Retiren
los cargos contra Edward Snowden/Kenneth Roth es el director ejecutivo de Human Rights Watch. Salil Shetty es secretario general de Amnistía Internacional.
The
New York Times, 19 de septiembre de 2016..
Edward
Snowden es el estadounidense que probablemente haya dejado la huella más
profunda en el debate político durante los años del gobierno de Obama.
Edward
J. Snowden hablando a una audiencia del Instituto Tecnológico de Massachusetts,
en julio. Credit Kayana Szymczak para The New York Times
Edward
J. Snowden hablando a una audiencia del Instituto Tecnológico de Massachusetts,
en julio. Credit Kayana Szymczak para The New York Times
Pero
el presidente Obama y los candidatos que le sucedan no han enfatizado el
servicio público de Snowden sino la importancia de presentar cargos contra él.
Hillary Clinton ha dicho que Snowden no debería regresar a casa “sin
enfrentarse a consecuencias”. Donald Trump ha dicho: “Creo que es un traidor y
le trataría con dureza”.
Eric
H. Holder Jr. utilizó un tono mucho más mesurado en mayo, al dejar su cargo
como fiscal general de Obama. Reconoció que aunque Snowden violó la ley,
“cumplió un servicio público” al abrir el debate sobre las prácticas de
vigilancia.
La
ley que la administración Obama quiere usar para perseguirlo no se fija en que
revelar esa información fue un servicio público. Según la —anticuada— ley de
espionaje de 1917 el único tema sería que información de la “defensa nacional”
llegara a alguien no autorizado para recibirla. No importa si los secretos
revelados implicaran un comportamiento incorrecto o si ponían en peligro la
defensa nacional o si se pasó la información a un periodista de Estados Unidos
o a un enemigo extranjero.
Hay,
obviamente, un interés público en permitir que el gobierno mantenga la
información de seguridad nacional en secreto. Pero según el derecho
internacional humanitario, el interés público —y no el de gobierno alguno— es
crucial. Nadie debería ser perseguido por exponer violaciones a los derechos
humanos. Al menos, debería tener una oportunidad real de defenderse en nombre
del interés público.
El
enorme valor de las revelaciones de Snowden está claro. ¿Qué daño hizo? Las
declaraciones de varios funcionarios, durísimas contra él, marcan el camino.
Algunos han advertido que las actividades de algunos grupos terroristas se han
vuelto más difíciles de rastrear, pero los adversarios más peligrosos siempre
han sabido protegerse de la vigilancia. Al menos un estudio independiente
muestra que las revelaciones de Snowden han tenido poco impacto.
Lo
que ha cambiado es que desde que se supo que el gobierno vigilaba, el público
reclama más privacidad y las empresas han comenzado a ofrecerla en diversas
plataformas. Sin duda, entre los millones de usuarios de tecnología de cifrado
hay algunas que protegen la comisión de delitos. Pero el resto solo quiere que le
devuelvan su privacidad.
Desde
que Estados Unidos canceló su pasaporte, dejándolo atrapado en el aeropuerto de
Moscú, Snowden ha continuado demostrando los principios que le llevaron a
publicar el alcance de la vigilancia. Lidera un grupo de derechos humanos, la
Fundación para la Libertad de Prensa. Ayuda a desarrollar tecnología para
proteger a los periodistas en zonas de riesgo por la vigilancia gubernamental
que pueda ponerlos en peligro y ha criticado con frecuencia las políticas
tecnológicas y de derechos humanos de Rusia, el único país que se interpone
entre él y una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos.
Desde
la época de George Washington, el poder de perdonar ha permitido que los
presidentes defiendan el interés nacional. Quienes filtran información pueden
jugar un papel fundamental en la defensa de los derechos humanos y aquellos que
publican la información protegida por el secreto gubernamental. En palabras de
Snowden: “Si la gente que informa de cosas mal hechas, de la peor naturaleza,
tiene que prenderse fuego, vamos a encontrarnos sin voluntarios cuando la
sociedad más lo necesite”.
En
su Twitter, Snowden dice: “Trabajé para el gobierno, ahora trabajo para la
gente”. Eso no debería ser algo que te encierre en prisión de por vida o te
obligue a vivir en el exilio. El presidente tiene la oportunidad de corregir
esa injusticia. Es hora de perdonar a Snowden y traerlo de vuelta a casa, no
para que se enfrente a las consecuencias de sus actos sino para trabajar por la
seguridad y la privacidad de todos.
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