Reivindicación del Nahuatl/Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
El idioma que empleó la Virgen para comunicar con Juan Diego
San Cristóbal de las Casas, 15 de octubre de 2015
VER
Hace cincuenta años, el Concilio Vaticano II ordenó que la Biblia y las
celebraciones litúrgicas se tuvieran en el idioma de los pueblos. El náhuatl es
hablado en México por más de un millón y medio de personas. Es el que quiso
usar la Virgen de Guadalupe en sus diálogos con Juan Diego. No era el que ella
sabía y usaba en Nazaret, el arameo, sino el de su interlocutor. No le impone
el idioma de los conquistadores. Sin embargo, muchos de nosotros no hemos
seguido este camino, salvo honrosas excepciones. En vez de aceptar, respetar y
promover la cultura de nuestros pueblos originarios, en particular su idioma,
los hemos despreciado e infravalorado; los hemos calificado de dialectos, como
si fueran una subcultura. Muchos quisieran que no existieran más los indígenas,
desecharlos, descartarlos, que fueran sólo un recuerdo de museo. No los
conocen; por eso no los valoran ni les dan su lugar.
Dios quiere hablar a los pueblos en su propio idioma. Del arameo y del
hebreo, se sintió la necesidad de traducir la Biblia al griego, y luego al
latín, que era lo que hablaba la mayoría de la gente donde se iba estableciendo
la Iglesia. Después, la Biblia ha pasado a los diversos idiomas del mundo. Pero
parecía que lo que hablan los pueblos originarios no mereciera la categoría de
un idioma. Al respecto, dice el Documento de Aparecida: “Como Iglesia, que
asume la causa de los pobres, alentamos la participación de los indígenas y
afroamericanos en la vida eclesial. Vemos con esperanza el proceso de
inculturación discernido a la luz del Magisterio. Es prioritario hacer
traducciones católicas de la Biblia y de los textos litúrgicos a sus idiomas”
(No. 94).
Traducir la Biblia y la liturgia a los idiomas nativos no es por afición
académica, curiosidad etnológica, dinero, publicidad eclesial o demagogia, sino
para que el pueblo tenga vida, la vida que Dios mismo le ha dado, y que parece
irse perdiendo. Dios sembró aquí la cultura náhuatl y otras culturas,
igualmente valiosas, y sería una irresponsabilidad de nuestra parte dejarlas
perder. La Iglesia, a pesar de sus limitaciones y errores del pasado y del
presente, quiere estar cerca de estos pueblos, amenazados en su misma
existencia, para que vivan su identidad con confianza y seguridad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario