y del extranjero, convocados al diálogo por el nombre de Carlos Fuentes.
Reciba, también usted, maestro Carlos Fuentes, nuestro más profundo agradecimiento por aceptar este encuentro y ser una vez más el animador de la reflexión y el diálogo, como principios básicos de la civilización y del mundo contemporáneo.
Muchas gracias a todos. Enhorabuena.
-MODERADOR: A continuación, hace uso de la palabra la señora Nadine Gordimer, Premio Nobel de Literatura 1991.
(INTERPRETACIÓN AL ESPAÑOL)
-SRA. NADINE GORDIMER: Señor Presidente, distinguidos invitados.
Damas y caballeros:
Aunque los lectores no lo saben, todo lo que escribe un escritor forma, de hecho, un solo libro, un relato de su época que construye hasta donde lo permiten las palabras.
Qué lugar. Qué tarea cumple. Qué significado tiene la literatura en tanto testigo.
Para responder esto me parece, primero, debemos definir qué es un testigo, dado que no es un concepto fácil. Si consulto el Oxford English Dictionary me encuentro con que las definiciones ocupan más de una columna en letra pequeña.
Testigo: fe de un hecho, acontecimiento, declaración, testimonio o evidencia, quien está o estuvo presente y puede testificar a partir de su observación personal.
Los equipos de televisión, los fotógrafos y periodistas son testigos preeminentes en estas aceptaciones del término.
El lugar y la tarea de dar testimonio de un hecho, acontecimiento o declaración pertenecen a los medios, a ellos sigue el análisis político y sociológico según diversos esquemas ideológicos nacionales, especialistas o populistas, algunos de los cuales afirman llegar al estado escurridizo y reduccionista de la objetividad, pero no se puede llegar al significado mediante la inmediatez de la imagen.
Los métodos de análisis teóricos, la descripción de una secuencia de acontecimientos y la literatura ha de tener un sitio único, enfrentar una tarea en relación con lo que ocurre en los actos presentes de conflicto, destrucción y sus secuelas, y éstos deben buscarse y hallarse en las tensiones de la sensibilidad del escritor, en su intensa percepción de las cosas, en las antenas con que apunta a las vidas en cuya compañía experimenta la propia como materia prima de su arte.
La poesía y la narrativa son procesos relacionados con lo que el Oxford English Dictionary define como el estado del testigo, aplicado al testimonio interior, las vidas individuales de los hombres, mujeres y niños que deben conciliar en su interior la certidumbres hechas trizas y los siempre cambiantes valores humanos que son víctimas del tiempo, tanto como lo son los cuerpos que se encuentran bajo los escombros.
Según Kafka, el escritor ve entre las ruinas más cosas y más distintas que las que ven los demás, ve lo que en realidad está ocurriendo.
El libro que Carlos Fuentes ha ido construyendo a lo largo de su vida y que abarca un relato constante en más de 40 libros. Hoy tengo el honor de rendir mi ilimitada admiración y homenaje a esta obra de un gran maestro del testimonio interior.
En su osadía intelectual hizo un gran registro, por los que cada volumen sucesivo evoluciona a partir del anterior y avanza más lejos y se agrega a lo que será la obra máxima, se encuentra la profundidad que alcanza Fuentes en su exploración del misterio de la vida como la experimentan y construyen los seres humanos.
Desde La Región Más Transparente y La Muerte de Artemio Cruz, pasando por el osado esplendor de Terra Nostra, el experimento glorioso de Cristóbal Nonato, Los Años con Laura Díaz, hasta el Instinto de Inez y La Silla del Águila, la maravillosa originalidad de Carlos Fuentes, cuando reproduce el poder del testimonio interior es un avance singular en el arte literario.
Aún no he podido gozar de la continuación en su nuevo trabajo, que si es algunos poemas y una narrativa, pero pude revisarla en camino a mi viaje a México y representa una nueva revelación de las posibilidades de la palabra escrita.
Como digo, su continuación la disfruto como una revelación de las posibilidades que tenemos nosotros los escritores de la palabra escrita.
-MODERADOR: Tiene la palabra el señor Ricardo Lagos Escobar, ex-Presidente de la República de Chile.
-SR. RICARDO LAGOS ESCOBAR: Señor Presidente de la República de México, señora, estimado amigo Carlos, Silvia, amigos y amigas:
Toma toda una vida llegar a ser un hombre universal.
Para señalar, como es el caso de Carlos Fuentes, que ese magnífico destino lo ha cumplido a cabalidad, dispongo de cinco minutos, tal vez seis.
No se busca ser un hombre universal, se llega a ello tras un largo y fecundo devenir a lo largo de su existencia. No cualquier existencia. Claro, tiene que haber habido una experiencia y existencia cosmopolita, pero cosmopolita no sólo por el hecho de haber vivido en lugares diversos, sino por alcanzar una identidad bien precisa que incluye, y no excluye, a las otras identidades.
