8 may 2011

La resistencia cultural del Año de México en Francia

La resistencia cultural del Año de México en Francia
Anne Marie Mergier
Revista Proceso # 1801,  a 8 de mayo de 2011
Actividades que se salvaron de la tijera aplicada por los presidentes Nicolas Sarkozy y Felipe Calderón al Año de México en Francia, gracias a la tenacidad de los artistas y los organizadores que decidieron no ceder a la cancelación motivada por razones políticas, se reseñan aquí, como la lectura de la obra poética de Jaime Sabines, el concierto vibrante de la cantautora roquera Jessy Bulbo y la pieza Premier Monde/Primer Mundo, que con hondura pone en el escenario la incomunicación entre distintas culturas en el mundo globalizado.
PARÍS.– Los esfuerzos conjugados de Nicolas Sarkozy y Felipe Calderón de tirar por la borda el Año de México en Francia no lograron desanimar a varios irreductibles franceses y mexicanos.

Contra viento y marea éstos salvaron parte de su programación cultural y permitieron que el público francés disfrutara de una amplia gama de propuestas artísticas mexicanas, desde las más clásicas hasta las más vanguardistas.
Los amantes de la poesía se reunieron el pasado 13 de abril en la elegante Maison de L’Amérique Latine para celebrar a Jaime Sabines. Pretexto del encuentro: la publicación de Lent animal amer, una antología bilingüe de sus poemas seleccionados y traducidos por Jean-Clarence Lambert.

Fascinado por los poetas mexicanos, poeta él mismo y traductor afamado, Lambert contó al público cómo se había acercado a la obra de Sabines.

En 1988 tradujo varias secuencias de Tarumba y Sobre la muerte del mayor Sabines para Poésie du Mexique, una antología que realizó a pedido de la UNESCO.
“Estos poemas despertaron no sé qué sentimientos de repulsión y curiosidad: estas confesiones impúdicas, e inclusive brutales, que alternaban con momentos casi elegiacos, esa ‘mezcla adúltera de todo’ hería en mí la composición ontológica que la lengua y la tradición francesas imponen a las creaciones verbales e inclusive a las más  ‘deconstruidas’, como se solía decir a final del siglo pasado”, confesó.

Casi 10 años más tarde, Myriam Solal, talentosa y atrevida editora de poesía latinoamericana en Francia, pidió a Lambert que tradujera todo Tarumba.

“No traduje Tarumba. Transcribí Tarumba”, precisó Lambert.

Antes de lanzarse en esa aventura, viajó a México para conocer a Jaime Sabines. Se dejó seducir por “su sonrisa luminosamente sencilla”, “su voz dulce-amarga” y “su humildad”.

La “transcripción” francesa fue publicada en 1998. Jaime Sabines se trasladó a París para presentar el libro. Estaba ya muy enfermo, pero disfrutó su viaje.
Lambert y Sabines prometieron verse de nuevo muy pronto. La muerte del poeta, el 19 de marzo de 1999, se los impidió. Myriam Solal decidió entonces que urgía traducir Algo sobre la muerte del mayor Sabines. El libro se publicó en 2000.

Unos años más tarde el gobierno del estado de Chiapas propuso a Lambert que elaborara una antología bilingüe de la obra del poeta. Fue otra aventura. Lambert reunió sus primeras traducciones, las pulió, eligió nuevos poemas y se inspiró en Recuento de poemas, publicado por Sabines en 1997. Tanto éste como Lent animal amer empiezan por “El día” y terminan con “Me encanta Dios”.

Mientras el traductor hablaba, la sala se iba llenando cada vez más. Parte del público se quedó de pie en el corredor. Escuchaba atento.

Tomó la palabra Julio Sabines, hijo del poeta. Emocionado, habló de la “relación delicada” de Sabines con Solal y Lambert, y de la alegría que sintió el poeta al leer sus versos en francés.

Casi tímido, Lambert arriesgó una confidencia:

“Tuve oportunidad de acompañar a Jaime Sabines en su primer viaje a París hace ya mucho tiempo. Después de tres o cuatro días frenéticos de visitas a museos y edificios, largos recorridos por las calles previamente visitadas en tantas páginas, con los ojos deslumbrados por tanta historia y cultura, hubo un momento en el que por fin tomamos un respiro en la banca de un jardín. Pasamos unos minutos en silencio hasta que Sabines me dijo de pronto: –¿Te das cuenta? Es el aire, el aire. Aquí se respira la libertad.”
Luego, en medio de un profundo silencio, Jean-Clarence Lambert leyó poemas de Sabines, en francés y en español:
Tarumba/ Je viens avec les fourmis,/ entre les pattes des mouches. / Yo voy  con el suelo, por el viento,/ en los zapatos de los hombres,/ en las pezuñas, las hojas, los papeles/ Voy a donde vas, Tarumba/ Je viens d’où tu viens…
Se acercó un saxofonista. Empezó a tocar una música insólita, mezcla de algo irreal, de suspiros minerales y vegetales, de murmullos de bosques y caminos, de estridencias, de dudas existenciales.
Jean-Clarence Lambert seguía leyendo:
Je sais ce que tu sais de toi/ et ce que savait ton père/ Sé lo que me has dicho de mí/ Tengo miedo de no saber,/ de estar aquí como mi abuela/ mirando la pared, bien muerta.
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El explosivo concierto de Jessy Bulbo dejó pasmado a un público  radicalmente distinto. La rockera iconoclasta mexicana se presentó en Le Divan du Monde, una sala de concierto “chidísima” ubicada en el barrio de Pigalle, al pie de la colina de Montmartre.

Jessy Bulbo, bajista, guitarrista y cantante, acompañada por sus tres músicos –Alexis Ruiz, Aarón Bautista y Damián Pérez– fue la única “sobreviviente” de los cinco grupos de música mexicana invitados por el festival Les femmes s’en mêlent, exclusivamente dedicado a artistas  femeninas de la escena alternativa mundial.
Stéphane Amiel, director del evento, llevaba meses haciendo arreglos para que las mexicanas fueran las invitadas de honor de la edición 2011 de Les femmes s’en mêlent. Les tenía planeadas giras por todo el país y conciertos en París.
“Sólo logramos salvar a Jessy Bulbo. Nos importaba sobremanera que México estuviera presente en el festival. Fue nuestro acto de resistencia –precisa Amiel–. No nos arrepentimos. Jessy es una bomba. Sus conciertos en provincia y en París fueron todo un éxito…”
Bulbo electrizó a la juventud que acudió al Divan du Monde el 29 de marzo. Esa noche se presentaron tres grupos. El primero fue The Pack A.D., integrado por dos canadienses de armas tomar. El tercero era el de Le Prince Miiaou, nombre de artista de Maud-Elisa Mandeau, una francesa delgadita y de alto voltaje muy exitosa en el medio alternativo europeo.
Entre estas cantantes un tanto austeras, muy metidas en su música sin concesiones, apareció Jessy Bulbo: tacones altos, vestido corto y colorido, hombros desnudos, cabellera larga, cuerpo sensual, ritmo desbordante y humor a flor de piel. Su voz no tenía nada excepcional, pero su presencia llenaba el escenario y su apetito por la vida y su alegría por cantar irradiaban la sala del concierto.
Despampanante, extrovertida y a veces desenfrenada en público, Jessy es un personaje muchísimo más complejo fuera de los reflectores.
Espontánea, fresca, inteligente y sensible, Jessy dista de aparentar sus 35 años. Estudió periodismo a mediados de los años noventa, pero lo dejó todo para dedicarse a la música underground. Recuerda entre risas las noches de reventón y excesos de esa época y su voluntad de desafiar al mundo musical alternativo, al que consideraba demasiado machista. Habla del primer grupo de garage rock punk con el que tocó: Las Ultrasónicas:
“Empecé con ellas en 1996 y tocamos juntas hasta 2002. Fuimos uno de los primeros grupos ruidosos de chavas en México. Las bandas que tenían visibilidad hacían cosas ‘bonitas’ o cosas ‘inteligentes’. Nosotras queríamos hacer algo distinto, más reventado. Fue así como nos integramos a la escena hipster… Tú sabes, música urbana que se toca en lugares inverosímiles.”
Las Ultrasónicas se presentaban en donde las llamaban: en salones de fiestas, billares, antros, en la calle y también en el foro Alicia, en la colonia Roma, semillero de talentos de la escena hipster, según afirma Jessy.
“En esa época lo único que nos interesaba era explotar en el escenario. En nuestras canciones no hablábamos de temas sociales o políticos. A los chavos sólo les interesaban amor, sexo, drogas y desmadre. Yo era como ellos. No quería oír de política.”
Calla unos segundos antes de precisar:
“Rechazaba totalmente la política porque mis papás son ‘sesentaiocheros’. Yo crecí oyendo todos los días discusiones sobre lo mal que anda el mundo y lo peor que se va a poner. Crecí muy asustada, pensé que todo era muy triste… Entonces mi primer impulso de libertad fue cancelar la política y las críticas al sistema.”
Pasó el tiempo. Las Ultrasónicas se separaron. Jessy se lanzó como solista. La apoyó Alexis, su novio y baterista. En 2006 sacó su primer álbum Saga mama, nominado en los Indie O Music Awards como mejor álbum en la categoría de solistas. Sacó un segundo álbum: Taras Bulba, que fue galardonado con el premio del mejor álbum de música independiente; y un tercero, Telememe, también nominado en los Indie O Music Awards.
Sigue tocando en lugares inverosímiles, pero también en grandes auditorios, como el Foro Sol, donde se lleva a cabo el festival Vive Latino que reúne a 100 bandas y 100 mil espectadores.
Jessy escribe sus canciones, compone su música y sigue sin aludir a temas sociales. Pero cambió. Hoy confiesa que le duele el mundo y agradece ahora a sus padres por las semillas de conciencia que sembraron en su mente.
“Me hice mi propia filosofía de la vida”, confía.
Se dice profundamente perturbada por la violencia que sacude a su país y la cual afecta cada vez más a su carrera.
“En 2008 y 2009 tocábamos mínimo una vez por semana en el DF y en todo el país, sobre todo en el norte, donde la gente es muy rockera, al igual que la del Estado de México. Pero en 2010 sólo tocamos 10 veces. Se derrumbaron los conciertos en el norte de la República, en parte por razones económicas, pero sobre todo por cuestiones de seguridad. Los padres ya no dejan que los jóvenes vayan a antros nocturnos ni a conciertos. Les da miedo. Los entiendo. Mi público tiene entre 15 y 22 años. A mí me gustaría seguir tocando para los chavos del norte, de Ciudad Juárez, por ejemplo. Sé que necesitan que vayamos allá, pero ya no se puede.”
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Inolvidable intérprete de Laura, protagonista de Año bisiesto –película del realizador Michael Rowe, premiada con la Cámara de Oro el año pasado en el festival de Cine de Cannes–, Mónica del Carmen acaba de conquistar a un público de cinéfilos galos y se está abriendo paso en el mundo teatral parisino.

