Alejandro Avilés Inzunza: a 110 años de su natalicio
Alejandro Avilés Inzunza fue una figura monumental y esencial en el periodismo y las letras de Sinaloa. | Fred Álvarez
La Silla Rota, 3/12/2025 ;
"No, no quiero morir, por eso escribo (...). Mi sueño es llegar a ser un escritor cuyo mensaje perdure a través de las gentes, que algo se salve..." – Alejandro Avilés.
La tarde de este viernes 5 de diciembre conmemoramos los 110 años del natalicio del maestro Alejandro Avilés Inzunza (1915-2005), una figura monumental y esencial en el periodismo y las letras de Sinaloa.
Las actividades de conmemoración se centrarán en la Sala Conrado Espinoza, a las 17:30 horas, bajo la sombra tutelar del Cerro de la Memoria de Los Mochis, e incluirán una exposición fotográfica, música y poesía en su honor.
Tengo el honor de participar en el conversatorio, donde compartiré la mesa con distinguidos participantes. En primer lugar, con María Eva Avilés (su hija, quien ha musicalizado su poesía, ofreciendo la perspectiva más íntima y luminosa de su padre), y con el profesor José Armando Infante (cronista de la Ciudad, para profundizar en la dimensión intelectual y poética de su obra). Ernesto Alonso Montoya y Melchor Angulo abordarán el pensamiento y el legado del "Profe Avilés".
¿Quién fue el Profe Avilés? Un arquitecto de los medios y las letras
Fue poeta, periodista y mucho más. Nacido el 31 de diciembre de 1915 en La Brecha, Guasave, Sinaloa. A los 19 años llegó a Los Mochis por invitación del Profesor Conrado Espinoza para sembrar conocimiento en el histórico Centro Escolar del Noroeste (CEN), de inmediato se fundió con la tierra que lo adoptó, dejando una huella indeleble.
Como solía expresar, con una profunda conexión con su tierra: “...Todos los sinaloenses nacimos a la orilla de un río (…), toda la vida estaba en las márgenes de los ríos y el agua, el río mismo, se identificaba en nuestro subconsciente con la vida…”.
En efecto, en ese río natal, en esa vida, navegamos hoy para reencontrarnos con su palabra.
Su visión trascendió al periodismo, siendo fundador de la Escuela Carlos Septién García en la Ciudad de México y cimentador de los dos grandes diarios de Sinaloa: El Debate y, años después, en los años 70, Noroeste. Fue un hombre de sólida cultura y con fuerte presencia en la democracia cristiana, cuya pluma educó, construyó y resistió.
Orígenes y carrera temprana
Supe de la obra poética de don Alejandro por mi amigo chiapaneco Francisco Gómez Maza, una tarde de principios del siglo XXI. Charlamos de poesía y de periodismo, y brincamos de Carlos Sabines —su paisano y amigo—, al poeta de La Brecha, su maestro en la Septién en los años 60.
En La Brecha, Guasave, Sinaloa, el profe cursó cuarto año de primaria, el más alto grado escolar de entonces. Después, por decisión del gobernador, se hizo maestro; tenía apenas 14 años. De inmediato se puso a dar clases en la escuela moderna para adultos, participó activamente en el censo de 1930 y fundó un Club Deportivo Cultural.
Fue un autodidacta, a esa edad ya leía los clásicos gracias a los libros publicados por José Vasconcelos, a quien Avilés conoció durante la campaña presidencial de 1929. Ese encuentro con el "Maestro de la Juventud de América" impactó profundamente al joven brecheño.
Su viaje a Los Mochis
Fue en 1934 cuando llegó a Los Mochis a trabajar como profesor en el recién creado Centro Escolar del Noroeste (CEN), donde durante cinco años fue secretario. El Centro había nacido el 12 de octubre de 1934, bajo la dirección de Conrado Espinosa. Otros compañeros fueron Manuel Moreno Rivas, Bertha Colunga y Adrián García Cortez.
En 1937, Avilés tenía 21 años e incursionó como comentarista en la radio local. Tres años después, aquel grupo de profesores de la llamada "Escuela del Cerro" alentaron a Moreno Rivas a crear el primer periódico para la naciente ciudad. Se llamó “El Debate” y nació el 10 de marzo de 1941, para el primer número imprimieron 500 ejemplares. Avilés escribió la columna en la primera plana "Cuentos y cuentas" con el seudónimo de Juan sin Miedo; "Sirviendo a la Región, servimos a la Patria", rezaba la leyenda de la portada.