Una identidad que es a un tiempo local y global; parte esencial del proceso que vive hoy el mundo, que no suprime las lealtades locales en nombre de una lealtad humana global, ni tampoco niega a esta última en razón de aquéllas, sino que es la suma de tales lealtades.
Así, así Carlos sumó el México indígena al México español, y ambos al México mestizo, en esa sucesión de soles que nuestro hombre ha descrito con maestrías, hasta llegar al quinto sol, el sol nuestro, aquél bajo el cual vivimos y que lleva en sí como los anteriores la advertencia de su propio fin.
Fuentes ha visto a México como nadie, pero desde temprano tendió su mirada también más allá para descubrir a América Latina y aprender, entonces, en nuestro continente, lo que ya le había enseñado su propio y singular país, la riqueza de la diversidad. Y más aún, la diversidad como base de la identidad latinoamericana.
Una América Latina que, como gusta recordarnos, bien podría llamarse Indoáfrica, Indoafroiberoamérica, para que queden nombrados todos sus elementos: porque, bien lo dice, lo que distingue a España y a la América española en sus mejores momentos, es la capacidad de incluir, no la de excluir, llamándolo por lo mismo a ser centro de inclusión, no de exclusión, puesto que ahí está la receta de un futuro para todos nuestros países.
Y si América Latina existe, nos lo dice Carlos, es gracias a la diversidad de su cultura, de sus escritores, de sus pintores, de su canto, de su música. Pero esa diversidad tiene un hilo conductor, un hálito vital que se vuelve tangible cuando Carlos Fuentes reconoce México en Buenos Aires, en Bogotá, en Santiago de Chile, gracias sobre todo a un pasado común y a una lengua compartida, la lengua cervantina, que él tanto admira y defiende.
La identidad que América Latina asienta en su propia diversidad, nos proyecta hoy como un ejemplo ante un mundo que de pronto parece querer fragmentarse a partir de distintas identidades culturales, orientales y occidentales, cristianos y musulmanes, liberales y socialistas, y se cuela de entredichos y agresiones, en nombre de estas diferencias se ponen en riesgo el desarrollo y aún la paz del planeta.
Algo parecido hace, cómo no, con el fundamentalismo de mercados que reniega tanto de las instituciones públicas, cuando tiene lugar la desigual distribución de los beneficios, pero que las llama a esas instituciones públicas en su auxilio, cuando se trata de socializar pérdidas a gran escala.
Sí, el mundo tiene de pronto dificultades para vivir con su propia diversidad, si nos enfrentamos a una cierta dificultad universal para entendernos y convivir como seres humanos.
Pero el tipo de hombre universal que es Carlos Fuentes y con él, nuestra América Latina, que aprendió a construir identidad a partir de la diversidad. Ese es el indudable aporte que hace a la obra presente.
Carlos Fuentes observa a América y descubre que todos somos inmigrantes; todos hemos llegado de alguna parte, desde el primer hombre que cruzó el Estrecho de Bering, desde el Asia, hace 30 ó 60 mil años, hasta el último trabajador que cruzó anoche la frontera entre Tijuana y San Diego, sin olvidarnos, dice, a esos ilustres inmigrantes sin visas y sin permisos de trabajo. Los puritanos ingleses que desembarcaron en Plymouth Rock 1620.
Y, entonces, nota Carlos Fuentes que las naciones de occidente se pasearon por lo que hoy llamamos el tercer mundo, imponiendo valores políticos, económicos, religiosos, culturales, en general; sin pedir permiso a nadie, y que hoy, entonces, es el momento de un gran desafío, hoy el tercer mundo regresa al primer mundo, poniendo a prueba la capacidad occidental de recibir al otro, de reconocerse en el otro, de evitar la exclusión y el enfrentamiento.
Es aquí, entonces, donde nuestro hombre universal le dice al mundo que América Latina existe y que su convivencia dentro de la diversidad prueba que ello es también posible a escala universal.
Es la libertad, entonces, la que está en juego, no sólo la de las mercancías ni la del dinero, dinero que circula rápidamente y a veces se volatiliza, sino es la libertad de las personas. Y cuando la libertad está en juego, lo está también la igualdad.
Y ahí, entonces, Carlos Fuentes adquiere otra dimensión, ha visto bien la relación de esos dos valores: libertad e igualdad, y denunciado la profunda inconsecuencia de quienes querrían sacrificar cándidamente uno de ellos en nombre del otro.
Porque así como nuestros libertadores vieron con claridad que la libertad no debía ser sacrificada en nombre del orden y a la inversa, el desafío que aún persiste en América Latina, que es el de equilibrar con sensatez y eficacia las demandas tanto de la libertad, como de la igualdad.
