Reconstruyeron el texto antiguo, sin adaptaciones para Occidente.
Dice Wikipedia que Las Mil y una Noches es una célebre recopilación de cuentos árabes del Medio Oriente medieval en el estilo de historias dentro de una historia. El núcleo de estas historias está formado por un antiguo libro persa llamado Hazâr Afsâna (los Mil Mitos). El compilador y traductor de estas historias al arábigo es supuestamente el cuentista Abu abd-Allah Muhammed el-Gahshigar en el siglo XIX. La historia principal sobre Scheherada parece haber sido agregada en el siglo XIV. La primera compilación arábiga moderna, hecha de escritos egipcios, fue publicada en El Cairo en 1835.
Pero.....Las noches no fueron mil y una sino muchas y Aladino, Simbad, Alí Babá y sus cuarenta ladrones no formaban parte de los relatos originales sino que fueron anexados a partir del siglo XIX, para abonar el imaginario de Oriente que se construía desde Europa.
Lo que sí había, y mucho, en el texto anónimo y de tradición oral conocido como Las 1001 noches era erotismo, cargas políticas y críticas directas a la teocracia islámica. Al menos así lo sostiene la versión, que se presenta como definitiva, realizada por el francés de origen sirio René Khawam, recientemente editada en español por Edhasa*.
Dice el escritor Juan Goytisolo (en 2003)a propósito de la obra que "lo escrito de día se borraba de noche; los imames, estudiantes, agentes y contra-agentes infiltrados pertenecían a la estirpe de Sherezade y acumulaban invenciones e historietas para entretener al sultán, a fin de capsularlo en la burbuja de su maltrecho Destino Manifiesto y provocar la ruina de sus ejércitos. Bagdad había conocido ya, me dijo, otras catástrofes e invasiones y, con sabiduría multicentenaria, sus hijos acudían a la vieja receta del cuento o la vida, prudentemente recopilada en manuscritos y puesta a salvo a la llegada de los mongoles."
Las mil y una noches sin Simbad ni Alí Babá
CARLES GELI en EL PAIS, 17/11/2007;
Sherezade tardó tres años -y tres hijos- en contar los mil y un cuentos al rey Shariyar para salvar su vida. En verdad, podría haber empleado mucho menos tiempo porque al parecer no llegó a explicar tantos. Entre los que nunca contó estaban las fantásticas aventuras de Simbad, Aladino y Alí Babá. Quizá para compensar esas famosas ausencias, los relatos que iba desgranando cada noche y con los que alargaba su vida llevaban una mayor carga erótica que las versiones que acabaron pasando a la historia de la literatura.
El que parece un cuento más, o un spin off en términos televisivos actuales, del famoso libro anónimo de Las mil y una noches no es si no el resumen de 39 años de trabajo del estudioso y traductor René Rizkallah Khawam, que en 1986 publicó en Francia una revolucionaria edición definitiva del clásico de la literatura árabe a partir de los manuscritos originales del siglo XIII. Su versión no está, de entrada, dividida en esas famosas noches, ni tampoco cuenta con relatos famosos como los de los tres personajes porque, según sus investigaciones, nunca formaron parte del núcleo original de Las mil y una noches. Sin embargo, sí añade otros inéditos y restituye la carga realista y erótica que desprendía cada texto cuando fue transcrito la primera ocasión. Esa versión es la que 22 años después Edhasa publicará el 26 de noviembre por primera vez en España.
La minuciosa y documentada teoría del profesor y traductor del Corán Khawam (Alepo, Siria, 1917-París, 2004) parece contada, sin embargo, por Sherezade, con la típica maldición oriental desde el inicio. En 1704, el arqueólogo francés Jean Antoine Galland (1646- 1715) se trajo de uno de sus viajes a Oriente unos cuantos manuscritos de relatos fantásticos árabes que llevaban el seductor epígrafe de Las mil y una noches. La primera edición europea de ese alud de exotismo tuvo, en la Francia de Luis XIV, un impacto rotundo. Tanto que la editora, la viuda del impresor Claude Barbin, ya empezó a añadir motu proprio cuentos que nada tenían que ver con la obra para prolongar el éxito popular.
