Diplomacia
de pequeños pasos/Felipe Sahagún es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO.
El
Mundo | 2 de julio de 2015
Con
la reapertura de embajadas anunciada ayer por Cuba y Estados Unidos, Barack
Obama y Raúl Castro abren otra grieta en el ‘telón de azúcar de caña’, como
suele decir el profesor William M. LeoGrande, que separa a los dos países desde
el año 1959.
Cuba
y EEUU rompieron relaciones diplomáticas el 3 de enero de 1961 tras dos años de
tensiones crecientes a causa de la nacionalización de propiedades estadounidenses
en la isla, el acercamiento del nuevo régimen a la URSS, la imposición de
sanciones comerciales por Washington y el apoyo estadounidense a un grupo de
exiliados cubanos para extirpar de raíz el peligro de un régimen comunista
prosoviético a pocas millas de Florida.
La
ruptura fue, por tanto, anterior a la llegada de John Kennedy a la Casa Blanca,
pero Kennedy hizo suya de inmediato la decisión y, lo que es peor, el plan de
la CIA de una invasión mal diseñada y peor ejecutada.
Tras
el desastre de Bahía de Cochinos, Cuba se convirtió en el símbolo principal de
la Guerra Fría en el hemisferio occidental y a punto estuvo de provocar un
enfrentamiento nuclear directo entre las dos superpotencias en la crisis de
misiles de octubre de 1962.
Desde
1977, EEUU y Cuba han mantenido misiones diplomáticas, denominadas secciones de
intereses, en las respectivas capitales bajo la protección legal, igual que en
Irán desde la revolución de Jomeini, de Suiza.
La
ley obliga a la Casa Blanca a comunicar su decisión al Congreso con dos semanas
de antelación para su aplicación, pero no requiere la aprobación del
legislativo. Aunque Obama, como parece, cancele pronto la aplicación a Cuba de
la Ley de Comercio con el enemigo (TWEA) de 1917, nadie espera que el actual
Congreso estadounidense, con mayoría republicana en ambas cámaras desde
noviembre, levante el embargo.
Con
lentitud pero sin pausa, en una diplomacia de pequeños pasos, Raúl Castro y
Barack Obama describieron ayer la reapertura de embajadas como el fruto
político más importante, hasta ahora, de este proceso.
El
intercambio de embajadores debería facilitar el diálogo para avanzar en la
solución de la densa agenda de conflictos tras 50 años de ‘guerra fría':
bloqueo, embargo, centenares de intentos fallidos de magnicidio, incontables
operaciones encubiertas, millones de inmigrantes y una guerra de propaganda
intensificada desde los años 80 con la puesta en pie por Ronald Reagan de las
cadenas Martí de radio y televisión.
Desde
el histórico acuerdo del 17 de diciembre, que coincidió con la puesta en
libertad de tres de los cinco espías cubanos detenidos en EEUU en 1998 y que
seguían en la cárcel, y del empresario estadounidense Alan Gross, condenado a
15 años en Cuba en 2009, el país caribeño ha puesto en libertad a algunos
presos políticos y EEUU han facilitado las visitas de ciudadanos
estadounidenses a la isla.
El
12 de marzo se restablecieron las comunicaciones telefónicas directas entre los
dos países tras un acuerdo de la cubana Etecsa y la estadounidense IDT de New
Jersey, pero las presiones estadounidenses para que Cuba liberalice el acceso a
Internet siguen estancadas. Raúl, como sus admirados amigos de Pekín, quiere
perestroika sin glasnost. Todo menos imitar a Gorbachov.
Desde
el 17-D, el régimen cubano ha reducido el precio de la conexión a la red en los
cafetines estatales (de cuatro dólares y medio por hora a cinco dólares por dos
horas), pero sigue siendo un precio estratosférico en un país con sueldos
medios de 17 dólares mensuales. Sólo entre un 5% y un 26% de los cubano (esta
última cifra es de Freedom House) tiene acceso a la banda ancha y a velocidad
lentísima.
