17 nov 2008

Gober, el potro salvaje

Gobernación, el potro salvaje del gabinete/Reportaje
Elia Baltazar
, reportera.
Excélsior (http://www.exonline.com.mx/) 16/11/2008;
De aquella secretaría que todo lo controlaba, antesala de aspiraciones presidenciales, poco o nada ha quedado. Para fortuna del país, coinciden sus funcionarios del pasado y sus críticos del presente.
Sin embargo, en el camino del cambio político en México, que transitó de la época de partido único al pluripartidismo y el trato de iguales entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, la Secretaría de Gobernación (Segob) vio diluirse su identidad: perdió peso, evadió responsabilidades o las compartió con otras oficinas de gabinete. Y de hijo favorito pasó a tercero, por detrás de Hacienda.
El país cambió, la alternancia en el poder se inauguró, el Palacio de Covián incluso se amplió y remozó, pero la institución envejeció. O, al menos, no emprendió transformaciones de fondo para hacerse de herramientas más efectivas frente a los retos de la política actual y la seguridad nacional.
Ex secretarios, como Santiago Creel, Francisco Labastida y Manuel Bartlett, y ex subsecretarios, como Arturo Núñez, ofrecen pistas sobre las necesidades de cambio en la Segob, al cabo de uno de los momentos más urgentes en materia de coordinación para el combate al crimen organizado y el narcotráfico, y en medio del relevo de su titular.
De ahí la urgencia de emprender esta tarea, dicen, inconclusa siempre en la reforma del Estado y sus instituciones.
Nacida en 1853 con el nombre de Secretaría de Relaciones Interiores, Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, la Segob recorrió un largo tramo como pilar de la seguridad interna, a través de organismos “de infausta memoria” dice Manuel Bartlett—, como la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Ocurrió en los tiempos monolíticos del partido único, cuando el PRI ejerció todo el poder y el control sobre el Estado.
“Gobernación no se ve ni se oye, pero se siente”, decía la clase política en los años en que el comunismo era amenaza, la guerrilla una realidad, y la represión política una práctica.
“Su forma de operar correspondió a un momento de la historia del mundo y de México, en la lógica de la Guerra Fría, la seguridad interior y el reto comunista. El partido hegemónico (el PRI), que ganaba de todas, todas, debía tener los controles hacia adentro, porque la esencia del proceso político pasaba en su interior y al margen estaban otros actores sobre los que había que estar vigilantes, que eran o los hacían antisistema.”
Lo dice Arturo Núñez, hoy senador del PRD y miembro del Frente Amplio Progresista, pero en el pasado, director general de Desarrollo Político de la Segob y dos veces subsecretario en la misma dependencia.
En su primera parada en el Palacio de Covián, Núñez se desempeñó bajo las órdenes de Fernando Gutiérrez Barrios, militar y leyenda de la política mexicana, controversial personaje cuya biografía política caminó de la mano de los servicios de inteligencia y policía política del país, entre los años 60 y 70, cuando se desempeñó como titular de la DFS y, luego, como subsecretario de Seguridad.
Todo en el ámbito de la seguridad nacional a cargo de la Segob, que dejó por unos años de paréntesis administrativo como secretario de Caminos y Puentes Federales y gobernador de Veracruz. Sin embargo volvió. Esta vez como secretario de Gobernación de Carlos Salinas de Gortari, quien lo llamó para hacer frente a la crisis política desatada por el proceso electoral de 1988.
Allí conoció a Arturo Núñez, quien se hizo cargo de las tareas de la reforma electoral, obligadas por las circunstancias, y luego se convirtió en subsecretario de Gobernación.
“El primer día que me llamó a acuerdo (que no es otra cosa que una reunión), un par de consejos me dio don Fernando (así le llaman todos aún): en la Secretaría de Gobernación hay que honrar la palabra y estar informados.”
Núñez recuerda el diálogo íntegro de aquel día, cuando Gutiérrez Barrios le dijo: “En esta Secretaría, nuestro instrumento fundamental de trabajo es la palabra, y hay que honrarla. Le pido que no la dé para ganar tiempo, para darle la vuelta a un problema ni tener margen de maniobra. El día que perdemos la confianza en la palabra de la Secretaría de Gobernación, habremos perdido los más de nuestros instrumentos de trabajo”.