A esa práctica se sumó el propio autor a partir de 1710, cuando introdujo en los sucesivos volúmenes relatos procedentes, entre otras fuentes, del repertorio que le contaba un juglar sirio, Hanna Diab, recién afincado en París. Por esa boca conoció Galland la historia de Aladino y también la de Alí Babá, como admite en su diario. A ese tipo de distorsiones añadió otras de carácter formal: como traductor, no se apartó del texto árabe "más que cuando el decoro impedía seguir el original". Es decir, descargó de erotismo buena parte de los por otro lado abundantes contenidos lascivos de los cuentos.
En lo carnal, la versión que el médico y traductor francés nacido en Egipto Joseph Charles Mardrus (1868-1949) llevó a cabo entre 1898 y 1904 fue más respetuosa, pero aun así se equivocó en la elección de las fuentes, según Khawam: el hábil traductor se basó en copias árabes tardías de los siglos XVIII y XIX -y especialmente en una egipcia, la de Bulaq (1835)-, con la esperanza de que fueran más fidedignas. Todo lo contrario: el auge del integrismo religioso en aquellas épocas dejó unos textos -vigilados por clérigos de universidades islámicas- con olvidos de episodios más o menos escabrosos, que mantenían el statu quo de visires y sultanes que la imaginería popular intentaba subvertir y, encima, los cargó de historias edificantes y de otras entresacadas de relatos ajenos al corpus original del libro. Y entre estos últimos estarían, según Khawam, versiones resumidas de Aladino, el de las Aventuras de Simbad, el marino o el de Simbad, el terrestre.
Para su versión, Khawam se alejó prudencialmente de esas y otras ediciones europeas, que en su opinión iban añadiendo más y más cuentos espurios para "culminar como sea la simbólica cifra de mil y una" -expresión que en árabe sólo quiere decir "muchas", como no se cansó de difundir el traductor-, rellenando y perjudicando en su opinión la unidad del texto. Él optó por los manuscritos orientales provenientes de Bagdad y Siria, buena parte de los cuales están en tres volúmenes en la Biblioteca Nacional de Francia y que fueron copiados en el siglo XIII, cuando se reunieron por primera vez en papel las historias de Las mil y una noches. A diferencia de otros estudiosos que defendían la génesis oral y anónima del libro, la tesis de Khawam es que las historias están redactadas con esmero y una voluntad de estilo fácilmente reconocible, que tuvo la habilidad de respetar el aire de cuento hablado. Bajo esa premisa, Hussein al Alma'i al Kashgari o alguno de sus hijos o discípulos podría ser, según el estudioso, el redactor único de las historias. Le llevó a pensar en este escritor el hecho de que viviera en la ciudad de Kashgar (hoy, en China), en aquel momento bastión árabe de la comercial Ruta de la Seda y citada y descrita a menudo en el texto.
Con la milimetrada versión de Khawam, más de un califa está a punto de ser linchado por el pueblo, el vino embriagador y prohibido se escancia donde antes se bebían zumos, las mujeres de toda condición tienen mayor apetito sexual y los poemas son más licenciosos. La división en las famosas noches da paso a cuatro grandes bloques de historias, ordenadas más o menos temáticamente, a partir de los epígrafes: Damas insignes, pícaros sirvientes; Corazones contrariados; Pasiones viajeras y El sabor del tiempo.
Así los editó en Francia en 1986 en otros tantos volúmenes, que Edhasa ha transformado en uno solo de 1,056 páginas, con 60 ilustraciones de Gustave Doré y Valentin Foulquier, entre otros. En la versión de Khawam desaparecen relatos como Ladrones de gloria y El amado y la amada, pero aparecen los hasta entonces inéditos El sabio persa, El califa y el loco y La fuerza del amor. El trabajo de Khawam fue tan detallista que no tuvo reparos en recuperar, a la luz de nueva documentación, El durmiente en vela, que él mismo desechó de su edición anterior de Las mil y una noches, que realizó en 1965.