Haríamos bien, entonces, en insistir al respecto en que la solidaridad es el puente que debemos tender entre libertad e igualdad para que no se excluyan mutuamente.
Vivir en sociedad, entonces, nos los dice, no es sólo tener relaciones de intercambio; vivir en sociedad tampoco consiste en tener sólo relaciones de dominio como creen quienes creen que a decir de otra meta que es la hegemonía del Estado. Vivir en sociedad es tener también relaciones de colaboración y, sobre todo, solidaridad.
Por eso, hoy celebramos a un escritor, es cierto, aunque ante todo celebramos a un hombre; a un hombre universal con una tremenda sensibilidad política y social, que optó por ser escritor, quizás porque sólo allí en la escritura se hallaba el principal y más valioso de sus talentos, de los tantos que tiene.
Y lo celebramos y celebramos hoy a un maestro de las letras. Pero permítanme decirlo, creo que en el fondo de su ser es también un maestro de la política; sí, la política con mayúsculas, de la política como visión inteligente de las metas que tendríamos que proponernos y de los caminos para alcanzar esas metas.
De la política como madura experiencia de sus 80 años. Toda una vida llevada delante de la única manera en que una vida merece ser vivida; como lo ha hecho Carlos, con examen, con sentido crítico, con esperanza de que las cosas pueden ser mejores, con conciencia de que esos mundos mejores que imaginamos nunca salen de la cabeza de un solo hombre, sino tal vez de la tranquila y perseverante conversación que muchos hombres y mujeres, serenos y esperanzados mantienen todas las noches, junto al fuego, mientras pocos pasos más allá duermen los hijos que tienen derecho a un mundo mejor.
Sí, alguien dijo que América Latina es un cuento de nunca acabar. Carlos Fuentes ha escrito muchas de las mejores páginas de ese cuento y ha imaginado otras todavía por escribir. Esa es la medida de su talento y de su universalidad.
Y por eso estoy yo aquí para decir: Gracias, Carlos Fuentes, por ayudarnos a pensar nuestra América Latina y desde aquí, decirle al mundo que existimos en una coexistencia en la diversidad, gracias a gente como tú que nos explicó la gracia de nuestra identidad.
Muchas gracias.
-MODERADOR: A continuación hace uso de la palabra el señor Felipe González Márquez, ex-Presidente del Gobierno Español.
-SR. FELIPE GONZÁLEZ MÁRQUEZ: Señor Presidente de la República, querido amigo Carlos:
Solemos pensar que la democracia consiste en que cada uno diga lo que piensa, es sólo una pequeña parte de la verdad. La verdad es que, hay que decirlo, pero en el plazo limitado de cinco minutos; por tanto, la verdadera democracia también forma parte de la disciplina de decir lo que uno quiere, pero decirlo en un tiempo limitado.
Verá, señor Presidente, cuando leo a Carlos Fuentes, sea desde uno de sus múltiples artículos o cualquiera de sus novelas, o sus ensayos; cuando lo escucho en las intervenciones públicas, que siempre son perfectas en el fondo y en la forma; o cuando converso con él en privado o en círculo de proximidad yo siento a México.
Siento a México en su complejidad y en su diversidad, y siento a América Latina; percibo las raíces de su mundo originario y de los mundos sobrevenidos que se entremezclan con él, desde Grecia y Roma al mundo árabe, pasando por España y por Europa.
Esto hace de Carlos Fuentes una personalidad local y universal, al mismo tiempo, como decía Ricardo Lagos, un exponente extraordinario de la identidad de identidades que compartimos todos los presentes, un creador excelente que se expresa a través de ese vehículo de comunicación cultural que es la lengua de Cervantes.
La magia de lo que compartimos es la cultura, por eso Carlos que sabe que presidirme con lo indisciplinado que soy, es difícil y me preside en algunos foros, me ha oído decir en muchas ocasiones que en este mundo interdependiente, hoy en crisis económica y financiera sólo somos una potencia global en materia cultural, aunque no tengamos conciencia de ello.
Carlos Fuentes lo explica por sí mismo, trascendiendo nuestras fronteras en el ámbito de lo hispano para proyectarse hacia las demás culturas con su obra, es a la vez mexicano, latinoamericano y de todos.
Cumplir ocho décadas desde esa atalaya es toda una realización vital para un ser humano. Hacerlo en plena forma creativa nos hace esperar mucho más de Carlos Fuentes.
Señor Presidente, querido amigo Carlos:
He disfrutado intelectualmente con las lecturas de esta extensa producción escrita, he gozado escuchándote en muchas ocasiones en público y presentando contigo alguna de tus obras y he recibido el agasajo de tu conversación como amigo.