Luego completó la lección: “Aquí tenemos mucha información, pero no toda. Siempre hay una pieza del rompecabezas que falta. Róbele un rato al sueño y desayune con periodistas, ellos son profesionales de la información y muchas veces tienen la pieza que nos hace falta”.
Sus consejos siguen siendo válidos para el presente de la Segob, considera Núñez, que otras cosas aprendió en aquellos años. Entre ellas, que la Segob “es un potro salvaje que puede tumbar hasta al mejor jinete, y si éste no es experimentado, con más facilidad”, dice.
Será por ello que de 1988 a la fecha han caído de la silla de Gobernación diez titulares (sin contar a Juan Camilo Mouriño), los mismos que la ocuparon durante casi siete sexenios (42 años), contados desde el gobierno de Miguel Alemán hasta el de Miguel de la Madrid.
Desde el gobierno de Salinas, dicen en los corrillos de la política, la titularidad de la Segob dejó de ser un cargo permanente para convertirse en transitorio, lo que evidencia la falta de rumbo y capitán al frente de la nave.
El mismo Núñez permaneció sólo 48 horas como encargado de despacho, en el tránsito de la renuncia de Esteban Moctezuma Barragán y la llegada de Emilio Chuayffet Chemor. Esto, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, el último presidente de la dinastía priista.
“Todo ocurría entonces en el ámbito del Ejecutivo, pero en la medida en que la situación cambió, la agenda de la seguridad se desplazó hacia otros temas, en el país afloró con plenitud la diversidad y su pluralidad se tradujo en pluripartidismo, y ya no hubo más partido hegemónico, pues el bastión de control del Ejecutivo (la Segob) se vio afectado y erosionado por todos lados. Por dentro y por fuera”, afirma Núñez.
Ahora, en cambio, el Legislativo se habla de tú con el Ejecutivo, la negociación política y de presupuesto de los estados pasa por el Congreso y las responsabilidades de la seguridad se han desplazado.
Es precisamente en esta materia donde más fallas encuentra el senador en las responsabilidades de la Segob. “La capacidad del crimen para infiltrar los instrumentos del Estado ha sido pavorosa.” No obstante, recomienda no volver la vista atrás en el diseño de nuevas herramientas para sus funciones. “La fama de Gobernación se sostenía en una sentencia: destierro, encierro o entierro. Eso no puede ni debe volver al país. Hay necesidad de replantearla a fondo, sin duda, pero no necesariamente para ser lo que fue”.
Su propuesta: separar la política de la seguridad. “Creo que debería haber fronteras muy claras y, en este momento, me parece, están mezcladas”, bajo el argumento de que el narcotráfico ha invadido el ámbito político. Pero “de eso no hay evidencias claras hasta el momento”.
Pero para Núñez, más urgente que reformar la Segob es resolver el diseño de un nuevo régimen, en el marco de la actual relación entre el Ejecutivo y el Legislativo.
En el opuesto político, el senador del PAN, Santiago Creel, coincide con Núñez en la necesidad de separar lo político de lo policiaco, precisamente por la experiencia de la policía política del pasado.
Primer secretario de Gobernación de la alternancia, de 2000 a 2005, Santiago Creel admite que ha llegado el momento de pasar revista a las facultades y poderes de la oficina que encabezó, pues en el contexto actual se impone como prioridad la seguridad pública.
Han cambiado las circunstancias, dice, pero no necesariamente las facultades y atribuciones de la Segob. Y ésta requiere de una revisión, porque las circunstancias determinan en buena medida el trabajo de las instituciones.
“Hace algunas décadas explica—, la tarea política de la secretaría se manejaba de manera distinta. Había un partido que concentraba a los sectores y a través de éstos hacía la operación política fundamental del país. El titular de Gobernación era auténticamente el jefe político del Presidente y sus instrucciones eran atendidas de manera vertical.”
Hoy, en cambio, el secretario de Gobernación requiere de mucho tiempo para la conciliación política, que es la base de la gobernabilidad. “La pluralidad requiere mucho mayor esfuerzo, dedicación y tiempo para atender al Congreso, a los partidos, a los gobiernos locales. Y también se requiere renovar esfuerzos de interlocución con las iglesias, y subrayo el plural.”
Pero por encima de la tarea política de la Segob, se impone el tema de la seguridad, “que es un problema mayúsculo, quizá el más importante del país”.
