Revista
Proceso
# 2027, 6 de septiembre de 2015…
El
Ejército, un poder más allá del presidencial/GLORIA
LETICIA DÍAZ
Apocos
días de que se cumpla un año de los ataques a los 43 normalistas de Ayotzinapa,
y previamente al sexto informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos
Independientes (GIEI) –creado por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH)–, el abogado Vidulfo Rosales Sierra considera que en México “hay
un poder que va más allá del presidencial de Enrique Peña Nieto: es el del
Ejército”.
Rosales
Sierra es abogado del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan,
una de las organizaciones que representa a los familiares de las víctimas de
los ataques del 26 y 27 de septiembre del año pasado en Iguala, Guerrero.
En
entrevista con Proceso, a unas horas de que el GIEI rinda –este domingo 6– su
sexto informe, Rosales advierte que en el gobierno de Peña Nieto se niegan a
aceptar otra versión sobre el destino final de los estudiantes que no sea la
“verdad histórica” del exprocurador Jesús Murillo Karam, en la cual no se
incluyó la participación de las Fuerzas Armadas.
Consciente
de que el Grupo Interdisciplinario no fue creado “para decirles a los padres:
‘Aquí están sus hijos’”, Rosales considera que a casi un año de los ataques
“hay una disputa por la verdad, y el GIEI va a inclinar la balanza”.
El
grupo fue creado el 12 de noviembre de 2014 por el Acuerdo de Incorporación de
Asistencia Técnica Internacional desde la Perspectiva de los Derechos Humanos
en la Investigación de la Desaparición Forzada de 43 Estudiantes de la Normal
Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, como parte de las medidas
cautelares solicitadas tras los hechos de septiembre y en apego a las
facultades “de monitoreo que la CIDH ejerce sobre la situación de los derechos
humanos de la región”.
El
convenio fue firmado por el representante mexicano ante la OEA, Emilio Rabasa
Gamboa; la entonces subprocuradora Jurídica y de Asuntos Internacionales,
Mariana Benítez Tiburcio, y la extitular de la Subsecretaría de Derechos
Humanos de la Secretaría de Gobernación, Lía Limón.
La
asistencia técnica del GIEI tiene cuatro ejes: la elaboración de planes de
búsqueda con vida de los desaparecidos, el análisis técnico de la investigación
para determinar las responsabilidades penales, la revisión de los planes de
atención a las víctimas de los ataques y la revisión de las políticas públicas
frente a las desapariciones forzadas en México.
Obstáculos
Tras
meses de organización y consultas, la CIDH designó como integrantes del GIEI a
expertos con amplia trayectoria internacional: Ángela Buitrago, Claudia Paz,
Alejandro Valencia, Francisco Cox y Carlos Beristáin, quienes el 2 de marzo
iniciaron su trabajo de revisión del caso y el 19 de ese mes dieron a conocer un
informe preliminar.
Desde
su reporte inicial, los expertos hicieron pública su intención de entrevistar
al personal militar del 27 Batallón de Infantería, con sede en Iguala.
En
los siguientes cuatro informes, los expertos dieron cuenta de la evolución de
esa petición. En el reporte del 20 de abril señalaron que habían “obtenido una
respuesta positiva”; en el del 11 de mayo advertían su preocupación ante los
obstáculos para entrevistar a los militares.
Ya
en el cuarto despacho, los expertos manifestaban su inquietud por la respuesta
escrita del gobierno, de que seguía analizando la solicitud y reiteraba que “en
su carácter de coadyuvante, el GIEI está facultado en todo momento para exigir
al Ministerio Público ampliar las declaraciones que los 36 miembros (sic) del
27 Batallón hicieron en calidad de testigos”.
En
la quinta exposición, el 17 de agosto, los integrantes del GIEI narraron que en
la víspera de su presentación, el Estado les negó por escrito entrevistar a los
soldados y les sugirió que “el grupo formule por escrito las peticiones que
considere formen parte de la diligencia ministerial”, tras advertir que
“derivado de las características de esta diligencia, en ella sólo estará
presente la autoridad ministerial y quienes deban desahogar las posiciones que
sean formuladas”.
El
GIEI alertó en el documento difundido en agosto que en el sexto reporte daría a
“conocer las informaciones que considera relevantes y las cuestiones que se
deberían investigar en torno al tema”.