Gracias por todo ello, gracias por existir y gracias por ofrecernos valores permanentes en este momento de la volatilidad de los mercados de valores.
-MODERADOR: Tiene la palabra el ciudadano doctor Juan Ramón de la Fuente, Presidente de la Asociación Internacional de Universidades.
-DR. JUAN RAMÓN DE LA FUENTE: Señor Presidente de la República.
Muy queridos Carlos y Silvia.
Señoras y señores.
A sus 80 años, con una vitalidad sorprendente, en la plenitud de sus recursos creativos y narrativos, Carlos Fuentes encarna muchos de los más altos ideales de cuanto significa ser intelectual en el mundo contemporáneo.
Es el más universal de los escritores mexicanos vivos, gracias a una obra de amplios y variados registros y a la naturaleza de su curiosidad intelectual, de sus logros estéticos y de sus preocupaciones sociales.
Fuentes es México desde Los Días Enmascarados hasta La Voluntad y la Fortuna.
Fuentes es México en sus cuentos, en sus novelas, en sus escritos memoriosos, en sus conferencias y en sus ensayos.
Pero Fuentes, como aquí se ha dicho, es también universal. La influencia temprana, cariñosa y severa a la vez, de Alfonso Reyes, lo marcó para siempre.
A mi me enseñó Alfonso Reyes, dice, que la literatura mexicana era importante por ser literatura y no por ser mexicana.
Lo que más me impresiona de Carlos Fuentes es su libertad, el rigor con el que la ejerce, la autenticidad con la que la vive, nos sorprende una y otra vez con esa forma tan singular con la que intenta explicarse y explicarnos a través del lenguaje mucho de lo que somos, de lo que quisiéramos ser y de lo que no queremos ser.
Desde el reino de la imaginación libre y portentosa en el que se desarrollan sus historias, nos transmite un mundo que a veces parece éste el de todos los días, pero que en realidad es otro, el de su creatividad, el de su libertad como intelectual.
Tal es el México real e imaginario que Fuentes ha construido como nosotros, en el que todos podemos ser sus personajes, porque sus personajes piensan, sienten, sueñan, mienten y son engañados, traicionan y son traicionados, y comparten con los lectores su subjetividad, nuestra subjetividad. Por eso, todos tenemos un poco de esos personajes: hombres comunes, héroes y villanos.
Nada ilustra mejor la pasión de Fuentes que la Ciudad de México, su ciudad real e imaginaria. La Ciudad de México es un fenómeno donde caben todas las imaginaciones.
Dice: Estoy seguro que la Ciudad de Moctezuma vive latente, en conflicto y confusión perpetuos con las ciudades del Virrey Mendoza, de la Emperatriz Carlota, de Porfirio Díaz, de Uruchurtu y del terremoto del 85.
A quién puede pedírsele una sola versión ortodoxa de este espectro urbano.
Por supuesto que el México de Carlos Fuentes no se corresponde palmo a palmo con la realidad objetiva, sino con una realidad imaginaria, que no por eso deja de ser verdadera. Al contrario, es más certera, más contundente y más perenne.
Por eso sobrevive al paso del tiempo y se afianza en nuestra mente, en nuestra memoria, en nuestras emociones, como ocurre con las obras de arte.
Crítico implacable, que condena y elogia con la fuerza de su convicción y con la agudeza de su inteligencia, Fuentes incursiona en el trabajo intelectual como muy pocos han podido hacerlo. Propenso a lo integral, a lo cósmico, desafía todas las fronteras, el tiempo, el espacio, y recrea la historia de la cultura hispanoamericana en una novela sueño que Milan Kundera califica como algo difícil de escribir y, en todo caso, jamás visto en la literatura.
La persistencia en algunos de sus temas contrasta con la diversidad de sus experiencias y aventuras verbales. La indeclinable fidelidad a sus principios le ha conferido una autoridad singular; conciencia estética de América Latina, en palabras de Tomás Eloy Martínez.
En Fuentes se reconoce también a un protagonista de las más acuciantes polémicas de su tiempo, desde los años de la Guerra Fría, hasta las más recientes discusiones sobre la compleja globalización que vivimos, el peligro de los fundamentalismos, la estupidez de la guerra preventiva, la tentación del autoritarismo frente a la violencia desbordada o la necesidad de una izquierda moderna para México.
La incorruptible actitud crítica del intelectual, que es Fuentes, deja espacio, sin embargo, a la confianza en un mundo mejor, de ahí que no deja de refrendar su fe en el futuro. Un orden internacional basado en el derecho y en la cooperación es una meta que podemos alcanzar.
Cómo, se preguntan.