Para afrontar este reto, Creel apuesta por la figura del ministerio del interior, pues se trata de la institución que concentra las funciones de la policía, del sistema de readaptación social, de protección civil y de inteligencia civil en lo que se refiere a migración, aduanas, investigaciones del crimen organizado en la modalidad del narcotráfico y lavado de dinero.
“Ese es un camino muy conveniente a seguir en lo que puede ser la concentración de funciones y facultades que hoy están dispersas, y que generan traslapes y descoordinación en materia de seguridad”, dice el ahora senador del PAN.
Para lo político, propone alguna instancia que pueda ser “primo entre pares”. La figura que surgió a partir de las discusiones de la reforma del Estado fue la jefatura de gabinete. “Pero dejamos de ver la otra parte, fundamental, que es el ordenamiento de una instancia para asegurar la seguridad pública del país y aquí el punto es que la dispersión de las funciones de seguridad, aduanas, policía, sistema de readaptación social, genera un esfuerzo de coordinación mayúsculo. Por ello, la concentración en estas áreas se vuelve prioritaria”.
Aunque opuestos en lo político, Creel y Francisco Labastida, un año secretario de Gobernación, convergen en sus opiniones sobre la necesidad de colocar la seguridad a la cabeza de las prioridades de la Secretaría de Gobernación y concebirla como un ministerio del interior.
No obstante, lejos de pensar en la separación de sus facultades, políticas y de seguridad, hacia futuro mira una Segob con más instrumentos y atribuciones para cumplir con su tarea como coordinadora de las relaciones con el Legislativo y con los gobiernos de los estados y municipios, así como para enfrentar el reto de la seguridad del país.
“Me tocó crear el primer plan de seguridad pública, me tocó crear la AFI y estaban dentro de la Secretaría de Gobernación, porque yo concibo a la Secretaría de Gobernación más como un ministerio del interior que requiere instrumentos de este tipo y también los relacionados con los medios de comunicación. Además, necesita una relación muy fluida con el secretario de Hacienda, con el fin de influir en las asignaciones presupuestales. Yo lo hacía, por lo menos.”
—¿No sería volver a la supersecretaría del pasado?
—Y qué miedo tenemos de hacer cosas que funcionen. Si queremos que funcione, tenemos que darle los instrumentos para que funcione. No le pueden dar la responsabilidad, la encomienda de que haga algo, sin dar los instrumentos correspondientes.
Apresurado en sus tareas como senador del PRI, el ex titular de Gobernación, primer candidato del PRI en perder la Presidencia, abre fuego sin blanco definido.
A la Segob, asegura, le diluyeron las facultades y los instrumentos, le quitaron poder. “Necesitamos una Secretaría de Gobernación y un titular con capacidad de coordinar, de negociar.
—¿Es un asunto de la persona o de la institución?
—Es un asunto de la institución. Obviamente, como las tijeras, se necesita las dos hojas para que corte. Requerimos de las funciones y de un secretario de Gobernación que tenga independencia de opinión y que tenga la delegación de responsabilidad para que su palabra valga. La política es un negocio de hombres y de palabra.
Ahora, aprovecha la suya para felicitar la designación de Fernando Gómez Mont al frente de la Segob. “Veo bien que asumiera el cargo un abogado penalista de prestigio, porque ninguno de los otros dos encargados de la seguridad pública es abogado penalista, y hace bien la entrada de uno, por el conocimiento de los detalles de la ley.”
“¡Pamplinas!”, dice Manuel Bartlett, último secretario de Gobernación que permaneció en el cargo un sexenio completo, en el gobierno de De la Madrid. “La Segob es una gran secretaría de Estado, de enorme importancia para el país”.
Pero como en todo, dice, “hay grandes secretarías y grandes secretarios, grandes secretarios y pequeñas secretarías o grandes secretarías y pequeños secretarios. Si la persona que está en la institución tiene peso, experiencia, capacidad, es una conjunción feliz. Pero que no me vengan con pretextos a decir que no cumplen sus funciones porque no tienen instrumentos. Si no existe y se diluye, es porque no hay quien la maneje”.
