1 oct 2017

Esto ya cambio.....


Esto ya cambió: los partidos políticos son indignos de esta juventud/JENARO VILLAMIL
Revista Proceso, # 2135, 1 de octubre de 2017
Como en 1968 y 1985, el sismo del pasado 19 de septiembre reactivó la memoria interna de las generaciones de jóvenes –incluidos los millennials–, comenta a Proceso Enrique Krauze. El historiador conviene en que las calles de las zonas devastadas en la Ciudad de México se llenaron de solidaridad juvenil, pero lo deseable, dice, es que estas formas de organización sean perdurables e institucionalizadas por los mismos jóvenes. Recomienda asimismo que ellos se conviertan en auditores de la política.

“La memoria interna de las generaciones juveniles está operando de nuevo”, sostiene el historiador Enrique Krauze.
Ya lo hizo durante el movimiento estudiantil del 68 y en 1985, tras el terremoto. Hoy, para evitar el riesgo de la desmovilización, arguye el director de la revista Letras libres, “es deseable que los jóvenes encuentren formas de institucionalizar esta energía”.
Es necesario “pasar de la actividad reactiva y crítica a la acción propositiva; organizarse para perdurar y auditar, por decirlo así, a los políticos, mientras ellos mismos toman el país en sus manos”.
Y sentencia: “La noticia es ésta para los jóvenes: el terremoto fue su bautizo de sangre en las realidades durísimas de la vida y de la muerte, sobre todo de la realidad de la cruel naturaleza de nuestro país. Y no hay vuelta de hoja. Ellos tienen que encontrar formas de organización perdurable y activa”.

Promotor de dos iniciativas importantes para ayudar a la reconstrucción –“Adopte un pueblo”, para los grupos empresariales, y “Cero spots. Diez debates”, para las campañas electorales de 2018–, Krauze insiste durante la entrevista con Proceso sobre la necesidad de crear una “contraloría internacional” para el manejo de los fondos de la reconstrucción.
Autor de numerosos libros de ensayos y biografías de los hombres del poder, Krauze hace una revisión histórica de esta irrupción de la sociedad civil, sus consecuencias políticas inmediatas y la reacción de las autoridades y los partidos frente a la situación de emergencia.
Para el autor de Por una democracia sin adjetivos, los esfuerzos centrales de la reconstrucción “tienen que ser en el sur del país. Es como si los dioses implacables nos dijeran: estos pueblos que han estado olvidados durante tantos decenios o siglos reclaman tu ayuda inmediata. México tiene que orientarse hacia el sur”.
“El laberinto de nuestra solidaridad”
–¿Qué reflexión histórica cabe ahora frente a los sismos? ¿Hay una simple coincidencia cronológica en las fechas o es un ciclo circular que volvemos a vivir como sociedad? –pregunta el reportero.
–Conocemos la importancia que tenía el tiempo circular para los antiguos mexicanos, los ciclos de 52 años, cómo estaban pendientes del cielo y la tierra, cómo los dioses eran dueños del destino de los humanos. Esa cosmogonía pesó mucho… –responde Krauze.
Añade: “En cuanto a la coincidencia del 19 de septiembre, uno tiene la tentación de atribuirla, al menos en parte, a ese ciclo insondable de los dioses de la naturaleza, pero yo creo que no. El verdadero dios (con minúscula) de la historia es el azar. Azarosamente cayó ese día. En suma, esto no es obra de los dioses ni de los ciclos históricos. Es obra de la naturaleza”.
–Existe una tentación de comparar este sismo con las consecuencias sociales y políticas que ocurrieron en el 85. ¿Cuáles serían éstas?
–Una sacudida de tal dimensión en la naturaleza, un hachazo tan sorprendente, tan brutal, tuvo y tiene consecuencias de toda índole, empezando por las psicológicas… Pero junto a ese duelo, lo que provocó el terremoto del 85 –y ha vuelto a provocar el terremoto reciente– no es una reacción de abatimiento sino de solidaridad.
