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Syndicate | 27 de febrero de 2016.
El
comercio mundial de niños nacidos por alquiler de úteros está siendo limitado
lentamente. La India, Nepal, Tailandia y México han introducido medidas que
limitarán o impedirán que los extranjeros contraten nativas como madres de
alquiler. Parece que Camboya y Malasia harán lo mismo.
En
una industria en la que la creencia popular hace mucho tiempo ha dejado de lado
los intentos para «ir en contra del mercado», este resulta un sorprendente y
bienvenido avance. Los defensores acríticos de la biotecnología tienden a
celebrar que los avances tecnológicos hayan dejado atrás a la regulación
gubernamental y sostienen que esto ha permitido que la ciencia avance libre de
trabas. Pero la determinación de los países que históricamente han sido centros
del alquiler de vientres para detener esta práctica resalta la candidez de esa
postura.
No
es coincidencia que los países que están tomando medidas enérgicas contra el
alquiler de vientres transfronterizo sean aquellos en los que esta práctica se
lleva a cabo. El argumento de que todas las partes —las madres de alquiler, los
bebes y los padres que los encargan— se benefician gracias a la transacción no
ha resistido un análisis riguroso.