Su diagnóstico: a la Segob le falta secretario. “Esta Secretaría está en el centro de los problemas del país y el secretario tenía una función importantísima: resolver conflictos en su mesa. Pero que Creel no le eche la culpa de su mal desempeño a una secretaría manca. O Mouriño, que no tenía idea de lo que era el país. Cómo iba a tenerla si se educó en Madrid y luego estuvo en Tampa. No puedes conducir, sin saber. Al secretario de Gobernación le llega información todos los días por toneladas. Todo el tiempo. Pero para tomar decisiones se necesita conocimiento y dominio político del país.”
Bartlett afirma que la información es privilegio de Gobernación, su principal herramienta. No la policía, dice, que nunca ha estado bajo su responsabilidad.
Responsable, entre otros temas, de bajar la cortina de la DFS y dejar adentro su historia negra, Bartlett creó el Centro de Investigación y Seguridad Nacional, tan cuestionado. No podía ser de otra manera, dice, si lo han convertido “en una oficina para los cuates”.
Lo dice porque al frente del Cisen está Guillermo Valdés Castellanos, a quien identifican como amigo cercano de Calderón, su “confidente” desde el tiempo en que buscaba la presidencia de su partido.
“Me tocó desparecer a la DFS, procesar a sus comandantes hoy muertos en esta guerra de narcos— y crear el Cisen, diseñado para la inteligencia del Estado, ésa que se refiere al conocimiento exacto de las realidades de un país para actuar sobre ellas. Su función es analizar todos los temas que tienen un efecto sobre la gobernabilidad y no requiere de policías sino de analistas, especialistas en diferentes temas. De policía no tiene nada. Es el análisis lo que vale del Cisen para conducir la política en relación con los grandes problemas. La seguridad nacional no son las armas, sino la información y el sistema de inteligencia tiene que dar la información necesaria para actuar políticamente”.
Bartlett también estuvo al frente de la Segob en un momento definitivo de cambio en la historia política del país: la caída del sistema en las elecciones de 1988, antesala de la reforma política que despojó al titular de Gobernación de la autoridad sobre el manejo de las elecciones, uno de los instrumentos más efectivos de control sobre los opositores al régimen.
“A Gobernación le quitaron las elecciones y el Cisen, que ahora está bajo control del Presidente, pero eso no quiere decir que la Secretaría no tenga inteligencia y que la información no llegue al secretario de Gobernación. No es una justificación decir: yo no mando en el Cisen. Si funciona, el secretario debe tener esa información a través de sus conexiones diarias. Qué más información valiosa quiere, que la que obtiene de la relación con los partidos y el Congreso, con las iglesias y los gobernadores. Podría decir que la Segob, en mucho, es la oficina del secretario, su antesala y sus teléfonos. ¿Quién tiene esos instrumentos? Nadie, ninguna secretaría de Estado”.
Por eso Bartlett rechaza que la Segob se deba reformar y revisar sus funciones: “¡Pamplinas! Quieren inventar un primer ministro, un no sé qué, un régimen semiparlamentario, cuando lo cierto es que el presidencialismo nunca se ha ido. El PAN, Fox, llegó a la Presidencia criticándola, pero se sentó allí y le encantó. Ya no quiso cambiar nada. Todo sigue concentrado en la Presidencia imperial priista.
De allí, dice, los fracasos de la reforma del Estado, que reaparece cada seis años y nunca llega a ningún lado. “El ministerio del interior es el francés y básicamente concentra política y policía. Es decir, el ministro del interior es el secretario de Gobernación.
“Lo que tienen que hacer es dejar de crear otras secretarías que no se coordinan entre sí, como la SSP, y todo lo que han hecho en seguridad que es un pastel que no funciona.”
Además, dice, hay que entender que la policía es un instrumento, no un mando; el Ejército mismo no es un mando. El mando es la política, el poder civil. La política prima sobre todo lo demás, afirma.
Lo que pasó, explica, es que desde el sexenio de Salinas el poder se trasladó hacia la Secretaría de Hacienda. “La tecnocracia jaló hacia el sector económico y financiero. Pero ese desplazamiento es muy grave, sobre todo si ese titular de Hacienda obedece lo que diga el secretario del Tesoro de EU.”
Hacienda, afirma, incluso manda sobre el Presidente y ahí hay un problema que no tiene que ver con un primer ministro o no. “Si no hay un secretario de Gobernación, el de Hacienda se enseñorea. Pero eso no es cuestión de instituciones, sino de decisiones políticas.”