Mediante la diplomacia, la política, la educación, la cultura, el amor y el arte que recibimos, enriquecemos y heredamos, sin concluir jamás la tarea. Hay un… útil, cuya piedra en vez de rodar al abismo cuando alcanza la cumbre, es tomada por nuevos brazos y llevada a la cumbre siguiente, cuando los nuestros se fatigan.
Hay muchas y muy buenas razones para celebrar a Carlos Fuentes, yo me quedo con su proyecto generador de utopías, desde Ixca Cienfuegos hasta Cristóbal Nonato, desde Artemio Cruz, hasta los personajes de todas las familias felices; me quedo con ese proyecto generador de mexicanos que sepan, dicho en sus palabras, promover la riqueza con justicia y el bienestar con libertad.
Muchas gracias.
(A CONTINUACIÓN el discurso del PRESIDENTE Calderón, está al principio)
-MODERADOR: Hace uso de la palabra el ciudadano Carlos Fuentes Macías, escritor y premio Cervantes 1987.
-SR. CARLOS FUENTES: Señor Presidente, señoras y señores.
Agradezco al Presidente Felipe Calderón que encabece este acto en el Alcázar de Chapultepec.
La censura es como una hiedra venenosa que se arrastra por el suelo hasta encontrar pared y entonces sube, invade la fachada, entra por las ventanas y nos deja sin luz.
El Artículo 7º de la Constitución Mexicana declara inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia. Añade, que ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública.
Hace poco tiempo un libro mío fue objeto de un acto de censura mínimo, mínimo, en sí mismo baladí, pero como todo acto de censura ominoso como señalo.
Quiero recordar que muchas personas se manifestaron en contra de este conato de prohibición y que una de ellas fue Felipe Calderón, entonces legislador, quien leyó en público, leyó en público pasajes del libro en cuestión, Aura. Una simple historia de amor que no le faltaba el respeto a la vida privada ni perturbaba la paz pública, aunque sí, lo admito podía perturbar la moral de las buenas conciencias.
Hoy vuelvo a agradecerle su defensa al Presidente Calderón y evoco en su presencia esta consideración.
En democracia se manifiestan legítimas oposiciones, debates partidistas y propuestas diversificadas.
Sin mengua de esta pluralidad, acaso sea posible considerar un grado de unidad en torno a tres fechas del año 2010: el Bicentenario de la Independencia, el Centenario de la Revolución y los 100 años de la actual Universidad.
Las tres conmemoraciones, señor Presidente, ocurrirán durante su mandato y acaso nos ofrecen a todos gobernantes y gobernados, poderes y oposiciones. La oportunidad de reflexionar sobre lo que nos une como mexicanos, sin desdeñar lo que nos diferencia como ciudadanos.
Tal es, señor Presidente Calderón, mi sincero voto en esta ocasión que nos reúne bajo el siglo de una cultura hecha por todos.
Cuando yo empecé a publicar, dos argumentos contrapuestos ocupaban al mundo literario. Uno, muy ubicado en México y en la América Latina oponía nacionalismo y universalidad, ésta, denominada con intención peyorativa cosmopolita.
El otro argumento, más europeo y radicado en las teorías de Sartre oponía el compromiso social y político al acto gratuito del arte por el arte.
La exclamación perentoria de un crítico literario de aquella época resume esta actitud: el que lee a Proust, se prostituye.
Siento que esta vieja disputa está superada y bastó la mejor novela mexicana de todos los tiempos, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, para demostrar que un tema y unos personajes de la provincia mexicana, Comala, poseían la dimensión de la gran literatura mundial, ser destino legible.
Pero demás, la temática y los personajes de Balzac son franceses; ingleses los de Dickens; rusos los de Dostoievski; alemanes los de Mann.
Por qué trascienden estos autores sin dejar de representarlos su origen nacional y nos hablan a todos los lectores.
Por qué.
Porque nos dan imaginación y nos dan lenguaje. Y sin imaginación y lenguaje no sólo no hay literatura, no hay lectores, en el sentido radical de darle vida a lo escrito ayer, mediante la lectura hoy.
Pregunto: Por qué si la palabra y la imaginación no importan, lo primero que hace un régimen totalitario es quemar libros, encarcelar y exiliar escritores.
La otra cara de la disputa literaria de aquel medio siglo tenía que ver con la literatura como compromiso político en contra del arte por el arte.
Mi primer libro: Los Días Enmascarados, recibió ataques por ser un ejercicio gratuito de la fantasía, ajeno a los problemas sociales de México; mi segundo libro: La Región Más Transparente, recibió, en cambio, severas críticas por ser una novela en exceso política y preocupada por los problemas sociales de México.
Dios mío, exclame entonces, a los 28 años de edad. Dios mío, dónde estará la verdad.
La verdad estaba en Nadine Gordimer, empecé a leer sus novelas, muy conciente de que esta era una escritora sudafricana; es decir, ubicada en un país donde regía el racismo, la discriminación política y sexual, el abuso del poder y la negación de la libertad.
