Vatican Insider, 7/28/2015
Kabul;
el caso de la «Asia Bibi afgana» a la Suprema Corte
Para
los autores del linchamiento de la musulmana acusada de blasfemia, pena de
muerte anulada en apelación. En este tercer grado del proceso se comprenderá
qué tanto influyen los mulás en los jueces
PAOLO
AFFATATO
Será
la Suprema Corte de Afganistán la que se pronuncie definitivamente sobre el
caso de Farkhunda Malikzada, la mujer musulmana de 27 años que fue linchada por
una multitud el 19 de marzo de 2015 porque habría quemado una copia de El
Corán. Los abogados de la mujer, de acuerdo con la familia y con varias
asociaciones de la sociedad civil afgana, decidieron proseguir el contencioso
legal para llegar al tercer grado del juicio, a pesar de que a principios de
julio una Corte de apelación de Kabul hubiera anulado la condena a muerte para
los responsables de la muerte de la joven.
El
tribunal tomó su decisión a puerta cerrada, absolviendo a uno de los imputados,
conmutando la pena capital en veinte años de cárcel para otros tres y en diez
años de cárcel para otro de los acusados. Farkhunda es conocida como la «Asia
Bibi afgana», puesto que su caso se parece demasiado al de la mujer cristiana condenada
a muerte en el vecino Paquistán. En ambas historias todo surge de una falsa
acusación de blasfemia, pero a Farkhunda le fue peor que a Asia, quien por lo
menos todavía está viva y puede mantener encendidas sus esperanzas: también su
caso ha llegado a la Suprema Corte (de la ciudad de Lahore).
«La
decisión de la Corte de apelación de Kabul fue recibida con mucha sorpresa y
desilusión en Kabul. E inmediatamente provocó las críticas de la familia de
Farkhunda Malikzada. Particularmente, su hermano Mujibullah criticó la opacidad
de la sentencia, el hecho de que hubiera sido tomada a puerta cerrada, sin que
nadie informara a la familia», explicó a Vatican Insider Giuliano Battiston,
investigador que, después de una larga estancia en el país y una profunda
experiencia en el campo, publicó un estudio sobre el despertar de la sociedad
divil afgana.«Para muchos exponentes de la sociedad civil afgana, la decisión
demostraría el sometimiento de la Corte a los ulemas y mulás, los
condicionamientos que los líderes religiosos más conservadores, retrógrados y
machistas, siguen ejerciendo en el poder político y judicial. Un poder que, en
la percepción común, no tiene nada de crédito debido a su corrupción y a que se
muestra siempre fuerte con los débiles y débil con los fuertes», prosiguió
Battiston.
«La
reacción de la sociedad civil afgana demuestra, como sea, cuán viva es la
dialéctica social en el país: hay una parte de la población que quiere librarse
del peso del conservadurismo, que reivindica nuevos instrumentos y espacios de
discusión y deliberación, incluso para las mujeres. Y también hay otra parte
que, incluso como reacción a todas estas cosas -indica el investigador-, teme
perder los propios privilegios y trata de mantener el ‘status quo’».
La
división llega también al Parlamento y, más en general, a todo el panorama
político: «El mismo presidente Ashraf Ghani, por más liberal que sea -concluyó
Battiston-, sabe que no puede forzar demasiado las cosas en relación con los
mulás y ulemas. Correría el riesgo de acabar como Amanullah Khab, el rey que se
vio obligado a abandonar el país en 1929 después de una sublevación popular
atizada pos los mulás, quienes no veían con buenos ojos su agenda política
demasiado modernizadora». El caso de Farkhunda también ha asumido, como el de
Asia Bibi en Paquistán, un valor simbólico que va mucho más allá de una simple
historia judicial: quiere decir mucho sobre el estado de derecho y sobre la
salud de los derechos humanos en Afganistán.
Y
es muy significativo en el ámbito de los derechos de las mujeres. Los abogados
indican que el caso de Farkhunda «se suma a una larga serie de casos que
demuestra la corrupción del sistema judicial afgano», sobre todo cuando las
protagonistas son mujeres, recordó Kimberley Motley, abogada internacionalista
que trabaja en Afganistán desde hace siete años y que ha seguido de cerca la
historia, incluso a nivel profesional. «La incapacidad de los tribunales para
tratar el caso de Farkhunda justamente y con transparencia refuerza la urgencia
del compromiso para mejorar las condiciones de la mujer en Afganistán», subrayó
Motley.
¿Cuántas
Farakundas más serán necesarias? El caso de la joven afgana, pues, podría
representar la oportunidad para promover un cambio real en la confianza y en la
transparencia del sistema judicial en Afganistán: esto es lo que pretende la
sociedad civil.
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