Es evidente que el gobierno del presidente Bush está haciendo todo lo posible para ganar la aprobación de su reforma migratoria propuesta desde el 2004. Y bueno la campaña no será tan silenciosa, en unas semanas más se presentará una ofensiva publicitaria por TV con el fin de generar un apoyo político a la reforma.
El asunto no es fácil.
El asunto no es fácil.
Ya que en ese esfuerzo tendrá que lograr equilibrios entre intensificar la aplicación de las leyes contra indocumentados y responder a los peticiones de los empresarios, quienes piden nuevos trabajadores. Por precisamente esos intereses opuestos de las grandes empresas demandantes de mano de obra que apoyan al presidente Bush y la fracción conservadora del Partido Republicano debilitan las perspectivas de éxito.
La importancia que tiene para empresarios el revisar el actual enfoque migratorio quedó resaltada hace unos días cuando funcionarios de inmigración anunciaron que no aceptarán más solicitudes para visas H-1B para 2006, pues la cuota prevista esta agotada; como se sabe esas visas son para trabajadores con habilidades especiales o del sector de alta tecnología, y el asunto no es que los empresarios sean hermanas de la caridad ¡No! Lo que pasa es que éstos, temen incurrir en gastos demasiado altos si tienen que entrenar a nuevos trabajadores.
En las últimas semanas, funcionarios de la Casa Blanca se han reunido en repetidas ocasiones con potenciales partidarios del mundo de los negocios y de grupos conservadores. La iniciativa de Bush repite un conjunto de propuestas que hizo en enero de 2004, que se centraban en un nuevo programa de trabajadores invitados. Pero la actual posición del presidente parece ir aún más lejos: enfatiza una aplicación más rigurosa de la ley en las fronteras y en el interior del país, a la vez que asegura también el ingreso constante de trabajadores documentados amparados por la legislación. Quienes apoyan la idea dicen que la reforma es vital para un gran número de sectores, como el agrícola, hotelero, de restaurantes y hospitalario, que sin los inmigrantes sufrirían escasez de trabajadores.
Según las estimaciones actuales, EE UU tendrá un déficit de 3,5 millones de trabajadores en 2010, afirma Bruce Josten, representante de la Cámara de Comercio quien por años ha abogado por la reforma.
Por otro lado, muchos empresarios se inclinan por una medida patrocinada por el senador republicano John McCain, de Arizona, y por el senador demócrata Ted Kennedy, de Massachusetts, la que crearía un programa de trabajadores invitados relativamente "generoso", ya que por lo menos se permitiría que la mayoría de los trabajadores acogidos al programa permanezca en suelo norteamericano y también haría posible que indocumentados solicitaran estatus de trabajadores temporales, sin necesidad de regresar antes a sus países de origen.
Aunque no se vislumbra que se llegue a una resolución final sino hasta el próximo año, parece cada vez más posible que la iniciativa sea discutida este año en la Cámara de Representantes y en el Senado. Y todo apunta que la inmigración será un tema dominante en la campaña de 2006. Los ciudadanos están inquietos por la creciente competencia laboral y por los altos costos de los servicios sociales - educación, servicios médicos etc.- que resultan de la inmigración ilegal.
La importancia que tiene para empresarios el revisar el actual enfoque migratorio quedó resaltada hace unos días cuando funcionarios de inmigración anunciaron que no aceptarán más solicitudes para visas H-1B para 2006, pues la cuota prevista esta agotada; como se sabe esas visas son para trabajadores con habilidades especiales o del sector de alta tecnología, y el asunto no es que los empresarios sean hermanas de la caridad ¡No! Lo que pasa es que éstos, temen incurrir en gastos demasiado altos si tienen que entrenar a nuevos trabajadores.
En las últimas semanas, funcionarios de la Casa Blanca se han reunido en repetidas ocasiones con potenciales partidarios del mundo de los negocios y de grupos conservadores. La iniciativa de Bush repite un conjunto de propuestas que hizo en enero de 2004, que se centraban en un nuevo programa de trabajadores invitados. Pero la actual posición del presidente parece ir aún más lejos: enfatiza una aplicación más rigurosa de la ley en las fronteras y en el interior del país, a la vez que asegura también el ingreso constante de trabajadores documentados amparados por la legislación. Quienes apoyan la idea dicen que la reforma es vital para un gran número de sectores, como el agrícola, hotelero, de restaurantes y hospitalario, que sin los inmigrantes sufrirían escasez de trabajadores.
Según las estimaciones actuales, EE UU tendrá un déficit de 3,5 millones de trabajadores en 2010, afirma Bruce Josten, representante de la Cámara de Comercio quien por años ha abogado por la reforma.