Cómo no iban a responder las novelas de Nadine a esta circunstancia. Cómo no iban a hacer una clamorosa afirmación de la igualdad de las razas, los derechos del cuerpo y el espíritu, y la libertad del ciudadano si La Hija de Burger, El Conservacionista y la Gente en Julio eran todo esto.
Una sociedad entera, recreada, retratada, pero elevada al rango literario y salvada de la mera denuncia panfletaria por la imaginación y por el lenguaje, que convertían a cada una de las obras de Nadine Gordimer en creaciones insustituibles, en novelas indispensables como literatura, primero, y sólo después, como todo lo demás.
Una literatura de la paradoja crítica. Gordimer por ejemplo, imagina el revés de la trama histórica. En una Sudáfrica futura una familia blanca huye del racismo negro y encuentra refugio en la aldea de su antiguo sirviente de color.
Y el libro más reciente de Nadine, que acaba de salir de la imprenta, nos informa que en una décimo sexta parte de su sangre, Beethoven también era negro. Es decir, en las novelas de Nadine la paradoja salva al arte para mejor servir a la ciudad.
Esta es la carne del cuerpo político, el alma de la posición ciudadana, la vida otorgada por la obra, por la palabra en la obra de Nadine Gordimer, y en Karma, Karma que es una obra maestra de la novela breve, la suma de los tiempos históricos nos indica todo lo que dejamos de hacer y todo lo que nos falta por hacer.
Cito a Nadine: soy un ser anciano que vuelve a ser niño, descubro que regreso como hombre o que regreso como mujer para continuar la experiencia humana en otro tiempo, en otro espacio, descubro que el sexo es sólo una de las formas del regreso, fin de cita.
Sí, todo esto, toda esta gran obra de la creación literaria en Nadine Gordimer y, al mismo tiempo, la más altiva conciencia ciudadana contra el racismo, contra el prejuicio, contra la discriminación por la libertad del cuerpo y del alma.
Nadine Gordimer, bienvenida a México, querida amiga.
Todas las edades son formativas, pero acaso ninguna tanto como la etapa en que se pasa de la infancia a la juventud por vía de la adolescencia.
Yo viví en la República de Chile, entre los 11 y los 15 años de edad. En Chile encontré la fraternidad de la democracia con la palabra. El Gobierno del Frente Popular impulsaba el desarrollo económico con democracia política, pero ambos, desarrollo y democracia eran inseparables en Chile de la palabra.
Como decía Pablo Neruda, lo cito: para vosotros todos, para vosotros canto, que sea repartido todo el canto en la tierra.
Repartir el canto. Cómo.
Salvador Allende y la Unidad Popular creyeron que se podía avanzar hacia una sociedad más justa, desde la institucionalidad democrática, ampliando el radio de la ley, apelando a las formas de la libertad.
Salvador Allende, un hombre, nos dice Ricardo Lagos, lo cito, que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que se respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. Fin de cita.
En mi ánimo, Chile quedó para siempre como el país donde la política y la palabra no eran enemigas, por eso cuando la dictadura militar le arrebató al pueblo chileno la libertad política y le silenció la palabra libre, yo siempre mantuve la convicción de que tarde o temprano, ahora violadas por Pinochet, política y palabra resucitarían hermanadas en Chile.
Durante la presidencia de Ricardo Lagos, la autoridad judicial se encargó de castigar el pasado, y el poder ejecutivo se encargó de construir el futuro, crecimiento con libertad.
Porque no basta el crecimiento, por sí solo no asegura mayor igualdad, hacen falta, también, políticas públicas; hacen falta políticas laborales y distributivas para disminuir la pobreza.
No se trata de empobrecer a los ricos, sino de enriquecer a los pobres.
Se requiere un esfuerzo constante para asegurar que el desarrollo económico tome en cuenta los objetivos sociales. Tal fue la política del Presidente Lagos.
Ricardo Lagos, chileno, bienvenido a México. Bienvenido.
El 20 de noviembre de 1975 era yo Embajador de México en Francia y mandé izar la bandera al frente de la Embajada, pronto llegaron las llamadas de mis colegas latinoamericanos.
Me decían: ya sabemos que México no tiene relaciones con Franco, me reclamaron, con España; pero poner la bandera a plena asta el día de la muerte de Franco, no le parece excesivo.
No, les expliqué, no se trata de Francisco Franco, sino de Francisco Madero y la Revolución Mexicana.
Ese día mi esposa y yo cenamos con André Malraux, el novelista de La Condición Humana; el combatiente de la guerra de España; El cineasta, junto con Max Aub, de L’ Espoir, el Ministro de Cultura del General De Gaulle.