Su viaje a la Ciudad de México
El trabajo de Avilés en el rotativo fue efímero, ya que ese mismo año de 1941 decidió emigrar a la Ciudad de México, donde entabló contactos que le cambiarían la vida.
Empezó a trabajar de contador y se vinculó al naciente partido Acción Nacional (PAN), del que fue fundador (existe una tesis doctoral de la UAS que espero conocer pronto, del mochitense Ernesto Alonso Montoya: Entre la Pluma y la Política).
Avilés se relacionó rápidamente con los fundadores del PAN y comenzó a trabajar en la revista “La Nación”, creada el 18 de octubre de 1941. Fue una idea de Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna; aquella revista trascendió la doctrina panista para consolidarse como un espacio fundamental de reflexión sobre la situación del país. Su cuerpo de colaboradores, además de los fundadores, incluía a Salvador Novo, Manuel Samperio, Jorge Piñó Sandoval, Aquiles Elorduy, Ezequiel A. Chávez, Trinidad García, Manuel Herrera y Lasso, etc. El costo era de 20 centavos; y su primer director, Carlos Septién García.
La relación entre Avilés y Carlos Septién fue única. No solo ambos dirigieron “La Nación” y, posteriormente, la escuela de periodismo, sino que en 1949 colaboraron en la “Revista de la Semana” del periódico “El Universal”. En esta sección, Avilés realizó sus célebres entrevistas a poetas, fotografiadas por el michoacano Tomás Montero, cofundador de “La Nación” y profesor de fotografía en la escuela Septién. (El archivo fotográfico es, de hecho, un material invaluable rescatado por sus nietas).
La pasión por la poesía y el legado literario
La llegada a México y el oficio de periodista llevaron a Avilés a conocer a muchos poetas. Recibió la influencia de varios de ellos, principalmente de José Gorostiza Alcalá (1901-1973), a quien entrevistó en 1953 y consideraba "el mayor poeta mexicano"; el tabasqueño le recomendó leer a autores modernos y a clásicos como Sor Juana Inés de la Cruz.
Pero el profe de Guasave confesó años después que el poeta que más lo sacudió fue Dante Alighieri, a quien consideraba "el poeta total". Además, se declaró devoto de Saint-John Perse, y recibió influencia de “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, y de la poesía de Efrén Hernández, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León y Francisco de Quevedo.
El profe Avilés tuvo una gran influencia del poeta y sacerdote queretano Francisco Alday (1908-1964), quien le recomendó leer a San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Rubén Darío y escuchar la música de Bach y Schubert. Años después, en 1993, nobleza obliga, por gratitud, Avilés rescató y publicó la obra poética del padre Alday, quien fuera canónigo de la catedral de Morelia. También Avilés reconoció la influencia de sus amigas: Rosario Castellanos y Dolores Castro.
Cuando Avilés entrevistó a Castellanos, ella le respondió que vivía la poesía como un oficio, cuya importancia es "rescatar, del naufragio que es el tiempo y el olvido y la muerte, a las cosas, y dotarlas de una suerte de eternidad". Dolores Castro —su hermana—, le confesó que para ella la poesía "es esencialmente comunicación". Para el escritor Francisco Prieto, quien conoció al grupo de los Ocho, Avilés es un poeta lírico, explorador de la belleza, un cantor hondo y agradecido de la alegría, opinión con la que coincido plenamente.
La poesía y el grupo de Los Ocho
Debemos mencionar que la influencia de los poetas cristianos en Avilés no inició en la Ciudad de México. Desde Los Mochis, a finales de los años 30, el profe decidió escribir a Gabriel Méndez Plancarte (1905-1949), director de la revista confesional “Ábside”, fundada en 1937, dando inicio a «una amistad por correspondencia».