Nominada al Ariel en 2011 como mejor actriz por su papel en Año bisiesto, Mónica lleva siete meses involucrada en una experiencia teatral franco-mexicana sumamente interesante que desembocó en la creación de una obra bilingüe: Premier Monde/Primer Mundo.

La obra se presentó por primera vez los días 12 y 13 de marzo en La Ferme du Buisson, un dinámico centro cultural en las afueras de París. Los actores se expresaron alternativamente en francés y en español. Luego se montará en mayo en la ciudad de Alençon y en el teatro de la Villette, en París, del 7 al 18 de junio. Finalmente realizará una gira por distintas ciudades de Francia entre septiembre y noviembre.

La historia de Pemier Monde/Primer Mundo es insólita. Todo empezó en noviembre de 2008 durante una estadía en México de las dramaturgas Eleonore Weber y Patricia Allio, quienes suelen firmar los trabajos que realizan juntas y expresarse en entrevistas simplemente como Allio-Weber. Les importa mucho esa ósmosis.

Visitaron el ecoparque El Alberto que se encuentra cerca de Ixmiquilpan, en el estado de Hidalgo. Administrado por la comunidad, ese parque ofrece todo tipo de actividades deportivas, como tirolesa, kayak, senderismo, rappel, pero también una “aventura extrema” que se llama La caminata nocturna.

Explican Allio-Weber:

“Se trata de un juego de papeles tamaño natural imaginado por los habitantes de Alberto para tratar de dar a entender la realidad del cruce ilegal de la frontera entre México y Estados Unidos. La marcha se emprende durante la noche en un pequeño cañón que se parece al paisaje fronterizo del Río Grande.

“El trayecto dura seis horas, cuesta 250 pesos y se presenta en parte como un guión de película de acción con suspenso. Tiene un desenlace más o menos violento, con persecuciones, amenazas, miedo y culmina con la llegada de las patrullas de la  policía fronteriza que detiene al grupo de migrantes. La gente del pueblo hace el papel de los polleros y de la Migra. Los turistas, en su mayoría mexicanos –pero hay también franceses, estadunidenses y japoneses– desempeñan el papel de indocumentados.”

Eléonore y Patricia, ambas diplomadas en filosofía política y filosofía moral, emprendieron esa marcha junto con otros 60 participantes. Se sintieron a la vez intrigadas e incómodas. Querían entender a qué correspondía ese juego de representación de papeles. ¿Estaba inspirado por la industria de diversión que colinda tan a menudo con la obscenidad? ¿Se trataba simplemente de una “experiencia límite” algo absurda? ¿O era algo más?

“En diciembre de 2009 regresamos otra vez al ecoparque. Hicimos muchas veces La caminata nocturna y acabamos por considerarla como una experiencia verdadera, estética y política, a pesar de su ambigüedad”, comentan.