Y Malraux se mostró, particularmente, pesimista ese 20 de noviembre. Franco, dijo, mantenía el orden, un orden brutal en un país anarquista, como España. Al morir Franco, España regresará a la anarquía y el desorden. La anarquía, concluyó Malraux, es la vocación de España. Por fortuna, Malraux se equivocó.
Con gran coraje y perspicacia el Rey Juan Carlos le dio representación a toda la gama de la política española, de la derecha de Fraga Iribarne, a la izquierda de Santiago Carrillo, del conservadurismo de Adolfo Suárez, al socialismo de Felipe González.
Se trataba de llegar a un pacto republicano en torno a la monarquía, como ha escrito Juan Luis Cebrián; y a una monarquía de los ciudadanos, como propuso Felipe González.
Ya en régimen de democracia y durante 13 años, Felipe González presidió el Gobierno español. Negoció el ingreso de España a la Comunidad Europea, a condición de que Europa le diese a España lo que España necesitaba para ingresar a Europa; no con ventajas, aunque sí con oportunidades: infraestructura, carreteras, escuelas modernas, hospitales, medios de comunicación; lo que debe exigir un tratado de mutua conveniencia.
Si hoy España es miembro pleno y estelar de la Comunidad Europea, en grandísima medida se le debe a Felipe González. No estatizó la economía para no sofocar las ventajas, pero fortaleció al Estado para impedir las desventajas, acertada receta para lo que sucede hoy.
González asoció a España con el occidente después de los años de hielo y oportunismo del franquismo, pero manteniendo un margen muy grande de independencia para las decisiones del Estado español.
España ha sido consecuente en lo positivo e independiente en lo negativo. No hay tropas españolas en Irak.
Y es que la acción internacional de Felipe González se guía por este principio: el mal amigo engaña y halaga; el buen amigo lo es porque dice la verdad.
Saludo y agradezco la presencia del gran amigo y estadista, Felipe González.
Yo le debo a la Universidad Nacional Autónoma de México una parte de mi ser personal y de mi vocación ciudadana. En ella aprendí a dar a conocer para conocernos, a saber para sabernos, a recordar para recordarnos.
Nadie en el pasado inmediato ha encarnado este espíritu mejor que Juan Ramón de la Fuente, rector de la UNAM entre 1999 y 2007, cuyo credo, lo cito: nos recuerda que la responsabilidad social y su evolución, los derechos civiles y su fuente de legitimación, nuestra conciencia y la visión de los ciudadanos, a los que nada puede ocultarse, definirán los temas políticos más importantes de nuestro país y en nuestro tiempo. Fin de cita.
Juan Ramón de la Fuente, el científico, el humanista, conoce de sobra estos problemas y estos logros, y por eso sabe que no hay educación válida que al cabo no se encamine a resolver los problemas y acrecentar los logros.
Y por ese motivo no puedo separar a de la Fuente el educador, el rector, del ciudadano que reclama una cultura política fuerte a la altura de la esperanza en el país que teníamos los estudiantes universitarios en 1950, y que amenaza con perderse en los oscuros laberintos del narcotráfico, el crimen organizado y la impunidad.
Doy la bienvenida y doy las gracias por su presencia a mi querido amigo, Juan Ramón de la Fuente.
Se han dado cita en este evento grandes escritores de mi generación, grandes amigos también, a los que agradezco profundamente su presencia; también asisten escritores de la nueva generación mexicana y latinoamericana.
Nos une, acaso, la exigencia crítica de la escritura. Crítica no como adversidad o negación solamente, que puede serlo, sino crítica como creación de un mundo paralelo a la realidad cotidiana.
Crítica como llamado de una realidad olvidada o potenciada. Aquí estoy, me llamo Alonso Quijano, recuérdenme, mi nombre es Hamlet, no me juzguen, soy Madame Bovary, imagínenme, soy Sophie’s Choice.
Crítica como advertencia de que hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que las soñadas en tu filosofía.
Crítica como insatisfacción con lo dado y como interrogante de lo recibido.
Crítica como conocimiento de la realidad que desborda la experiencia o aún no la alcanza, anuncia la experiencia, denuncia, pero no renuncia.
Modesta crítica, soberbia crítica; limitada y limitante crítica, y crítica interna de la propia literatura. La literatura es autónoma o producto de la historia; la literatura es experiencia moral aún cuando se nutra del mal y lo represente, qué tan bueno es el Príncipe Mishkin que tan malo es el asesino Raskolnikov.
La literatura crea, refleja, imagina, juzga, une o separa. En todo caso, una vieja tradición indica que los viejos damos lecciones jóvenes.
Yo quisiera más bien que los jóvenes me dieran lecciones a mí. Ellos van a ver un mundo que yo ya no veré, ellos nos traen las noticias del porvenir. Nosotros, los mayores, aseguramos, sin embargo, que no se olviden las novedades del pasado.