“Y estamos agradecidos, sorprendidos, de la reacción de los millennials, que muchos consideraban apáticos, apolíticos. Y de pronto nos han sorprendido de una manera magnífica.”
–¿A qué atribuye esta irrupción de solidaridad? ¿Tiene también raíces históricas?
–Creo que hay en el mexicano una inclinación a la solidaridad que Octavio Paz no estudió en El laberinto de la soledad. Paz habló del mexicano como un ser ensimismado. (Bueno, así son casi todos los seres humanos. Esencialmente, todos estamos solos.)
“También en esto cuenta la tradición comunal mexicana que es indígena, la solidaridad interna de las familias, de las vecindades, hasta de las cofradías. Aquí están interactuando, lo digo como historiador, factores muy antiguos que hablan muy alto del espíritu solidario mexicano. De modo que si Octavio Paz dijo que en la Revolución el mexicano sale de su soledad para abrazar, ‘borracho de sí mismo’, a otro mexicano, yo le diría: ¡Bueno!, también en los desastres naturales el mexicano –no ‘borracho de sí mismo’, sino perfectamente sobrio– abraza a otro, de manera muy consciente.”
–¿Caemos en un “laberinto de la solidaridad” aunque después no sabemos qué hacer con esta solidaridad?
–Es un buen juego de conceptos. Hay que decir que en el 85 la solidaridad fue una manera de salir del laberinto de esa política petrificada, de un partido hegemónico, que todavía imperaba en México, con un poder prácticamente absoluto. Y la energía social que salió de esa desgracia natural llevó a la irrupción de lo que desde entonces se llamó “la sociedad civil”. Fue un gran momento de Carlos Monsiváis.
–¿Por ejemplo, en Chihuahua del 86 y en su obra Por una democracia sin adjetivos?
–Nuestro reclamo de democracia fue anterior, pero el terremoto y la irrupción de la sociedad civil lo potenció. Mi ensayo es de 1984, pero salió como un libro en 1986. Por cierto, en abril de 1985 (meses antes del terremoto) Gabriel Zaid publicó en Vuelta un artículo, “Escenarios sobre el PRI”, donde decía, con todas sus letras, que el PRI podría terminar sus días como consecuencia de un terremoto. Y en buena medida ocurrió.
“La respuesta de solidaridad en el 85 condujo a una toma de conciencia política. Entonces, en el norte empezó a ocurrir un cambio político importante, por ejemplo, en las elecciones en Chihuahua. Y recordarás que tras el fraude del 86 en ese estado varios intelectuales firmamos una carta pidiendo la anulación de las elecciones, por primera vez en la historia reciente de México. Después vino un desgajamiento del PRI, la Corriente Democrática de Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas y el fraude del 88.
El ciclo de las generaciones jóvenes 
–¿Y el movimiento estudiantil del 68?
–El 68 no fue precedido por ningún cataclismo natural. Estuvo precedido por un cataclismo político que fue el hartazgo del autoritarismo del PRI en el régimen de Díaz Ordaz, las continuas represiones y luego, lo más importante, la ola libertaria, crítica, contestataria del mundo.
“Nació en París, recorrió Estados Unidos, Checoslovaquia, Polonia, Europa occidental, y esa ola de libertad llegó a México. Y los jóvenes mexicanos de entonces nos subimos a ella. La tomamos con pasión solidaria. Esa generación y esos líderes también merecen un homenaje que México no le ha dado.
“En suma, las generaciones jóvenes han irrumpido en el escenario histórico en momentos álgidos y han cambiado de manera muy profunda el rumbo del país. Ocurrió en el 68, ocurrió en el 85, y debe ocurrir ahora.”
–¿No se explica la actitud de los jóvenes del 85 y del 2017 sin la de los jóvenes del 68?
–Fíjate que tienes razón. Los jóvenes conocen la historia de sus padres y la quieren emular. El joven que salió a las calles en el 85 había escuchado la saga de sus padres en el 68 y tenía una dimensión mítica en su mente.
