Gira de Obama: Israel, Jordania, Pakistán, Berlín, Paris y Londrés
Obama conquistó ayer el corazón de decenas de miles de europeos, jóvenes en su gran mayoría, que le aclamaron en Berlín como al líder imprevisto que puede devolver al mundo el optimismo del que hoy carece. "Pueblo de Berlín y pueblos del mundo", proclamó desde la Columna de la Victoria, junto a la Puerta de Brandeburgo, "nuestro desafío es grande, el camino a recorrer será largo. Pero me pongo ante vosotros para deciros que somos los herederos de una lucha por la libertad. Nuestra esperanza es inmensa. Con la vista puesta en el futuro, con voluntad en nuestros corazones, recordemos nuestra historia, respondamos a nuestro destino y rehagamos el mundo otra vez".
"Es el momento en que debemos unirnos para salvar el planeta"
La multitud reunida en el parque gritaba "¡Presidente, presidente!"
La multitud reunida en el parque gritaba "¡Presidente, presidente!"
Obama habló de retos, de responsabilidades y de sacrificios; prometió "un nuevo amanecer" para el mundo si EE UU y Europa trabajan juntos "por la seguridad de ambos y por la Humanidad a la que pertenecen".
El candidato demócrata consideró esa alianza vital para ser capaces de responder a las necesidades del tiempo presente. "EE UU no tiene mejor socio que Europa", dijo.
Admitió que, muchas veces, no es una alianza fácil, que habrá discrepancias y habrá que sortear problemas. Pero apeló a las glorias obtenidas y a los esfuerzos realizados por generaciones anteriores para pedir a ésta que rememore ese ejemplo.
Admitió que, muchas veces, no es una alianza fácil, que habrá discrepancias y habrá que sortear problemas. Pero apeló a las glorias obtenidas y a los esfuerzos realizados por generaciones anteriores para pedir a ésta que rememore ese ejemplo.
Recordó la amenaza que el terrorismo representa para todos los países y citó como ejemplo más cercano los atentados de Madrid. "Es una amenaza real y no podemos eludir nuestra responsabilidad de combatirla", advirtió.
Señaló la necesidad de ganar la guerra de Afganistán en beneficio del propio pueblo afgano. "Los afganos necesitan nuestras tropas y vuestras tropas. EE UU no puede hacerlo sólo y lo que está en juego es demasiado importante como para no completar el trabajo".
En la concentración -200 mil personas- se vieron varias pancartas contra la guerra de Afganistán.
El candidato demócrata no se contuvo de hacer expresión pública de patriotismo -"sé cuánto amo a América", dijo- pero admitió discretamente los errores cometidos en el pasado. "Mi país no es perfecto", reconoció. "Ha habido veces en las que nos hemos equivocado y nuestras acciones en el mundo no han estado a la altura de nuestra voluntad".
El candidato demócrata no se contuvo de hacer expresión pública de patriotismo -"sé cuánto amo a América", dijo- pero admitió discretamente los errores cometidos en el pasado. "Mi país no es perfecto", reconoció. "Ha habido veces en las que nos hemos equivocado y nuestras acciones en el mundo no han estado a la altura de nuestra voluntad".
Apeló, a "superar diferencias pasadas" para "ayudar a millones de iraquíes a reconstruir su país".
A lo largo de esta gira, que comenzó el sábado en Afganistán, continúa mañana en París y concluye el sábado en Londres.
A lo largo de esta gira, que comenzó el sábado en Afganistán, continúa mañana en París y concluye el sábado en Londres.
El discurso de Tiergarten
- "El mayor peligro es que permitamos nuevos muros que nos dividan a unos de otros".
- "Ninguna nación, no importa cuan grande o poderosa sea, puede vencer sola esas amenazas".
- "Por los afganos y por nuestra propia seguridad, debemos realizar el trabajo. EE UU no puede hacerlo solo".
- "Recordemos nuestra historia, respondamos a nuestro destino y rehagamos el mundo otra vez".
- "Es tiempo de construir nuevos puentes a través del globo tan firmes como el que nos une a través del Atlántico".
- "Es el momento en que debemos unirnos para salvar el planeta".
- "El mayor peligro es que permitamos nuevos muros que nos dividan a unos de otros".
- "Ninguna nación, no importa cuan grande o poderosa sea, puede vencer sola esas amenazas".