Los
dos avances principales de las negociaciones, hasta ayer, han sido el encuentro
de Obama con Raúl Castro en Panamá el 11 de abril, aprovechando la cumbre de
las Américas, y la retirada de Cuba por el departamento de Estado, el 29 de
mayo, de la lista de países que apoyan el terrorismo, medida que abre la puerta
a la solicitud de préstamos por Cuba a organismos internacionales e
instituciones financieras.
Apenas
ha habido avance alguno en derechos humanos. El multipartidismo que piden las
democracias occidentales con la boca pequeña sigue siendo un sueño y las
municipales cubanas del 19 de abril -con más de 27.000 candidatos compitiendo
por 12.589 concejalías- fue otra pantomima de ejercicio democrático. Aunque,
por primera vez, permitieron presentarse a dos conocidos disidentes, fueron
derrotados.
Votó
casi un 6% menos que en 2012, otro signo de rechazo de la dictadura, pues no
votar -como elegir a mano alzada a dos disidentes como candidatos- en la isla
de los ingenios puede costar caro. En el nuevo informe sobre los derechos
humanos en el mundo que acaba de publicar la Administración estadounidense,
Cuba sigue estando entre los peores de la clase.
“Nos
separan todavía diferencias profundas, pero, si podemos negociar con respeto,
con el tiempo será posible pasar página”, dijo el presidente de Estados Unidos
tras el encuentro de Panamá y repitió, casi al pie de la letra, ayer. La
normalización con Cuba y, si se logra en los próximos días, un acuerdo con Irán
ayudarían a difuminar su aparente pasividad en algunos frentes importantes de
la política exterior.
En
marzo comenzaron los vuelos chárter directos desde Nueva York y Nueva Orleáns a
La Habana, y desde Miami y Tampa ya hay docenas de vuelos semanales con Cuba.
Los operadores de ferries siguen preparando la reanudación del servicio entre
la isla y los Cayos de Florida.
Con
esta diplomacia de pequeños pasos, Obama ha mejorado la imagen de EEUU en
América Latina (la brasileña Dilma Rouseff estaba ayer en la Casa Blanca), ha
frenado al llamado bloque bolivariano -debilitado desde la muerte de Hugo
Chávez- y, con la multiplicación de las visitas de políticos, académicos,
estudiantes, artistas, abogados y empresarios estadounidenses a la isla en los
últimos meses, ha reforzado la posición de Washington ante la inevitable
transición. Raúl Castro ha dicho que no seguirá a partir de 2018.
Aunque
las murallas principales de la Guerra Fría -el bloqueo y embargo, reforzado por
las leyes Torricelli y Helms-Burton en los 90, Guantánamo, las compensaciones
pendientes en tribunales de EEUU por los bienes nacionalizados (valoradas en
unos 7.000 millones de dólares) y lo que Cuba reclama por daños del embargo
(más de 1 billón de dólares)- seguirán en pie durante bastante tiempo, Barack
Obama y Raúl Castro pasarán a la historia por haber iniciado el camino de la
distensión.
Las
razones de Obama siguen siendo igual de válidas hoy que cuando dio luz verde,
hace 23 meses, a las negociaciones secretas con ayuda del Vaticano y de Canadá:
el fracaso de medio siglo de acoso y derribo de los Castro, que sólo sirvió
para consolidar al régimen, el aislamiento estadounidense en la ONU, el cambio
generacional en la diáspora cubana, el apoyo mayoritario tanto en Cuba como en EEUU
a la normalización de relaciones, las inversiones perdidas en América Latina,
la influencia creciente en el hemisferio de China, el retorno con fuerza a Cuba
de la Rusia de Putin, y el apoyo de Cuba a la paz en Colombia, a la lucha
contra el ébola en África y contra el narcotráfico en el Caribe.
Las
razones de Raúl Castro, sobre todo económicas por la incertidumbre sobre el
balón de oxígeno que desde 2000 ha representado el petróleo venezolano, no son
menos importantes. El déficit presupuestario de Cuba podría superar el 6% del
PIB este año.
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