Krauze insiste: Es muy importante que los movimientos sociales, cívicos, busquen cauces para perdurar; sería muy deseable que los jóvenes, sobre todo ellos, encontraran formas de institucionalizar esta energía, que no necesariamente tiene que ser a través de partidos políticos, pero sí de organizaciones cívicas.
–¿Cómo deben actuar en el futuro inmediato?
–Como auditores de la política. Hay muchas cosas que los jóvenes (estos magos de la comunicación digital) pueden hacer. Y ya no hay vuelta de hoja: Tienen que encontrar formas de organización perdurable y activa.
–En el 85, la reacción de la sociedad fue contra el PRI, el partido hegemónico. ¿Ahora es contra todos los partidos?
–Esto ya cambió. Todos los partidos políticos, sin excepción, son indignos no sólo de esta juventud sino de esta sociedad mexicana que ha mostrado su solidari­dad de manera magnífica frente al mundo. 
–¿Y las autoridades? ¿Están reaccionando con los mismos reflejos autoritarios del 85?
–Yo creo que ahora la reacción del gobierno federal, del Ejército, de la Marina y del programa de reconstrucción ha sido más pronta que la que fue en el 85. Esa la viví. En el 85 el gobierno estuvo pasmado, ensimismado, soberbio y no fue hasta semanas después que organizó una Comisión de la Reconstrucción. Lo cierto es que ahora, con errores, con pifias, con fallas de comunicación, la reacción oficial ahí está.
“El Ejército ha estado codo a codo en las labores de rescate con la Marina. En el plan de reconstrucción me gusta mucho la idea del reparto directo de dinero en tarjetas. Gabriel Zaid la propuso desde 1973. Que no pase el dinero por la intermediación de ningún gobierno. Que vaya directamente al bolsillo de las personas (de las mujeres, sobre todo) porque ellas saben qué hacer.”
“Adopte un pueblo” y “Cero ‘spots’ y más debates”
–¿El activismo actual de los empresarios es similar al del 85?
–No lo estuvieron entonces. Ahora se han visto activos, solidarizándose. Ya era hora que lo hicieran. Ya era hora que devolvieran lo mucho que México les ha dado, pero no en palabras, en obras. En recursos. Pero yo voy mucho más allá.
“Creo que los empresarios de México tienen que organizar un programa que se llame ‘Adopte un pueblo’. Hay cientos, miles de empresas de gran capacidad económica. Una empresa, un pueblo. O una empresa, un grupo de pueblos. Ni siquiera tendrían que gastar mucho dinero, porque va a haber un fondo de reconstrucción. Ahora, hay que coordinar estos esfuerzos de manera respetuosa con los pueblos.”
–Existe en estos momentos mucha furia social por la corrupción y también se acusa a los empresarios de ser cómplices. ¿Cómo evitar nuevos ciclos de corrupción tras la reconstrucción?
–El fondo de reconstrucción tiene que tener una sustancial presencia ciudadana. Hay varios ciudadanos que se han distinguido por su solidaridad, no de ahora, sino de mucho tiempo. Deben formar parte de ese fondo. Tiene que ser un fondo transparente. Y, por supuesto, una contraloría internacional.
Pienso también en Transparencia Mexicana y Mexicanos contra la Corrupción. Se han caracterizado estas organizaciones por grandes campanazos en el tema de la corrupción. Yo les haría un llamado para que se pongan otra casaca. No sólo de estar contra la corrupción sino a favor de la reconstrucción. Que nos pongan el ejemplo.
–¿Cuál debe ser la actitud de los medios de comunicación? Venimos de esta experiencia terrible de Frida Sofía y de los rumores que se divulgan en redes sociales.
–Te contesto con cuatro palabras: Cero spots. Diez debates. El ciudadano mexicano no tolerará los spots. Y si los partidos se quieren montar en la tragedia lo pagarán muy caro. Necesitamos debates como los que vimos entre Trump y Clinton. O cuando en las primarias los demócratas y republicanos debatieron entre sí. Esos son debates. En varios formatos. Con jóvenes, con periodistas.
–¿Qué otras funciones tienen los debates?