Al llegar a la Ciudad de México, lo primero que hizo don Alejandro fue buscar a los Méndez Plancarte —Alfonso y Gabriel—, quienes lo recibieron. El padre Alfonso —junto al padre Alday— tuvo una gran influencia en la formación de Avilés y en el grupo que después se llamaría Los Ocho. Ellos fueron, además de Alejandro Avilés (1915-2005): Roberto Cabral del Hoyo (1913-1999), Efrén Hernández (1904-1958), Rosario Castellanos (1924-1974), Javier Peñalosa (1921-1977), Honorato Ignacio Magaloni (1898-1974), Octavio Novaro (1910-1991), y Dolores Castro (1923-2022), quienes formaban parte de la desaparecida revista “Acento y América”.
Avilés recuerda que fue el sacerdote diocesano Alfonso Méndez Plancarte *—quien, por cierto, jugó un papel crucial en la recopilación y edición de las obras completas de Amado Nervo—, quien a "Los Ocho" sugirió organizar una tertulia, reunirse «en torno al café»: “Muchachos, formen un grupo, sean amigos. Creo que la poesía de América está en manos de ustedes”, les dijo el cura, y le hicieron caso. Cada sábado, y durante muchos años (1952-1956), la casa de Castellanos en Tacubaya albergaba a ese grupo de amigos para leer y comentar poesía.
El sacerdote los invitó a escribir en la revista “Ábside”, y con esos textos, se publica en 1955 el libro “Ocho poetas mexicanos”, antología publicada bajo el sello de editorial Jus. Por ese solo hecho, el grupo fue criticado por ser tildado de católico. La verdad es que la mayoría de ellos eran laicos, aunque Castro, Peñalosa, Castellanos y Avilés sí tenían influencia cristiana.
Don Alejandro fue una de las almas de ese grupo, y lo hizo unido por el amor a la poesía y el milagro de la amistad. "Nunca le fallamos a la amistad y a la poesía le hicimos la lucha" —explicó Avilés, años después—.
Las tertulias, nos dice el escritor Francisco -Paco-, Prieto, duraban hasta pasada la medianoche de los sábados, se dedicaban a la conversación libre y terminaban con la lectura de poemas. Paco afirma que estas reuniones "valieron más que una cátedra de literatura".
Además, el grupo tenía de invitados a los poetas de aquella época: Elías Nandino, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Salvador Novo, Octavio Paz y un largo etcétera. A todos ellos los entrevistó Avilés para el periódico “El Universal”, en una sección semanal titulada Poetas Mayores.
En el libro colectivo “Un grito contra nadie. Aproximaciones a la obra de Alejandro Avilés” (Ed. ISIC 2016), que me tocó coordinar junto con Leopoldo González, rescatamos todas las entrevistas de los ocho y de otros poetas como Sabines, Gorostiza, Paz y Cernuda, entre otros. Logramos incorporar textos invaluables sobre la vida del sinaloense de autores como Gabriel Zaid, Francisco Prieto, además de sus alumnos Juan Bolívar Díaz, Roberto Fuentes Vivar, José Antonio Aspiros y Francisco Gómez Maza, entre otros.
( Recientemente, gracias a su hija Rosario, se va a publicar (o ya ocurrió) Poetas mayores. La poesía y los poetas en México, 1952-1953, que compila estas entrevistas bajo el sello del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM. Esta obra es una pieza de rigor periodístico que trasciende el testimonio al combinar la entrevista con el análisis literario, universal co en Avilés. . Como destaca su hija Rosario Avilés, es una "cátedra de periodismo cultural" que muestra el ejercicio de un poeta.)
El legado literario
Como poeta, Alejandro Avilés escribe su primera obra, “Madura soledad” en 1948. Once años después, en 1959, dedicó a su mujer su segundo poemario, “El Libro de Eva”, a quien dijo: "entre las manos llevas el don de dar hecho de nuevo". Le siguió “Los Claros días”, en 1975; después “Don del viento” en 1979 (Premio Nacional de Poesía del IV Centenario de Saltillo), y “La Vida de los seres” (1980), libro que ganó el Premio Nacional de Letras 1980 "Ramón López Velarde".
Años después, el Club Primera Plana publicó su “Obra poética” (1994), y el ISSSTE publicó “En torno a claros días” (2000).
“La Nación” y la “Escuela Carlos Septién”.
Su llegada a la Ciudad de México en 1941 le cambió la vida. Se vinculó al PAN y conoció a la moreliana Eva Sánchez Martínez, con quien se casó en 1948 y tuvo varios hijos; Eva le cambió la vida al profe, y por ella se hizo michoacano.