El calendario nos engaña, distrae y conforta proponiendo un simple tiempo lineal que va del pasado, al presente, al porvenir. La literatura es una constante rebelión contra el tiempo como flecha dirigida al futuro, convirtiéndolo en mirada que le devuelve actualidad al pasado y posibilidad al porvenir, en memoria de todo lo que el pasado dejo de decir.
La literatura es la advertencia trágica de las fallas y limitaciones de toda empresa humana, es afirmación de lo que el olvido, la premura, o la tiranía del tiempo pasó por alto.
Significa el rechazo de la cómoda noción del fin de la historia, que nos invita a abandonar las armas de la esperanza crítica y aceptar amodorrados la beatitud del mundo tal como es.
Yo creo que el escritor habla del mundo que puede ser si le damos la oportunidad a nuestra potencia creadora, a nuestra insatisfacción con las demoras de la ciudad hacia la ciudad, a nuestra voluntad de abrir las puertas de la imaginación para no contentarnos con una sociedad que quiere divertirse hasta la muerte y olvidar hasta el olvido.
La literatura es el frágil baluarte de la palabra y de la imaginación contra la comodidad y la renuncia, contra la tontería, el sectarismo y la mirada estrecha, contra el rencor y la envidia.
Leo, leo a estos jóvenes escritores que nos acompañan en estas jornadas y pienso que acaso nosotros, los mayores, no hemos hecho otra cosa que escribir en honor de nuestros antepasados, pero también en honor de nuestros descendientes.
Somos acaso, como lo serán ellos, los jóvenes, fuentes entre lo que fue, lo que es y lo que puede ser, pues en la literatura quién se atrevería a pensar que es el dueño del tiempo. Esta simple reflexión le da a nuestro trabajo literario la frágil gloria de no saberse absoluto, sino apenas relativo mediador de la tradición que requiere de nueva creación para prolongarse en el tiempo.
La literatura nos dice que podemos conocer al mundo, pero sólo si somos capaces de imaginar al mundo. Y a pesar de todo, de amar al mundo.
Actos de amor al mundo son las grandes novelas de mi amigo Gabriel García Márquez. Somos camaradas desde hace más de 40, años cuando en la pelusa de un jardín en San Ángel renunciamos a toda ocupación que interrumpiera nuestra vocación.
Escribir novelas, creer en la literatura, darle forma verbal a la gran selva de lo no dicho, sobre todo en una América Latina de evasiones, retórica, buenas intenciones y malos propósitos.
Porque Gabriel demostró en Cien Años de Soledad, en El Amor en Tiempos del Cólera, que la imaginación literaria es indispensable para integrar la imaginación política y, sobre todo, para darle vuelo a la imaginación social.
Si algún día un crítico pudo decir Latinoamérica, novelas sin novelistas; hoy gracias a autores como Gabo, la realidad puede asumirse a sí misma y la literatura también.
El novelista no sustituye al político, pero el político tampoco sustituye al novelista.
Cuestión de perspectiva, cuestión de distancia. Por eso es indispensable el diálogo a todos los niveles: político, social, cultural.
La extraordinaria obra de García Márquez, y con él, la de los grandes escritores que hoy nos acompañan, nos indica que en el centro del tiempo, en el centro del tiempo el escritor recuerda que nadie tiene el poder absoluto ni la razón suficiente aunque todos nos hacemos preguntas para darle poder a la palabra e imaginación al poder.
Porque somos parte de una vasta voluntad ciudadana que es, ni más ni menos, que la de asegurar la constante resurrección del mundo.
Quiero agradecer, antes de terminar, muy especialmente, la presencia de mi queridísimo amigo, Gabriel García Márquez.
Señor Presidente, señora de Calderón.
Distinguidos participantes en estas jornadas.
Señoras y señores.
Le agradezco al Presidente Calderón su presencia en este acto.
Les agradezco a los espléndidos participantes en las 17 mesas del evento: escritores, pensadores, periodistas, artistas, editores, su talento, su entusiasmo, su aportación a la cultura viva de mi país.
Le agradezco en estos últimos años su apoyo indispensable, su amorosa contribución a mi vida y a mi trabajo, a mi esposa Silvia y a mis hijos: Cecilia, Natasha y Carlos.
A los viejos amigos, les saludo al atardecer. A los jóvenes amigos, les doy la bienvenida al amanecer.
Muchas gracias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Señor Fred Alvarez-Palafox
Le agradecería informar:
¿Qué tan fiel es la trancripción que presenta usted de los discursos del homenaje (especialmente el de don Carlos)?
Ojalá pueda contestar a binor@hotmail.com
Un saludo, buen artículo

Jerónimo E. Gómez, 17 años.

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