–Los debates canalizan la frustración y, por medio de la razón, acallan a los profesionales del odio. Muestran que nadie tiene la razón total. El odio es una gangrena de la sociedad y nunca ha sido una característica de la sociedad mexicana. Los debates acotan el odio.
–¿Ve una solución práctica en las concesiones presupuestales que plantean algunos partidos políticos?
–Creo que deben hacer una cesión de sus recursos para la reconstrucción, entre otras cosas porque no los van a necesitar. La sociedad repudiaría bardas, spots, mantas, camisetas, acarreos, porque es obvio que está exigiendo destinar estos recursos a la reconstrucción.
–¿Es correcta la reducción de sus recursos públicos?
–No creo que se deba suprimir el financiamiento público a los partidos. En un corto plazo, dadas las dimensiones de la tragedia, sería muy recomendable que renunciaran a buena parte de sus recursos.
–¿Y el INE?
–Hay que asegurar que el funcionamiento del INE y del TEPJF siga adelante porque no olvidemos que las elecciones las manejan 2 millones de ciudadanos. Este despliegue es absolutamente necesario para la democracia.
“Por otra parte, el INE tiene que escuchar a la sociedad civil. No puede salir ahora con que la ley limita el formato y número de los debates. Que se introduzca un transitorio. Que se reglamente con sensatez y sentido de libertad. Las personas que conduzcan los debates no pueden ser semáforos. Deben ser unos perros de caza (bajo ciertas reglas) y someter a los políticos a críticas, a todos, sin excepción.”
–¿Es ésta una forma de canalizar la fuerza social de los jóvenes?
–Esto es importantísimo. Cuando Octavio Paz le dirigía cartas a Carrillo Flores, el canciller, durante los meses álgidos del 68, le decía que lo que los jóvenes necesitan es libertad, diálogo, respeto. Quieren escuchar y dialogar con el poder.
–¿Qué se debatiría?
–Los cómos. Queremos escuchar cómo se va a reconstruir en los años que vienen la ciudad y los pueblos. Queremos propuestas serias sobre cómo se debe combatir al narcotráfico, sobre el consumo de las drogas, sobre cómo se va a atajar la corrupción, sobre cómo se puede reformar el sistema de justicia. Queremos oír sobre la pobreza y la desigualdad, pero no letanías sino ideas concretas, nuevas. Gabriel Zaid ha escrito las cosas más originales sobre el tema (desde hace décadas) y debemos adoptarlas.
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Revista Proceso, # 2135, 1 de octubre de 2017
Reconstruir el país, reto después del cataclismo/SANTIAGO IGARTÚA
Toda esa generación de jóvenes a la que solía verse absorta en el mundo virtual, ajena a la realidad circundante, puso los pies en la tierra el 19 de septiembre: salió a la calle a enfrentar la desgracia, a levantar escombros y, apoyada en las redes sociales, a organizar inteligentemente la ayuda. En opinión del escritor Juan Villoro, ésta fue una lección para todos los mexicanos, quienes pudieron ver que el único pecado de los millennials fue el “exceso de solidaridad”. Que la gente, dice, no regrese a una parda normalidad.
Uno de los costos más altos de la violencia en el país, según los expertos, ha sido el desgarramiento del tejido social. Desde que tienen conciencia, los jóvenes perdieron la libertad de las calles contra la inseguridad y los avances tecnológicos trasladaron la socialización a los terrenos virtuales.
Replegada, la de los llamados millennials había sido vista como una generación apática, absorta en los confines del ciberespacio, con poco sentido de comunidad. Pero las sacudidas de septiembre obligaron a los jóvenes a salir a la superficie, descubrieron la realidad y decidieron incidir en ella.
Con los escombros, removieron también los prejuicios. Echaron mano de las redes sociales y de su fuerza para organizarse y comandar la ayuda a través de la emergencia.
Para Juan Villoro, es esa una de las principales lecciones que dejaron los últimos terremotos que cimbraron al país. En entrevista, sacudido aún por la tragedia, el periodista y escritor mexicano recuenta:
“Uno de los grandes problemas de la realidad virtual es que muchas veces piensas que tu indignación y tu protesta transforman algo, pero sólo lo transforman si trascienden la realidad virtual, si pasan al mundo de los hechos.