Avilés era aún director de “La Nación” cuando participó en la fundación de la Escuela de Periodismo el 30 de mayo de 1949. Tras el lamentable fallecimiento de su segundo director, cambió su nombre a Carlos Septién García en su honor.
Tiempo después, Avilés dejó la revista para dedicarse de tiempo completo a la docencia y, asumiendo la dirección de la escuela (1963-1984), marcó una era crucial. Bajo su gestión, La Septién se independizó de la Acción Católica Mexicana (ACM) para convertirse en una institución plural. A principios de los años 70, la carrera de Licenciado en Periodismo obtuvo el reconocimiento oficial de la SEP.
Don Alejandro hizo muchas cosas; por ejemplo, fue miembro fundador del Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Ciencias de la Comunicación; presidente de la Unión Católica Latinoamericana de Prensa. Fundó el primer noticiero de radio cultural en la XELA y el programa semanario Poetas de México en Canal 11 de TV-IPN, y recibió múltiples premios, como el Nacional de Periodismo por su destacada trayectoria en el año 2000.
Don Alejandro murió en 2005 en Morelia, Michoacán, y sus cenizas están al lado de Eva, su compañera de vida.
Al morir, su amigo Hugo Gutiérrez Vega escribió que Avilés reconocía "todas las cosas y algunos árboles eran sus conocidos" en La Brecha, su pueblo natal. Miguel Ángel Granados Chapa se preguntó: “¿Fue más maestro que periodista, más periodista que poeta...?” y respondió: "Recorrió todas esas rutas con entrega semejante". Su amigo y alumno dominicano Juan Bolívar Díaz escribió que el profe fue un ser humano generoso, "dechado de humildad y serenidad".
He platicado con muchos de sus alumnos y lo recuerdan con cariño; le tocó formar no solo a periodistas, sino también a escritores y poetas.
Recuerdo que el libro que me tocó coordinar lo presentamos en octubre de 2018 en Los Mochis, y no olvido la emoción que llegó a las lágrimas del Dr. Mario Grijalva Camou (QEPD) al leer un poema que escribió siendo adolescente en La Escuela del Cerro provocado por las palabras de su Profe brecheño. En efecto, Avilés marcaba vidas incitando a sus alumnos a escribir y a leer poesía en voz alta, me hubiera gustado conocerlo.
Hace casi tres años, el martes 28 de marzo de 2023, fui invitado inmerecidamente al acto fundacional de la Cátedra Alejandro Avilés en la escuela de periodismo "Carlos Septién García"; y me impresionó la enorme foto que se colocó de don Alejandro ahí en el auditorio que lleva su nombre.
Tengo un pendiente con don Alejandro, que espero cumplir,
"No me importa que todo se detenga... Lo que me duele es que perdí en la noche aquella luz, aquella flor del día….": Avilés.
Además, decía “Nunca se pierde lo que se ama", esa frase está en una placa allá en El Cerro de la Memoria de Los Mochis.
Se antoja leer su poesía en voz alta…
Abrazos solidarios a sus hijos: Alejandro, María Guadalupe, María Isabel, Francisco, María Eva, Manuel y María del Rosario, y a todos sus alumnos de la Carlos Septién.
Cuando murió Dolores Castro hice este video:
@fredalvarez
* La edición de las Obras completas de Amado Nervo a cargo del padre Alfonso Méndez Plancarte es una edición monumental y reconocida, publicada por la editorial Aguilar en Madrid. La edición contó con el cuidado, estudio y notas de dos personas: Francisco González Guerrero (para la prosa), y Alfonso Méndez Plancarte (para las poesías).
Editorial: Fue publicada por Aguilar, S. A. de Ediciones.
Formato: Generalmente se presenta en dos tomos, encuadernados en pasta dura (piel) y a menudo en papel biblia, característicos de las colecciones de lujo de Aguilar.
Años de publicación: La primera edición es de 1951 (Tomo I) y 1952 (Tomo II), con múltiples reimpresiones y ediciones posteriores, como la segunda edición de 1955 y otras en los años 60 y 70.
Esta edición es considerada una referencia fundamental para el estudio de la obra completa de Amado Nervo por la meticulosidad y erudición del trabajo de Méndez Plancarte y González Guerrero.
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