Por otro lado, muchos empresarios se inclinan por una medida patrocinada por el senador republicano John McCain, de Arizona, y por el senador demócrata Ted Kennedy, de Massachusetts, la que crearía un programa de trabajadores invitados relativamente "generoso", ya que por lo menos se permitiría que la mayoría de los trabajadores acogidos al programa permanezca en suelo norteamericano y también haría posible que indocumentados solicitaran estatus de trabajadores temporales, sin necesidad de regresar antes a sus países de origen.
Aunque no se vislumbra que se llegue a una resolución final sino hasta el próximo año, parece cada vez más posible que la iniciativa sea discutida este año en la Cámara de Representantes y en el Senado. Y todo apunta que la inmigración será un tema dominante en la campaña de 2006. Los ciudadanos están inquietos por la creciente competencia laboral y por los altos costos de los servicios sociales - educación, servicios médicos etc.- que resultan de la inmigración ilegal.
Pero eso es discutible. ¿Tendrán idea los ciudadanos norteamericanos de lo que nuestro compatriotas aportan a la economía de EE UU ? Una enorme cantidad de dinero, pagan impuestos, además del incremento a la productividad de las empresas que de benefician de la mano de obra barata que estos mexicanos proveen; además existen miles de millones de dólares que los mexicanos llevan allende el Bravo, simplemente a comprar.
Los demócratas también parecen considerar la inmigración como el gran tema electoral de 2006. Pero, al igual que los republicanos, están enviando señales contradictorias. Hace unos días, el presidente del Partido Demócrata, Howard Dean, atacó a los republicanos conservadores diciendo que intentan hacer de los inmigrantes el chivo expiatorio, tal como ocurrió con el matrimonio entre homosexuales en 2004.
O como se explica - más allá de que tengan o no razón- la actitud del gobernador de Nuevo México, el demócrata Bill Richardson, que declaró hace poco una emergencia fronteriza en su estado.
Sin duda que ambos partidos se juegan el apoyo del voto hispano. Pero ambos también encaran el peligro de perder el apoyo de los trabajadores norteamericanos, quienes compiten con los inmigrantes por los empleos; la situación se complica porque la actual legislación facilita la masiva circulación de tarjetas de identidad falsificadas, y los empleadores no pueden hacer muchas preguntas a los candidatos a un empleo. Por ello, reforma se percibe como urgente. (Fuente; reportaje de John D. McKinnon, en la primera plana The Wall Street Journal del 16 de agosto de 2005).
Pero el editorial del diario Washington Times propiedad del reverendo Moon es elocuente:
“Border-control Democrats and President Bush”, Editorial, p.A-16 (Washington Times, 16 de agosto) : Las esperanzas democráticas para el 2008 están mostrando qué tan vulnerable es el presidente Bush en cuanto al control de las fronteras. El más reciente ejemplo: el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, ha decidido tomar el asunto en sus manos y está invirtiendo dinero y atención en la frontera sur de su estado. El récord de Richardson en el tema está cerca de ser la antítesis de la severidad. En 1996, como congresista de Nuevo México, votó en contra de medidas de control fronterizo más severas y en contra del programa de verificación de documentos en los lugares de empleo que tenía como objetivo desalentar a la contratación de inmigrantes ilegales. Al responder el informe del estado de la Unión al presidente Bush en el 2004, Richardson criticó el programa de trabajadores huésped propuesto por el presidente por “no ayudar a los trabajadores inmigrantes a obtener el sueño dorado: la legalización y residencia sin impunidad”. Esta fue una forma de decir que la propuesta de Bush no era lo suficientemente amplia. Como lo dijo el líder de los Minuteman, Clifford Alford, la semana pasada, Richardson “nunca ha hecho nada por asegurar la frontera y no está haciendo nada ahora”. Este año, Richardson comenzó cambiando esta idea. En marzo, en el programa Fox News Sunday, hizo un llamado para la aplicación más estricta de las leyes migratorias, para la contratación de más agentes fronterizos, la organización de más redadas antiinmigratorias, una mejor detección de documentos falsos, entre otras. La semana pasada, Richardson declaró a Nuevo México en estado de emergencia citando la creciente violencia en el área fronteriza con México, daños a la propiedad, narcotráfico y problemas con los inmigrantes ilegales arrestados. Invitó a Chris Simcox, líder de Minuteman, a discutir el tema del control de la frontera, algo que Bush no ha hecho y que probablemente no pueda hacer.
Pero Bill Richardson no es el único demócrata en abordar el asunto; la senadora Hillary Clinton atrajo la atención cuando aprobó medidas de alta tecnología para el control de la frontera con México y multas para los empleadores que contraten inmigrantes ilegales. Es evidente que los demócratas sienten frustración en cuando a la migración entre las bases electorales de Bush y lo van a atacar.
Además tanto Bill como Hilary están apuntados para contender en las elecciones del 2008.
¿Y nosotros qué?
¿Y nosotros qué?
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