- "Por los afganos y por nuestra propia seguridad, debemos realizar el trabajo. EE UU no puede hacerlo solo".
- "Recordemos nuestra historia, respondamos a nuestro destino y rehagamos el mundo otra vez".
- "Es tiempo de construir nuevos puentes a través del globo tan firmes como el que nos une a través del Atlántico".
- "Es el momento en que debemos unirnos para salvar el planeta".
Editorial de El País,
Obama en Berlín/Editorial
El País, 25/07/2008;
Barack Obama no consiguió la puerta de Brandeburgo para su baño de multitudes en Berlín -inevitable evocación kennediana en 1963-, pero el Tiergarten bajo la Columna de la Victoria ha sido un escenario apropiado, aunque menos solemne, para la fiesta veraniega que ha enmarcado su único discurso formal en la gira internacional con la que intenta pulir sus credenciales exteriores y afianzar sus posibilidades a la Casa Blanca. Berlín es el epítome del viaje europeo del candidato demócrata, triunfal desde el punto de vista estadístico cuando se conoce que el Viejo Continente le prefiere por dos a uno frente a John McCain, y todavía más triunfal desde la identificación generacional que suscita el senador por Illinois entre los jóvenes europeos y de todo el mundo.
El meollo de su mensaje ha sido la necesidad de que Europa contribuya más y mejor a contrarrestar las diversas amenazas a la seguridad global, desde Irán a Oriente Próximo o la proliferación nuclear. Y en particular a la alarmante situación en Afganistán, donde la OTAN hace lo que puede y cuya situación, tras su fugacísima visita, el senador afroamericano describe caritativamente como precaria. Aunque reclama a Europa como socio favorito de EE UU, Obama ha podido percibir en su conversación con la canciller Merkel los claros límites alemanes a su inmersión profunda en el avispero afgano. Donde Washington quiere tropas de combate, Berlín prefiere que sus militares construyan escuelas y pozos.
Trasladar a la compleja realidad política la entrega popular manifestada en Berlín como el conjunto de la obamamanía que se extiende por Europa tiene riesgos. Las expectativas de momento son sólo eso, expectativas; no es todavía el próximo presidente del país más poderoso del mundo. Si llega a serlo, puede decepcionar a quienes ahora le admiran contraponiéndole a un nefasto Bush; es más que probable que cambien muchos de sus puntos de vista. Por lo demás, es muy prematuro aventurar qué significará para Europa una presidencia de Obama, a la vista de sus vacilaciones en cuestiones como la retirada estadounidense de Irak, el cambio climático o el estatus de Jerusalén.
A la postre, al presidente de EE UU no le eligen los europeos. Y su marcaje no lo hacen los políticos o la prensa del Viejo Continente, sino sus conciudadanos y un Congreso donde, con frecuencia, la Casa Blanca obtiene la mitad de lo que pretende.
El meollo de su mensaje ha sido la necesidad de que Europa contribuya más y mejor a contrarrestar las diversas amenazas a la seguridad global, desde Irán a Oriente Próximo o la proliferación nuclear. Y en particular a la alarmante situación en Afganistán, donde la OTAN hace lo que puede y cuya situación, tras su fugacísima visita, el senador afroamericano describe caritativamente como precaria. Aunque reclama a Europa como socio favorito de EE UU, Obama ha podido percibir en su conversación con la canciller Merkel los claros límites alemanes a su inmersión profunda en el avispero afgano. Donde Washington quiere tropas de combate, Berlín prefiere que sus militares construyan escuelas y pozos.
Trasladar a la compleja realidad política la entrega popular manifestada en Berlín como el conjunto de la obamamanía que se extiende por Europa tiene riesgos. Las expectativas de momento son sólo eso, expectativas; no es todavía el próximo presidente del país más poderoso del mundo. Si llega a serlo, puede decepcionar a quienes ahora le admiran contraponiéndole a un nefasto Bush; es más que probable que cambien muchos de sus puntos de vista. Por lo demás, es muy prematuro aventurar qué significará para Europa una presidencia de Obama, a la vista de sus vacilaciones en cuestiones como la retirada estadounidense de Irak, el cambio climático o el estatus de Jerusalén.
A la postre, al presidente de EE UU no le eligen los europeos. Y su marcaje no lo hacen los políticos o la prensa del Viejo Continente, sino sus conciudadanos y un Congreso donde, con frecuencia, la Casa Blanca obtiene la mitad de lo que pretende.
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