Sus funciones
-Presentar ante el Congreso de la Unión las iniciativas de ley o decretos del Ejecutivo.
-Publicar las leyes y decretos del Congreso de la Unión, alguna de las dos Cámaras o la Comisión Permanente y los reglamentos que expida el Presidente de la República, en términos de lo dispuesto en la fracción primera del artículo 89 constitucional, así como las resoluciones y disposiciones que por ley deban publicarse en el Diario Oficial de la Federación.
-Administrar y publicar el Diario Oficial de la Federación.
-Manejar el servicio nacional de identificación personal.
-Tramitar lo relativo a la aplicación del artículo 33 de la Constitución.
-Administrar las islas de jurisdicción federal, salvo aquellas cuya administración corresponda, por disposición de la ley, a otra dependencia o entidad de la administración pública federal.
-Conducir la política interior que competa al Ejecutivo y no se atribuya expresamente a otra dependencia.
-Vigilar el cumplimiento de los preceptos constitucionales por parte de las autoridades del país, especialmente en lo que se refiere a las garantías individuales y dictar las medidas administrativas necesarias para tal efecto.
-Conducir, siempre que no esté conferida esta facultad a otra secretaría, las relaciones del Poder Ejecutivo con los demás Poderes de la Unión, con los órganos constitucionales autónomos, con los gobiernos de las entidades federativas y de los municipios y con las demás autoridades federales y locales, así como rendir las informaciones oficiales del Ejecutivo Federal.
-Conducir, en el ámbito de su competencia, las relaciones políticas del Poder Ejecutivo con los partidos y agrupaciones políticos nacionales, con las organizaciones sociales, con las asociaciones religiosas y demás instituciones sociales.
-Fomentar el desarrollo político, contribuir al fortalecimiento de las instituciones democráticas; promover la activa participación ciudadana y favorecer las condiciones que permitan la construcción de acuerdos políticos y consensos sociales para que, en los términos de la Constitución y de las leyes, se mantengan las condiciones de gobernabilidad democrática.
-Vigilar el cumplimiento de las disposiciones constitucionales y legales en materia de culto público, iglesias, agrupaciones y asociaciones religiosas.
-Administrar el Archivo General de la Nación, así como vigilar el cumplimiento de las disposiciones legales en materia de información de interés público.
-Vigilar que las publicaciones impresas y las transmisiones de radio y televisión, así como las películas cinematográficas, se mantengan dentro de los límites del respeto a la vida privada, a la paz y moral pública y a la dignidad personal, y no ataquen los derechos de terceros, ni provoquen la comisión de algún delito o perturben el orden público.
-Regular, autorizar y vigilar el juego, las apuestas, las loterías y rifas, en los términos de las leyes relativas.
-Conducir y poner en ejecución, en coordinación con las autoridades de los gobiernos de los estados, del Distrito Federal, con los gobiernos municipales, y con las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal, las políticas y programas de protección civil del Ejecutivo, en el marco del Sistema Nacional de Protección Civil para la prevención, auxilio, recuperación y apoyo a la población en situaciones de desastre y concertar con instituciones y organismos de los sectores privado y social, las acciones conducentes al mismo objetivo.
-Establecer y operar un sistema de investigación e información, que contribuya a preservar la integridad, estabilidad y permanencia del Estado mexicano.
-Contribuir en lo que corresponda al Ejecutivo de la Unión, a dar sustento a la unidad nacional, a preservar la cohesión social y a fortalecer las instituciones de gobierno.
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Experto asegura que facultades de Bucareli ya dejaron de pesar
Nota de Elia Baltazar
Los políticos coinciden: la prioridad en las tareas de la Secretaría de Gobernación es la coordinación en materia de seguridad. Algunos aceptan separar de ésta sus responsabilidades políticas y avanzar hacia la creación de una jefatura de gobierno y, en paralelo, hacia un ministerio del interior.
Hay propuestas —en el ámbito de los trabajos de la reforma del Estado— para la reforma del régimen y, por lo tanto, de la redistribución y redefinición de las tareas que hoy concentra la Segob. Pero parece que falta voluntad. ¿Por qué? Francisco Valdés Ugalde, investigador de la UNAM, presidente del Consejo Superior de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y especialista en materia política, lanza una respuesta: “Nadie quiere sacrificar la Presidencia.”
