México:
la revolución soñada/ Antonio Elorza, catedrático de Ciencia Política
Publicado en EL PAÍS, 01/12/10;
Es
de sobra conocida la peculiar relación entre el pueblo mexicano y la muerte. Ya
en el pasado prehispánico, como nos recordara Paul Westheim, la vida y la
muerte forman un conjunto inseparable, siendo el sacrificio un factor necesario
para la renovación de la vida. De ahí que en la evangelización subsiguiente a
la conquista fueran asumidos sin dificultad íconos del cristianismo, tales como
el martirio de san Sebastián o el Sagrado Corazón con su corona de espinas.
Ahora bien, las formas y los rituales del presente no se remontan a ese tiempo,
sino al universo de calaveras que en torno a 1900 creó el dibujante Posada
vinculando el Día de Difuntos con una crítica punzante de la desigualdad y de
la opresión vigentes durante la belle époque de Porfirio Díaz. Balance actual:
en tales fechas, la imagen de la calavera pasa a adueñarse de todos los
rincones de la vida ciudadana. En el Museo de Arte Popular una serie de escenas
donde todos los personajes son calaveras servía para reconstruir la historia
del país.