Sobre
la resistencia para acceder directamente al testimonio de los militares que
estaban en activo la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre, Rosales
opina que bastaron cinco meses para que los expertos confirmaran que en México
“el Ejército constituye otro poder; es una fuerza política que tiene poderes
paralelos a la autoridad civil formal”.
Al
considerar “muy grave” que “el poder de la autoridad civil sucumba ante el
poder militar”, Rosales indica que “no le costaría absolutamente nada a los
miembros del 27 Batallón ir a una entrevista con el GIEI, como están siendo
entrevistados todos los demás funcionarios. La lógica indicaría que en nada
afectaría al Ejército mexicano que fueran sus soldados.
“Pero
de lo que se trata es de demostrar una fuerza y una postura política de que no
va a atender el llamado que le hace un ente externo, como la CIDH, a pesar de
que haya tratados de derechos humanos firmados por México que lo obligan a
cumplir ciertas recomendaciones que emitan organizaciones de este tipo.”
Más
allá del convenio de asistencia técnica firmado en noviembre pasado, el abogado
recuerda que el Estado mexicano estaría trasgrediendo en el fondo la Convención
Americana de Derechos Humanos, ratificada por México, que “lo obliga y vincula
en términos jurídicos a cumplir las recomendaciones que emitan los órganos que
crea esa Convención”.
Moneda
en el aire
La
negativa a recabar las versiones de los militares no es la única omisión del
Estado mexicano en la atención al trabajo del GIEI, considera Rosales.
Recuerda
que como parte de su mandato, los expertos están facultados para emitir
recomendaciones sobre asuntos que consideren de urgente intervención, como lo
fueron sus advertencias sobre los procesos de búsqueda de los jóvenes, la
urgencia de acumular las 13 causas penales dispersas en seis juzgados en todo
el país, así como procesar a los responsables por desaparición forzada y no por
secuestro, uno de los delitos por los que los más de 100 detenidos están siendo
juzgados.
Sin
embargo, acota, hasta ahora esos puntos relevantes para el desarrollo de la
investigación no han sido asumidos por las autoridades.
El
abogado estima que la desatención a las observaciones tiene que ver con que
“hay una verdad en disputa, y como para el gobierno de Peña Nieto ya hay una
verdad establecida y una investigación concluyente, no se han cumplido las
recomendaciones preliminares”.
Aunque
en lo que considera “temas torales” la Procuraduría General de la República
(PGR) no ha reaccionado como se esperaba, el abogado reconoce que gracias a la
actuación del GIEI se reactivaron las investigaciones, estancadas desde enero,
cuando Murillo Karam dio a conocer su “verdad histórica”, además de que se
descongelaron las relaciones con funcionarios del gobierno federal.
Como
intermediarios, los integrantes del GIEI fueron testigos del último encuentro
de los padres de los desaparecidos y sus abogados con el secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el 15 de agosto.
“Osorio
Chong no se comprometió a nada –cuenta Rosales– en el tema del Ejército. Dijo
que seguía en análisis la solicitud. Y de la prórroga del GIEI consideró que él
no veía problema en que continuaran trabajando, pero que también era tema de
consulta.”
El
27 de agosto, el subsecretario de Derechos Humanos de Gobernación, Roberto
Campa Cifrián, informó que antes del martes 15 el gobierno dará respuesta
formal a la CIDH sobre su disposición de aceptar o no la solicitud de
familiares de los desaparecidos para que los expertos continúen sus pesquisas.
El
28 de agosto la CIDH notificó su decisión de otorgar una prórroga de dos meses
para que el GIEI realice su trabajo, en tanto se mantiene pendiente la
respuesta del Estado mexicano para que se formalice esa ampliación.
Para
Rosales, mientras el gobierno de Peña Nieto no dé respuesta a la CIDH sobre la
prórroga, la moneda sigue en el aire.
Advierte
que las expectativas que guardan del sexto informe del GIEI, que podría ser el
último, es que se fije la ruta para alcanzar la verdad de lo que ocurrió en
Iguala el año pasado.
“Hay
una disputa por la verdad, por un lado está ‘la verdad histórica’ establecida
por el gobierno, que para nosotros no puede ser real. Y ese informe puede
inclinar la balanza y sentar las bases que nos conduzcan a darle otra
perspectiva y otro rumbo a la investigación”, remata. l
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