Khawam se acerca como nadie antes a las auténticas Las mil y una noches. Quedan las míticas viejas. Quien quiera seguir escuchando éstas, hace apenas seis meses Cátedra, en su golosa Biblioteca Áurea, recuperó la trabajada traducción que Vicente Blasco Ibáñez (con la colaboración de algún que otro negro) hizo de la edición de Mardrus. La gruesa publicación, en este caso en un estuche con dos volúmenes, incorpora un pequeño estudio sobre Mardrus, con especial hincapié en su más desconocida faceta de fotógrafo, así como un paseo por las versiones cinematográficas del libro. La edición corre a cargo de Jesús Urceloy y Antonio Rómar, que admiten que la suya "quizá no sea la más académica, pero no lo pretendemos". En cualquier caso, repasan tanto las ediciones extranjeras como las españolas (la de Rafael Cansinos Assens, de 1955, y la de Juan Vernet, de 1964, entre las más prestigiadas), pero no citan el trabajo de Khawam.
Sherezade y Shariyar quizá contaron y escucharon en realidad la versión de Khawam, si bien se han pasado siglos narrando las otras. No les ha debido preocupar mucho porque, parafraseando a Jorge Luis Borges cuando se refería a la infidelidad o no de la versión de Mardrus, (pero) es la potencia creadora y feliz de esos relatos, provengan de donde provengan, lo que debe importar al lector.
CARLES GELI en EL PAIS, 17/11/2007;
Sherezade tardó tres años -y tres hijos- en contar los mil y un cuentos al rey Shariyar para salvar su vida. En verdad, podría haber empleado mucho menos tiempo porque al parecer no llegó a explicar tantos. Entre los que nunca contó estaban las fantásticas aventuras de Simbad, Aladino y Alí Babá. Quizá para compensar esas famosas ausencias, los relatos que iba desgranando cada noche y con los que alargaba su vida llevaban una mayor carga erótica que las versiones que acabaron pasando a la historia de la literatura.
El que parece un cuento más, o un spin off en términos televisivos actuales, del famoso libro anónimo de Las mil y una noches no es si no el resumen de 39 años de trabajo del estudioso y traductor René Rizkallah Khawam, que en 1986 publicó en Francia una revolucionaria edición definitiva del clásico de la literatura árabe a partir de los manuscritos originales del siglo XIII. Su versión no está, de entrada, dividida en esas famosas noches, ni tampoco cuenta con relatos famosos como los de los tres personajes porque, según sus investigaciones, nunca formaron parte del núcleo original de Las mil y una noches. Sin embargo, sí añade otros inéditos y restituye la carga realista y erótica que desprendía cada texto cuando fue transcrito la primera ocasión. Esa versión es la que 22 años después Edhasa publicará el 26 de noviembre por primera vez en España.
La minuciosa y documentada teoría del profesor y traductor del Corán Khawam (Alepo, Siria, 1917-París, 2004) parece contada, sin embargo, por Sherezade, con la típica maldición oriental desde el inicio. En 1704, el arqueólogo francés Jean Antoine Galland (1646- 1715) se trajo de uno de sus viajes a Oriente unos cuantos manuscritos de relatos fantásticos árabes que llevaban el seductor epígrafe de Las mil y una noches. La primera edición europea de ese alud de exotismo tuvo, en la Francia de Luis XIV, un impacto rotundo. Tanto que la editora, la viuda del impresor Claude Barbin, ya empezó a añadir motu proprio cuentos que nada tenían que ver con la obra para prolongar el éxito popular.
A esa práctica se sumó el propio autor a partir de 1710, cuando introdujo en los sucesivos volúmenes relatos procedentes, entre otras fuentes, del repertorio que le contaba un juglar sirio, Hanna Diab, recién afincado en París. Por esa boca conoció Galland la historia de Aladino y también la de Alí Babá, como admite en su diario. A ese tipo de distorsiones añadió otras de carácter formal: como traductor, no se apartó del texto árabe "más que cuando el decoro impedía seguir el original". Es decir, descargó de erotismo buena parte de los por otro lado abundantes contenidos lascivos de los cuentos.