“Me parece que aquí la participación de los jóvenes ha sido una lección para todos. Porque salieron al mundo de lo real y lo transformaron y porque además lo hicieron con disciplina y con orden. Incluso hubo momentos en que asumieron el liderazgo de los rescates y fue extraordinario ver que ciertas autoridades se plegaban a lo que decidían los jóvenes brigadistas”, inicia Villoro, entre la emoción y la sorpresa.
–¿De dónde nace esta determinación con la que la juventud salió a las calles? ¿Del descontento, del dolor, del miedo…?
–Me atrevo a decir que hay muchos jóvenes que conocieron la ciudad por primera vez después del terremoto, que tuvieron una idea global de la ciudad a partir de la destrucción. Esa es una lección que te da la fragilidad de la vida. Podías morir y no lo hiciste. Si estás vivo, ¿cuál es la causa de tu supervivencia y qué debes hacer? Es el principio rector de la resistencia: la necesidad de hacer algo, de reparar los daños. Afortunadamente, para recoger basura nadie tiene que ser especialista.
–¿Entonces crees que actuaron por angustia, por miedo?
–En primera instancia, desde luego. El terremoto obliga a actuar para empezar porque te obliga a salir de tu casa y porque nos afecta a todos de distinta manera. Y si no levantamos las piedras no podemos seguir aquí. El nivel de urgencia de un terremoto es de una confrontación con la tierra. Eso te pega de una manera muy fuerte. Pero luego tiene que haber una plataforma ciudadana que ayude a construir de otra manera sobre la tierra.
“En este caso, nosotros tuvimos un conglomerado que se articuló en función de una reconstrucción de la ciudad, pero lo más importante es que, al hacer esto, ese conglomerado se estaba reconstruyendo a sí mismo. Estaba descubriéndose, entendiendo cuál era su rostro, cuál su manera de organizarse. Por eso la gran pregunta es si podrá seguir junto, de alguna manera, o si habrá un motivo que vuelva a articularlo.
El Partido del Temblor
Villoro evoca un pasaje de La peste, de Albert Camus, donde el protagonista advierte la enorme solidaridad de la gente en la enfermedad, en la crisis, en la zozobra, y se pregunta por qué es necesaria una tragedia mayúscula para que la gente saque lo mejor de sí misma: ¿Por qué no podemos ser excepcionales en los días de siempre? ¿Por qué se requiere de una sacudida tan grande para ofrecer respuestas que deberían ser cotidianas?
–¿Qué va a pasar con este movimiento de solidaridad entre la sociedad que vivimos en las calles a partir de la catástrofe? ¿Tienen caducidad por una sola causa?
–Es la pregunta de La peste ante cualquier cataclismo. No sabemos si esto será posible. Creo que dependerá de las energías colectivas que se pueda fraguar un movimiento ciudadano que está siendo muy necesario.
“En el 85 yo comenté que había surgido el Partido del Temblor. Porque la gente que se había aglutinado, lo había hecho de manera crítica ante un gobierno inmóvil, paralizado, y había descubierto que podía darle un rostro a la ciudad con su actividad.
“¿Qué pasará con la solidaridad y la masa crítica que se ha construido en los días de septiembre de 2017? Todavía no lo sabemos. Yo espero que surja otro Partido del Temblor. Que la gente no regrese a una parda normalidad, sino que entienda que este cataclismo es la oportunidad de construir una plataforma duradera, porque la ciudad requiere mantenimiento continuo.
“No siempre es fácil que perdure el clima que cristalizó en una emergencia por la sencilla razón de que, una vez pasada la emergencia, no siempre se encuentran canales para mantener esa solidaridad”.
Villoro aboga por la reconstrucción del país mediante una plataforma ciudadana con actuación pública, de manera política pero sin membrete partidista.