Filmaron un documental-ficción sobre la marcha en el que intervino un actor francés, Elois Noël, cuya improvisación permitió elaborar el hilo conductor de ese trabajo.

Enfatizan Allio-Weber:

“En lugar de proponer a los turistas un espectáculo sobre tradiciones indígenas en vías de desaparición, los habitantes de Alberto, que van y vienen clandestinamente entre su pueblo y Estados Unidos, optaron por escenificar la lenta pérdida que representa la emigración masiva, el cruce ilegal de la frontera, el peligro que corre su vida.

“La mayoría de los papeles que se interpretan en La caminata nocturna se desarrollan a partir de la identidad real de los diferentes protagonistas de esta experiencia. Esta nueva forma de catarsis, este ritual expresa al mismo tiempo algo de la deserción cultural y los esfuerzos por resistir a ese proceso.”

Las realizadoras no se limitaron a filmar su documental-ficción. Quisieron llevar al escenario las interrogantes y las reflexiones, la desestabilización y el vértigo que genera esa caminata. Solicitaron a cuatro actores de nacionalidades distintas para interpretar la obra: dos mexicanos, Mónica del Carmen y Harold Torres; un francés, Elios Noël; y una española, Marta Izquierdo Muñoz.

Se reunieron por primera vez en La Villette en París y en La Ferme du Buisson, en Marne la Vallée, en septiembre de 2010, y trabajaron a partir de improvisaciones de los actores que se sumergieron en ese mismo desempeño de papeles, siendo cada cual sucesivamente Migra, pollero y migrante.

Confía Mónica del Carmen:

“Fue un trabajo demasiado duro en el que nos involucramos de lleno. Salieron cosas sorprendentes cuando cada uno se puso en la piel de la Migra maltratando al indocumentado. Hubo brotes de violencia. Elios, quien es un hombre muy sereno, alcanzó una brutalidad verbal. Nos dejó atónitos. Harold Torres no aguantó y se fue. Marta, Elios y yo sufrimos, pero quisimos llevar ese trabajo hasta el final. Tuve un enfrentamiento violento con Marta, quien pisoteó la bandera mexicana en una de sus improvisaciones.”

Se grabaron todas las improvisaciones. Eléonore Weber y Patricia Allio conservaron parte de ellas tal y cual, reorganizaron otras o las volvieron a escribir.

El resultado es una obra intensa, de  autenticidad perturbadora, donde tres actores viven en carne propia, con sus nervios, dudas, tensiones, algunos de los grandes desafíos de nuestro mundo globalizado: la relación entre las distintas culturas, entre el “primer” y el “tercer mundo”, entre el viaje del turista y el del migrante, el muro de incomprensión que los separa, el miedo a los demás, los abusos de poder, la violencia latente en cada uno de nosotros, los clichés y estereotipos que nos ciegan y, a pesar de todo, la fuerza de la humanidad que nos identifica.

Mónica del Carmen se ríe cuando se le pregunta el origen del título de la obra:

“El año pasado, cuando estaba en París para trabajar sobre la obra, me quejé porque no lograba conectarme con el internet en el depa donde vivía. Les dije a Eléonore y Patricia: ‘¿Cómo puede ser que en el primer mundo sea tan complicado tener acceso a internet?’ Me miraron estupefactas. No sabían que le decíamos primer mundo a los países desarrollados. Discutimos sobre eso y nuestra discusión quedó integrada en el texto de la obra. De ahí  también nació el título.”

Premier Monde/Primer Mundo acaba con un largo monólogo de Mónica del Carmen a menudo estremecedor, que incluye muchos elementos biográficos de esta actriz que nació en Miahuatlán, estado de Oaxaca, y que tanto en la conversación con la reportera como en ese monólogo final rinde un vibrante homenaje a su madre, madre soltera que vende flores en su pueblo natal y que le transmitió una fuerza inagotable.

En el teatro de La Ferme du Buisson todos los espectadores se quedaron con un nudo en la garganta al oír a Mónica hablar sobre la imposibilidad de comprender realmente la terrible experiencia de los migrantes.

Después de su presentación en Francia, Premier Monde/Primer Mundo debía estrenarse en el Distrito Federal y realizar una gira por varios estados. El naufragio del año de México en Francia canceló esa posibilidad.

“Es como una mutilación –comenta Mónica del Carmen–. Todo nuestro trabajo fue concebido para Francia y México. Dirigirse al público de ambos países da su verdadero sentido a la obra. Premier Monde/Primer Mundo tiene que existir en México.”

Con su voluntad de hierro, esta formidable actriz mexicana fascinada con los retos artísticos y existenciales se ve dispuesta a mover cielo y tierra para lograr su cometido.

“Mi madre me enseñó a no tenerle miedo a nada”, confía.

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