En lo carnal, la versión que el médico y traductor francés nacido en Egipto Joseph Charles Mardrus (1868-1949) llevó a cabo entre 1898 y 1904 fue más respetuosa, pero aun así se equivocó en la elección de las fuentes, según Khawam: el hábil traductor se basó en copias árabes tardías de los siglos XVIII y XIX -y especialmente en una egipcia, la de Bulaq (1835)-, con la esperanza de que fueran más fidedignas. Todo lo contrario: el auge del integrismo religioso en aquellas épocas dejó unos textos -vigilados por clérigos de universidades islámicas- con olvidos de episodios más o menos escabrosos, que mantenían el statu quo de visires y sultanes que la imaginería popular intentaba subvertir y, encima, los cargó de historias edificantes y de otras entresacadas de relatos ajenos al corpus original del libro. Y entre estos últimos estarían, según Khawam, versiones resumidas de Aladino, el de las Aventuras de Simbad, el marino o el de Simbad, el terrestre.
Para su versión, Khawam se alejó prudencialmente de esas y otras ediciones europeas, que en su opinión iban añadiendo más y más cuentos espurios para "culminar como sea la simbólica cifra de mil y una" -expresión que en árabe sólo quiere decir "muchas", como no se cansó de difundir el traductor-, rellenando y perjudicando en su opinión la unidad del texto. Él optó por los manuscritos orientales provenientes de Bagdad y Siria, buena parte de los cuales están en tres volúmenes en la Biblioteca Nacional de Francia y que fueron copiados en el siglo XIII, cuando se reunieron por primera vez en papel las historias de Las mil y una noches. A diferencia de otros estudiosos que defendían la génesis oral y anónima del libro, la tesis de Khawam es que las historias están redactadas con esmero y una voluntad de estilo fácilmente reconocible, que tuvo la habilidad de respetar el aire de cuento hablado. Bajo esa premisa, Hussein al Alma'i al Kashgari o alguno de sus hijos o discípulos podría ser, según el estudioso, el redactor único de las historias. Le llevó a pensar en este escritor el hecho de que viviera en la ciudad de Kashgar (hoy, en China), en aquel momento bastión árabe de la comercial Ruta de la Seda y citada y descrita a menudo en el texto.
Con la milimetrada versión de Khawam, más de un califa está a punto de ser linchado por el pueblo, el vino embriagador y prohibido se escancia donde antes se bebían zumos, las mujeres de toda condición tienen mayor apetito sexual y los poemas son más licenciosos. La división en las famosas noches da paso a cuatro grandes bloques de historias, ordenadas más o menos temáticamente, a partir de los epígrafes: Damas insignes, pícaros sirvientes; Corazones contrariados; Pasiones viajeras y El sabor del tiempo.
Así los editó en Francia en 1986 en otros tantos volúmenes, que Edhasa ha transformado en uno solo de 1,056 páginas, con 60 ilustraciones de Gustave Doré y Valentin Foulquier, entre otros. En la versión de Khawam desaparecen relatos como Ladrones de gloria y El amado y la amada, pero aparecen los hasta entonces inéditos El sabio persa, El califa y el loco y La fuerza del amor. El trabajo de Khawam fue tan detallista que no tuvo reparos en recuperar, a la luz de nueva documentación, El durmiente en vela, que él mismo desechó de su edición anterior de Las mil y una noches, que realizó en 1965.
Khawam se acerca como nadie antes a las auténticas Las mil y una noches. Quedan las míticas viejas. Quien quiera seguir escuchando éstas, hace apenas seis meses Cátedra, en su golosa Biblioteca Áurea, recuperó la trabajada traducción que Vicente Blasco Ibáñez (con la colaboración de algún que otro negro) hizo de la edición de Mardrus. La gruesa publicación, en este caso en un estuche con dos volúmenes, incorpora un pequeño estudio sobre Mardrus, con especial hincapié en su más desconocida faceta de fotógrafo, así como un paseo por las versiones cinematográficas del libro. La edición corre a cargo de Jesús Urceloy y Antonio Rómar, que admiten que la suya "quizá no sea la más académica, pero no lo pretendemos". En cualquier caso, repasan tanto las ediciones extranjeras como las españolas (la de Rafael Cansinos Assens, de 1955, y la de Juan Vernet, de 1964, entre las más prestigiadas), pero no citan el trabajo de Khawam.