“Todo esto debe ser parte de una agenda ciudadana, con una participación muy activa. Y estas decisiones también son políticas, por eso yo hago votos para que surja un partido del temblor, un frente que no debe ser un partido al uso. Los partidos políticos gozan todos de un enorme descrédito. Incluso que hayan aceptado reducir sus gastos de campaña, ya como una medida desesperada, que posiblemente los lleve a la extinción”.
–De cristalizarse esta iniciativa exclusivamente ciudadana, el partido del temblor del que hablas, ¿la ves teniendo repercusión en el proceso electoral de 2018?
–Después del temblor del 85 en las calles no había nadie de la Cruz Roja, ni policías, ni soldados, ni paramédicos. Y ahí estuvimos nosotros sacando piedras con las manos, con las palas. Fue algo totalmente improvisado en un momento en que el gobierno fue totalmente omiso, ausente, que incluso pidió que no llegara la ayuda internacional porque no era necesaria. Esas brigadas ciudadanas fueron importantes y se salvaron muchas vidas con los hombres topo, que se improvisaron en ese momento.
“En ese entonces fue que yo comenté que había surgido el Partido del Temblor, porque la gente que se había aglutinado lo había hecho de manera crítica ante un gobierno inmóvil, paralizado, y surgió un grupo ciudadano que rebasó las iniciativas oficiales y que convirtió su descontento en una forma de la solidaridad. Eso le dio un rostro a la ciudad, la mantuvo a salvo e hizo que poco después el PRI no volviera a ganar elecciones en esta ciudad.
“Unos meses más tarde, el presidente Miguel de la Madrid inauguró el campeonato mundial de futbol y se llevó la rechifla más grande que un presidente ha recibido en la historia de México. Fue el primer plebiscito de un presidente. Nos habíamos congregado ahí en función de la pasión futbolística, no de una agenda política previa. Probablemente las ideologías de los participantes en el público eran muy diversas, pero el repudio fue unánime. Y ese resultado provenía del temblor, provenía del descrédito que había ganado el presidente, pero también del crédito que había ganado la ciudadanía y la fuerza que había conquistado.
“Hoy en día yo pude ver que en el estadio de Ciudad Universitaria los jóvenes se multiplicaron de una manera impresionante. No hay ninguna comparación entre la cantidad de gente que brindó ayuda en el 85 con la que lo hizo en 2017. Si acaso hubo un problema en la ayuda, era el exceso que representaba: demasiadas botellas con agua que obstaculizaban el paso, demasiadas cosas perecederas en los centros de acopio, demasiada gente que podía interrumpir el tráfico. Pero si se pecó fue de exceso de solidaridad. Esto es notable, es extraordinario.”
–¿Coincides con las críticas al gobierno por haber delegado a la sociedad responsabilidades que le corresponden? ¿Fue minúscula la actuación del gobierno frente a la de sus gobernados?
–A diferencia del 85, en este caso hubo mayor participación del gobierno de la ciudad y del federal, pero creo que nadie tiene la sensación de que fue el gobierno el que salvó a la gente. Fueron los ciudadanos. El puño en alto como un símbolo para escuchar si alguien estaba vivo no lo inventó el gobierno. Esas son las cosas importantes y esos gestos fueron creados por los brigadistas.
“El gobierno no va a ganar mayor crédito por lo que pasó durante el sismo. Realmente el desplome de Peña Nieto ha sido abismal y ya no es recuperable. Todo lo que ha sucedido previamente lo descalifica.”
–¿Y los partidos políticos?
–Tenemos una de las democracias más caras del mundo y tenemos una partidocracia que se asigna recursos de manera inmoderada, sin ninguna sanción. Partidos como el Verde, que incumplen la ley continuamente y reciben multas millonarias, no se ven afectados por esto porque el negocio de la democracia es muy superior. Mientras tengan alianza con el PRI y puedan conseguir prebendas por esa vía, las multas se convierten para ellos casi en un incentivo fiscal. Las pagan y siguen adelante con sus ganancias.
“Mucho me temo que naturalmente los partidos políticos que hoy se rasgan las vestiduras y ofrecen su dinero para las campañas pronto se desentenderán de esta gente y procurarán que el ciudadano intervenga menos. En la medida en que los problemas se posponen y se administran, el negocio sigue en pie.