Todos los actores políticos, dice, siguen pensando en términos de la Presidencia, aun cuando ésta ya no tiene el poder de antaño. “Pero los esquemas del pasado a veces perduran muchas generaciones sin cambiar y sin dar lugar a una transformación que se ajuste a los nuevos tiempos.” Y el caso de México es ejemplar en este sentido, explica. “Hay una lógica perversa, una combinación entre un sistema electoral y partidario plural, que al mismo tiempo tiene una cúspide de poder que es el Presidente de la República, el cual sigue alimentando la tentación de que algún partido pueda obtener la mayoría y hegemonía, si bien no como la que tuvo el PRI en el pasado, sí una réplica. Esas son las expectativas para 2009 y 2012.”
Especialista en el estudio de las instituciones, Valdés Ugalde descubre el discurso político ante los ojos de la realidad: la Secretaría de Gobernación ya no juega un papel definitivo ni en seguridad ni en materia de acuerdos políticos.
“Es más una especie de enlace con el Congreso y los partidos, que un conducto para tratar los temas de seguridad del Estado. Y aun en el caso de la relación con los actores políticos, desde el año 2000, no juega un papel significativo. Hoy no puede satisfacer las necesidades de concertación del gobierno, porque no tiene la capacidad ni las facultades para atraer a otros actores hacia los acuerdos que se requieren”.
Sucede así, explica, porque el Congreso tiene actores suficientemente fuertes para tener una política por cuenta propia, que no responde a las orientaciones del gobierno. Aun el PAN, sigue, tiene su propio funcionamiento en las cámaras, que no se coordina directamente con las Segob.
“Esto es una herencia del foxismo y del secretario Creel, que dejó las cosas en ese estado y no tuvo la visión para cambiar el panorama y los mecanismos de funcionamiento de la Segob hacia otra dirección. Aunque en última instancia el responsable de eso ha sido el jefe del Estado y la forma en que ha encarado el funcionamiento de esa secretaría.”
Investigador especialista en temas como la reforma del Estado, las reformas constitucionales y el conflicto político, Valdés Ugalde considera que el problema de la pérdida de protagonismo de la Segob va más allá de ésta y para resoverlo es necesario mirar y analizar al régimen en su conjunto.
“Cuando tenemos un sistema plural, en el cual no hay un solo partido con mayoría en el Congreso ni en las entidades, tenemos una situación en la cual el propio gobierno tiene necedad de concertación. Pero la Segob, tal y como existe hoy, no puede satisfacer ésta. No tiene la capacidad ni las facultades para atraer a los actores políticos hacia el tipo de acuerdos que se requieren en función de una gobernanza democrática. Justamente porque hay que ver la cuestión en términos de conjunto.”
Pero aquello que los actores políticos miran como una meta de la reforma política, el investigador la observa como “una reforma mínima, pequeña, incluso mezquina”. Esto es, resolver la operatividad política del régimen sólo a partir de la creación de un gobierno de gabinete o de la figura de jefe de gobierno en un régimen presidencial, cuando lo ideal sería avanzar, si se quiere, hacia una parlamentarización del sistema presidencial. “De modo tal que en una instancia de gobierno equivalente a la Secretaría de Gobernación o ministerio del interior pudieran estar concentradas completas las funciones de concertación con los actores políticos”.
Pero hoy no existe eso, dice. “No existe por mandato. La Segob no es ya la jefatura de gabinete y tampoco concentra las funciones de gobierno en el sentido del control de la seguridad del Estado. Entonces, hay que repensar tres funciones: concertación con los actores, seguridad del Estado y organización del conjunto del gobierno o instancia intermedia entre el Presidente y el conjunto del gobierno que permita a la Segob jugar ese papel”.
Esto, sin embargo, requiere de una reforma mayor, que no depende sólo del Ejecutivo, sino del Congreso. Y no se trata de colonizar el viejo sistema, afirma, sino de cambiarlo. “Pero no hay ningún actor que esté convencido de que hay que cambiar de sistema. Los actores fundamentales, al contrario, están convencidos de que lo que hay que hacer es colonizar el viejo sistema, tratar de conseguir una especie de minihegemonía lo más cercana posible a la del PRI, para que el sistema pueda ser funcional en las circunstancias actuales.”

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