10 nov 2006

Bob Gates, ¿un gran patriota?


De Rumsfeld a Gates/Walter Laqueur*

Cualquier persona capaz de aceptar en noviembre del 2006 el cargo de secretario de Defensa en Washington tiene que ser un gran patriota, porque no hay demasiados laureles que ganar en el Pentágono en estos tiempos. Es cierto que Robert Gates no será objeto de tantos ataques como Rumsfeld en el último o los dos últimos años, pero su principal tarea consistirá en la limitación de los daños. ¿Ha sido la ambición lo que lo ha llevado a aceptar el puesto? Difícilmente, ya que pudo haber sido el mandamás de los servicios de inteligencia hace un año y declinó la oferta. Desde luego, las razones no han sido económicas: el presidente de una importante universidad estadounidense, cargo que él ha ocupado en años recientes, gana tres o cuatro veces más que un secretario de Estado.

¿Ha sido su lealtad a la familia Bush?
En parte, no lo dudo. Sin embargo, las razones más profundas quizá no se sepan nunca. El antiguo director de la CIA (a principios de los 90) siempre se ha mantenido en la sombra; es cierto que ha escrito una autobiografía, pero en el fondo es poco lo que sabemos de él.

(¿Puedo mencionar un detalle personal? Cuando enseñaba historia rusa en la Universidad de Georgetown, tuve un estudiante de doctorado llamado Robert Gates. De todos modos, no estoy seguro y, en todo caso, no recuerdo nada relevante, como sin duda él no recuerda nada de mí.)
Robert Gates ha sido el único director de la CIA que empezó a trabajar en el organismo como empleado de base; tiene que ser un hombre dotado de habilidad. Ahora bien, ¿significa eso que fue un buen hombre de organización, que se llevó bien con quienes estaban por debajo y con sus superiores? ¿Tuvo éxito en la reorganización de la CIA tras el final de la guerra fría, cuando las prioridades de la inteligencia estadounidense cambiaron de modo drástico? Hay opiniones contradictorias, y desde fuera resulta difícil opinar. En determinado momento de su carrera se metió en problemas: el llamado asunto Irán-contra, muy importante en su momento, pero hoy en gran medida olvidado. El caso tenía relación con la guerra entre Irán e Iraq y con diversas transacciones turbias. El episodio casi le arruinó la carrera, aunque al final salió indemne de las investigaciones.

Tras haber estado fuera de la comunidad de inteligencia, ¿es Gates lo suficiente consciente de los problemas con los que se enfrentará en el Pentágono? Hablando en términos muy generales, la CIA está dividida en dos secciones: los agentes sobre el terreno en los países extranjeros, y los analistas en Estados Unidos, que se enfrentan a los informes que reciben de fuera o de otras fuentes. Gates hizo su carrera en la rama analítica y sin duda posee un buen conocimiento de los asuntos del mundo. Además, ha pertenecido al comité Baker-Hamilton (tema de uno de mis artículos recientes para La Vanguardia).
Ese comité nombrado por el Congreso ha tenido como tarea analizar la actual situación en Iraq y presentar sugerencias sobre la forma de sacar de ahí las fuerzas estadounidenses con el mínimo daño posible. El comité se ha entrevistado con cuantos han tratado el problema iraquí, lo cual habrá constituido una excelente preparación para lo que le espera a Gates en el Pentágono.
Sin embargo, Iraq no es, ni de lejos, el único problema al que se enfrenta el nuevo secretario de Defensa. Están Irán, Corea del Norte y el problema de la proliferación nuclear en general. Hay innumerables cuestiones técnico-militares que deben resolverse: qué tipos de sistemas de armas conseguir con el fin de enfrentarse a posibles peligros en el mundo contemporáneo. Bajo Rumsfeld, el Pentágono fue durante el año pasado una casa dividida: varios generales retirados llegaron incluso a pedirle que dimitiera. Quienes no estaban de acuerdo con él no fueron ascendidos. El cometido del nuevo secretario será restaurar la paz y la confianza en su cargo. Necesitará no sólo el apoyo de la Casa Blanca, sino también el de los demócratas tras su victoria en las recientes elecciones.
Gates no pertenece, parece ser, ni al Partido Republicano ni al Partido Demócrata, de modo que está en una buena posición para conseguir el respaldo bipartidista a su política. Se trata de algo mucho menos difícil de lo que podría parecer, puesto que muchos de los demócratas elegidos esta semana son moderados; quizá se opongan ferozmente a Bush, pero no albergan deseo alguno de entrar en los libros de historia como los responsables de debilitar las defensas estadounidenses. Y una política de cortar y correr tampoco ayudaría en nada a los demócratas de cara a las elecciones presidenciales que se celebrarán dentro de dos años. Por lo que sabemos, Gates es un hombre cauto y no cabe duda de que eso le permitirá ganarse a muchos legisladores estadounidenses. Ahora bien, ¿es la cautela la única cualidad o la cualidad principal que se necesita en el Pentágono tras el paso de Rumsfeld?

Según algunos comentaristas, la presidencia de Bush acabó la noche del pasado martes. Será mejor que Ahmadineyad no se lo crea mucho. Bush no tiene ninguna intención de pasarse los próximos dos años cuidando vacas en su rancho. Robert Gates tendrá que responder ante el presidente y, al mismo tiempo, conseguir apoyo bipartidista en el Congreso.
No será un trabajo fácil ni envidiable.
*Es profesor de la Universidad de Georgetown y director del Consejo de Investigaciones Internacionales del Centro de Estudios Estratégicos con sede en Washington. Fue uno de los pioneros en los estudios del fenómeno terrorista que se iniciaron a finales de los años 70.
Traducción: Juan Gabriel López Guix

Tomado de LA VANGUARDIA, 10/11/2006.

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