“El domingo de voto somos poderosos y para el lunes el ganador ya se desentendió de nuestra voluntad. Lo vimos con la guerra de Felipe Calderón. Jamás la anunció en su campaña, no habló nada de esto, no la consensuó con su partido, no la llevó al Congreso para ser discutida; la declaró 14 días después de haber asumido la Presidencia. Fue una guerra unipersonal. Cómo es posible que ganas una elección –si es que verdaderamente la ganó– y lanzas algo que no tiene nada que ver con aquello que ofreciste en campaña. Desde luego era una manera de desviar la atención en torno a la ilegalidad de las elecciones”.
Solidaridad selectiva
Treinta y dos años exactos se propagó la solidaridad épica que unió a los mexicanos en el septiembre de 1985. Generaciones enteras crecieron escuchando la leyenda, pero no fue sino hasta el ocaso de este verano que pudo volver a escenificarse.
–¿Qué tenemos los mexicanos que nos unimos en los desastres naturales y no ante tantísimas otras cosas que nos laceran cotidianamente, como la corrupción, la impunidad, la violencia…?
–Hay suficientes causas en México para que la gente diga basta. Sorprende que no haya un estallido social mayor después de agravios como la corrupción, la violencia, la guerra contra el narcotráfico, la reforma energética, tantas cosas que hemos padecido. Realmente son innumerables las causas.
“De pronto crees que ahora sí, como en el gasolinazo, creímos que iba a prender la mecha, que iba a ser diferente porque la gente lo sintió en el bolsillo. Y sí hubo muchas protestas y mucho descontento pero luego las cosas aparentemente volvieron a su cauce. Los distintos partidos en el poder han apostado a que la gente se resigne. A que la ‘Casa Blanca’ caiga en el olvido, Ayotzinapa también, la pérdida de la soberanía también.
“El poeta Ezra Pound dijo: ‘Con usura no hay casa de buena piedra’. La especulación no puede ser el eje rector de esta ciudad y por desgracia lo está siendo. Tenemos que frenar eso. También para eso hace falta un puño en alto. Y yo también, como metáfora de este gesto, pensaría que es necesario escuchar. Ese puño en alto es ‘yo guardo silencio para oír si alguien vive. Lo importante no soy yo, lo importante es la voz del otro’. Eso es lo que tenemos que crear: un movimiento donde lo importante sea la voz del otro.”
–¿Cómo entiendes estas contradicciones, la arbitrariedad con la que se eligen las causas que defendemos?
–Somos una sociedad de carnaval, pero al mismo tiempo somos una sociedad de apocalipsis. Tenemos estos dos planos tremendos. La vitalidad y la destrucción. Lo que sucede con el terremoto es que nos da otro tipo de oportunidad de participar. La tendencia a formar parte de una tribu.
“Esta necesidad de actuar en colectivo, que obviamente no es exclusiva del mexicano, pero que el mexicano practica con enorme pasión, encontró otro propósito durante el terremoto. Es una posibilidad de reconstruir la ciudad, de recuperarla, de hacer algo urgente. Y eso no siempre se tiene. Casi siempre las congregaciones tienen que ver con motivos sentimentales o con causas más o menos cívicas, religiosas o deportivas que derivan en motivos sentimentales. Porque al fin de cuentas estar juntos es más importante de cómo quedó el partido.
“La sociedad mexicana es fatal para cumplir las reglas. Sabemos que las leyes no se obedecen y muchas veces son contradictorias entre sí. En muchos sentidos la vida en común es desastrosa. Está atravesada por la corrupción, la mezquindad, criterios políticos y burocráticos. Pero al mismo tiempo, la gente que padece todo esto vive en una comunidad sumamente festiva y gregaria. En México no deja de haber congregaciones animadas por el jolgorio. Muy pocos días antes del sismo fueron las fiestas de la patria donde la gente se junta no porque piense que el país es lo máximo y está muy bien. Al revés, sabemos que está de la chingada pero nos juntamos a celebrarnos a nosotros mismos.” l
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