Y como dice en texto de Maxwell J. Hamilton publicado en The Miami hoy, solo hay que ver el numero de escaños que ocupan actualmente para percibir su decadencia; dos ejemplos son el otrora partido gobernante de Venezuela, el COPEI, quien en 1988 tenía 58 escaños, ahora cuenta con solo tiene seis, y el APRA peruano tenía en 1995 no sólo la presidencia sino 107 curules, hoy solo tiene 28 escaños.
Y no sólo en Venezuela, en México se les olvida a los dirigentes que los partidos políticos son instituciones de inteéres público, y no propiedad de una camarilla.
Recomiendo completo el texto.
Anti-U.S. factions replacing old regimes across Latin America/Maxwell J. Hamilton; The Miami Herald, 25 de julio de 2005
En español; Cuesta abajo los partidos tradicionales en Latinoamérica/MAXWELL J. HAMILTON
El Nuevo Herald, Posted on Mon, Jul. 25, 2005
Los nombres son reconocibles instantáneamente como los de los partidos políticos gobernantes más antiguos de Latinoamérica. Pero hoy no controlan palacios presidenciales ni legislaturas.
En toda América Latina, los votantes están pasando por alto a los partidos políticos tradicionales, que trajeron consigo escaso progreso y demasiada corrupción, y dándole respaldo a nuevas facciones que los analistas temen que simplemente van a empeorar la inestabilidad de la región.
El otrora partido gobernante de Venezuela, el COPEI, que tenía 58 escaños en el congreso en 1988, ahora tiene seis. El APRA del Perú tenía 107 escaños en 1985, y 28 ahora. Y Uruguay, dominado solamente por dos partidos durante la mayor parte del siglo XX, ahora está regido por una coalición de partidos de izquierda que nunca antes habían sustentado el poder.
Y según se desmoronan los viejos partidos, nuevas facciones, frecuentemente con agendas populistas y antiestadounidenses, a veces tan pequeños que se autodenominan ''movimientos'' en lugar de partidos, les están ofreciendo a los votantes que van a suplir sus necesidades de más empleos, sueldos más altos y mejores sistemas educativos.
Los partidos tradicionales ''no pudieron satisfacer las demandas básicas de los pueblos'', dice Christopher Sabatini, un experto en asuntos latinoamericanos del grupo National Endowment for Democracy, una organización que procura reforzar la democracia en el mundo.
Sergio Calderón, un ex secretario general del COPEI, que alternó en el poder en Venezuela con el Partido Acción Democrática de 1958 a 1988, concuerda: ''La mayoría de los dirigentes administran los partidos para ellos y no para el pueblo'', dice Calderón.
El cuadro no es enteramente negativo para los partidos tradicionales o nuevos. Los peronistas siguen gobernando en Argentina, y en México el Partido Revolucionario Institucional (PRI), rechazado en el 2000 después de 71 años en el poder, salió bien en las elecciones parciales recientes. Antiguas facciones guerrilleras de El Salvador y Colombia se han transformado en partidos políticos, aportándoles estabilidad a esos países.
Pero la transición de antiguos a nuevos partidos ha estado acompañada de inestabilidad política, incluyendo violentas protestas urbanas contra el antiguo orden, escasa duración en el poder e incluso rupturas con el sistema democrático.
En Bolivia, las manifestaciones callejeras obligaron a renunciar a dos presidentes en los dos años recientes: Gonzalo Sánchez de Lozada en el 2003 y Carlos Mesa en abril, ambos miembros del partido dominante en ese país desde 1952, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).
La crisis parece haberles impartido fuerza a partidos relativamente novatos, como el Movimiento Al Socialismo, encabezado por Evo Morales, un izquierdista que dirige un sindicato de cosecheros de coca y quedó en segundo lugar en las elecciones presidenciales del 2002.
Los partidos tradicionales ''tuvieron una buena y larga época ... pero ya no controlan el movimiento popular boliviano'', dice John Walsh, un analista de la Washington Office on Latina America, un banco de ideas de tendencia liberal.
Y en Venezuela, el presidente Hugo Chávez y su Movimiento de la Quinta República, elegido en 1998 con la promesa de ponerle fin a la mala administración y a la corrupción de los gobierno del COPEI y de Acción Democrática, ha sido acusado de haberse apoderado de los sistemas electoral y judicial y de intimidar a los medios de información.
Las pequeñas facciones políticas nuevas ''están creando un ambiente en el que las elecciones ya no son la vía legítima hacia el poder'', dice Howard Wiarda, un experto en asuntos latinoamericanos del Center for Strategic and International Studies, un banco de ideas de Washington de tendencia moderada.
Los académicos opinan que el declive de los partidos tradicionales comenzó durante la crisis de la deuda latinoamericana de los años 80 y 90, cuando los votantes empezaron a castigar a los gobiernos que no reaccionaron de manera efectiva.
En Venezuela, por ejemplo, el COPEI de centro-derecha y el Partido Acción Democrática, de centro-izquierda, alternaron el poder desde 1958 bajo un acuerdo escrito, el Pacto de Punto Fijo, que ofreció estabilidad política en medio del boom del petróleo en los 1970 pero excluyó otras facciones políticas.
No obstante, el país comenzó un profundo declive económico a finales del boom del petróleo en 1979. Y cuando el entonces presidente Carlos Andrés Pérez y su partido Acción Democrática emitieron una serie de draconianas medidas de ajustes económicos en 1989, explotaron masivas manifestaciones callejeras conocidas como El Caracazo, que dejaron unos 3,000 muertos.
Chávez, por entonces teniente coronel del ejército, dirigió un fallido intento golpista contra Pérez en 1992 y desde su elección en 1998, tanto el COPEI como el Partido de Acción Democrática han perdido virtualmente todo el poder a través de una combinación de malas decisiones internas y fuertes presiones por parte del presidente.
''El gobierno de Chávez ha creado un esquema que no considera los partidos políticos'', dice Pastor Heydra, un ex ministro de información de Acción Democrática.
La historia es similar en Perú, donde el APRA, el partido más poderoso del país desde 1924, comenzó a perder apoyo a fines de los 1980, después que el entonces presidente Alan García inició un programa populista que devastó la economía peruana. La inflación se disparó a niveles de cuatro cifras.
Aprovechando la oleada de descontento, un poco conocido político llamado Alberto Fujimori derrotó el APRA de Mario Vargas Llosa en las elecciones de 1990 --y luego sistemáticamente, durante la próxima década, casi destruyó las instituciones democráticas de Perú.
'”ujimori es una consecuencia del gobierno de García'”, dijo Guillermo González, ex jefe de personal del actual presidente peruano Alejandro Toledo.
Académicos y políticos tienen distintas opiniones del impacto de la caída de los partidos tradicionales y el nacimiento de nuevas y más pequeñas facciones.
Los partidos tradicionales tendían a ser más ideológicos --bien de derecha o de izquierda-- y dejaron una gran brecha en el centro, dijo Sabatini. ''En general, esto es mejor. Hay una polarización reducida entre derecha e izquierda'', agregó.
Pero los líderes de los partidos tradicionales sostienen que sus organizaciones pueden traer décadas de experiencia y una preferencia por la estabilidad de gobierno... si los votantes los devuelven al poder.
“Los partidos políticos necesitan comenzar un proceso de reflexión en respuesta a este fenómeno”, dice Heydra. “Necesitamos desarrollar un mensaje alternativo que sea diferente a lo que hemos expresado en el pasado”.
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