Supervisados por Moscú y Pekín?/ Graham E. Fuller, ex vicepresidente del Consejo Nacional de
Inteligencia de la CIA. Su último libro es ‘Un mundo sin islam’, Little Brown,
2011
Traducción: José María Puig de la Bellacasa
Publicado en LA VANGUARDIA,
11/02/12:
¿Hasta tal punto hemos
llegado? ¿Hacen ahora Moscú y Pekín labores de vigilancia –como hacen los
adultos sobre los niños– sobre las crisis de Oriente Medio suscitadas por
Occidente?
Quienes hemos sobrepasado
la cuarentena nos hicimos hace tiempo a la idea de ver a Moscú y Pekín como un
“dúo letal” en nuestra lucha geopolítica global contra el comunismo. Pero en la
actualidad nos enfrentamos al espectáculo de Rusia y China andando con pies de
plomo para impedir que Occidente se precipite a otra guerra desastrosa en
Oriente Medio. Últimamente tanto Pekín como Moscú han dejado clara su falta de
respaldo a las crecientemente draconianas sanciones occidentales e incluso de
la ONU contra Irán o Siria. Además, se muestran más firmemente opuestos a una
intervención militar.
Pocos analistas consideran
que otra aventura militar occidental, en esta ocasión contra Irán –y su
supuesta criada, Siria– sólo acarreará nuevas y más severas amenazas a la
estabilidad de Oriente Medio, los suministros de petróleo, la geopolítica y la
economía mundial. Podría desencadenar una guerra en la región y sembrar las
semillas de una racha más prolongada de hostilidad musulmana contra Occidente
que nos trajo el 11-S. Incluso voces profesionales en Israel, como la del ex
jefe del Mosad, Meir Dagan, advierten que un ataque israelí contra Irán “es lo
más necio que he oído en mi vida”.
Por supuesto, nadie se
siente tranquilo y relajado con la idea de un Irán nuclear. ¿Quién lo estaba
con una Corea del Norte nuclear, una URSS nuclear bajo Stalin o una China
nuclear bajo Mao? Sin embargo, se acerca un Irán nuclear, guste o no, y la
profunda animadversión de Estados Unidos contra Irán –basada, en especial, en
el sentimiento de ofensa que viene de antiguo contra el orden de cosas
existente en Oriente Medio bajo mandato estadounidense– no hace más que agravar
el problema. El mundo se acostumbrará a convivir con la cuestión, como lo han
hecho Rusia y China. Es posible, incluso, que Washington deba acostumbrarse de
hecho a llevarse bien con Irán. Por otra parte, ¿qué puede decirse de Siria?
Indudablemente es un régimen ingrato que reprime a sangre y fuego a sus
ciudadanos. Pero también lo son otros regímenes, incluidos antiguos o actuales
amigos de EE.UU. Tenemos a Siria en el punto de mira por causa de Irán.
Los tiempos han cambiado
enormemente durante la última década, cuando George W. Bush pudo solicitar
asentimiento a una visión maniquea del mundo y advirtió al mundo que “estáis
con nosotros o contra nosotros”. Ahora bien, tras observar la debacle de las
derrotas estadounidenses y el agravamiento de los ya graves problemas en Iraq,
Afganistán, Pakistán y Palestina, buena parte del mundo parece haber tomado su
elección que –¿lo adivinan?– consiste en que “no” está con nosotros. Cuidado,
no contra nosotros, sino deseando hacer lo que sea necesario para impedir que
EE.UU. siga avanzando por la senda de sus obsesiones e iniciativas erráticas
que mantienen encendida la llama de la guerra en el mundo musulmán y amenazan
sus puntos y zonas vitales. Dice “no” a la actual estrategia estadounidense
destinada a satisfacer los (mal interpretados y comprendidos) intereses de
EE.UU. e Israel. A su juicio, resulta sencillamente irresponsable mantener
constantemente a esta ya de por sí peligrosa y afligida región en el punto de
ebullición, en situación de alta tensión bélica y enfrentamiento. Países como
Turquía e India coinciden con tal apreciación. Parece que Rusia y China sean
las dos únicas potencias mundiales capaces de detener esta marcha hacia la
guerra permanente y los amagos de a ver quién se rinde antes en el golfo
Pérsico.
Europa, por desgracia,
parece haber abandonado un papel supervisor de adulto sobre las equivocadas
políticas de EE.UU., en especial Gran Bretaña y Francia en su penoso papel como
aspirantes a llegar a la categoría de potencias globales. Las propias políticas
de Europa hacia Oriente Medio parecen verse movidas por diversos impulsos
infructuosos e ineficaces: la nostalgia residual por la proyección del poder
imperial, un miedo implícito frente a los inmigrantes musulmanes y una pérdida
de fe en la propia sociedad, que engendra una especie de intranquila respuesta
de corte neofascista. Pero aun así, la mayoría de los europeos sabe que la
táctica de EE.UU. es perdedora, además de una actitud que ni pueden permitirse…
Saben que la OTAN no es el futuro de la gobernanza mundial.
Sin embargo,
¿podemos hablar de Rusia y China como de los únicos sensatos y equilibrados?
Por supuesto que no. Les mueven sus propios cálculos e intereses. Y la guerra
en la región no figura entre sus intereses. Lo que sucede es que no aprecian un
historial tranquilizador en la gestión occidental de la geopolítica mundial en
el siglo pasado (ello tampoco significa que sus propios asuntos con el
comunismo hablen bien del enfoque de sus propias sociedades). Parece que han
concluido que la guerra no constituye la respuesta a la mayoría de los
problemas de la región. Y no pueden observar con optimismo cómo Estados Unidos
sigue tirando obsesivamente los dados de las sanciones o de la guerra sin fin.
También han concluido que un mundo con múltiples centros de poder tiene más
posibilidades de impedir el aventurerismo geopolítico ejercido por tambaleantes
grandes potencias. Tal vez algún día sea el intervencionismo de Rusia y China
el que exija el equilibrio y el veto mundial. Pero no hoy..
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