Sherezade y Shariyar quizá contaron y escucharon en realidad la versión de Khawam, si bien se han pasado siglos narrando las otras. No les ha debido preocupar mucho porque, parafraseando a Jorge Luis Borges cuando se refería a la infidelidad o no de la versión de Mardrus, (pero) es la potencia creadora y feliz de esos relatos, provengan de donde provengan, lo que debe importar al lector.
Revelan significado de Las mil y una noches
Aclara el arabista René R Khawam que la obra no es la recopilación de los cuentos que Sherezade le contaba al sultán Shahriyar, aunque ese el contexto del desarrollo de la obra
EFE, El Universal on line, Madrid, Martes 1 de enero de 2008
17:10 El arabista René R. Khawam dedicó 20 años de su vida (en la otra nota habla de más de 30) a devolver a "Las mil y una noches", que en realidad se llama "Las muchas noches", a su estado original, en el que sobran, entre otros, Aladino y Simbad el Marino, y faltan la crítica a la teocracia islámica, vino, mujeres decididas y lascivia.
En la nueva edición, que acaba de publicar en España Edhasa, el francés de origen sirio René Khawam deja las cosas claras a pesar de la dificultad que supuso "limpiar" los relatos de aportaciones espurias, impregnadas del orientalismo que tanto se llevó en Europa entre los siglos XVIII y XIX, y quitarles "azúcar" para devolver su esencia a esta "agitadora obra maestra donde las haya".
Diga lo que diga la mitología occidental, "Las mil y una noches" no es la recopilación de los cuentos que Sherezade le contaba a su sanguinario marido, el sultán Shahriyar, para distraerle de su "costumbre" de cortar la cabeza a cada mujer con la que se casaba a la mañana siguiente de la boda, aunque sí pueda servir como marco para el desarrollo del conjunto de la obra.
Se trata más bien, según ha explicado a Efe el responsable de la traducción al castellano de la edición de Khawam, Gregorio Cantera, de una colección de relatos sin hilo conductor ni homogeneidad pero con el propósito común de entretener a todos los que pasaban sus noches en el desierto, bien en la Ruta de la Seda, bien en cualquier jaima de Egipto.
Los "descubrimientos" más notables de Khawam (Alepo, 1917-París, 2004), uno de los arabistas más importantes de Europa y el gran traductor del Corán al francés, "no lo son desde el punto de vista de la lascivia, porque a pesar de que emerge ya sin la edulcoración y/o la censura de siglos pasados, ese comportamiento licencioso no va a escandalizar a nadie a estas alturas".
Lo novedoso, sostiene Cantera, se centra más en los festejos en torno al alcohol, el papel de las mujeres y su influencia, una crítica "bastante seria" del poder instituido del gran califato de Bagdad.
Son temas inconexos, aunque sí son comunes la lascivia, el gusto por el vino y por el placer, "y la caña (crítica) que se da a la teocracia islámica, aunque dejando siempre al margen a Alá y a Mahoma", matiza el traductor.
Son relatos que proceden de la tradición oral nacida en muy distintos sitios pero que "cristalizaron" por escrito en el siglo XIII gracias a Boulaq, precisamente en la ciudad-oasis de Kashgar, uno de los bastiones de la Ruta de la Seda, situada en el desierto de Taktodo.
En este trabajo de traducción de "largo aliento", al que Cantera ha dedicado más de 180 noches y días, queda patente que Sherezade es "la muñidora de noches" que protagoniza sólo el primer relato y no la narradora de todos los cuentos que se recogen en la versión edulcorada que llegó a Francia en el siglo XVII.
Será en el siglo XIX cuando empiecen a incorporarse los relatos relativos a Simbad el Marino, Aladino, Ali Babá y los 40 ladrones, unas historias "demasiado maravillosas" para que "peguen" con las demás, según Cantera.
Como recordaba recientemente el escritor español Juan Goytisolo, "Las mil y una noches" es "lo contrario del dogma, un texto abierto y recompuesto" en el que se encuentran claves que explican, entre otros grandes "misterios", el problema de la emigración actual porque, como dice uno de los relatos, "el mundo es la casa de los que no la tienen".
Aclara el arabista René R Khawam que la obra no es la recopilación de los cuentos que Sherezade le contaba al sultán Shahriyar, aunque ese el contexto del desarrollo de la obra
EFE, El Universal on line, Madrid, Martes 1 de enero de 2008
17:10 El arabista René R. Khawam dedicó 20 años de su vida (en la otra nota habla de más de 30) a devolver a "Las mil y una noches", que en realidad se llama "Las muchas noches", a su estado original, en el que sobran, entre otros, Aladino y Simbad el Marino, y faltan la crítica a la teocracia islámica, vino, mujeres decididas y lascivia.
En la nueva edición, que acaba de publicar en España Edhasa, el francés de origen sirio René Khawam deja las cosas claras a pesar de la dificultad que supuso "limpiar" los relatos de aportaciones espurias, impregnadas del orientalismo que tanto se llevó en Europa entre los siglos XVIII y XIX, y quitarles "azúcar" para devolver su esencia a esta "agitadora obra maestra donde las haya".
Diga lo que diga la mitología occidental, "Las mil y una noches" no es la recopilación de los cuentos que Sherezade le contaba a su sanguinario marido, el sultán Shahriyar, para distraerle de su "costumbre" de cortar la cabeza a cada mujer con la que se casaba a la mañana siguiente de la boda, aunque sí pueda servir como marco para el desarrollo del conjunto de la obra.
Se trata más bien, según ha explicado a Efe el responsable de la traducción al castellano de la edición de Khawam, Gregorio Cantera, de una colección de relatos sin hilo conductor ni homogeneidad pero con el propósito común de entretener a todos los que pasaban sus noches en el desierto, bien en la Ruta de la Seda, bien en cualquier jaima de Egipto.
Los "descubrimientos" más notables de Khawam (Alepo, 1917-París, 2004), uno de los arabistas más importantes de Europa y el gran traductor del Corán al francés, "no lo son desde el punto de vista de la lascivia, porque a pesar de que emerge ya sin la edulcoración y/o la censura de siglos pasados, ese comportamiento licencioso no va a escandalizar a nadie a estas alturas".
Lo novedoso, sostiene Cantera, se centra más en los festejos en torno al alcohol, el papel de las mujeres y su influencia, una crítica "bastante seria" del poder instituido del gran califato de Bagdad.
Son temas inconexos, aunque sí son comunes la lascivia, el gusto por el vino y por el placer, "y la caña (crítica) que se da a la teocracia islámica, aunque dejando siempre al margen a Alá y a Mahoma", matiza el traductor.
Son relatos que proceden de la tradición oral nacida en muy distintos sitios pero que "cristalizaron" por escrito en el siglo XIII gracias a Boulaq, precisamente en la ciudad-oasis de Kashgar, uno de los bastiones de la Ruta de la Seda, situada en el desierto de Taktodo.
En este trabajo de traducción de "largo aliento", al que Cantera ha dedicado más de 180 noches y días, queda patente que Sherezade es "la muñidora de noches" que protagoniza sólo el primer relato y no la narradora de todos los cuentos que se recogen en la versión edulcorada que llegó a Francia en el siglo XVII.
Será en el siglo XIX cuando empiecen a incorporarse los relatos relativos a Simbad el Marino, Aladino, Ali Babá y los 40 ladrones, unas historias "demasiado maravillosas" para que "peguen" con las demás, según Cantera.
Como recordaba recientemente el escritor español Juan Goytisolo, "Las mil y una noches" es "lo contrario del dogma, un texto abierto y recompuesto" en el que se encuentran claves que explican, entre otros grandes "misterios", el problema de la emigración actual porque, como dice uno de los relatos, "el mundo es la casa de los que no la tienen".
*Las mil y una noches. René R. Khawam. Traducción de Gregorio Cantera. Edhasa. Barcelona, 2007. 1,056 páginas. El libro de Las mil y una noches. La edición de J. C. Mardrus y V. Blasco Ibáñez. Edición de Antonio Rómar y Jesús Urceloy. Cátedra. Madrid, 2007. Tres volúmenes.
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