The New York Times, Martes, 18/Jul/2017
El expresidente de Perú Ollanta Humala es escoltado por policías a la cárcel de Diones, en Lima, donde también está preso el expresidente Alberto Fujimori. Credit Martín Mejía/Associated Press
Un expresidente que va a la cárcel produce una sensación inquietante, un leve desequilibrio, como si en alguna parte del simbólico edificio de la nación se hubiera retirado una pieza y ahora no se sabe cómo se comportarán las restantes.En los últimos 16 años, el Perú ha tenido una racha de cinco presidentes constitucionales. Récord absoluto en un registro que ya va para los dos siglos. El primero, Valentín Paniagua, fue designado de urgencia en medio del derrumbe del régimen de Alberto Fujimori, dejó un buen recuerdo pero gobernó menos de un año. Alejandro Toledo, su sucesor, tiene orden de captura internacional y vive en California, a la espera que un juez estadounidense decida su destino. El siguiente, Alan García, vive en Madrid, visita Lima y no tiene requerimientos con la justicia, aunque su nombre ha sido mencionado en multitud de casos de corrupción. El último, o penúltimo de la sucesión, Ollanta Humala, junto con su poderosa pareja, Nadine Heredia, acaban de ser detenidos.